domingo, noviembre 13, 2011

Atacama, el desierto que florece en silencio

Fue un verano de mi adolescencia que viajè al Norte de Chile, por primera vez y me sentì definitivamente parte de su paisaje. Caminé por la larga playa de Tongoy una noche cerrada por la noche misma y las estrellas: solo mar y mar. Dormì, acampé, sentì el frìo, la humedad nocturna, la camanchaca de la zona desèrtica. Volvì a Chuquicamata en pleno desierto, años después, estuve en las entrañas de la colosal mina de cobre y recorrì los campamentos mineros. Una mañana desayuné con los cerros de colores, la imponente soledad y un silencio que no tiene complejo de ser el màs silencioso de todos los silencios. El  Norte me hizo amar las carreteras infinitas, una tal vez, o todas las que ya no conocerè, y esperar que el tiempo y sus horas acomodaran el camino y destino. El tiempo en el desierto puede ser una piedra que al día rodarà o jamàs sucederá. ¿Cómo encontrar esa piedra en el pròximo viaje? Quizás solo tropezando con ella.
Mi último viaje lo hice al Norte en bus, 36 horas de carretera, en 1974. Era un vendedor viajero de una Revista Internacional. Sobre todo un periodista desempleado. Un cronista del paisaje sobre un autobùs provincial desplazándose hacia la ciudad màs al norte del país: Arica. Había que cruzar todo el desierto y sus noches. Atacama, Pato Negro en idioma quechua, quizás. Mixtura de los despoblado en el confín y el lugar que florece.
El desierto de Atacama, a 600 kilómetros de Santiago, la capital, está  en primavera, y dicen las buenas noticias procedentes de Chile, ha florecido como nunca en los útimos 20 años. Un verdadero arcoiris que nace  bajo  la arena y las rocas, recorre el desierto de Atacama en esta primavera. Maravilla de la naturaleza...Màs de 200 plantas endèmicas conserva este lugar misterioso...

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