domingo, septiembre 09, 2007

En la ciudad de Sylvia






La ciudad de Sylvia es Estrasburgo y no sabemos si Ella es una imagen real de un fantasma, el flash del deseo, o el silencio que la convierte en realidad en el filme del catalán José Luis Guerín, recientemente presentado en la 64a Mostra de Venecia. Sylvia es el rostro, la mirada, el guiño, ese gesto que se nos pierde en la multitud, aunque lo hemos encontrado. Volvemos sobre él, como el protagonista, empujado por los fragmentos vivos de la memoria, y la ciudad la recrea como si allí estuviera y en verdad no sabemos. Un hombre busca a Sylvia y el camino lo conducirá otras mujeres, pero la ciudad permanecerá en su belleza bajo el silencio de lo único que la habita: la esperanza del encuentro, la fugacidad de lo deseado. Sylvia pierde el rostro, no el mágico zapato de la media noche, sino Ella es y se transforma en todo el silencio que no la devuelve más que a la memoria.
Sylvia está y no está, es, viaja el rostro en la pasarela de la ciudad. Una cara es el silencio, la otra, el azar de la moneda, lo que no conocemos, el misterio, toda la esperanza, el fuego oculto de la vida y hacia allá van nuestros pasos con sus pasos. Sylvia, Sylvia, Sylvia, resuenan en la memoria. Y la ciudad en verdad cuenta su propio tiempo y sólo ella sabe que un rostro ha de suceder a otro en la gran vitrina pública de los días, el escenario que la ciudad imagina para sí misma.
Estrasburgo es el sitio que no conozco y menos aún podría encontrar a Sylvia, cuyo rostro se multiplica de la nada por lo inacible, fugaz, más bello que un lucero. Y tal vez una ciudad de bolsillo como Estrasburgo, guarde el corazón de Sylvia y nos la devuelva en el sueño. Todo está escrito por su silencio, pero no el olvido.
Tal vez Estrasburgo sea todas las ciudades y Sylvia todas las mujeres, aquella que viaja en la madeja de los sueños.
Alguien le preguntó a Guerín, por qué Estrasburgo, y dijo: "Por muchas razones. Por una parte, me gusta esa indefinición que lleva inherente, no es una ciudad alemana ni francesa. En el filme, se oye hablar a la gente en muchos idiomas, por lo que no es fácil deducir dónde está el protagonista. Además, tiene ese lado de villa medieval ya que es peatonal. Y me encanta que tenga tranvías, para mí el tren siempre ha sido una metáfora del cine, como un viaje que no sabes adónde te lleva."
Sylvia, Sylvia, Sylvia, es el encuentro, la puerta de entrada, la que vuela, vuela del aire que la sostiene, de un lugar a otro que la viaja, pero una atmósfera que yo adivino gravita en Ella, permanece, crea un nuevo espacio para compartir.
Sylvia depende en la ciudad de Sylvia del ojo del director, dónde ubica la escena de su memoria, del objetivo y naturaleza de su historia, el silencio del Sylvia dentro de Sylvia, más poderoso que todo gesto parlante.
Dónde se enamora realmente el personaje de Sylvia? ¿Quién es el protagonista, un hombre, un poeta, un pintor, un artista? ¿El espacio está ahí o en todas partes Sylvia lo recrea y hace presente en otras mujeres? Gestos, distancias, silencio, Sylvia, Sylvia, Sylvia.
Pilar López de Ayala es Sylvia, divina mujer, etérea luz, pasos, que otros pasos resuenan en la memoria.
Todo el silencio para Silvia/la imagen que la devora/y la ciudad que en ella se pierde/y le pertenece/ En mis ojos la repite/en estas calles donde respiro/por sus largas piernas/ Yo la sueño/no hay cristal que refleje su olvido/ni olvido que la memoria no recuerde.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

yo pasé un par de semanas en estrasburgo y me dieron ganas de quedarme, una delicia de ciudad

amor

Unknown dijo...

Me gustó mucho las canciones de la banda sonora, pero no pude retener su nombre por la velocidad con la que paaban los créditos. Si alguien los sabe, por favor, que me los indique.

Anónimo dijo...

He seguido el cine de Guerín y me esperaba una película sincera. Me he encontrado un catálogo de "Mango" con fotografía perfecta pero sin nigún sentimiento, actores en absoluto creíbles y un guión que lleva a ningún sitio. Me gusta el cine cuando me emociono sin preguntarme nada más y pienso en lo que he pagado por la entrada cuando no te acaricia ni un momento la película que estás viendo. Fue un sentimiento generalizado de todos los espectadores, algunos de los cuales resoplábamos esperando ya el final. Creo que este tipo de riesgos los tiene que correr uno por su cuenta. Las subvenciones y ayudas deben ir a cineastas que prometan y no a consagrados directores para hacer sus experimentos. No se puede atraer al cine al espectador publicitando en las páginas de los principales periódicos películas sólo por la fama de su director. Creo que sta es la muerte del cine español.

Anónimo dijo...

Me encantó en construcción, me defraudó En la ciudad de Sylvia ¿Sólo existen mujeres bellas y jóvenes en Estrasburgo? . Estoy de acuerdo con lo de las subvenciones, lo mismo me pasó con la última de Julio Medem. Cuando se habla de industria tiene que haber una relación aceptable entre lo que se crea y lo que se paga por disfrutarlo. Cuando las películas emocionan (sea cual sea su género) se crea la fidelidad del espectador, cuando se engaña, acaba por matarse uno mismo. ¿A donde va el cine español?