viernes, junio 25, 2010

El Rosario del rosarino

Chile aùn respira a pleno pulmòn en este mundial . La Roja volviò de la mano de Marcelo Bilesa,  despuès de 12 años de ausencia y de no ganar un partido en un mundial hace casi medio siglo. Una verguenza deportiva  sobre la que Chile debiera meditar humildemente. El rosarino, que apodan El Loco, màs cuerdo que muchos, le ha dado personalidad al equpo, prestancia, actitud, y le ha borrado los complejos de enfrentar a los rivales. Desde luego,  les ha quitado el esquema de la derrota, del acsi y  desa caracterìstica tan chilena en el pasado: empatar o perder en el útimo minuto de juego. A cualquiera le puede suceder, pero Chile lo había convertido en un  sello. Bielsa y su cuerpoio tècnico, han hecho mucho màs que preparar un equipo para jugar  con buena tècnica y disposiciòn al fùtbol, han  sacado lo mejor de la personalidad del chileno, infundièndole màs garra, confianza, amor propio, decisiòn, voluntad, fuerza, sentido de equipo y  ha sabido encontrar y educar esas fortalezas en cada uno de ellos. Y, sobre todo, crear una fuerza coherente, hacer equipo y apostar por el fùtbol total: fuerza, velocidad, movimiento, alerta en los 90 minutos. Chile no se ha rendido ante ningùn rival . Es el equipo que espera y aspira un pueblo orgulloso, que siempre ha salido adelante. La Roja estarà en unos minutos en la cancha. Nada està escrito.El fútbol en esta època està en Suramèrica. De ahì vienen los grandes jugadores  que hacen los equipos europeos. Los resultados en este mundial estàn claros. El Campeòn Italia y su Vice Campeón de la pasada copa, Francia, ya hicieron las maletas.  Los resukltados de Mèxico ante ellos no fueron sòlo casualidad. Venìan cojeando.España ganò la Copa Europea  a no grandes selecciones. No es el mejor momento para el Viejo Continente y hay que decirlo.
Sobre las càbalas , se ha dicho que  los chilenos tienen una sòla.  Comer un asado de cocodrilo,  avestruz y  antilope. Pero, una  chilena residente en Estados Unidos, María Josè Alonso viajò especialmente para Suàfrica a alentar a La Roja. Y al ver a Bielsa frente al ascensor se le acercò y le deio un Rosario. El Loco le dijo, no sè si lo lleve, pero estarà conmigo.

martes, junio 22, 2010

Whity querida



Whity querida
a Rolando, mi hijo

Oye, White querida,
la tierra es tan profunda
como el corazón que dejas
y nadie se perderà al pasar
frente a ti
 porque la sombra será un pedazo
 de tu luz al atardecer
Cada mañana caminarè
por el sendero que dejas vacío
para que yo lo ocupe con los mismos pasos
que juntos dimos
alguna vez
y sobre la yerba
que todos ignoran al pasar,
yo escribirè mis palabras,
todo lo que dos amigos verdaderos
se saben decir
sin que el tiempo apremie.
Rolando Gabrielli©2010

Whity, estás con nosotros

Mi buena perra mìa, Isabella
¿Què viaje hermoso  habrà  iniciado Whity la tarde de este 21 de junio de cielo azul ?, y sólo siento el peso gigante de su bondad, la humildad de su sabia compañìa, su generosa entrega de guardiana incansable y  lista,  su mirada que me abrìa todos los continentes con una paz inmensa Conversamos horas, mejor dicho me escuchaba, aunque anoche se despidiò en mi cuarto con la mirada màs triste que he vuelto a ver entre los ojos tristes de que es capaz la tristeza de brindarnos cuando se hace presente con su peso específico y real. Hablamos de nuestra amistad, amor, de lo necesario que es la comprensiòn, de saberse escuchar,  que el tiempo es casi igualmente efìmero para todos y del tiempo que compartimos que pudo ser màs. Ni una gota de egoìsmo, toda la transparecia de esos cielos  que compartìamos sin ningún apuro.
Whity, Blanquita, te llamè tantas veces al oìdo para que no  sòlo no olvides tu nombre, sino mi voz y en especial tu generosa aureola bien ganada de transparente, càlida, todo lo que emana de ese color, aunque tu piel sea dorada como el sol que en ti iluminaba mis dìas.
Fue fantástico saber que habías nacido en un barco en altamar, en el Captain Vincent Gann, ahí entre marinos y pescadores, redes,  gente de mar y tù por esas lejanas aguas en Samoa, recorriendo el mundo con mi hijo Rolando  y  tu mamà que le llamaban Madonna. ¡Què nombre famoso! Tu hermana era la Chocolate. Nadie pide ni sabe donde va a nacer y menos vivir. El globo terràqueo es redondo y la imaginaciòn va lejos. Conocì muchas historias tuyas de humillaciòn en ese barco, la última en comer y esos filipinos que te miraban con apetito  voràz y tù lo sabìas. Yo siempre contaba  este conocimiento ancestral tuyo, esa intuiciòn que compartimos cada día. Y tù en la cubierta sintiendo el peso de las madrugadas, los cielos borrosos, lluvias,  vaivenes del barco y la tensiòn para capturar el cardumen. Altamar es ese ruido de lo inesperado. Una vida intensa y alerta desde un inicio, allà en el Pacífico Sur, en Cook Island, la Polinesia. Tù  tienes un cruce con un pastor neozelandés y un callejero de Samoa, pero hay ancestros claros de  guardiana, protectora, amiga de los amigos. Y en verdad viniste a vivir en  tierra por primera vez en Panamá. A Panamá llegó Paul Gauguin y se fue a la Polinesia, un viaje a la inversa y con objetivos distintos al tuyo. Pero tu historia es tu historia, asì como tu vida, nada despreciable, por el  contrario, supiste  adaptarte a mundos tan distintos y lejanos.  ¿Llegaron al mismo puerto del Caribe con el pintor en épocas tan distintas?
Nadie se hace parte del corazón y de la familia de buenas a primera y sin mèritos. Tus credenciales  de amor a la vida y a las personas que te rodeaban  son suficientes. Rolando, que te trajo de un largo viaje descubriò en ti el mundo que la geografía habìa tatuado en tu mapa espiritual. Tu madre era tan hábil que descubría, olfateaba y  guiaba a los pescadores hacia los cardùmenes,  y tù trabajabas en cubierta, sobre todo cuando llegaban a puerto, para vigilar que no ingresara ningún polizón al barco. ¿Eras como una jefe de migraciòn aduanera? El hombre casi siempre dispone sus reglas. Paulina y Gabriela fueron como tus madrinas, siempre te regaloneaban y consentìan. Ellas  tambièn están tristes. Les dejaste un pedacito de tu corazòn sin proponèrtelo. Nadie dejò de ponerte atenciòn en casa y cuando te regañaban porque, bueno, te subías a algùn mueble, era una inocentada. Mirabas con absoluta naturalidad y bajabas sin ningùn grado de oposición.
Llueve, llueve, te cuento, esas lluvias torrenciales, tormentas con rayos que no te gustaban, que te ponían triste, pero las pasàbamos juntos. El dìa fue distinto, luminoso cuando viste la última luz de tu vida y  supe por  tus ojos que seguirìamos vièndonos por la eternidad, porque la tristeza es imborrable como el vuelo de las hojas y el viento que a veces hace un agujero en el alma. Llueve, llueve es cierto y tù estàs durmiendo en una cajita  esperando bajar mañana temprano a la tierra, al pie del  mandarino y ya  nunca desaparecerà tu imagen y menos tus enseñanzas, virtudes, como la paciencia, tu intuiciòn, tu amor no sòlo a tus semejantes sino a esta bestia bìpeda tan bestia que se divierte viviendo a lo bestia.
Llueve, llueve, adónde va tanta  lluvia en la oscuridad, còmo sabe encontrar los rios, el mar, la tierra, los canales, agua y màs agua, el corazón se inunda de soledad. Corren los ríos de agua y yo te veo correr por  la grama entre las pequeñas flores, adelante de mis pies, tù y  la sombra detràs, vital, con tus giros saltando sobre los pájaros bajo un cielo radiante. La mañana se te volaba entre las cuatro  patas y tu cuello maravilloso elegante alzado a todos los aires y tiempos. Mañana saldrà el sol y tù estaràs allì. No podràs perderte bajo ninguna sombra y sentirás el ruido de mis pasos. Las mariposas que sobre tu nariz rondaban el aire que no alcanzabas, me producìa una gracia infinita. La diferencia entre una mariposa y un pez es grande, los espacios muy distintos, las formas, pero tù te las arreglabas para ver como te encontrabas con ellas y querìas tocar con tu naríz sus alas. Una gracia pura de tu instinto. No voy a olvidar tus habilidades de sobreviviencia, tu gusto por el pollo, especialmente la pechuga, el jamòn y el pavo. Tu rapidez Whity  y mi descuido, pero, nunca me molestè como para que molestarme aunque  te quedaras con todo porque abandonè el lugar donde debía estar. Así se hace parte de la vida, con todo lo que uno es. Te bastaron siete años, los de la suerte, -cómo quisiera que fueran 7 veces 7- para hacerte querer de todos y nobleza obliga contarlo, decirlo tal como es  y fue y serà y seguirà siendo. Tù eres de esas personas que se convierten en inolvidables por su simpatìa personal, nada estudiado, porque lo tuyo vino de fàbrica y acomodado en una vida difícil. Un estilo no estudiado, la belleza de la luz y de esos sentimientos que pueden estar sobre la cubierta de un barco en un mar lejano y volvìas para pertenecernos aquì en una tierra lejana.
Recuerdo el día, ahora que pasó la tormenta y ya podemos hablar con màs calma y tù podràs escucharme sin tantos ruidos, cuando me encontrè a la llamada Bailarina patas arriba en la cocina, entera, pero muerta de un infarto o de alguna persecusiòn tenaz tuya. Tuvo la mala fortuna la màgica ardilla de oler las bananas, perforar la malla de la ventana de la cocina y adentrarse  al ojo de la tormenta. ¿Quièn fue, te preguntè, què pasò, dónde, còmo?. Hiciste como que no sabìas de què hablaba yo. En las mañanas veìa a la Bailarina atravesar  la malla que divide los pinos como una artista consumada en búsqueda de los cocos de las palmas de los vecinos. Pero antes  me brindaba su show gratuito, esos pasos que el aire se queda viendo y todo lo que la naturaleza es capaz de concedernos, como tu Whity, con tu sóla bondad. La naturaleza no necesita explicarse, existe, es, se presenta, tiene sus secretos y los revela si tù pones atenciòn. ¿Te acuerdas cuando caminàbamos por el parque y tù corrìas  bajo el sol y entre las pequeñas florcitas que yo recogìa y te enseñaba? Las mariposas volaban sobre tus ojos y como alcanzarlas. Hoy cuando estuvimos a solas y el tiempo se  acababa  te llevé una florcita que guardo hace mucho tiempo y te la mostrè, te hablé de su belleza y te la pasé por la  frente para que te llevaras para siempre como  un reuerdo del lugar donde solìas divertirte, pasear, vivir, querida Whity. Un símbolo, diràs, simbología humana, tal vez, pero forma parte de nuestros muchos días que caminamos y corrimos y disfrutamos. Así es la vida, dice Isabellita y tù y yo sabemos, que así es . ¿Cuànto compartiste con ella? ¿Y ella contigo? ¿Qué le diremos ahora? ¿Què fuiste de viaje? Y no serìa una mentira.  Tú corriendo detrás de las nubes-ovejas  cuidàndolas como un rebaño silencioso y eterno. Te sigo contando, el otro día  fuimos con Isabellita al parque, tu andabas por ahí,  subimos las gradas de  una tribuna donde se juega fulbito. - Vas lento, abuelo, me dice Isabella; Voy a pie pelado y me puedo cortar, respondo. Sube, que vamos a entrar al Cine. Plopppppppppp!!!!! Nos sentamos en la última grada y pregunto: ¿Què pelìcula vamos a ver? Y me responde: -La Naturaleza. Entonces comienzo a contarle frente al bosque del Parque Metropolitano cruzado por el rìo Curundù, que allì habìan, monos, ciervos de cola blanca, iguanas, ñeques, zorros, osos peresozos, muchas culebras venenosas, tucanes... ¿Dónde estàn ahora? Bueno, se han construido tantas casas que muchos decidieron mudarse. Ya no era un lugar habitable para ellos. El alquiler cuando se mezcla con la vida y la muerte, tiene un alto coste. Pero, la naturaleza es  la vida, los árboles, el agua, las plantas...Ajà, se terminò la pelìcula, me dijo Isabella. Bajemos, apurò su voz. No olvides el patìn. Ahora vamos a los columpios. Y de pronto cuando ya volabava, alzò su mano derecha y dijo- Es que voy a atrapar una nube abuelo, empújame màs fuerte. La nube estaba quieta, como un pedazo de algodòn que  hacìa su siesta pacìficamente. Y màs alzaba la mano y reìa como si ya la tuviera en su imaginaciòn. Y tù Whity, caminabas por ese paisaje que aùn nos queda. La vida es una pelìcula màs o menos corta, interesante, según uno la vaya filmando.
Nunca me olvidarè como la cuidabas para que nadie se le acercara. Ese gesto de protección absoluta no lo he visto en nadie, con ese celo bien entendido de la seguridad y amor. Nos sorprendiste a todos, en principio, pero luego fue una costumbre, una forma tuya de expresarte sin cortapisas. Eran los signos evidentes de tu raza, hija de Pastor Neozelandes, ovejero, esos que cuidan las crías y las llevan a buen lugar. Debo confesarte, que tu amor por Isabellita, siempre me conmoviò. Oye, Whity, te hablo de corazón, como debe ser, porque se que disfrutaron, nunca  te molestò que ella te  abrazara, jugara con tus orejas, se montara y compartieran lo que siempre fue una estrecha amistad y camaraderìa. Permanecìas a su disposiciòn sin que nadie les interrumpiera. Què amistad, me la quisiera con las bestias de dos patas.
No sè si te acuerdas, yo pienso que sí, el día que abrì la puerta del patio, eran màs de las 12 de la noche. Todo estaba en calma, el bosque respiraba para sus propios habitantes. Mi intenciòn era regar las plantas, la grama, el verano estaba fuerte. Fui a abrir la llave del agua y de pronto te vi en velocidad detràs de tu presa. Creì que tirándote agua podrìa lograr controlar la situaciòn. Te vi con un bulto y lo soltaste. Me olvidè. Pensè. Asunto concluido. Al otro día vi un hermoso conejo negro grande pintado muerto. Eras muy ràpida, diestra, tus instintos cazadores mandaban, y de eso nadie puede hacer algo para evitarlo. Es lo normal. la ley de la vida y de la muerte.
Sé que ahora que todo está en silencio y la noche pasa como tantas otras noches, oscura y rauda, insomne, tù estàs durmiendo en paz, querida Whity, sin molestias, dolores, y yo espero que esta relaciòn te haya agradado tanto como a mì. Te cuento que me dejas un agujero en el corazón y que cada  vez que lo sienta abrirse, me acordarè de la belleza de tu espíritu, de tu infinita bondad, paciencia,  tu espléndida  y generosa manera de ser y dar. Eso no se aprende en ninguna escuela, se nace con ello. Sabes, Whity, no tengo dudas que eres un espíritu de  bondad, protecciòn y solidaridad.

lunes, junio 21, 2010

Oscar Hahn


Sobre los hemisferios
Tú sueñas conmigo en el hemisferio sur
y mi cama proyecta dos sombras

Yo sueño contigo en el hemisferio norte
y cruje el piso de tu dormitorio

Nuestros cuerpos caminan tomados de la mano
sobre los hemisferios
2

Sàbana de arriba

Me instalè cuidadosamente doblado
entre la ropa blanca del closet

Sacaste las sábanas de tu cama
y me pusiste de sábana de arriba

Te deslizaste debajo de las tapas
y te cubrí centìmetro a centìmetro

Entonces fuimos barridos  por el huracàn
y caìmos jadeantes en el ojo de la tormenta

Ahora yaces bañada en transpiraciòn
con la vista perdida en el cielo razo

y la sàbana de arriba
aùn enrededada entre las piernas
3
A mi bella enemiga
No seas vanidosa amor mìo
porque para serte franco
tu belleza no es del otro mundo
Pero tampoco de este.

domingo, junio 20, 2010

Hospedaje del abecedario

El último poema
se escribirá asimismo,
no  traicionarà al autor.
Sin palabras
ni lágrimas
ni flores.
Tù estaràs allì
para corregir los errores,
arreglar con cortesía
el último hospedaje
del abecedario.
Revisar la inútil limosna piadosa,
velar por los intereses del muerto
que descanse en paz.
Rolando Gabrielli©2010

Carlos Monsivàis, poeta del alma mexicana

Hace cuatro o cinco días atrás me picaba la mano, los dedos digitales por escribir, trazar unas palabras sobre Carlos Monsivías, quien estaba en cuidados intensivos hacía ya algunas semanas en el DF, la ciudad que creció dentro de sus pulmones, imaginación, historia, el sitio que respiró hasta la muerte y cargó en su piel como si todos los mexicanos descendieran de un mismo sol. No sé puede andar más rápido que la muerte, porque uno se cansa, siempre llega atrasado, y tal vez con la propia se sea más puntual. Carlos Monsiváis no necesita ni la más minima presentación, y con su desaparición física está de duelo la vida y la historia de México. Monsiváis fue el alma popular de México durante el siglo XX y esta década, buceó el corazón de sus compatriotas y se lo colgó al lado del suyo y salió a caminar por la vida, con la palabra, los escenarios dentro y fuera de México. Fue un cronista, ensayista, filósofo de lo popular e invisible, del sueño del hombre común y corriente y de la rica historia espectacular de México, sin pausa, con una visión crítica y autorizada por los hechos y la reflexión, el pasado y el presente. Se sentó a reír y llorar, a vivir con México, sus grandes momentos históricos y pesadillas. A imaginar que podía ser el futuro que veía en un presente siempre rico y vaciado por esa realidad mexicana a prueba de México.



Monsivàis era la Biblia mexicana, no había tema que no desmenuzara con su visión de águila azteca, y tuve la oportunidad de escucharle, conocerle y entrevistarle, y saber de viva voz su corrido por México muy mentado, con su lengua bañada en tequila, sal, pimienta y chile. Era un gato, sus comentarios caían parados de la altura que se lanzaran y sabemos que tendrán más que siete vidas, porque fueron hechos con la pasión del corazón y de la razón. Estudió las huellas digitales de lo mexicanos, su gran urbe la diseccionò, alertò sobre sus males de estos tiempos y otros, recogió también la risa, ironía, la suerte de espejo negro y blanco del mexicano de a pie. La buena y la mala suerte, se adentró en las sombras bajas, en esos rincones freudianos, como en la cotidianidad más pura. Sin el DF, Monsivàis sería una sombra sobre la sombra del DF, y él la habría inventado para pasearse por el corazón Mexicano. ¿Qué vamos a hacer ahora para viajar al DF si no tenemos el pasaporte de Monsiváis? Pocos anfitriones de las virtudes, bondades y de los sueños de una megaciudad, y si algún profeta contemporáneo sufriente, viviente, moriente, ha tenido esta ciudad monstruosa que se devora el aire, pero no las ansias de vivir, se llama Carlos Monsivàis. Fue un cultor de la esperanza y del excepticismo y de la amistad, tocaba las vísceras del DF, sus cuerdas bucales, bajaba por el agujero negro del Distrito Federal a tientas, y palpaba su vulva áspera, húmeda, profunda, insondable que lo real ficciona la realidad tangible, la que es verdadera.


A pulso se camina por esas calles sin dios ni ley, agazapado como un gato en su propia nube por esos cielos grises inundados también de azules que van y vienen con arreboles rojizos despidiendo cualquier atardecer, pero no la ciudad con sus interrogantes más grandes que un elefante y huidizas palabras que un ratón mueve cola y patas en las alcantarillas.


Ningún homenaje a Monsiváis, al luto negro feroz que deja a México y América Latina, puede pasar de largo por el DF, ese ogro que se devora la verdad y la mentira, pone a flor de la virtud, el ingenio y la malicie, toda la picardía y la pasión de un cronista que nació para mostrar el corazón y el esqueleto del DF, sus actores, protagonistas, tramoyistas, trapecistas, saltimbanquis, a la mujer barbuda, los viejos leones con sus bufandas y dentaduras gastadas, la porfiada historia mexicana que se hace y deshace una y otra vez sobre el viejo cuadrilátero del DF.


En el menú Monsivàis cabían todas las críticas, de izquierda a derecha y viceversa, un autor sin luz roja. La visión de un critico humanista, ni aspirante a santo y menos cura, más bien un cronista de una época brillantemente catastrófica, y así las consas, no puede dar cuartel. La soga es tan delgada como el cuello que la rodea y no para cortarse, sino degollarse lentamente como un espectáculo pasado de moda de cine mudo. La globalización, uno de sus temas, termina siendo una vaca con leche Nestlé para una clase que no sólo tiene buen apetito, sino la llave de la lechería o el abrelatas. Monsiváis criticó a toda una pandilla que se ha apoderado de todo y ha acorralado la vida frente al desierto o a la montaña, como si fuera una ruleta rusa, han puesto al mundo a dar vuelta con una bala a punto de disparar. Su trabajo puede ser el de un inclasificable, por lo amplio en lo temático, pero es que el mundo está de atar y todo está conectado y desconectado y tan esquizo que el abismo llama al hombre entre la esperanza y seguridad que algún día dará el paso final en su estupidez triunfal. ¿Se abrazarà al abismo?


Monsivàis es un escritor de Latinoamérica SA., un mundo que se la juega frente a un muro, desierto, apretujado en un camión, siempre por un sueño, a veces, no pocas, equivocado, pero la Utopía es nuestro objetivo final que no lo tiene. Una de sus características, es que Monsivàis no se camaleoneò como tantos intelectuales, políticos, periodistas, novelistas, críticos, cronistas en América latina y el mundo, más bien mantuvo sus principios hasta el final de sus días como el amor a sus 12 gatos. Fue un felino más. Su obra es monumental en tamaño, calidad y visión crítica. No son libros para museos, mausoleos o para la historia amañada de colegios y universidades. Vigencia es lo que tiene este mexicano alejado de todo chauvinismo, del ronroneo de la prensa amarilla, la trampa hacia el desarrrollo con crecimiento sostenido promoviendo el bienestar hacia los más pobres con acento en un equilibrio y mejores oportunidades de vida para todos, aprovechando las bondades del Tratado de Libre Comercio y su tridente imperfecto. Esa telenovela que aún continúa con capítulos cada vez más perversos por lo inéditos y macabros, donde se turnan los escenarios y salen a la sombra los cadáveres y la impunidad bebe su Margarita sin contratiempo. Todo este gran cuento de nunca acabar, Monsivàis siempre supo que tenía comienzo, pero no fin, que el gran culebròn de la muerte mantenía entretenida a la platea. En Mèxico la muerte se festeja, casi se desea, pasea por las calles, engalana y se le rinde un respetuoso homenaje como parte de la vida.


Lo cierto de toda certeza es que Monsivàis ha partido en una de esas coyunturas, circunstancias, etapas de la historia más duras y crueles, porque miles de mexicanos siguen dejando sus huesos en el desierto de Arizona, millones viven en la extrema pobreza dentro de su país, otros millones en un limbo migratorio, miles de familias separadas, con la esperanza que detrás del muro la gran piñata sigue al alcance de cualquier hijo de vecino, como si la fiesta estuviera por comenzar. Y quizás cuantos miles más se seguirán matando por el control de los carteles. Todo es un corrido muy mentado, como la madre.


Se fue en circunstancias no desconocidas para él, las cuentas estaban claras.Y lo valioso es que alcanzó a escribir y pronunciarse sobre todo lo que le interesaba a él y a la gente. No desnudó la sociedad mexicana, como podría decir un aguzado observador, sino la empelotó como una muñeca rusa hasta dejarla sin una muñequita sobre los  cuerpos que se multiplican para hacernos reír con el viejo truco que detrás de una Eva hay otras hasta el infinito y que el paraìso es una mera retòrica  para Adanes sin memoria. Fue poeta e incursionò en profundidad en la poesìa mexicana, elaborò antologìas y escribiò un formidable ensayo sobre Octavio Paz. ¿Cuántas veces le dio vuelta a la lengua del mexicano en toda su intensidad? Si las mesas redondas donde participó volaran, se taparìa el cielo de Mèxico, verìamos a Monsivàis sentado en verdaderos platillos voladores de distintas èpocas sobrevolando el espinazo y las arterias de la realidad. Buscó en todos los pisos pìsiquicos del alma del mexicano, se adentrò en el laberinto humano, pero tambièn caminò por la superficie de sus calles como uno màs, casi distraido. Coleccionò dìas distintos, iguales, nuevos, antiguos y pudo confrontarlos a los diferentes personajes de cada época como figuritas de papel y de la historia. Cada paìs tiene la posibilidad de ser un Gran Comics, algunos màs que otros.


Monsivàis se seguirà reescribiendo como si fuera la ciudad, levantando sus propios ladrillos, alguien le detendrà en la calle y le preguntarà como va y èl dirà, como vengo y voy, este es mi oficio de saber como van las cosas y ninguna serà como antes. Ya no necesita escritorio, sino recoger las balas que se echan en la frontera y en otros estados, oxigenarse maestro, que tambièn le estàn echando culpa de su muerte a sus gatos. Un gato que muere entre gatos siempre seguirà con vida. Las suyas fueron 72.


Monsi, como le decian sus amigos, como una manera quizás de sentirse próximo, tutearlo en su propio apellido, el la raíz, murió por una afección respiratoria, que señala como autores mas que intelectuales a los felinos que le ayudaban a encontrar la soledad real, compartir la ternura y los pasos que suele dar el silencio cuando los años transcurren. Se hospitalizò producto de una fibrosis pulmonar, y claro, los gatos son los principales culpables, a pesar que en el DF ya no circula más que el aire de los pulmones de otros 25 millones de mexicanos que se han tragado el mismo aire. La ciudad vomita a la propia especie que la construyò, la hizo a su manera y semejanza como un traje para iniciar una tortura de si mismo. 12 felinos, gatos con sus siete vidas cada una, rondaban dentro de la casa, los cuartos, el escritorio, compartían la vida y la muerte de una ciudad que tiene màs vidas que un gato de espalda. Pero nada es una coincidencia en esta vida y quizás en la muerte. El último inquilino en aterrizar en la casa de Monsi, ha decidido sumarme a sus amigos de confianza, es poseedor de un nombre singular, pero de un realismo y actualidad que no deberían sorprendernos, ni desestimarse: Catástrofe. Debe ser sin duda uno de los sindicados con mayores pruebas aun no comprobadas, pero en investigación, de la partida de este entrañable escritor que se entregò a la formidable tarea de amar a México por los cuatro costados y el que más le convenga al lector de sus brillantes, originales y  sabias crónicas.


Blanco, de manchas grises, podría pasar desapercibido durante el día y la noche. Catástrofe entrò al hogar de Monsivais dos años antes de morir, porque el escritor azteca se había adherido a una Asociación Defensora de los gatos olvidados. El mundo debiera estar lleno de ese tipo de asociaciones y el olvido tendría que comenzar a retroceder, ir en parte en retirada, volver a esa recàmara que imaginò donde vive con la indiferencia, la falta de memoria, el egoísmo, la ausencia de solidaridad y un millón de piojos muertos que pretenden resucitar gracias a algunas obras ocasionales de caridad. Buscaba un gato que le obedeciera, según dijo, el día que lo afiliò a su notable colección. Pero encontrar un gato obediente, es una tarea casi para un ratón. La independencia, autonomía, el ensimismamiento, la ausencia, el dejarse amar cuando quieren, es más que una agenda o diario de vida gatuna: es su manual de existencia. Aparentemente Monsi o no sabia lo que hacia o se demarcaba por una excentricidad a un bajo coste o, era un mandato de su corazón felino, un acto de pura hermandad. Catástrofe, que bella profecía como hecha a la medida de los tiempos, mostró su verdadera personalidad, el pedigrí que su nombre anunciaba y simplemente se dejò llevar en un medioambiente propicio. La ley felina, seguramente pensó, es para los gatos eunucos, falderos, sin iniciativas, ya dominados por el saber y la mano del hombre y su bisturí mutilador. La camada que vivía en casa de este mexicano excepcional, que le entrò al siglo XX como si fuera una mazorca, de ninguna manera se atenía a ley alguna, seguramente leían los titulares y por que ellos precisamente se iban a someter a un orden que no existìa ni en las mejores familias. La pandilla de los 12 apóstoles felinos de Monsivàis, quedaron al desamparo cuando su amo benefactor partió del imperio azteca para siempre, el día que abandonò el Valle, esa hondonada de historia, tragedias, de charros, licenciados,  cuates que se sumergen en sus tacos, burritos y tequilas sobre unos escalones de su historia como si ascendieran al lugar de los sacrificios de las sagradas pirámides mayas o aztecas. Allí los muertos respiran por todos nosotros y vuelven a caer al mismo vacío de nuestra época con sus vírgenes, niños y guerreros ya vencidos en el sacrificio. La sangre ahoga el cordero y bala por la historia como zorra primeriza. La muerte de Monsivais alertò a la directora de la asociación defensora de animales olvidados,(que bello nombre para calificar nuestra època) Claudia Vásquez, quien recomendó a Catástrofe como un encuentro feliz entre Monsi y un dòcil felino.. Ella pensó en su interior que suerte habrían corrido los 12 gatos huérfanos, un escalón superior al olvido, seguramente, se dijo. Detrás del teléfono siempre puede ocurrir una sorpresa. Todos la tenemos y estas pueden ser de lo mas agradables hasta un gruñido entre el grito y el silencio de la indiferencia. Una voz agresiva que respondía a la dulce Beatriz del Dante, sobrina del gran Monsi, dijo que fueron los gatos los responsables de la muerte del escritor y que ya había dormido a la mitad de los supuestos asesinos y que en los próximos días, daría cuenta del resto de la banda. Hubo consultas, contra información, adopciones no ciertas, un limbo se cernía sobre los felinos abandonados por fuerza mayor. Su dueño ya no estaba en posesión de sus actos. Las infaltables y famosas redes de Internet se hicieron cargo de la comidilla del tema, y lo màs seguro que desconocían completamente la obra, los pasos perdidos, días fieles y felinos del famoso autor de Días de guardar, Los rituales del caos, Escenas de pudor y liviandad, Yo te bendigo, vida; Frida Kalho: una vida, un a obra; Las alusiones perdidas; Los mil y un velorios; Amor perdido. Y echaron a rodar esa berborrea inagotable de estupidecez, lugares comunes, afirmaciones gratuitas, mentecatadas. La historia no estaba relatada al pie de los hechos y el caos de los felinos se sumaba al de sus transitorias amas que administraban a Catástrofe y sus colegas, a su manera. Una tía del cronista, María Monsivais, tuvo que salir al ruedo, que estaba distribuyéndolos en lugares convenientes donde se les atendiera tan bien como hacìa el escritor en vida. Pero ninguna historia es lineal y absolutamente feliz. Mito Genial, uno de los felinos con sus 17 largos años, falleció en medio de los cambios de domicilio. Uno llega a pensar que los gatos son inmortales, parecen silenciosas estatuas que se desplazan sin tomar en cuenta a nadie, menos a los dueños de casa. Bordean los jarrones chinos con una sutileza de àngeles desmemoriados, esa precisión de mulas sobre los acantilados, con la solemne responsabilidad del deber cumplido. Los bordes de la vida son sus lugares preferidos y nadie les separa de esos caprichos de ser ellos mismos. Los mitos tambièn se desmoronan y son como los tigres de papel que  señalaba Mao Tse Tung,  paìs que endiosa a los gatos y los tiene por sus protectores. Los gatos de Monsivais fueron bautizados con nombres especiales, propios de quien los necesita recordar Miss Oginia, Miss Antropía, Fetiche de Peluche, Catzinger, Peligro, Caso Omiso o Miau Tse-tung. El más viejo de todos era Mito Genial.


El ensayista, que fue Monsivais, de gran vuelo, ensayò una y otra vez sobre el México que descubría, el posible, imposible país azteca, el que dejo Cortez y los conquistadores, el que corto en dos el vecino, la Revolución mexicana y la partida de presidentes que ya partieron a mejor vida, el que se abría y cerraba como una caja de Pandora, el México que crece como un globo a punto de reventar, el México con una frontera electrónica manejada a control remoto por Los Picapiedras. El México que deberá florecer en el desierto, en sus calles que conducirán alguna vez a México en el corazón de cada uno de los mexicanos. Monsivais hizo su tarea. Se habla que dejo su obra en un gran desorden inclasificable, porque escribió de todo. Es como el DF inclasificable, no entiendo por que èl podría desprenderse de este calificativo y desorden. El reordenamiento dependerá del músculo de los que quedan vivos. Lo importante es que a los sobrevivientes no se les vaya el país de las manos o se sigan haciendo las cosas con los pies. Los papeles de Monsivais están ahí para ser leídos, revisados, estudiados, ordenados, clasificados, porque forman parte de la conciencia critica de una sociedad que se mira en el espejo del terror y de la muerte.
¿O serà Catàstrofe quien nos cuente los capítulos que Monsivàis dejò inconcluso despuès de su larga agonìa? Se fue con una espada atravesada en el pecho de un  Mèxico violento que se desangra com el toro en un ruedo que no ha escogido. La historia es una pared, un muro de frontenis, donde la muerte rebota una y otra vez.

Rolando Gabrielli©2010