sábado, febrero 05, 2011



Hay lugares de excepciòn,
no sabemos donde,
suceden
La gaviota no se enreda
en el mar
Sitios, lugares, territorios,
sin lìmites la palabra
en el no lugar
En cada mañana
hay floreros con aguas
estancadas

viernes, febrero 04, 2011

La bitácora de Rolando Denver

La tomè con las dos manos y leì en su portada: The legendary notebook of Hemingway, Picasso, Chatwin, Rolando Denver. Traìa el olor a nieve de Nueva York y ahora pertenece a las palabras de Limbo city. Algùn dìa, me dije, visitarè la librerìa de donde me la trajeron y escribirè en varios idiomas tu nombre y lo echarè a rodar por  el  Central Park. Todas las bolas de nieve se deshacen, menos las palabras. Olfatiè su plàstico, la abrì, su negra portada y pequeñas hojas. Es tan preciso el destino, vivo en un paìs  que tiene forma de S recostada  entre los dos más grandes océanos del mundo y la selva como un manto de piel verde, exuberante. Tu nombre significa selva, lo que me rodea y hace respirar. El destino, despuès de todo, es algo tan personal. Tiene tantos aeropuertos como andenes, simples paradas. La bitácora salió  del MOMA y ya se sabía su destino de antemano. El encargo era una pequeña libreta, un detalle en el abecedario del papel. Un fetiche para cargar en la levedad íntima de la palabra. Escribir y corregir el verbo en un mismo espacio. Poner en ruta la poesía y la memoria. Nadie sabe cual será la primera palabra. ¿Vocal o consonante? Con cualquier verso verdadero se hace la poesía. El territorio es la pequeña página en blanco a rayas para que la caligrafía tome un curso recto. El poema abrirá la oscuridad de la página en blanco. Le otorgará un santo y seña ya convenido, tácito en lo inesperado.

jueves, febrero 03, 2011

Las raices de Rolando Denver/desde El Sótano kafkiano


La mañana se mantuvo limpia. Una noche cargada de estrellas, venìa conversando con mi memoria, despeja el cielo de toda duda. El parabrisas recibìa temperaturas  propias de la estaciòn y reflejaba un sol eufòrico. Cero nubes y un cielo celeste trazado en un telòn de lado a lado. El verano se sentìa en propiedad, por fin en febrero. Una fila interminable de automòviles serpenteaba sobre el asfalto enmarcado por bosques a ambos lados. Los àrboles se acomodan a la orilla del camino y aguantan el sol y los automòviles que vomitan toxinas como cerdos. Este es el paisaje, una pobre descripciòn, seguramente. Ya el dìa habìa transcurrido con esas reuniones y conferencias internacionales donde se dice tanto de nada. Estaban salvando el mundo delante de mis ojos. Al menos programando algunos acciones o volviendo a repasarlas. El planeta no està para ejercicios, marchas y contra marchas. No lo dije, sòlo lo pensè. Es màs fácil olvidar el amor,  acomodarlo, ponerlo en una caja que contiene otra y así hasta que en la última cajita nadie se acuerda de èl ni para que sirve o si aùn respira con tamaño almacenamiento asfixiante. En los intermedios, la gente se sirve cafè, boquitas e intercambia frases, algunos chismes, otros hablan por celular, llaman a sus casas u oficinas. No sè cuantas reuniones como esta o parecida se estàn celebrando en el mundo entero y no està sucediendo nada. Una rubia se sabìa el libreto de memoria. Su voz neutral me adormecìa.Un castellano perfecto. Su traje floreado rompían el cerco estrecho del colorido opaco del teatro. Ella sonreìa por cada frase. Tomè notas. Unas 333 sonrisas. Contaba de memoria. Piel estirada, un cutis impresionante, italiano dirìa, ese cuero con tradiciòn. Nunca esquivò una pregunta, ni se saliò del libreto. Me dio la impresiòn  tan pronto recibì su primera sonrisa, que  conocìa el nombre de todos nosotros. Estàbamos en su bolsillo. El teatro tenìa el aspecto de un sitio de reuniones castrenses construido durante la Segunda Guerra mundial.  Cuàntas veladas  bajo el aire acondicionado tropical. Un gran cortinaje daba misterio al teatro. Al principio se fue el sonido. Era como ver a Charles Chaplin. Eso sòlo fue la presentaciòn. La rubia hablò con el micrófono y se sentìa a gusto. Dominaba el escenario, como corresponde. Ingresè a mi memoria unas cinco conferencias nuevas. Numerosos datos, cifras, conceptos, anècdotas, experiencias en otros paìses, comparaciones y me sentì  por momentos complacido de pertenecer a este club selecto. En ese momento  todos sabìamos y soñábamos lo mismo, sòlo ignoràbamos cuantas sonrisas màs lanzarìa a la platea la rubia de oro. El aire me parecìa màs puro afuera. Una gordita asentìa con la cabeza y movìa, balanceaba el pie derecho. Estaba hipnotizaba, pensando de seguro en el cofee break. ¿Encantada en el placer y como consentirlo? 
Ahí se habló y habla inglés. Todas lar órdenes se daban en inglès. El mundo no iba bien. Eso lo sabìamos casi todos. Ella sòlo asentìa, avalaba las palabras como un reloj cu cú sin el pajarito. Me impactò el escenario. Me imaginè a un grupo de soldados cantar  o actuar en una obra de estas comedias estùpidas. Debiò pasar eso y màs. Quizàs alguien fue condecorado allì. Los generales jugaban golf.  Hablò màs gente, pero la rubia atrajo todas las buenas ondas del recinto. Algùn cumpleaños importante, fiesta, aniversario, globos, esas cosas de fiestas. Pensè en un Halloween masivo. El aquelarre de las noches americanas con sus misteriosas cadenas.  Las mamàs con sus calabazas. No era para menos. Voz de locutora sesnible, no chillona, ni menos impostada, cadenciosa, sobria, para dormir en un sauna. La gorda ya estaba rendida, ahora cabeceaba. No sé cuantas notas tomè. No las volvì a leer porque no parecían mìas. Ni siquiera cuando volvì al Sótano, en medio de ese cielo tan limpio. No dejè de mirar el cielo. ¿Què esperaba? ¿Un milagro? ¿Nadie se dejarà caer? Las palabras se habìan quedado en el teatro, en otra època. Algùn soldado las sabrìa guardar como un cofre oxidado de esperanza. No sè. Algo así. Yo repasaba màs bien el escenario. Su historia  ya escrita. Lo que había detràs del telòn. Esos soldatitos campesinos con sus ojos azules no sabiendo en que pensar. Un pasado reune cartas que no siempre conocemos. El Sòtano es un filtro oscuro como si estuviera moliendo cafè. La noche pone de lado todo. Congela el dìa. Ya no es su turno. Le invita a reposar, alvidarse de sì mismo. Le oscurece el panorama al màs pintado. Bajè el telòn para que la rubia fuera a descansar. Solo dejo la sonrisa y su traje de estampados. La melena  me parecìa importada de alguna peluquerìa. La dejè pasar y que ocupara su lugar, pero no en mi memoria.
 El Sòtano, al otro lado de la ciudad,  tomaba palco. Quizàs esperaba algo. Su discreciòn es total, asì  que no debemos màs que suponer. Mucha confianza en sì mismo. Ausencia de retòrica. Màs bien eco de los demàs. plena concentraciòn en sus fuerzas. Es el dueño de la làmpara oscura que pone a brillar en un abrir y cerrar de ojos. La noche no confunde, se presenta tal cual es. No me encontraba con la imagen, porque los ojos  no cuadraban lo que ya se habìa transformado en un paisaje difuso. No  veìan simplemente.  Los cerrè involuntariamente y sentì los pasos de un àrbol gigante.  Los párpados pesados en medio de un gran follaje que avanzaba lentamente y acomodaba sus ramas que vivían al aire libre. El Sòtano se estremeciò y aunque sabìa de este personaje, las hojas comenzaron a volar como en una danza espumosa, frágil, divertida.  Iban y venìan los papeles formando un oleaje blanco, con espuma de tina de baño y de olas que mueren lentamente en la orilla y las recoge el mar. Esa marea casi de luz contrastada con el oscuro  Sótano, en su duermevela de fin de dìa.  El àrbol Gigante se sentò frente a mis ojos, El Sòtano me empujó el codo con disimulo, como diciendo, ahì està, atièndelo. Venìa cansado. EL gigante había perdido las hojas. El verano  parece otoño en el trópico.  La falta de agua  se palpaba en su mirada profunda, un aire de alguien coherentemente despeinado, sin perder la dignidad en ningún momento. -Aquí no necesitan sombra, dijo, entre irónico y complacido que su presencia no era utilitaria.-Lo difícil es hacerle sombra a un árbol, más al de tu tamaño, me sopló El Sótano, animado con este encuentro. Escuchó y sonrió. -Veo muchos papeles aquí, no quiero pensar cuantos árboles han muerto. -Soy tan solo un lugar,  a veces un depósito, un espacio dentro de la ciudad,  ignoro que hay sobre mis hombros, en la superficie, dijo El Sótano, sintiéndose aludido. Me multiplico como salas de reuniones, pasillos, cubículos, pequeños rincones de la nada. Un espacio que recupero en las noches, la madrugada, cuando ya nadie pisa mis baldosas y la ciudad se retira como mar adentro en la marea de sus olas. Todo vuelve a nada y El Sótano me habla, sueña, su oscuro paraíso  flota al amanecer y estira más o menos la dimensión del último resto de la noche  y espera el día. Entrañas de un mismo fondo  oscuro, oscuro. El gigante del trópico carraspeó, para llamar la atención, estiró y encogió sus ramas porque no daban el ancho. Unos cuadros se corrieron de la pared y no se incomodaron, más bien ees sirvió para acomodar los huesos. -He cruzado la ciudad, dijo el gigante, el puente,  estas calles llenas  humo, caminado entre vehículos sorfeando la muerte, olvidando los olores y algunos cuerpos desarticulados de la cintura a las piernas, sudando hasta las raíces, encontrándome con rascacielos con sus ventanas cerradas. Una mañana sin nubes afortunadamente. -¿A qué viniste, viejo zorro?, le interrumpió el discurso  A verte y a contarte que esta mañana me abrazó  Rolando Denver y escribió su nombre en mi corteza. Una amistad imborrable.

martes, febrero 01, 2011

De mirlos



 

¿De qué murió la muerte?,
el mirlo cae  con otros mirlos
De la mano de un Dios
sacrificados bajaron
con sus alas muertas,
 un sueño devastado.
La tierra picotea el pájaro,
 la muerte con asombro
se echa a dormir
en sus alas.
Rolando Gabrielli©2011

 


El ataúd de oro de Zsa Zsa/desde/ El Sótano kafkiano

Ya no quedaba nadie. Un silencio estremecedor. Los ratones quietos de las computadoras. Algunas pantallas intermitentes. El negro oscuro del Sòtano pintado de negro imperturbable en la noche negra, de vagas luces  indirectas titilantes. Del niño que aparece  algunas noches, no he tenido noticias. Esos ruidos fantasmas, la voz apagada del espìritu. Estoy detràs de una gran vitrina. Ni el eco de los pasos de los clientes. Mujeres con sus tacos agujas. Traen  su olor de los aeropuertos en los trajes. Risas, conversaciones de pasillos, gestos, celulares rabiosos, citas, besos en la recepciòn. Todo fue, dejò de flotar, se evaporò en el dìa. La rutina se marchò. Los dìas aguantan las horas que tienen.  La ciudad ardía sobre el Sòtano. Un verano esplèndido, para tuberculosos. Sòlo estaba solo  Rolando Denver. Limbo city era una vaga presencia en el atardecer. La mejor hora para  olvidar la realidad. Esa manera espantosa de vivir el presente o ese ejercicio de la retòrica diaria. Alguien le puso nombre a los días y tiempo al tiempo. La filosofía es un sustituto de la vida. Casi es mejor improvisar. Recorrer los cementerios sin la pretensiòn de quedarse. Reír frente al bosque. No besarse en los automòviles contaminados. Caminar siempre al revès del destino dejer que el trèbol de cuatro hojas llegue sin buscarlo como la mujer amada. Basta que la memoria pueda retener un buen paisaje. ¿Reciclar es la consigna?, pero con los ojos abiertos. El Sótano se mira asimismo desde lo profundo. No es tan ingenuo. Sabe ocupar su lugar. Discreto. Ofrece el sitio para que  nosotros construyamos. Le doy un vistazo a este animal solitario y oscuro, que casi camina cabizbajo, no sé, como un mamut prisionero y me dan ganas de  darle una palmada en la espalda. Es fiel a su lugar, en él no existe el no lugar tan acomodaticio, filosófico, esquivo, existencial, anàrquico, exquisito. El Sótano respira màs aliviado, todos subieron a la superficie. Sintiò el pie salir del último escalón. Ambas escaleras quedaron subiendo y bajando solas. Ida y vuelta.  La noche con el cielo limpio del mediodía. La memoria repasa el dìa. La noche le da vuelta a la noche. Una rueda oscura gira como si conociera el camino. Una vuelta màs y la noche avanza.¿Cuàl serà la que anuncia el amanecer? ¿Traerà tu rostro frente al mar? ¿El Sótano ignora el tiempo? ¿Deja una puerta abierta a la memoria? Escucha dice cuando el silencio es lo ùnico aparetemente real. Zsa Za Zsa, como si la abeja reina dorada se fuera despidiendo de su panal. Un rumor de azucenas frìas y voces que no son murmullos, sino pequeños espejos de otras lenguas. Zsa Zsa, un alfilel clava la mariposa. En el circuito posible y  porbable de El Sòtano, donde toda  realidad se reduce al espacio de la imaginaciòn, veo pasar el ataùd de oro de Zsa Zsa Gabor, la diva que arrodillò a Hollywood y a los 9 magnates  que le adoraron  de uno en uno. Fiel a su corona, nos deja que su belleza se despida lentamente para no opacar la Belleza.

Thomas Merton volviò a nacer (me enseñò a ser extranjero)

"En cierto sentido, siempre estamos viajando, y viajando como si no supiéramos a dónde estamos yendo...T.M.
El desierto, el silencio, la oscuridad, el vacío...

Fue el 66 del siglo pasado cuando nos enteramos de la vida y obra de T. Merton, el monje trapense, guìa espiritual del poeta Ernesto  Cardenal, quien  compartiò el claustro en Kentucky y  las enseñanzas de su maestro. Éramos jòvenes e indocumentados de la palabra, leìamos todo lo que caìa en nuestras manos. La poesía era un raro gusanillo que en las noches volaba, se convertìa en mariposa. La palabra parecìa encantada. Podìamos ayunar con tanto verso devorado. La palabra como un monje consumido  por la luz. Thomas Merton fue poeta. Cantò en silencio a la vida.Llenaba la copa en el misterio de sus días. Me enseñó a ser extranjero, sin fronteras, ni lìmites, ni muros.
Naciò en Francia un 31 de enero de 1915 y muriò electrocutado en Bangkok en 1968.ESTO ES AMOR....


“Vuelo en alas del amor por toda la casa. Tengo la impresión de andar dos pasos por el suelo y cuatro por el aire. Esto es amor: Y es consuelo. No me preocupo si es consuelo. No estoy apegado a las consolaciones. Amo a Dios. El amor me lleva por todas partes. No quiero hacer nada más que amar. Y cuando suena la campana tengo que dominarme apretando los dientes, porque este amor, amor secreto, amor escondido y amor oscuro, bulle dentro de mí y fuera de mí, donde no me cuido de hablar sobre él. En todo caso carezco de tiempo y de fuerzas para tratar tales materias. Sólo me queda tiempo para la eternidad, es decir, para el amor, el amor, el amor.

El amor me empuja por todo el monasterio, me hace moverme de un lado a otro, el amor es lo único que me permite seguir adelante. El amor, cuando comienza, lleva un paso tan rápido que hay que sujetarse bien para no caer. Cualquier ritmo de celeridad es demasiado lento para el amor; en tanto que ninguna velocidad es excesiva para uno cuando se deja arrastrar por el amor. Tras ello sólo queda bogar de continuo sobre su corriente.

Esto me abrasa. Estoy completamente agostado por el deseo, y sólo acierto a pensar en una cosa: permanecer en el fuego que me quema”.

Thomas Merton

lunes, enero 31, 2011

Una làgrima
nace, crece y muere,
conoce su origen
y destino.
¿Què màs puede
pedirle a la vida?
Rolando Gabrielli©2011

Walt Whitman y Violeta Parra

" ...emito mis alaridos por los techos de este mundo..." Gracias whitman!!!!!!!!!!!!! què vigor!!!!!!!!! què poeta!!!. Hoy en este inmenso verano del 2011 del hemisferio Sur, el viejo me acompañò con unos poemas de lujo, què claro tenìa la donaciòn de su humanidad., los derechos humanos de darse sin jerarquizaciones de clase, desde una concepciòn planetaria de celebrar " una hoja de hierba " y "el sì mismo", què lucidez del "ahora", del tiempo para dar la estrofa. Casi como el espìritu de un marinero en alta mar, proa y adelante, no se interrumpe la vida. Contra viento y Marea. Vitalidad manìaca y heroica, sensibilidad masculina y erotismo de cuerpos para ser disfutados, contemplados en su belleza. No querìa perderse la Vida, pero tampoco la retaceaba, porque su legado invita a lanzarse. No fue un egoìsta, ni un melancòlico, fue un guerrero. Què falta le hubiera hecho a violeta Parra un encuentro con Whitman, y cuànto paternidad le hubiera despertado violeta al Viejo.Me los imagino caminando por la carpa donde ella actuaba, en la tristìsima y digna tierra que formarìan los pisos, èl viendo un palacio en el brillo de sus ojos anticipatorios y triunfales , en algùn momento determinado le hubiera dicho:- Violeta , eres pequeñamente grande.
Y en ese abrazo pronunciado desde el lenguaje la vida de ella hubiera cobrado la valoraciòn necesaria para no cortar las alas con la tierra.
Los dos dejaron sus alaridos, quizàs formaban la dupla paradògica de la existencia humana que enuncia Freud: Pulsiòn de vida y Pulsiòn de muerte, como dos polos coexistiendo en un mismo Ser, librando una batalla sostenida en el pulso de los dìas. Hoy ya guerreros en otros planos de ilimitados alfabetos, dorados , por cierto, como las palabras dadas. (M.A.)