viernes, septiembre 08, 2006

MANHATTAN



















Manhattan,
vivos días desolados,
luz de los muertos,
ilumina a Manhattan,
en este mar de cenizas,
de torres muertas.
Septiembre quema el viento y más
de estos torpes tiempos.
¿Las golondrinas pesan
más vivas
que muertas?
Es Manhattan,
no he caminado
por otra oscuridad,
bajo la nieve de ojos
tan ciegos.
Qué sorpresa, Manhattan,
en esta primavera
a la muerte le chirrian
los dientes,
no son de oro, ni de plata,
pero se ven relucientes,
frente a la vida,
frente a la muerte.
Manhattan,
ven, vamos,
a recorrer la ciudad,
donde exista futuro.
Rolando Gabrielli©2006

jueves, septiembre 07, 2006

martes, septiembre 05, 2006

92 alas

La poesía chilena sigue batiendo récords./ Dos premios Nobeles en el siglo XX. Dos candidatos al Premio Nobel en el siglo XXI./Es hora de levantar una piedra/para que respire un poeta. R.G.

92 alas

tiene el antipoeta

y sigue volando,

pájaro madrugador,

empuja ataúdes, estrellas,

amores, locos amores,

se reproduce en las viñas,

en los cementerios de vivos

y muertos.

El barranco de Parra,

permanece inmóvil,

sigue volando alas

en su desierto,

mientras un niño

toma su mano y le dice:

abuelito Kafka,

la sopa está servida,

el castillo ya se desmoronó

en la arena.

Rolando Gabrielli©2006

domingo, septiembre 03, 2006

GOTÁN QUERIDO




Gotán querido,
viejo gabán
de todas las primaveras
a quién enseñas
tus quimeras, Buenos Aires,
tus pasos de gran ciudad.
Gotán querido,
puerto sin olvido,
farol, luz que brilla
por tu ausencia,
ciudad de un gran amor,
río que se hace mar,
para vivir con Vos.
Buenos Aires,
Gotán querido,
viejo gabán
de todas las primaveras,
a quien enseñas
tus quimeras.
Buenos Aires,
tus pasos de gran ciudad.
Farol, luz que brilla
por tu ausencia,
Gotán querido,
viejo gabán
de todas las primaveras,
deja que el tiempo
marque el compás.
Buenos Aires,
tus pasos de gran ciudad,
río que se hace mar
para vivir con Vos.
Rolando Gabrielli

Cuando iba al Black and White, un viejo bar en el Centro de Santiago de Chile, a escuchar tangos con el poeta Jorge Teillier y a beber unos roncos vinos tintos, me detenía en la soledad del mediodía, cuando las copas ya estaban encendidas, buscando vanamente donde crecía y moría el tango. El tiempo se detenía en el pulgar de la tarde y la atmósfera se convertía en una mancha de olvido, la ciudad, nosotros, le pertenecíamos en cuerpo y alma al tango. Santiago naufragaba en su inocencia provinciana, herida de nostalgia, se adentraba en el sopor de sus días. Los clásicos, Por una cabeza, Malena, Volver, Mano a Mano, Sur, Nostalgias, encendían las horas y no dejaban que el tiempo transcurriera o si en verdad fuera a suceder, que se hiciera tango. El tiempo se hacía verbo, carne, fe, porque el tango es también letra no escrita. Las conversaciones eran meros cuchicheos en medio de las copas y la voz rotunda del cantante de turno, porque el tango es presencia, despliegue inusual. Teillier alzaba la copa y con su pañuelo rojo entallado parecía formar parte de la orquesta, y bien pudo alzarse con el bandoneón. Volver... "Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos se van marcando mi retorno...Son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor...
Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor... La vieja calle donde el eco dijo tuya es su vida, tuyo es su querer, bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver...
Volver...con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien...Sentir...que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra. Vivir...con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez... " o
Nostalgias...
"Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca, como un fuego, su respiración. Hermano, yo no quiero rebajarme, ni pedirle, ni llorarle, ni decirle que no quiero más vivir... Desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud. Gime, bandoneón, tu tango gris".
Después las calles de Santiago conducirían los restos de la tarde gris... Las letras emblemáticas encendidas en la pista y nosotros adivinando el parpadeo en la ciudad mítica de Borges, Arlt, Gardel, Gelman, desde luego, instalado allí con uno de sus más grandes admiradores y conocedores: Jorge Teillier. Buenos Aires aterrizaba inmensa, espléndida, en el follaje urbano de los sueños ese mediodía espeso en el Black and White. Las tablas húmedas de vinos, las paredes, el aire, el aire que respirábamos allí, lrejos del tumulto de la gente...
El tango no tiene fronteras, por eso posee futuro y también porque es de raíz popular y vida del arrabal. Estos apuntes, que comentarán el reciente campeonato mundial ganado por una pareja colombiana, los ilustran dos pinturas que quiero mucho y que en su momento me enviaron con pasión de tango. Tienen una leyenda, que ya es letra de tango, vida, vivida y por vivir.
"Durante este año he sentido muchas cosas "junto" a ti...ahora...siento frustración, desasosiego, tal vez por eso trabajo contra las paredes, para ver si se abren y me dan paso...buenas noches amor, cuídate..." En esas paredes, tan lejanas y próximas, se construía una historia sobre un caballete de paredes que más temprano que tarde se abrirían para dar paso a la pasión que el tango siempre anuncia, porque su vocación es el deseo, definitivamente. Es fruto de lo que se conquista, pelea y se va, del sueño que queda, la áspera realidad, pasión única vivida y por vivir. El tango siempre se la juega en su letra y en la pista, en la pasión real, por eso siempre permanece, aún en la nostalgia, en la orilla misma de la vida, donde el fruto pareciera añorar su cáscara. Sé que esas paredes tienen dibujadas una pareja que las traspasa y vuela. No es un mito, sino una realidad, porque allí la Utopía es cuerpo, alma, deseo, la pasión con la que el tango se oxigena y respira, para volver amar. La ley del tango es la pareja.
Fue una pareja de colombianos, Diana Giraldo Rivera y Carlos Paredes Ángel, quienes llevan seis años bailando juntos y ganaron el campeonto Mundial de Tangos de Buenos Aires, Argentina. Él, diseñador industrial y ella, instrumentadora quirúrgica. El año pasado habían sido semifinalistas en esa misma competencia. Traían el ritmo en el alma y sólo faltaba armonizarlo con la suela de los zapatos y tacones de Diana. El tango tiene vocación de entrega y lo hizo con estos dos caleños.
Rolando Gabrielli©2006

Limbo City


a SC, quien conoce esta historia

Rolando Gabrielli abandonó Limbo City cuando había cumplido su mayor ambición en la vida: ser un extra de una película de Raúl Ruiz, (La Colonia Penal) que se estrenaría veinte años después en un lugar de Italia. Cumplía con generosa vocación con sus ancestros y su destino de escritor inédito en un país que se borraba con él en la escritura y el gaseoso smog que producía la joven, inédita, despiadada dictadura castrense.

Cuando entró en sospecha que ya habitaba en el país del borrón y cuenta nueva, sólo recogió una maleta blanca con algunas ropas de invierno y verano, siete u ocho libros que creyó indispensables y cruzó la cortina de hierro, y ya el país del largo pétalo era un crespón negro oxidado en las manos de un soldado del Séptimo de Línea esperando enrolarse en el Ejército de Salvación para seguir la guerra del absurdo.

Comprobó el sujeto de marras que era totalmente anónimo, salvo un poema en la revista Trilce, otros dos en una publicación bancaria, una crítica sobre un poeta peruano en la revista Cormorán y un elogio de un prosista de viejo cuño, para saber que estaba limpio de polvo y paja, y se dirigió al aeropuerto una madrugada ácida, aceitosa, acerada del 11 de junio de 1975. Con un Primer Premio en Poesía, Una mención en narrativa en México, otras premiaciones en la Universidad de Chile, algunos vagos méritos becarios y profesionales, comprendió que la historia hasta ahí había llegado. No olvidaría jamás el verdadero verso que hizo escuela como himno de la Junta Nacional de Gobierno: me gustas cuando callas, porque estás como ausente. Un, dos, tres momia, el país se acabó. Tugar, tugar, salir a buscar. Manbrú se fue a la guerra y ya no volverá.

Pasó sin la codiciada L del momento los controles aéreos y voló a Bogotá, Colombia, ya herida en plena guayaba existencial por el plomo y la corrupción de los caballeros con sus armaduras liberales y conservadoras. En la noche colombiana ejerció como Corresponsal Extranjero y un día partió al Istmo de Panamá, la llamada cintura de América, donde se descubrió el océano Pacífico y se instalaron los españoles para conquistar América del Sur, y acumular el oro que trasladaban por el Camino de Cruces a sus barcos rumbo a la metrópolis imperial, cuando no se los robaban los corsarios ingleses. Donde Balboa perdió su cabeza, el Conde de Lesseps se hundió en el escándalo de Panamá, el pirata Francis Drake fue sepultado en Portobelo, Gauguin no pintó un solo cuadro en Isla Taboga y en una de sus independencias murió un chino y un burro. En el país de tránsito volvió a ser Corresponsal Extranjero, funcionario internacional, director de una revista, funcionario de la UE en el proyecto Tips On Line, editor de suplementos especializados, conceptualizador de objetos, marchand y desempleado, entre diversos oficios. En el interin, viajó por América Latina y llegó a Chile en algunas ocasiones, y se encontró con Raúl Ruiz en el centro de Santiago, cuando ya había perdido su L, el maestro del cine, y le pareció que se volvía a cerrar el círculo vicioso de este largo metraje.

Testigo del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y de la Invasión a Panamá, del 20 de diciembre de 1989, vio como cambiaba el país austral de una empanada a una vuelta de campana. Estuvo en Macondo, y le pareció kafkiano. Nuevas Menciones literarias en Panamá, cuento infantil y Poesía, millares de artículos en América latina, Europa y en los medios locales, ediciones especializadas en banano, un discurso presidencial, asesorías, análisis económicos, estrategias, comentarios radiales, brochures, congresos, representaciones internacionales, OEA, Strossner, Junta Sandinista, Apartadó en el infierno de Colombia, negociaciones del Canal de Panamá, el gran vicio del periodismo en todas sus facetas. Noches de hoteles y pasillos, reuniones, Isla Contadora en el Pacífico istmeño, vuelos horrorosos por los cielos del istmo centroamericano montado en truenos, rayos y centellas. Todo el tiempo del mundo en Casa Blanca, aquí, en el pasillo de las conspiraciones, Graham Greene, Gabriel García Márquez, Chuchú Martínez, Ellsworth Bunker y un listado que serviría para escribir las Mil y una Noches.

Transcurrieron 31 años y el tránsito se hizo espeso. La maleta blanca aún en la terraza, amarillenta, semidormida en sus propios sueños y viajes. Nuevos libros de Poesía, uno de Cuentos, ensayos, dos novelas en curso y el anónimo pedaleando en bicicleta sin pedales por Internet barranco abajo como debe ser y hacer la verdadera escritura.

Todo autor debe ir en búsqueda de la perfección de su propio errático oficio. Enfriarle la sopa al lector si fuera necesario. Ponerlo a sudar en seco, como si todo fuera real, le perteneciera, y asistiera a su propio funeral desde la azotea del tiempo. Instalado ya a unos metros de la selva istmeña, siguiendo el curso de las ardillas, las visitas de tucanes, culebras, monos, pájaros carpinteros, las aves coloridas de Panamá y su vegetación exuberante que crece en la piel si te descuidas. Aterrorizado por los comején, devastadores de casas, maderas, libros, la honra de todo escritor.

Sabe, a ciencia cierta, que la vida continúa, qué frase cursi, pero real. Recuerda cuando le pasó a los tres años un automóvil por encima y quedó en un hueco. El día que a los dos años y medio seguía a los canutos (evangélicos) desde la esquina de su casa, donde después vería pasar a la perra Laika y a Yuri Gagarin.. La lluvia detrás de los visillos de Coronel Godoy 086. Un viaje en tren al sur de Chile. Los días de trabajo en el Cajón del Maipo. Las soleadas primaveras en los prados del Pedagógico de la Universidad de Chile. Los vinos en Las Lanzas. Las noches agrias, suspendidas, alucinadas, en Il Bosco. Las pastas en la Trattoria Di Carla, Los Lomitos en La Fuente Alemana, Los bistec a lo pobre en el Chez Henry y las lazañas del Candil. Las madrugadas en La Vega Central con las sopas de marisco. Los partidos de fútbol en la Pila del Ganso. Cuando salimos campeones de todos los Colegios de Santiago con la selección del José Victorino Lastarria. Las canciones de Rolando Cárdenas. Los ridículos y pretenciosos manifiestos de los poetas principiantes. Las aureolas de humo de la poesía. Una noche, un río, el mar, las calles de Santiago bajo los aromos. Todos los otoños. El día que guardó dos maletas de libros en el gallinero de mi casa. Y al día siguiente encontró un trébol de cuatro hojas en el Parque Forestal. Un almuerzo al mediodía con José María Arguedas. Una conversación con Roque Dalton en La Habana. La noche de Parra y Lihn en un pequeño apartamento. El Presidente Allende saludando desde el balcón de la FECH. Los bares con Jorge Teillier. Las conversaciones en la casa de Waldo Rojas. El poema que nunca escribiré. Mi Madre, siempre mi Madre, en el amanecer de cada día como si el tiempo volara de sus pies.

Me quedo con la insurrección permanente de la palabra. Sin nada bajo el poncho, como debe ser la vida, de frente. Con el amor, con el amor, definitivamente. Amor la ola que te trajo a mi orilla.

Rolando Gabrielli©2006