La poesía viene del silencio, es su voz más profunda. Sin duda, de los detalles cotidianos, que es el habla de las cosas simples. Proviene de un lenguaje que nos abre nuevos mundos, descubre lo nuevo, hace ver, posible, lo desconocido. Sí dijéramos que está en todas partes, no nos equivocaríamos, quizás nos pondría más alertas para disfrutarla. No es un lenguaje universal, pero pertenece a un ambiente natural, se respira, siente y no solo se reduce a palabras verticales que se editan en libros y, en ocasiones, sus versos se cantan, riman, leen en festivales o recitales entre amigos de la poesía. En sus inicios, todo lenguaje, narrativa, eran poéticos. Es tan misteriosa, que no sabemos de dónde viene, pero existe y se hace sentir en los momentos más solemnes y donde la palabra brille esencialmente más allá del silencio y de las voces altisonantes.
Grandes novelistas, narradores, Joyce, García Márquez, Cortázar, Borges, Roberto Bolaño, comenzaron escribiendo poesía, no sé cuantos otros cometieron ese pecadillo al inicio de sus obras maestras, pero estoy seguro que su lenguaje poético les aseguró la posteridad.
En una época de vibrantes coros pletóricos de verborrea, de una cháchara de abundante estupidez que pregonan los privilegiados habitantes del paraíso digital, la palabra poética, sabiamente, conoce su poder y también el olvido de su significante. Por ello se convierte en misteriosa realidad para inaugurar siempre, mejores tiempos. Hay preguntas que nos pueden aproximar a su esencia, por ejemplo: ¿Está sola en un bosque sin árboles? ¿Es la punta de un iceberg por desaparecer? ¿La poesía, sus palabras, lenguaje, manera de ver, interpretar el mundo, están en vías de extinción? ¿Se cumple el viejo adagio pesimista que las palabras se las lleva el viento o que sea un viejo archivo digital o un Arte pasado de moda?
La decadencia, tal y como la conocemos, se nos presenta en el mundo viral, en el exquisito arte de la frivolidad, del extraordinario mantra del despojo del Ser por solo (a) parecer, está en plena marcha con sus viejos y nuevos himnos triunfales de una nueva esclavitud, meticulosamente articulada y orquestada para una nueva sinfonía.
En este panorama lleno de advertencias apocalípticas, preparativos para arrancarle el corazón a la humanidad, de advertencias, amenazas, amagues, paseos verbales por la vereda tropical, pasión por la articulación del caos, implantación sin anestesia de una procaz mentira o engañifa de terciopelo, la poesía, en el buen sentido de la palabra, aseguro, mantiene viva su pasión por la vida y la verdad, que nunca debieran serle ajenas.
Lamento informarles, que la poesía seguirá de pie, sumando los silencios de todas las voces posibles del registro humano. Los caminos de la palabra continuarán bifurcándose. Detrás de cada palabra estarán los eternos poetas de todas las civilizaciones, los que quizás lean estas palabras y los que siempre tendrán la valentía de escribir un poema para humanizar a la Humanidad. La poesía es una de las más extraordinarias experiencias humanas, es vida, simplemente, su explicación está en su existencia misma.
Rolando Gabrielli2025