jueves, abril 06, 2006

LA MIRADA DE UN DUENDE...


O EL CIERVO VULNERADO...LA ÚLTIMA SANGRE DE FEDERICO GARCÍA LORCA...

miércoles, abril 05, 2006

TUS PILARES

Grecia, tus pilares
no alcanzan
para sostenerme.
Occidente se hunde
bajo mis pies,
Oh necrópolis,
no debí nacer,
debí morir
antes de conocerte.
Me hundo
bajo los párpados
de tus profundos cimientos de papel,
bajo los párpados hinchados de la historia.
Oh, nichos de oro
y luz,
qué vieja se ha puesto
mi poesía.
Los huesos sagrados
de un verbo inútil,
no sé que reclama a tus dioses.
Afloran los muertos,
estamos vivos
para continuar la historia
con nuestros cadáveres.
El cuerpo enarbola su bandera,
por fin, solitaria.
Rolando Gabrielli©2006

martes, abril 04, 2006

LA VIDA ME HIZO ARTISTA, MIRTA NAROSKY




Esta entrevista, pensada y escrita a miles de kilómetros, podría comenzar con una frase: esta es el alma de Mirta Narosky, argentina, artista, madre de dos hijos y sobre todo, de sus sueños, pintora por belleza y oficio. Y no perdería el color de sus palabras, ni la indefinición de sus ojos violetas, o el enorme vicio del compromiso, la jugada personal, el brote primaveral de la búsqueda, la persistencia de un derrotero que le viene de la infancia y ella dibuja en el imaginario real de sus sentidos el futuro que le viene llegando, un presente que volverá a suceder. Los pinceles de Narosky pintan la vanguardia, no por moda, acomodo, sino porque se declara transgresora. "Lo que se pretende vender como vanguardia en lo light y yo creo en la metáfora del Arte. No considero que en épocas frívolas los artistas debemos serlo también. Alcanza con nuestra metáfora y nuestros conceptos y conocimientos para contar lo que vivimos. Lamentáblemente no es únicamente un mal latinoamericano...es un mal bastante globalizado. Pero ya cambiará".
Nos quiere decir que el alma está en lo que amamos, la gente, las cosas, la vida, la mirada personal de lo que nos rodea, somos y hacemos, construimos en verdad. El Arte inquieta, sacude, aturde, alerta. El Arte, nos dijo Bertold Brecht, nos hace ver lo que no existe en nuestro mundo. Un buen comienzo para comenzar a abrir los ojos.
Retratar a una pintora es una gran abstracción, es poner pincel sobre pincel, definir el color sobre el color, interpretar un sueño, entrar en un lienzo vacío antes del alba y desde adentro mirar como acomoda sus dedos, ojos, cuerpo y sentir su respiración. No sé si este sea un buen comienzo, porque Narosky se definió así: “Soy vanguardista porque respeto la belleza y el oficio. No me interesan las formas, me seduce lo genuino y lo profundo. Así de rotunda. Nacida en Lanús, provincia de Buenos Aires. El origen es mucho más que un dato, como el entorno, la atmósfera que respira un creador, lo que le contamina, esa ausencia de piso y espíritu de permanencia, todo a la vez, ser lo que se es. Y la convicción de Mirta Narosky, famosa por sus sombreros, por la belle époque que lleva en sí misma, su espíritu, lo esencial, concluye con naturalidad de flor de ningún florero: soy artista “La vida me hizo artista, que es una forma de vida distinta.” Nos habla desde su estudio, detrás de un ordenador, una de sus madrugadas bajo la humedad, el sorbo del Dios que sopla frente a una ventana, en la orilla de Buenos Aires, la luz de un viejo cristal donde otra ciudad más lejana, no tan ausente, a la mano de los sueños, crece inevitable en el lento río que la envuelve y sueña.
En la plástica latinoamericana y argentina, precisa, me siento vanguardia. Es mi propuesta, dentro de la realidad, me debo al color, las formas, y yo diría, a veces, a un barroco voluptuoso, onírico. Es audaz, como debe ser el color, en la indefinición de grises y tonalidades que no siempre son las mismas, pero muy precisa y terminante en el rojo que la sustancia y reafirma. ¿Influencias, preguntamos? "Me siento sin influencia directa." Pero cita a Bacon, Rembrandt, Berni (argentino) y "muchos más que han viajado por mis sueños y dejado su huella". Los cuerpos desnudos de las figuras de Narosky, bordean en sus pieles el límite de sus estructuras y estiran su musculatura enmarcados en un rojo sangrante. Es la representación que vemos en esta página. Expresión de lo figurativo, la energía que devuelve el cuerpo y lo crispa: Rembrandt tal vez le enseñó el peso indiscutido de lo sublime. He visto otras pinturas de M.N., que penden del hilo del universo, lo que ella ve, transmite, siente, esa expresión real de la fuerza y desamparo, una manera de enfrentar solidariamente el más allá, esa esquina inexpugnable del alma. ¿Dónde está un artista, sino en su tiempo? Nada más real que la época que mece su mano, la mano que que se deliza por la textura y llega al pozo. Reconoce el fondo blanco de las cosas vividas, la marea absoluta del reflejo de los sueños, un espacio de luz y sombras, destellos, algo por nombrarse. No sólo las palabras nombran las cosas y objetos, los lugares o las personas, ni son ellas las únicas que fundan. El color y la forma, crean algo más que un nuevo espacio, establecen ante nosotros, incorporan una nueva manera de ver. Sólo me atrae lo que me conmueve. No me interesan las formas, me seduce lo genuino y lo profundo es no visto, ello, es también una inauguración de lo nuevo. Allí es donde se expresa Mirta Narosky con su propio temperamento y asume la voz de su color. "Se siente poeta porque poesía y pintura eluden la razón y llegan al alma." En esa esfera de un colorido intenso, con su propio lenguaje, Narosky reitera su obsesión por los límites cerrados en sí mismos, que no es más que la presión del infinito. Hay voz callada, espanto de un perímetro visual y una atmósfera cargada en toda su intensidad. Ahonda en ese acuoso ámbito del alma, un terreno aparentemente vedado que ella va descubriendo. Berni, su admirado compatriota, no se conformó con la realidad, porque creía en la libertad, y no dejó de manifestarse en su arte, con su tiempo.
Mirta Narosky, de ascendencia lituana, ucraniana, turca y siria, estudió en la Facultad de Bellas Artes Licenciatura y profesorado en Artes Plásticas. Pero yo diría, sin temor a equivocarme, que es una argentina de su tiempo y de otro, ese que arrastra Buenos Aires en la fundación de sus alas, lo que el río lleva en su cause, la lengua escrita y adivinada, la parla, y todo eso que le viene de tan lejos en el cruce, hasta descender en el puerto y anclar en la palma de la mano de una ciudad que ya le pertenecía. Si el pasado es importante, los antepasados, aún más, porque nunca dejamos de pasar, suceder, y somos esa acumulación de sangre vieja y nueva, la vena hinchada de Nuestra América. La ciudad porteña es el imán de italianos, españoles, alemanes, judíos, rusos, eslavos, polacos, irlandeses, árabes, ingleses, bolivianos, peruanos, chilenos, constructores de su porvenir, que marcan y definen a la nación argentina, a su gente. Del vicio autoritario, la noche argentina, y de la lucidez de sus escritores, artistas, pintores, pueblo, de las raices todas de su gente sobre su geografía, el inmenso cuerpo camina sin su eslabón esclavo, aquella libertad y no otra, que una nueva, inaugural ruta. Mirta Narosky ha dicho, entre otras cosas, que su lugar es aquí y ahora en la Argentina, "país permanentemente convulsionado, complejo de entender, políticamente incomprensible....pero súmamente interesante y bello en su naturaleza. No lo cambiaría. Lo amo de todas formas y es mi eterna fuente de inspiración" Se ama lo que se conoce y vive, también se critica y analiza, con la misma intensidad, eso que tanto se vuelve amar y duele y produce felicidad, desencuentros, dudas, pero que es la realidad propia, única que amanece con uno en el día a día. Ese es el lugar, la atmósfera, el oxígeno, el tiempo para el asombro, lo nuevo, vulgar, la contradicción, el paraíso de las paradojas. Que se diga lo contrario, es lo real. El espacio de todos y el riesgo también. No hay cuerpo sin sombra. El escenario donde la vida se recicla y todos copiamos sus gestos y llegamos a formar parte de su olvido. El secreto pudiera estar en nosotros mismos. Mirta Narosky se reconoce en su propio espacio, "que es de 4 por 7 metros, doble altura, entrada de luz natural, techo a dos aguas y un montacargas que trae a los alumnos directamente de la calle a mi estudio". Ahí el tiempo la nombra y la tela la recibe. No hay más espacio que el que uno construye. ¿Qué significa pintar para ti Mirta, le pregunto? No veo, a tanta distancia, el rostro, el gesto, la inflexión, porque la distancia prohibe casi todo frente al interlocutor. Dice por ahí en sus apuntes para estas notas de paso por su pintura, que se queda respondiendo cuestionarios, entrevistas por Internet, hasta las dos de la mañana y que duerme poco. Entra, seguro, en un circuito íntimo con la palabra en su propio colorido y abecedario plástico, la sombra que no se apaga después de esa noche.
" Pintar es vivir, es construir belleza desde el espanto. (no me agrada el mundo que hemos construido), es dar sentido a mi existencia y algunas veces ayudar a otros a encontrar el suyo, es comunicarse con miles de seres humanos de culturas diferentes pero esencia similar.... es mi sentido en la vida". Desde su estudio, en la madrugada, ordena sus ideas, lo actuado, ganado, lo hecho, un balance tal vez de las pérdidas que siempre existen y barajan los días. Tengo muchísimo trabajo hecho. Ferias internacionales, murales, premios nacionales e internacionales, he dictado cursos y he dado conferencias, ilustrado libros, trabajado para los derechos humanos. Así responde a una especie de pregunta cajón, clisé, el formato periodístico, la pregunta clásica, la indagación de la obra, un poco el curículum para el escaparate. Y a Mirta N. no le hace mucha gracia. Su respuesta es menos ortodoxa, tradicional o clásica. Pero el lector quiere ubicarse frente a quién está, datos, que pasó con esa persona en todo este tiempo, porque adora la evaluación, una medida. Los datos detrás de las personas, que muchas veces nos dicen todo, nada y dejan en el absoluto misterio de lo probable. No le gusta enumerar los éxitos, detallar los logros, pero ya daremos cuenta de ello en algún lugar de esta entrevista. ¿Describir un día? Repite la pregunta y seguro mira para el cielorraso y ríe por el tamaño del absurdo de la pregunta, "Un día de mi vida estresaría a cualquiera: Hijos, cocina, casa, clases, tareas con mis hijos, permanente búsqueda de supervivencia, amigos, novios, relaciones públicas, exposiciones, visitas de personas a mi estudio, pintar, dibujar, pintar, contestar entrevistas por internet a las dos de la mañana, dormir poco y levantarme a las 6 para mandar mis hijos a la escuela." Pero en verdad es un día largo de comienzo a fin y la pintora se siente madre no sólo de sus cuadros. Es la máquina de la vida, las exigencias de una ciudad de 11 o más millones, de la velocidad de estos tiempos. El tiempo se toma su tiempo, la noche pareciera no tener rostro, el día es largo, pero no alcanza. La ciudad traga las horas, descompone los minutos, absorbe el calendario.
¿Cuántas veces descenderá o subirá por el montacarga M.N.? Una buena pregunta. La poesía está presente en su vida. En el color se expresa, pero también cree en las palabras." Adoro, Reír llorando, del mexicano Juan de Dios Peza:
REÍR LLORANDO
Viendo a Garrik —actor de la Inglaterra—el pueblo al aplaudirle le decía: «Eres el mas gracioso de la tierra y el más feliz...» Y el cómico reía.
Víctimas del spleen, los altos lores, en sus noches más negras y pesadas, iban a ver al rey de los actoresy cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,llegóse un hombre de mirar sombrío: «Sufro —le dijo—, un mal tan espantoso como esta palidez del rostro mío.
»Nada me causa encanto ni atractivo; no me importan mi nombre ni mi suerte en un eterno spleen muriendo vivo, y es mi única ilusión, la de la muerte».
—Viajad y os distraeréis. — ¡Tanto he viajado! —Las lecturas buscad. —¡Tanto he leído! —Que os ame una mujer. —¡Si soy amado! —¡Un título adquirid! —¡Noble he nacido!
—¿Pobre seréis quizá? —Tengo riquezas —¿De lisonjas gustáis? —¡Tantas escucho! —¿Que tenéis de familia? —Mis tristezas —¿Vais a los cementerios? —Mucho... mucho...
—¿De vuestra vida actual, tenéis testigos? —Sí, mas no dejo que me impongan yugos;yo les llamo a los muertos mis amigos; y les llamo a los vivos mis verdugos.
—Me deja —agrega el médico— perplejo vuestro mal y no debo acobardaros; Tomad hoy por receta este consejo:sólo viendo a Garrik, podréis curaros.
—¿A Garrik? —Sí, a Garrik... La más remisa y austera sociedad le busca ansiosa; todo aquél que lo ve, muere de risa:tiene una gracia artística asombrosa.
—¿Y a mí, me hará reír? —¡Ah!, sí, os lo juro, él sí y nadie más que él; mas... ¿qué os inquieta?—Así —dijo el enfermo— no me curo; ¡Yo soy Garrik!... Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida, enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora, el alma gime cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma, si sólo abrojos nuestra planta pisa. El lanza a la faz la tempestad del alma, un relámpago triste: la sonrisa. Carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto y también a llorar con carcajadas.
Continúa...

lunes, abril 03, 2006

BROOKLYN

La blanca barba vieja,
del viejo Walt Whitman,
se mece en el puente de Brooklyn.
El sol de un otoño recién nacido
refleja el hombro de la multitud
que atraviesa su destino
y las Américas en verdad
sonríen al ver pasar
al viejo cómplice de América.
como un río humano bañado
por el color de sus sueños.
El viejo Walt dijo:
Yo soy de Manhattan,
ahora cruzo el puente.
Rolando Gabrielli©2006
EL TIEMPO OBSCENO
Sobre mis hombros succionaban rosadas sonrientes primaverales jugosas, con la irreverencia del insomnio, las muy ventosas acariciaban mis pómulos junto a unos dóciles muslos providenciales, feroces, sin fatiga, sin más razón que el olvido. Sobresalían las narices sobre la humedad y la lluvia, y la escena quedaba aislada como una pequeña arca sin rumbo, en la miniatura del temporal, sofocado por el deseo. Era una corrupción compartida. Alegre, todo hermosamente irresponsable. La prosa muda recorría el cuarto firmado en terracota, como si un ángel rojo lo habitara. Volví a vivir la escena del paragüita bajo una tormenta fenomenal. Me vi en Roma entre ruinas, un amor de película, hojas de un otoño real, un vodka en la mano para repetir los silencios de humo, dos manos retenidas sobre la cubierta de la pequeña mesa de noche, en el paisaje primario de un nuevo comienzo. Lo real en la oscuridad, es dos veces real, y los viejos árboles de la sabiduría tiemblan por nosotros, hacen posible adivinar algo más que el parpadeo, yo veía el muro, la imagen ensangrentada de un prisionero barrido frente aun pelotón lleno de pólvora. No nacía más el ave de su pecho rojo. A nadie le importada esa muerte. El océano Pacífico parecía inagotable en su desdén, con su boca ancha, deja correr todas las aguas que se vienen lentas y no tan pacíficas, a veces. El tiempo se torna parapléjico, inútil, sin fuerzas, descansa cabizbajo, ensimismado, es asfixia y no lo sabe. La marea estaba baja esa noche, exagerada por la luz de la luna. El mismo paisaje de los vigías españoles. Nosotros, viejos actores secundarios, entre las ruinas y una playa abandonada. Recorrí de memoria lo que quedaba de la noche y del cuerpo. No había tiempo en este paisaje. Ya no estaba allí. Sólo tomaba algunas notas sin papel. No había ninguna razón para contaminar palabras con palabras. El agujero se hace más grande repitiendo las palabras. El lugar común, el más común de los sentidos, solía decir un español, visitado por al fantasías, cuyos fantasmas de la imaginación le anclaban pesadillas recurrentes. Aventura y embuste, una estantería completa. Le esperaba un león domesticado a los pies de cama y un caballo hacía su recorrido de memoria en Castilla, cuando visitaba el viejo mapa español. El engaño no hace daño, cuando se relata en abstracto. Aprendí a verlo en sus ojos, ávidos de sueños remotos. El león vivía un retiro y no se sentía rey, sino súbdito de una jubilación anticipada. Mantenía un sable oxidado, tal usado en Las cruzadas, a la entrada de su dormitorio, como esa espada de doble filo que todos alguna vez alzamos. Una empuñadura de bronce opaco parecía la mudez de un oficio ya inútil. Una de sus batallas inventadas en la chatarra mohosa que algún vendedor le apropió como parte de su historia. Algún secreto que no pudo revelarme contenía esa empuñadura de bronce. Fue el día del simulacro de las pizzas. Alzó el teléfono y las solicitó junto con unas cervezas frías para una noche de trópico. Nunca llegaron, aunque la norma es media hora, después que el muchacho se sube a la moto y cruza la ciudad. Sospecho que hablaba consigo mismo en una de sus fabulaciones, mientras alzaba una ceja y sonreía. Todo era un gran invento de la noche. Pegajoso el cristal de la ventana y nosotros con la espada muerta, sin enemigo, en tiempos de dudas. Imaginé o vi la pizza flotando sobre el ventanal y el motorista pasaba de largo como si la cola de un cometa lo lanzara al mar. ¿Nos contagiaba el fabulador o la espada tenía algún encantamiento? La ciudad patinaba en un aceite gastado, refrito de Mc Donalds. Olía a tabaco el cuarto. La noche se veía no tan simple, se presentaba como un zapato chino. El sable ondulado como un pie de sultán, no representaba aparentemente peligro. Lo suyo estaba en la historia que no se atrevía a relatar. Algún muerto cristiano de linaje o simplemente el viento de Oriente en el filo de su memoria. La noche de Bizancio, en sus rojas amapolas, cúpulas doradas, entraba por ausencia sobre nuestros cuerpos del siglo XXI, aceitunados en la media noche libertina. El español dejó caer su filosa humanidad sobre un pedazo de Castilla y renunció a las pizzas, a cualquier melodía que no fueran sus relatos fantásticos. Después de todo, hace más de 500 años aquí habían decapitado al descubridor del Mar del Sur. De alguna manera sentí como alguien ponía sus nudillos sobre la puerta. Eran dedos demasiado condescendientes con la madera. El español miraba el cielorraso como si esperara una estrella del cielo. Estiré la mano para sentir la empuñadura del sable por última vez. Sabía de mis antepasados andaluces, moros por añadidura. Sentí el lomo de la cabalgadura. Entré a Córdoba. Un cielo gris, acerado, perdía a la ciudad de antemano. No tuve compasión, el sueño debía cumplirse. Una espada por más olvidada, reclama una victoria. Ya nadie sería dueño ni de su miedo. La bestia me reclamaba impacientemente finalizar antes que llegara la noche. La luna sería grande esa noche, para iluminar la derrota entera. Salió al paso sólo un viento lagrimoso. Al parecer nadie se levantaría ese día. Polvo, el mar de la memoria se divisaba como un plato de lentejas. El español bajó los ojos del cielorraso y los puso frente a la puerta. Estaba detrás de los nudillos mágicos. Sólo él los conocía. Un tembloroso efecto en sus labios, el cuerpo más ágil que de costumbre, envuelto en un suave humo el rostro, sólo miró con cara de deseo. El gesto lo decía todo. pero no estaba sólo, así que suspendió la voz. Fue la primera vez que sentí entrar la noche por la ventana. La calle había olvidado los ruidos del mediodía y del atardecer. Varias veces sentimos pasar la improvisada moto del muchacho de la pizza. estrellarse al final de la ruta. Y ver su cuerpo retratado entre los hierros retorcidos en una primera plana de horror. se pierde moto y su acompañante. La fuerza del mercado es superior a todo sentimiento. Sentí tibia la noche, a pesar del aire acondicionado. Yo estaba en Córdoba, triunfante, el paso de los cascos sobre la hierba, mi empuñadura sintetizaba todas las largas jornadas, el viento de la derrota ululante era un mero eco, pero le pertenecía al enemigo. El español tiene los ojos chispeantes, habían transcurrido tantos siglos, y su película era este nuevo instante, la espada arrinconada por la noche ya pertenecía al pasado en su memoria. Lo más real era la ausencia de la pizza, la ciudad semivacía, le pasaría una pasta de tomate, rosearía con queso parmesano y me la comería con unos hongos, aceitunas, frente al mar. Dejaría que la bahía flotara con tu ausencia y la mía, porque el pasado debe compartirse como si fuera un presente sin futuro. La pasta mezclaba los sueños, un tiempo reducido a un ánfora que cruzaba el Dardanelo, la mixtura de un estrecho maravilloso, comunicante, tú, en otro espacio, me recibías ya sin la necesidad de una conquista. ¿Eran tus nudos sobre la puerta? Eso tal vez nunca lo sabré. Rolando Gabrielli©2006

domingo, abril 02, 2006

SOLO SE VE BIEN CON EL CORAZÓN


Lo esencial es invisible a los ojos ...

El Libreto de la nieve

La nieve tiene los ojos blancos, si no, no sería nieve. Sus ojos son dulcemente fríos, porque son de nieve. Todo lo que le rodea cuando se deja caer en invierno, es blanco-nieve. Se pone rosada, en ocasiones, de tanto frío, y creo que son sus mejillas las que nos muestran el otro color de la nieve. No dejo de pensar si el corazón de la nieve es blanco, porque el frío no le deja circular la sangre como debiera, o porque el corazón de la nieve está en reflejarnos la pureza de su belleza y encanto. Si el corazón fuera blanco, no es porque esté frío, es para compartirlo como un gran paisaje de nieve. Se sabe bella, enigmática, cálidamente fría y se sienta a conversar en un parque para que la vean caer detrás de un vental. Sabe que detrás de sus ojos viene la primavera, pero ella nos dejará su recuerdo cuando todo se renueve y la veamos alejarse sobre la montaña, más allá del ventanal. Rolando Gabrielli©2006