¿La poesía es inmortal o
pasajera  de la vida  que la trata  como una más
del montón en el paraíso perdido de la palabra en el mundo
digital  de la imagen?    Esta interrogante no
inquieta  a los académicos o sacerdotes de la palabra, ni siquiera a
los poetas.  Es más bien un ejercicio de la retórica vigente, una
manera  de subirse al carro de   las inquietudes
personales  y de las continuas agresiones  del silencio
verbal de estos tiempos.
 Es flor de un día,
quizás la sombra de un instante, inclusive tú Musa, no acompañas mis palabras
que aún permanecen en mis propias palabras. No quiero hablar de abandono, ni
buscar una legítima defensa de nada, sino permanecer en este oficio como un
buzo de lágrimas rotas que busca en un mar ciego algunas palabras aún por
decir.
Estamos en el reino de
la post verdad y de la mentira rampante, fenómenos ya instalados en el carrusel
líquido de la realidad. Reporteros y fotógrafos del celular compiten con los
medios establecidos, los viejos instrumentos de la comunicación de papel, las
ondas hertzianas y electromagnéticas.
Los nuevos gurúes,
dioses del ciberespacio, Internet  y todo el ejército  de 
campanas vociferantes de la inmediatez, vaticinan  la muerte de todo lo
escrito, diarios, revistas, libros,  y si eso está planteado en esos
términos, qué  espacio le queda a la poesía, habría que preguntarse, casi
por instinto de conservación.
La poesía ni fu, ni fa,
cuánto he escuchado, se ha dicho directamente o entre líneas  para no
despertar a la muerta, mientras   los poetas continúan su
ejercicio  solitario, su búsqueda y ajuste del lenguaje y cuentas con el
mundo  del mega-dato. Cómo ser más interesante, atractivo, llamar la 
atención de una lectura, ante la enfermedad  de los mensajes
digitales  virales. La mayoría tienen impreso el sello del
mírame  que aquí estoy cómo me veo… click, click, click.
Tan vieja, incauta, a la
intemperie, ninguneada, convocada en la frivolidad de la propia retórica, sigue
viajando en el incesante río de Heráclito, pero bañándose una y mil veces, en
sus  distintas aguas, como lo recomiendan las
sagradas  escrituras del verbo de cada poeta.
El duende andaluz, FGL,
lo dijo en su momento: la poesía es el misterio donde tienen lugar las cosas.
Quedémonos entre la
memoria de lo que no olvidaremos  y el sueño que anuncia un nuevo
amanecer.
Rolando Gabrielli©2017