jueves, marzo 08, 2007

MUJER...




Sol y semilla,
pozo y luz,
profundo misterio
el de la mujer,
que crece y muere
en un puñado de sueños.
Rolando Gabrielli©2007

martes, marzo 06, 2007




El mundo se repite de una manera muy diferente. La globalización es un ombligo que cada día se va haciendo más chiquito. Sin ir más lejos de lo que permiten ahora los Medios y herramientas digitales, ejes de la trivialización y banalización de lo cotidiano, pilares de las ruinas contemporáneas, donde los poderes fácticos erigen el futuro. ¿La Sociedad Global, Paraíso o Reino de Tinieblas?, es el título de una charla que brindé hace 15 años en Panamá, me parece relativa y afortunadamente sospechoso. Nadie dijo nada ese día y a los 45 minutos en que intentaba de trazar algún mapa, un punto de referencia con lo que ya no éramos o estábamos siendo, pasamos rápidamente a la cena, motivo banal del encuentro o monólogo. Sentí el ruido de lo cubiertos y el suave sigilo de las servilletas, como un campo minado al desencuentro, y pensé así debió caer el Imperio Romano sin que nadie lo notara. Una exageración, pero preferí el pasado monumental del fracaso, al futuro incierto, a este presente de la nada borrado sobre una mesa redonda con un mantel blanco, extraordinariamente hipócrita y virginal. De qué manera cae asesinada la realidad, se le maquilla, superpone un decorado que le garantice una extraña superviviencia, pasaporte a la nada.
Cuando el sociólogo Marshall McLuhan nos hizo soñar y estremeció nuestras conciencias de provincianos tercermundistas, con La Aldea Global hace más de tres décadas, sentimos el impacto de las ideas innovadoras, pero no estábamos preparados para entender que el visionario canadiense nos enseñaba la punta del Iceberg de una revolución en ciernes, que influiría en todas las esferas de la vida humana. Algo así dije al comienzo, pero ignoraba que con el correr de los años, el tiempo sería el primer derrotado, porque ya no existiría como lo concebíamos y en verdad todo podría suceder a un mismo tiempo. Qué película...Seguí hablando de los tiempos pasados reciente, Guerra Fría, planeta bipolar, confrontación de sistemas, carrera espacial, armamentista, economía compartimentada, UE y la surrealista integración latinoamericana. Un mundo más bien ancho y ajeno, cito al novelista peruano Ciro Alegría, bajo el liderazgo de dos bloques, la hegemonía de las potencias nucleares y sus zonas de influencia económica y cultural.
La tierra pudo estremecerse como un cataclismo cuando los dinosaurios se convirtieron en historia, en la época del hielo, durante las grandes y recurrentes catástrofes naturales y climáticas, pero siempre ha estado en un proceso de cambio desde que el hombre puso un pie en ella.
Como si se buscara en un agujero negro, el hombre se ha preguntado Quién es; De dónde viene y Hacia dónde va. Y a veces toma la fuerza de un chiste, esa feroz incógnita, heredada de la duda, misterio, miedo, asombro. Y en esta era global se han despejado algunas incógnitas de la estructura física humana, porque somos una luciérnaga en el medio del gran agujero negro y en ocasiones sin baterías. Se sabe procedente, arrojado, producto de y se indaga, pero no llega hasta el fondo de su cerebro, más bien otea, toca, palpa la cáscara de su piel, un poco el hígado de su realidad.
Frente al mar Pacífico, en esas mesas ordenadas para esa charla, cité, recuerdo, la creciente ola de los bloques económicos y el distanciamiento, la asimetría, entre el Norte y el Sur, y usé una frase descompuesta en dos contradicciones, pero ferozmente real: la dictadura del mercado. El mercado tiene la etiqueta de libre, pero cuando obedece a las leyes de la manipulación, se borra todo principio, expresión, atisbo de igualdad e intercambio positivo. Caía el siglo XX a pedazos detrás del Muro de Berlín y de los países del llamado socialismo real, y crecía bajo el pie derecho de la historia una nueva semilla de la institucionalidad global.
La escritora francesa Vivianne Forrester advirtió el pasado siglo en su libro El Horror económico, que se estaba produciendo un cambio civilizatorio, y advirtió que la cultura global todo lo prevé, organiza, administra, prohibe y realiza en función de la ganancia. Se interroga si es útil una vida que no le da ganancia a las ganancias, en un mundo que ya se perfilaba "sin fronteras". este es un concepto de la modernidad, que nació en la década de los 80 y luego dio paso a la globalización. Lo dije en esa charla y definí el proceso global con palabras de algunos analistas: "la intensificación en escala mundial de las relaciones sociales que enlazan localidades muy distantes, de tal modo que lo que ocurre en una está determinado por acontecimientos a millas de distancia y viceversa".
Viejo tema actual la globalización, ubicada por estudiosos norteamericanos, japoneses y latinoamericanos, como un proceso a partir de los descubrimientos marítimos que se consolida a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII. La segunda fase, según los expertos, comenzó a fines del siglo XVIII con la industrialización, para afianzarse con los imperios coloniales y la industrialización de Estados Unidos. El tercer período de este fenómeno de la economía y de las comunicaciones que está asociado a una inédita concentración del poder, parte de la Primera Guerra Mundial con la formación de un sistema internacional de comercio y las regulaciones, para fortalecerse después de la Segunda Guerra Mundial con el establecimiento de las Naciones Unidas y la revolución tecnológica de la mitad del siglo XX.
Hay quienes sostienen que la globalización lo abarca todo. Por eso, adquiere la mayor importancia y actualidad, el evento organizado por los estudiantes de postgrado de español y portugués de la Universidad Wisconsin-Madison, bajo el título:Escritores iberoamericanos en la era de la globalización, que se realiza del 7 al 10 de marzo próximo. El foro contará con escritores latinoamericanos destacados, la mayoría con residencia en Estados Unidos: Jorge Volpi, Cristina Rivera Garza y Ricardo Chávez Castañeda, de México; Mario Mendoza, de Colombia; Edmundo Paz Soldán, de Bolivia; Mayra Santos Febres, de Puerto Rico; Marta Sanz, de España; y Pedro Mairal, de Argentina. Discutirán temas esenciales en el contexto cultural contemporáneo, relacionados con la violencia, la sexualidad, el cuerpo, la enfermedad, la ciudad y las migraciones. Violencia y literatura en América Latina, Literatura y Cine y Escritura y proceso editorial en el mundo globalizado, figuran en la agenda de los invitados de la Universidad de Madison, Wisconsin.
La globalización es una marea incontenible. Aquella tarde me refería en Panamá, un país globalizado por el sueño de Carlos V hace más de cinco siglos con el tema del Canal Interoceánico que se hizo realidad en 1914, al fenómeno del mercado, comercio, a la economía, fundamentalmente, pero también a los cambios vertiginosos que producía esta nueva cultura, transformaciones impredecibles para el mejor vigía o administrador de brújulas. Cambios en la manera de trabajar, producir, consumir, cambios en la forma de relacionarse entre los hombres, una nueva manera de hacer y crear, porque todo comienza a reinventarse por segunda vez de manera trascendente en el siglo XX. En un mar de dudas, definió al mundo en ese entonces, Michael Camdessus, presidente del FMI, porque entre la miseria y el desarollo reina el miedo.
El fenómeno global suele centrarse en la economía, porque antes de la rueda, el planeta gira entorno al comercio y su derivados, aunque el conocimiento y la cultura, han probado ser herramientas básicas para un desarrollo sostenible, progresivo y otorgar estabilidad a los procesos de cambios.
Era impensable ese día de la charla en el hotel, vislumbrar siquiera que la caída de un muro puede significar que se construyan dos nuevos muros y que la globalización también significaba banalización, o que un autor desconocido lanzaría la tesis del fin de la historia. Sin duda el mundo se estaba moviendo aceleradamente. Después de un choque de trenes, venía el silencio. Reparada la vía, todo se ponía a volver en marcha con el maquinista que había sobrevivido al impacto. Debajo de las ruinas, supe después, siempre surgen otras ruinas que serán más poderosas un tiempo, para luego ser olvidadas o archivadas.
La literatura, los escritores, en especial los poetas, dejaron de significar en un mundo que se estaba construyendo sin voces críticas, sin oídos receptores, ni corazones ardientes. El escritor fetiche como lo conocíamos en Sartre, Camus, Passolini, Neruda, Borges, Gabriel García Márquez, en pintores como Picasso, había desaparecido, y el mercado dictaba las nuevas leyes e imponía el orden a través de sus best seller. Un tema que sigue en pie, vivito y coleando. La globalización ponía fuera del juego una manera de ver, sentir, asumir el mundo, y abría un nuevo mercado, lo orientaba, para ver, sentir, desear, aplaudir, gozar, con un rumbo absolutamente desconocido. Otras relaciones y los ratones siguen una nueva Flauta de Hamelín.
Hoy leo ya sin asombro titulares mundiales: los 50 web más importantes; los Blogs más leidos; los videos más vistos.La palabra es un subproducto más oscuro que en la Edad Media. Además de disminuìrsele y tratársele como una inválida, tullida, o una anoréxica del paisaje, se le exhibe ante la golosina de la imagen en este gran club de la idiotización colectiva, un requisito sine qua nom de la parálisis cerebral.
Erick Marsall McLuhan, hijo del profeta canadiense, sostuvo hace unos años que en la nueva cultura, producto de la globalización, todos somos pasajeros de hotel. Tenemos un hardware, que es el cuerpo, y un sofware que es la tecnología. Hoy los titulares que mueven el mundo de la información dicen: los 50 Web más importantes, los Blogs más leídos; los Videos más vistos. Hay quienes reciben más de 50 millones de llamadas sus páginas. Impacto, cifras, realidad impensable, son el fenónemo de la globalización. Después de 40 años de edición, la novela Cien Años de soledad de Gabriel García Márquez alcanzó los 30 millones de venta. No son las cifras las que aterrorizan, porque soplan vientos muy distintos en esta nueva era, sino la fijación por la imagen, la escandaloza devoción por el mundo del espectáculo, la fiebre inútil de lo banal, el monótono carrusel de sí mismo frente a la nada.
La banalización tiene fuerza propia en estos tiempos y se expresa de múltiples formas. Es como una mano enguantada en grasa y todo lo toca con alguna puerilidad. La construcción de una sucursal del Louvre en uno de los países de los Emiratos Árabes nos refiere a esta afirmación. Por mil millones de dólares se banalizará un ícono francés. El arquitecto Jean Nouvel lo ha concebido como un domo flotante, que dejará ingresar los rayos de sol causando el mismo efecto que produce la luz cuando se filtra entre las hojas de una palmera.
La globalización barre con lo público y privado, ese límite que confunde al diablo y a dios, y que sin embargo existe. Los límites que nos "limitan", decía el recién fallecido filósofo francés Jean Baudrillard, son un sentimiento de nuestros tiempos y se traduce en miedos, desilusiones, un no saber donde realmente estamos. Es apenas una idea, un dato, saber que estamos en crisis, vivimos cambios continuos, aluviones de la nada, principios sin fin, la famosa crisis de la modernidad. Baudrillard, escribió unos 50 libros y no fue condescendiente con occidente. en su libro "América", dijo que Estados Unidos es un desierto, un vasto vacío cultural, donde lo real y lo irreal están tan fundidos que las distinciones desaparecieron. Un poco mide el espacio global, cerrado, hermético, de la globalización, donde todo se ha masificado, inclusive aquello que distinguía el espíritu de las masas. Baudrillard nos advirtió en verdad que descubrir la realidad, constatarla en estos tiempos, es pura coincidencia, porque nunca es la misma, ni logramos identificarla como tal. Nunca en otra época, la realidad tomó ese carácter de subproducto, materia difusa, oscura, confusa, patéticamente engañosa. Esta afirmación es uno de los pasos propios de la globalización, modelo de espejismos y ausencias.
¿Cuál es el papel de un escritor en la era de la globalización?, podría ser una de las preguntas claves. ¿O el escritor carece de papel social ante un mundo masificado perfectamente idiota? ¿El escritor es un aguafiestas, convidado de piedra o un baúl sin fondo? ¿Los escritores se reúnen para operar sobre una realidad inexistente? ¿El escritor llega a ser en el mejor de los casos un marginal del éxito? ¿El escritor es un adorno social? ¿El escritor es un perdedor por naturaleza? ¿El escritor necesita una manual de autoayuda para superar su anonimato? ¿El verbo del escritor es real o virtual? ¿El escritor venderá su alma a la banalidad? ¿El ex- escritor forma parte de la masificación global? ¿El papel del escritor es letra muerta? ¿El escritor es un servidor servil de la realidad o un crítico viril de la sociedad? Algunos piensan: si el Diablo existe, por que no el escritor.
¿Es como pensar el tema al revés? ¿O dar un revés a la realidad? ¿La realidad sólo tiene revés y no derecho? A lo sumo son preguntas, paréntesis, intervalos, treguas... Uno lee una noticia, la escucha y ve, siente el ruido, la atmósfera danzante de la imagen que penetra los sentidos y destapa el hecho nauseabundo, desmembrado, minusválido, agónico, falso y siempre al contrario de la verdad. Tal vez me he influenciado por el fantasma real de Baudrillard, que nos ha dejado un poco más solos con este anticipo de su partida, que gracias a su palabra es menos real que la realidad. Qué mala frase: desnudó a la realidad en su tiempo, pero que real es. Nos mostró la virtualidad de un mundo aparente, algo más impactante que un espejismo en el desierto. Algo más que un fragmento que arrastra el carromato de la globalización.
La noche no es un ejercicio menor del día, es una necesidad de la oscuridad. Así es la verdad para un escritor, como las palabras. Detrás de la imagen quizás, un barril de petróleo. Dentro de la realidad, un agujero oscuro esperando salir a al superficie por un poco de luz. En el horizonte, la ilusión, una mezcla de copia y paraíso perdido, esa nostalgia que un domingo se borra con una cerveza y una película sin realidad. Baudrillard documentó nuestro tiempo y no se dejó engañar por la realidad que custodia un portero de un céntrico hotel. La tarea mínima de un pensador de su tiempo. Hacer los deberes con un sentido ético.
¿La globalización es un globo que se infla o desinfla?, puede preguntarse con propiedad cualquier pasajero de este globo terráqueo, a la distancia que se encuentre de la tierra. Sus pies quizás miren hacia el cielo o entren en la profunda cavidad de la tierra. Pueden ir descalzos, viajando por otra realidad, muy distante, pero en nada cambia el paisaje. La bella pisa un mall y le sonríe a unas bragas mínimas.
La revolución digital es un hecho. La información digital disponible, archivada, es tres millones de veces más, que las contenidas en todos los libros del planeta. Qué diría Gutenberg. Esto es tan sólo un dato hacia dónde vamos. Lo sorprendente es que el almacenamiento no es tan seguro como una piedra, papiro o la misma pared de una caverna. Y en un mundo sin tiempo, cada día se invierten muchas horas en procesar este volumen de información que supera la imaginación. El 72 por ciento de los contenidos de Internet se genera en Estados Unidos y Europa. En fin, todo ejercicio estadístico es inútil, nos lleva siempre a la misma asimetría, a la cabeza deforme sobre el cuerpo pequeño
Seguimos en un juego de fuerzas en todo tipo de situaciones internacionales. Las fuerzas del mercado siguen siendo las más implacables. Costos y oportunidades. Una mano invisible ¿Mundo global, hombre irreal? Rolando Gabrielli©2007

ARACATACA, DONDE NACIO 100 AÑOS DE SOLEDAD


Aracataca, 40 años después de haber sido fundado literaria y universalmente como Macondo, sobrevive en medio de la ruina, olvido, un mito suspendido por la buena fe del tiempo, con nombre de finca bananera, agoniza y festeja al mismo tiempo con voluntad caribe, el cumpleaños 80 de Gabriel García Márquez. Macondo es el nombre de un árbol y de una de las fincas más grandes que tuvo la United Fruit Co. en un pueblo del mismo nombre. Pero la palabra, según cuenta el biógrafo de García Márquez, Dasso Saldívar, tiene su origen en África, de donde viaja al Caribe como makondo o likondo, término que se extendió a través de los esclavos al plátano.
Allí permanece la casa de GGM, semilla de Cien Años de Soledad, derrumbándose en la desidia y afortunadamente el gobierno acaba de destinar una partida para reconstruirla, porque algún día Macondo será un museo vivo de América latina. García Márquez pensó en ponerle La Casa a la novela que después llamó Cien años de Soledad. La fotografía muestra la casa donde nació él y 100 años de Soledad.
Aracataca quiso cambiar de nombre el año pasado por Macondo, pero la votación no alcanzó a cumplir con los requisitos de la ley. Sus habitantes, empujados por al violencia secular y la desidia histórica de los gobiernos, creen que el futuro de ese famoso caserío, podría estar en el turismo al invocar el nombre de Gabriel García Márquez, hijo ilustre de Macondo.
Aracataca inicia la celebración del cumpleaños del Premio Nobel, con 80 cañonazos, y más de alguno creerá que cayó el gobierno o llegó el fin del mundo. Pero nada más sobrenatural que la realidad misma macondiana, por lo que todos deben estar tranquilos. La mágica fecha se celebrará con desfiles militares hasta misas. Colombia es un país de un orden mortal.
Rolando Gabrielli©2007

domingo, marzo 04, 2007

EL ECLIPSE DETRÁS DE LA CIUDAD









Dejamos el Sótano como en Twister y salimos soplados por su puerta de vidrio, al trote por sus escaleras y miramos hacia el cielo. Nada. Cruzamos hacia la vía Argentina y la Luna en verdad brillaba por su ausencia. Montamos el Land Rover y nos fuimos en dirección hacia el mar, la Avenida Balboa, siempre mirando hacia el amplio y despejado cielo, pero que no quería enseñarnos la Luna del primer eclipse anual. Todos los ojos en dirección hacia lo alto, fue la orden del piloto y en marcha los sentidos para intentar atrapar un destello, la más mínima luz que nos dejara ver el fenómeno. Nos instalamos frente al Pacífico, detrás la estatua de Balboa, quien descubrió el famoso Mar del Sur en Panamá, es decir, el océano Pacífico y todo lo demás fue subir la vista y que la brisa del verano tropical compartiera con nosotros esta estación privilegiada del año. Sólo el silencioso mar que llega muy quieto a la bahía, costa donde asolaron el poderío español los piratas y bucaneros ingleses, comandados por los célebres Fancis Drake y Henry Morgan. No duramos gran tiempo y volvimos a subir al Land Rover, como Twister, cinco pasajeros: cuatro arquitectos y un cronista ciber-lunar.
Hacia Costa del Este, dijo el piloto, era una sentencia verbal acompañada de un motor andando. Ni una huella más que el bosquejo de nuestros pasos en el parquecito Anayansi, la bella mujer indígena de Balboa o Parque de los Enamorados, con o sin luna. Pasamos el edificio de la Contraloría y otro residencial imponente, el mar a la derecha y Punta de Paitilla, una esquina de Manhattan, que mira con su masa de cemento, hierro y cristal hacia el Canal de Panamá. Un puente elevado y enfilamos en dirección al Corredor Sur, porque la hora apremiaba.
Los eclipses son precisos como un reloj suizo. La Luna no es de queso, pero para nosotros olía como si fuéramos un ratón. No dejen de mirar hacia el cielo. Cinco pares de ojos hacia todos los puntos de lo más alto, en dirección al horizonte, porque a la derecha nuestra debería de estar. Ya nadie sabía de Norte, ni de Sur, Este u Oeste, sino a la derecha, porque por ahí la vemos cada día, menos éste. Nada, la Luna se había esfumado con un pasajero seguramente que la iría a visitar. Fíjense bien, cualquier luz y de pronto cruzó un avión con dirección a Colombia, hacia el Sur. La luz de la nave titilaba, pero no era la cara oculta, rojiza del eclipse lunar. Alguien dijo: quizás los pasajeros lo están disfrutando. Qué buena vista.
Y seguimos, como en Twister, buscando, correteando la Luna, como si alguna luz nos llevara a sus mareas. ¿Alguien vio algo? El motor voloando del Land Rover y ni el viento nos traducía el malestar, esa frustarción que produce algo que debiera estar frente a nosotros para disfrutarlo y se evapora como el incienzo, pero ni olor deja al no existir la más mínima presencia del objeto o elemento. Todo el pedazo del corredor hacia Costa del Este, presentó el conocido rostro del mar, vehículos, edificios, y fue cuando nos encontramos frente a Ciudad Gótica, verdaderos castillos unos tras otros, elevados monumentos de la arquitectura. La Luna quizás dormía la siesta en alguno de esos departamentos, cuando el crepúsculo asomaba en el horizonte. ¿No puede reposar la Luna, estará en vela toda la noche? La ciudad quedó detrás, el corazón urbano, y llegamos a Costa del Este, un moderno desarrollo, de avenidas amplias, muy bien trazadas y con numerosos edificios en plena construcción, que reflejan el boom arquitectónico de Panamá. No íbamos detrás de los edificios, éstos permanecen inmóvil como todos sabemos. Siempre sabremos donde están, a no ser que fueran demolidos por el paso del tiempo o la llegada de la modernidad. Llegamos a Costa del Este y como los caballeros andantes y las damas de aquellos y aquestos sitios ytiempos, descendimos a buscar la bendita Luna. Preguntamos por ella. ¿La han visto, saben si por aquí asoma o pasa? Espléndida dijo el señor del perrito. Todas las tardes. Se ve colosal. Estamos en época de Luna llena. Me imaginé un lobo aullando y la noche feroz en un bosque. Gracias, respondí. El ocaso no traía la Luna y el reloj corría, que es lo mismo que hablar del tiempo y estaba en nuestra contra. Arriba, esto no da para más. Regresamos al Land Rover. Pasos ligeros. Sólo sonaron las puertas y se encendió el motor, como en Twister, pero sin el pleligro. No se ha sabido aún que las Lunas agredan o se dejen caer como volcanes sobre la tierra o luces devastadoras de ovejas o animales en las noches solitarias. La Luna es inofensiva. Sólo mira desde lo alto y nos hace pensar en el amor. Ese es su más curioso encanto. Ni los médicos han podido descifrar en que consiste esta "enfermedad" que aún perdura por los siglos. La Luna debía de estar saliendo o dejando sus sábanas, para instalarse en la noche, en este infinito atardecer de la nada.
(En esta época del año, la Luna llena flota sobre el istmo, suspendida, dueña del cielo y sabe que la noche le pertenece y se rinde extasiada al silencio del vago oleaje del mar, de las olas que ella impulsa, la marea que va y viene. De alguna manera que no es improvisada, irradia su presencia silenciosa sobre la ciudad, un leve manto de esperanza, una mirada personal.)
No nos habíamos dado cuenta y ya estábamos saliendo de Costa del Este, en medio de la frustración, el Land Rover rodaba con cierta resignación, pero no entrega a la búsqueda. Siempre mirando hacia el cielo, con la vaga esperanza que otorga el deseo, salimos hacia la ciudad, un retorno frente a los edificios y aproximándonos al mar. Volvimos al punto de partida y nos encontramos con el eclipse. Ya estaba la función sobre el cielo y en el fondo Punta de Paitilla iluminada como un árbol de Navidad. Preparámos las cámaras digitales. El arquitecto Juan Carlos Sáenz, con sus 10 mega pixeles y un pequeño trípode que había comprado en Buenos Aires, durante una Bienal. Puso su pequeño equipo sobre la baranda del malecón y se abandonó a la busqueda de los mejores ángulos y los cambios que provoca el efecto de la luz que se va devorando la Luna. Estas fotos son de su cámara. En la misión Twister, sóla viajaba un panameño, Manuel y dos costaricenses, arquitectas, también de la firma Mallol &Mallol, Melisa y Silvia. todo lo demás correspondió al Eclipse. La jornada concluyó con un batido de café, churros, una tortilla española y otras bebidas, en el restaurante Manolos de la vía Argentina.
Nota: recibí de obsequio el útil trípode. La invitación fue de JC.
Rolando Gabrielli©2007