lunes, julio 21, 2008

El sino inevitable de algunos poetas de Chile


No todos los caminos conducen al poema, a la fama, ni a la sobrevida, o a la eternidad: el poeta también tiene su talón de Aquiles. Se vive y se muere de simple mortalidad. ¿Traían un sino trágico, algunos poetas? ¿A qué se debe este ejercicio prematuramente fatal en algunos poetas? La roca es sensible al agua. La marea al mar. El pasto al sol. Y el viento a no pocas palabras. La rica historia de la poesía chilena en el siglo XX, está vinculada también a un sino trágico, debido a la muerte prematura, juvenil y dramática, en algunos casos. El fatalismo y la desgracia de la propia mano, porque de alguna manera la "mala suerte" tomaba nota en alguna esquina o casillero de la historia. La enfermedad también truncó proyectos no sólo de vida física, sino literarios, insustituibles e inimaginables. La historia poética chilena, dotada de una notable diversidad (deudora como toda la literatura latinoamericana de ingleses, franceses, griegos, italianos, etc.), se ha desplazado por la larga carretera geográfica Norte -Sur y viceversa, a sus propios ritmos, entre baches, silencios, a gran velocidad, con accidentes fatales en el camino.
El poeta de lo popular, considerado pionero, fundador de la poesía moderna chilena, murió hace un siglo, antes de los 30 años, inédito, y se llamó Carlos Pezoa Véliz. Nicanor Parra, el antipoeta, lo ha considerado uno de sus antecedentes. Pezoa Véliz vivió en la precaria marginalidad de su sombra y un día fue encontrado bajo los escombros, herido de muerte, tras el devastador terremoto grado 8.6, de Valparaíso, en 1906, cuando la ciudad porteña se desplomó como un suspiro de dinosaurio furioso. El poeta ya estaba mortalmente herido de vida. No sale ileso bajo los escombros en la pensión donde vivía, aplastado por una pared, queda inválido y precariamente vivo.
Mi madre me recitaba dos poemas célebres de Pezoa Véliz, lo que me hace pensar lo popular que fue en su momento:El Pintor pereza ( Este es un artista de paleta añeja/que usa una cachimba de color coñac/y habita una boharda de ventana vieja/donde un reloj viejo masculla: tic tac...)
Y el texto clásico en la memoria poética chilena: Tarde en el Hospital: Sobre el campo el agua mustia/cae fina, grácil, leve;/con el agua cae angustia:/llueve/Y pues solo en amplia pieza,/yazgo en cama,/ yazgo enfermo,/para espantar la tristeza,/duermo/. Pero el agua ha lloriqueado/junto a mí, /cansada, leve; despierto sobresaltado/: llueve/Entonces, muerto de angustia/ante el panorama inmenso,/mientras cae el agua mustia,/pienso.
La poesía ha tenido un destino casi de olvido, a pesar de la trascendencia de la palabra, de su antiguo ejercicio como lenguaje esencial y la maravilla de su avispero, aguijoneo verbal. La poesía está en todas aprtes y en ninguna, lo he repetido varias veces, pero se siente, olfatea, ve, palpa y su manera de recrear y descubrir el mundo, siempre es una novedad cuando estamos ante un verdadero poema. Toda esta desvinculación, aislamiento, marginalidad, se presenta a las puertas del autor y golpea. los gobiernos, las entidades culturales, la sociedad, los medios, los poderes arbitrarios, en uno y otro sentido, empujan al abismo a quienes ya viven en la marginalidad, amparados por el poderoso y frágil sustento de su arte. Pablo de Rokha, autor de una vasta y desigual obra, pero importante y revolucionario poeta del lenguaje, llevó todo lo lejos que pudo la realidad de su áspera vida, convulsionada existencia, dramática sobreviviencia, porque andaba apatadas por todo Chile vendiendo su obra, intercambiando libros, revendiendo cuadros, dejando el hígado en cada estación del sur de su patria. Mantuvo un pulso feroz con Neruda y menos intenso con Huidobro,y todos los poetas que no estaban con él y su poesía. Luchó como un león enjaulado y después herido por la muerte de su esposa Winnet de Rokha, y antes por la muerte prematura de su hijo, el poeta Carlos de Rokha. Más tarde se suicidó su hijo pintor, José de Rokha. Y sólo quedaba prácticamente él y su hija Lukó, pintora también.
Pablo de Rokha, autor de 38 libros de poesía, fue un poeta desmesurado, lleno de imágenes, con poemas formidables y perdurables, como La epopeya de las bebidas y comidas, Canto del macho anciano y una serie de poemas de sus numerosos libros, que tienen como explicación un Yo gigantesco, desmesurado y su visión dialéctica de la historia y del mundo. A De Rokha hay que biografiarlo histórica y personalmente, indagarlo en el pulso social que le tocó vivir , sus circunstancias y contexto, para entender sus descomunales combates con la realidad.
Genio y figura: Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh, Pueblos!El canto frente a frente al mismo Satanás,dialoga con la ciencia tremenda de los muertos, y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.Aún mis días son restos de enormes muebles viejos,anoche «Dios» llevaba entre mundos que vanasí, mi niña, solos, y tú dices: «te quiero»cuando hablas con «tu» Pablo, sin oírle jamás.El hombre y la mujer tienen olor a tumba,El cuerpo se me cae sobre la tierra brutaLo mismo que el ataúd rojo del infeliz.Enemigo total, aúllo por los barrios,un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro que el hipo de cien perros botados a morir.
Balada:
"Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, al azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque sí; moriría si NO cantase, moriría si NO cantase" O así escribe y se pronuncia: Atardeciendo me arrodillé junto a una inmensa y gris piedra humilde, democrática, trágica, y su oratoria, su elocuencia inmóvil habló conmigo en aquel sordo lenguaje cosmopolita e ingenuo del ritmo universal; hoy, tendido a la sombra de los lagos he sentido el llanto de los muertos flotando en las corolas; oigo crecer las plantas y morir, los viajeros planetas degollados igual que animales, el sol se pone al fondo de mis años lúgubres, amarillos, amarillos, amarillos, las espigas van naciéndome, a media noche los eternos ríos lloran a la orilla de mi tristeza y a mis dolores maximalistas se les caen las hojas"
Pablo de Rokha, el macho anciano, reciniría tarde el Premio Nacional de Literatura en 1965 y tres años después, el 10 de septiembre de 1968, se suicidaría de un balazo en la boca, com osu hijo Pablo, dos meses antes. Recuerdo que fui a la Unievrsidad de Chile, donde velaban su cadáevr, por solidaridad con el día de mañana, desde luego con la poesía de De Rokha y su vida de piedra. Esa noche vi a Antonio Skármeta y el cuerpo silente de uno de los poetas vaticinadores del Chile que se fue barranco abajo.
Los poetas y la República son una misma cosa, en uno y otro sentido, van y vienen con la historia y la poesía puede ser un accidente en manos de la autoridad para el propio autor. Yo diría descarrilarse en la larga vía férrea de Chile, la que alguna vez tuvo y yo compartí en cada andén de mi país, el que dejé más helado, petrificado, congelado, que nunca. El poeta puede ausentarse en el yo inextinguible, presentarse públicamente, pero siempre debe Ser. (Veo pasar la otra cara de la poesía, bajo mis pies, los tanques patrullar la noche/la madrugada de Chile y nosotros en un balcón que divide la ciudad de Norte a Sur, en el centro de nuestro propio epitafio. Aplastan por placer todo intento de rebelión. El mejor poema de la dictadura, es quebrar hasta la última hormiga)...Y si Fellini pasara con una carroza tirada por caballos blancos , repartiendo helados de invierno, con sus amigos muertos que se levantan a tomar una cerveza y a dialogar con los vivos muertos de espanto.
En el espeso jardín de la muerte, crece también la poesía...son lirios recién cortados, rosas aún frescas...Roma no se hizo en un día, repite el capitán General sobre el desierto de Chile. Los bomberos deben estar en un estado de ardiente gloria y cuando la patria está en llamas, ellos acuden a su llama(do)
Alfonso Alcalde, dejó una vasta, rica, personal, extraordianria y singular obra poética, un verdadero Panorama ante nosotros. La opaca, ciega vitrina de Chile, lo ignoró, aún lo olvida para que no crea que que se trataba de un simulacro o un truco de vieja retórica. El mensaje es saber, aún después de muerto, que estamos ante una tradición, donde el olvido tiene nietos, tataranietos y mucho futuro aún en su más clásica dinastía del ninguneo. Alcalde, periodista, escritor y poeta, fue hombre errante- viajó por América, Europa. Medio Oriente- y de muchos oficios, se quedó con la vida atravesada en un hilo. En 1947 se instaló formalmente en la poesía con su primer libro: el poemario Balada para una ciudad muerta. El senador Neruda fue su padrino, pero Alcalde después consideró que era un libro inmaduro y quemó casi toda la edición. Mi vida ha sido un largo Folletín, definió en una oportunidad su propia existencia. Es autor de una treintena de libros de poesía y prosa, textos testimoniales sobre Marilyn Monroe, Violeta Parra y Salvador Allende. Habría que detenerse en la sombra de la vida y de la muerte, de este viajero que quemaba espejos, daba vuelta la espalda y partía de uno y otro lugar. Se casó unas seis veces y otras tantas sin papel. Vino hacer, hizo y en su Salmo de la porfía, precisa hasta donde puede ir su palabra: Con mi cabeza/com oantorcha/y cavando mi propia tumba/seguiré escribiendo.

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