Un ghostwriter debe comenzar
por olvidarse de sí mismo,
hacerse cómplice de quien representa
en el anonimato del texto.
No olvidar, eso sí, el valor
intrínseco de las palabras,
que es cuanto le compete,
en espíritu, cuerpo y alma,
dejar acaso la huella
de un desconocido,
sin nombre,
en el tintero del olvido.
Rolando Gabrielli2025

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