domingo, marzo 05, 2006

Panamá quiere tocar el cielo

Panamá quiere tocar el cielo con los dedos de sus torres de 50, 80, 102 pisos, la más grande de América latina y que mirará al océano Pacífico, solemne e irreverente desde esta pequeña ciudad cosmopolita de poco más de un millón de habitantes, ubicada en el centro de las Américas. El Istmo, atravesado entre el Sur y el Norte, es una franja muy codiciada, un lugar de oportunidades reconocido por el ojo mágico de Carlos V de Alemania y I de España, hace más de cinco siglos. Si al emperador no se le ponía el sol en su imperio, no era cualquier observador frente a la posición geográfica privilegiada de esta bisagra de las Américas.
Simón Bolivar le asignò a Panamá un papel similar al Corinto griego, mientras que Francia intentó construir un canal y fue Estados Unidos, quien finalmente llevó a cabo esa empresa al vencer las enfermedades y la naturaleza. Panamá vuelve a ser centro de esta moneda viajera del mundo y experimenta un notable boom en la construcción de modernas y altas edificaciones, que han comenzado a modificar aún más la silueta de la ciudad. Crecen como hongos en esta pequeña Manhattan latina y son centro de atención de compradores de Estados Unidos, Europa, Asia y América latina. Es un comienzo en una ciudad que con 236 edificaciones altas, ostenta el récord en cuanto a esas edificaciones por centímetros cuadrados. Panamá se va alegre hacia el cielo de la mano de los arquitectos y de la demanda inmobiliaria en un sitio seguro, con mar, más barato de Estados Unidos, Europa y Asia, de área dólar, con clima tropical alejado de huracanes, tornados y terremotos. Un tiempo de excepción en un país que invertirá 10 mil millones de dólares en la ampliación de Canal y que fue escogido por Chile y Singapur para ser plataforma para la reexportación de sus porductos. El abanico es más amplio, porque el istmo cuenta con una vieja y rica historia comercial y de servicios martítimos, bancarios y la mayor Zona Libre de Comercio del hemisferio occidental. Singapur no alcanza a los 700 kilómetros cuadradados, tiene poca agua, no posee tierras cultivables, ni otras ciudades, pero es el puerto más grande del sudeste asiático y exporta 300 mil millones de dólares. Si bien comercializa unos 18 mil millones de dólares hacia Estados Unidos, comienza ahora a mirar a las Américas a través de Panamá. Es el país del futuro que ha cuadriculado los recursos en su territorio de bolsillo para el bienestar de sus habitantes. La arquitectura es sorprendente, vanguardista, aplicada a las condiciones climáticas y a la densidad de su población, que supera en unos 2 millones de habitantes a la de Panamá, que aún no alcanza los 3 millones. Fue una antigua base militar británica y hoy transitan diariamente 600 barcos por su puerto. Panamá llegó a tener decenas de bases militares norteamericanas en su territorio y 14 permanentes hasta el fin de los Tratados Torrijos-Carter. Tiene una de las principales vías de intercomunicación marítimo de América hacia Europa y Estados Unidos. Ha creado una enorme expectativa el paso que han dado comercialmente Panamá y Singapur dos pequeños gigantes marítimos estratégicamente ubicados en el mapa mundial y con experiencias en el manejo y transporte de mercaderías alrededor del mundo.
Panamá no mira en vano el cielo. Todas las religiones conviven pacíficamente en el territorio canalero y es fácil ver a judíos, hindúes, pakistaníes, musulmanes. Vestidos con sus trajes y atuendos típicos por las calles, entrar a sus templos. La mayoría es católica en Panamá, pero están a la vista las Sinagogas, Mezquitas, el Templo B`ahai de la India, y ahora ha comenzado a erigirse el mayor templo del país de la religión de los Mormones de Utah, en la ex zona de Canal a un coste de 12 millones de dólares. Los templos conviven en Panamá, y a veces comparten un mismo Dios . Hay más religiones, Hossana, Bautistas y seguidores de Buda. El Templo B´ahai está en una colina y domina la ciudad. Cuando se ilumina en la noche, su cúpula brilla como un diamante y en los atardeceres con la puesta de sol se transforma en una envidiable postal sacada de Las Mil y una Noches. ¿Dios está más cerca de Panamà? Dios es panameño, dicen los panameños, un país con mínimas tragedias naturales, sin conflictos políticos intestinales, que apuesta a la diversión, alegría, al día a día. El futuro en Panamá pareciera pensarlo dos veces antes de entrar por sus dos mares o aduanas. Todo es hoy. Mirar hacia atrás, ni para coger impulso, sostiene un sabio y reeptido dicho popular. veo pasar a mochileros y mochileras de Estados Unidos, Canadá y Europa, desprendidos de sus propios dáis, descomplicados por el Istmo, bajo un sol radiante, alejados de todo conflicto, penetrados por la magia de sus descubrimientos, bajo la sombra de la naturaleza y un sol canicular. Pantalones cortos, barbas, el aquí y ahora. Los más de 100 mil chinos, forman otro paisaje típico en Panamá. Son adoradores de los modernos y brillantes casinos refrigerados, tipo Las Vegas. Panamá tiene más casinos que Londres. El azar es algo más que un habitante en el país, forma parte del estado de la conciencia nacional. Chinos y panameños se la juegan todo el tiempo cada día de sus vidas. Los grandes salones refrigerados con sus titilantes y ruidosas maquinitas de monedas, el Black Jack, o la ruleta, parecieran competir a la hora de las oraciones. ¿Son templos de una distinta adoración? ¿Dios se la juega ante esas almas que levitan en el azar? ya están los planos para un nuevo casino en las proximidades del Hipódromo y a unas cuantas cuadras de uno de los cementerios de la ciudad. Es la ley del mercado. El cliente sabe a que lugar entrar.
La arquitectura es una de las activividades, combinación arte-técnica, más globalizadas y en una afiebrada revolución impulsada por los nuevos materiales y el diseño, como la apuesta de grandes capitales a la construcción de Iconos. Las grandes ciudades tienen sus iconos y siguen creando lugares espectaculares, únicos, atractivos para sus habitantes y visitantes. Fue Frank Ghery quien abrio esta nueva dimensión ala arquitectura con el diseño del exitoso museo vasco Guggenheim. Vivimos una época claramente marcada por estas edificaciones, verdaderos templos del magnetismo, adoración, contemplación, sitios para ser recorridos una y otra vez, instalados y fundados por el simple espectador. Panamà perdió su Icono en los planos hace algunos años. Se esfumó el proyecto más ambicioso: La Torre Generali. En una esquina de una de las principales avenidas de la capital se iba a levantar la majestuosa torre en la majestuosidad de su propia estampa y tiempo, ese silencio, instante único, que saben vivir e imponer las edificaciones con personalidad y que nacen para ser ellas mismas. Las torres bajan la vista para mirarse la estructura y sus vosceras. Sus ojos saben de otras alturas y su cuerpo arquitectónico, de los vientos, descifran en la soledad de sus largas noches como viajan las inmóviles estrellas a través de la luz. El cielorraso no les impide soñar más alto.
Son los dioses de titanio, acero, hierro, cristales, los que se erigen ante nuestros ojos en las grandes y pequeñas ciudades. Inmóviles, aparentemente, visitados, viejo rito cumplido en otros tiempos ante las pirámides, templos incas, aztecas, mayas, en las antiguas impensadas civilizaciones que adoraban la piedra, un monolito, sus propias cavernas. Son las nuevas carpas en el desierto de la conciencia humana, devociones de un mismo cielo inalcanzable, paisajes ancestrales recuperados en el futuro. Nos convocan cada día a un espectáculo y también a una razón estética cuando el arte conjuga la realidad deslumbrante en estos nuevos altares.
La construcción de edificios altos, hangares de sus propias alturas, es una epidemia global. Panamá sube unos escalones más en dirección hacia el cielo. Más que dobla la apuesta, en verdad. El Istmo es tránsito, paso, un camino, ya lo han dicho los cronistas de su tiempo y de otro, del nuestro, nosotros. Hombres, mercancìas, plantas, especies, a uno y otro lado. Tres ciudades en una y una cuarta construyéndose a paso de magia y dólares, tecnología en el litoral costero, cuya hermosa bahía espera ser saneada para dar paso a la nueva ciudad. La ciudad se seguirá soñando. Es uno de los proyectos humanos más interesantes, esenciales, necesarios, forma parte de la vida en sociedad.
Lo que ocurre en arquitectura en Panamá, es una tendencia mundial de las ciudades que tienen la oportun idad de desarrollar nuevos y modernos espacios. Confluyen en el Istmo varios proyectos de envergadura, lo que hace mayor las expectativas para una parte de la población. El Canal ya trajo una bonanza de impacto global durante el ancimiento de la república y esta podría ser una nueva expansión imortante. No sólo se construyen iconos en países ricos como Dubai, Estados Unidos, Japón, China, Australia, España, sino en Santiago de Chile y Panamá, como hemos dicho. En la capital chilena ya se puso la primera piedra de un mega proyecto de hoteles, torres, comercio y mall por un valor de 400 millones de dólares. El argentino César Pelli, que ha construido edificios emblemáticos en Estados Unidos y en el mundo, ha diseñado la torre de 57 pisos, la más alta de Chile, país de grandes y continuos terremotos.
La tendencia es una sóla: hacer más ciudad. La tecnología que se utilizará en Chile es la misma que se empleó para construir Las Petronas, en Kuala Lumpur, Malasia. Con esa tecnología se erigirá Planetarium, dos torres de 72 y 82 pisos, respectivamente, en Panamá. Los arquitectos son globales: Renzo Piano construye en Londres o Estados Unidos, Calatrava en Valencia o Nueva York, Pelli en Chicago o Chile, Ghery en España, Estados Unidos, y todos en el mundo. Existe un gran espacio global, sin duda, para hacer más ciudad. Rolando Gabrielli©2006

1 comentario:

MaGaStYLe dijo...

:::La verdad es que no lei el post,jajaja.
pero si el perfil.lleguea tu blog porquete leí en Lun, donde también pulicaron el de una amiga.un abrazo desde Temuco

Lau