domingo, abril 08, 2007

ABRIL 17 del 2007





El calendario marcaba 2013. Una fecha absurda, de ficción. La pudo haber soñado y usado Ray Bradbury y no sería un cliché. Sin embargo, el calendario había avanzado en el tiempo. Un formalismo más, porque después de todo nada queda. Había luna en las noches como en tantas partes del mundo. Sol de día, como en algunos lugares. Lluvias, como en menos partes. Gente violenta, en todas las partes donde viven personas. Ocurren casi las mismas cosas que ocurren en cualquier lugar donde nacen hombres. Un bombillo o ampolleta alumbra o estalla en cualquier parte de la misma manera. Cualquier parte o lugar son una misma parte o lugar. Abundan sitios así por la gente que los habita. Lo había pensado muchas veces, vivido, casi soñado. Lo que está repetido, es común, pareciera estar escrito. A nadie se lo había escuchado o leído, pero no sonaba mal del todo. Los paisajes naturales suelen permanecer y cambiar. Las ciudades van transformándose con los años y alguien siempre las encontrará diferentes. La monotonía es el precio más alto del aburrimiento. Las combinaciones suelen ser las mismas variaciones y terminan en lo ya conocido: una rutina diferente. Lo que es redondo no deja de serlo. Una frase casi cuadrada, a la medida de cualquier circunferencia. La fecha carecía de toda importancia, porque igual que el tiempo pasa, sucede que ya ocurrió. Marcar un período o tiempo, cuando todo ha sucedido o tiene un mismo tiempo, carece de sentido. El tiempo de atrás y de adelante, no es el mismo tiempo del medio, que puede ser presente, entre un pasado y un futuro. Pero tarde o temprano terminarán siendo lo mismo. El tiempo pasa, es lo único cierto, aunque sea ficción. Gira y gira la polea, se repasa así misma.
La Vidente había dicho: el tiempo le traerá todas las respuestas. ¿El tiempo se lo lleva el viento o el viento no tiene tiempo? La cábala a veces es como un dinosaurio helado, un cocodrilo lleno de lágrimas, un sauce que podría tener un antepasado cocodrilo por llorón. Así, alguien me dijo, prefiero la muerte sin país, un océano silencioso, sin palabras. Un Epitafio es como seguir permaneciendo, una existencia de palabras duras. ¿Para qué más fronteras que la profundidad de la tierra, el aire o el mar? Dio tres oportunidades a los vivos. Se sacudió de paso la muerte, el pasado, dejó todo en limpio, la hoja final, como en un principio. Sólo agregó una segunda fecha. La última que complementa la primera, que viene liviana, fresca, nueva, misteriosa, absolutamente inédita.
Escribir un libro es una fecha en el tiempo, una manera de expresar algo sobre algo de alguien o muchas cosas o una en particular. Un libro tiene un destinatario, ninguno o millones. Un libro se imprime para derrotar al tiempo, al menos asustarlo. Es una obsesión que se sale de la cabeza, pasa a las manos y se imprime. Puede tener tapas duras o blandas, siempre hojas con letras, frases, tipografía, su propia retórica. Un libro siempre lleva un nombre como una persona, aunque más largo a veces. Bueno, con los apellidos, es diferente la comparación. Es su identificación para toda la vida, como nosotros. Sus páginas, contenido, es su identidad, la cédula del libro, verdaderas huellas digitales del autor. Escribir un libro es una obsesión, varios y editarlos, un trabajo, una manera delirante de ganarse o perder la vida. La mayoría de las personas pasan toda su vida sin escribir un libro y menos editarlo. Muchos piensan en escribir un libro y no lo hacen. Yo soñé casi cuatro décadas con editar un libro. El libro estaba escrito, la portada existía. Pensé en agregarle dibujos, los encargué a un pintor. Me los envió desde París. Los encontré caros y los devolví por el mismo tubo que me llegaron. No sé que los hizo el pintor, pero forman parte de mi eterno libro inédito. O era demasiado seguro o inseguro. No sé. El libro siempre estaba por imprimirse, al menos en mi memoria e imaginación. Llegué a hacer unas pruebas de imprenta con Gente Nueva de Colombia, mi amigo Eduardo Marín. Aún las guardo. Son las pruebas de mi rotundo olvido, ausencia, fracaso. Consulté en Chile para editar en mi último viaje en 1987. No llegamos a nada. Quería editar un libro con alguna dignidad en la forma. No para ganar en los anaqueles, sino por respeto a mí mismo y al lector. La poesía no tiene por qué ser cachureo, mercado persa, escombro, páginas de tercera. Mi libro, premiado en Chile, se transformó en una idea manoseada de las formas de edición. Partes de él fueron leídas en un taller de escritores, discutidos los poemas, criticados. Un poema se editó en Trilce y el libro pasó al inventario del olvido. Se me hizo mil veces la misma pregunta: ¿por qué no editas? Ya mi carrera de poeta inédito había trascendido, hacía carrera más allá de las fronteras de Chile y de donde vivía en Panamá, y me fui enamorando del olvido de la página impresa. Había acumulado algunos lauros circunstanciales en Chile, México y Panamá, y escribía rabiosamente periodismo: 2O páginas diarias. “El más conocido de los inéditos” Inédito tiene otros significados y sinónimos, como original, desconocido, nuevo, fresco, reciente, impublicado. Quizás no sea muy meritorio superar a Rimbaud y a Kafka en el silencio, pero era un primer paso. Aunque esta situación estaba más cerca del anonimato. La poesía se fue acumulando. Cuadernos. Papeles. Libretas. Hojas. Memoria. Concursos. Nada oficial con la palabra impresa. Viajes. Conferencias. Conversaciones. Ilusiones. Las mismas vueltas sobre el mismo olvido.”Aquí no hay editoriales” “La poesía le interesa a muy poca gente y aquí a menos”. ”Piensa en una novela. Piensa en prosa” “Libro para zopilotes”. (Me imaginaba a un buitre frente a la bahía leyendo poemas a su zopilota).
Se acumulaban las páginas cortadas en verso y en líneas más largas, es decir, prosa. Ni Fu, ni Fa. Me contacto con representantes de escritores. Ni Fu, ni Fa. Y hablo con representantes de una editorial local. Ni Fu, ni Fa. Un juego divertido. (Leo: Ulises de J. Joyce fue rechazado por 33 editoriales) Ningún mérito desde luego. Un barómetro para saber que la temperatura no ha cambiado. La lucha por ir al escaparate, se esfumó, o tal vez nunca existió. Inédito es como acostarse todas las noches con las sábanas limpias. Poseer un rollo de papel siempre blanco. Es la enorme responsabilidad de saberse custodio del silencio.
Hay libros sagrados. Libros de libros. Libros clásicos. Libros que no cansan la vista. Libros entretenidos. Libros aburridos. Libros llenos de conocimiento. Libros de aventura, imaginación, magia. (Esos son mis preferidos.) Libros poéticos. (Hay toda clase de libros). Libros que se sienten bien en nuestras manos. Libros que nos siguen guiñando un ojo después de años. Libros de Feria, estanterías, vitrinas. Libros que uno quisiera haber escrito. Libros que uno encontró al pasar y sus secretas páginas nos hablaron de otros mundos, tocaron nuestros sentidos y corazón. Libros que pasaron de mano en mano y siguieron respirando como en un principio. Libtros que devoramos en un andén en un verano sin olvido.
Los libros y los escritores, los periodistas, artistas, han sido perseguidos por siglos y quemadas sus obras. Conocí en Chile, viví, la reedición de ese capítulo medieval, inquisidor, nazi-facista de la humanidad. Libros guillotinados y quemados. Es cuando más se ama la palabra impresa.Armas letales para los dictadores. A veces un simple poema perturba el sueño a un tirano.
El libro es una antesala a una aventura, sueño, felicidad. Tal vez, un día de estos, publique uno.
Rolando Gabrielli©2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

proximamente comienza la 33 feria del libro en ARGENTINA.