miércoles, enero 06, 2010

Camus despuès de Camus


No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar.
Albert Camus

Hablar de Albert Camus, 50 años despuès de su muerte, puede resultar casi una arrogancia y ciertamente, de alguna manera, no sabemos que pensarìa este sobreviviente de sì mismo hasta los 46 años, y de la literatura, hasta nuestros dìas. Es difìcil encasillar al autor de El Extranjero, una obra que leì un verano sin tiempo en Santiago de Chile, cuando veìamos aùn la cordillera y sus nieves eternas. Su hija Catherine, pienso, encontrò la frase para definir a un intelectual indefinible: recordarlo como un escritor. Sus hijos gemelos se han opuesto a que el presidente Nicolàs Sarkosy traslade los restos de su padre al Panteòn de Francia, donde yacen figuras que han marcado la historia de ese paìs europeo. Piensan que Camus se sentirìa incòmodo o no a gusto, en el mejor de los casos. Ciertamente Camus, dijo que se lamentaba de haber perdido años en Parìs. ¿Por què entonces Sarkosy, que se considera un gran lector del autor de La peste, quiere trasladar sus restos del sur de Francia, donde el propio Camus decidiò pasar la eternidad?
Los gobiernos suelen a veces incorporar tàcitamente a su mandato, a escritores, intelectuales, figuras relevantes, que otorgan una distinciòn a sus actos en ese momento de la historia y que podrìan arropar la filosofìa de su norte.
Humanista, filòsofo de las grandes preguntas, narrador de una època del horror, "enemigo de las ideologìas", "la voz de los sin voz", autor esencial en medio de las dos feroces guerras, la mundial y la de independencia de Argelia, su patria de nacimiento. Camus pareciera tambièn un extranjero de sì mismo, alguien que no entrò en el juego de los espejos que reflejan la realidad. Combatiò en la Resistencia francesa contra los nazis y fue el director del mìtico diario Combat. Abandonò el Partido Comunista. Camus destinò su vida a ser Camus.
Esta manìa de calificar y encasillar, dejèmosla para los crìticos, profesores, acadèmicos, los dueños de una retòrica perfecta. Camus es hijo de su propia mochila vivida desde su miserable infancia, hijo de mujer española casi sorda y analfabeta y de un padre francès, peòn agrìcola, viviò la pobreza en un barrio argelino en tiempos de la colonia francesa. Quedò huèrfano de padre a poco de nacer. Y su madre, a quien adoraba por encima de cualquier otra razòn, le rodeò de silencio.
A veces pienso, sin referirme a su obra, que Camus escogiò su libertad personal y escribiò porque la humanidad pesa demasiado en la conciencia de un hombre. De Camus sabemos de una amistad en principio con el Pope Sartre y despuès desaveniencias polìticas, "filosòficas", puntos de vista encontrados, corrientes contrarias, visiones polìticas con difirente òpticas y adhesiones distintas. Camus y Sartre tomaron caminos diferentes. Que la historia se encargue de ponerlos en su lugar. ¿Filòsofo-escritor, escritor-filòsofo? Lèanlo y me dicen. A veces son vàlidas las citas de los autores para reconocerse asìmismos. Y Camus cita a Pascal: No se muestra la grandeza por estar en un extremo, sino tocando los dos a la vez.
Aunque muriò joven a los 46 años, ya Premio Nobel de Literatura (Sartre rechazarìa el lauro sueco) producto de un accidente automovilìstico, dejò una apreciable obra: novela, ensayos, teatro, crònicas. El Extranjero, El mito de Sìsifo, Calìgula, La Peste, El Hombre rebelde, Estado de Sitio y El primer hombre, libro pòstumo inconcluso, entre otros.
Camus nos entrega sus dudas, fragilidades, grandes interrogantes y respuestas, las que èl considera que son las verdaderas quizàs o aproximaciones al gran iceberg de la duda. Camus solìa escribir y hacer afirmaciones como estas: " El siglo XVII fue el siglo de las matemàticas; el XVIII, el de las ciencias fìsicas; el XIX, el de la biologìa. Nuestro siglo XX es el siglo del miedo. Y el XXI queda colgando de su propio hilo, por su cuenta, mirando el abismo como si lo fuera abrazar.
Sostenìa opiniones como estas, no por su originalidad o profundidad, sino tal vez por lo simple y cotidiano, una manera de buscar la felicidad: "La paz consistirìa en amar en silencio. Pero existe la conciencia, y la persona: hay que hablar. Amar se convierte en un infierno".
Camus ya no està hace 50 años. El mundo ha dado varias vueltas al revès y al derecho. Dejò un boleto de tren en su bolsillo antes de morir en la carretera. Su destino era otro, no el que escogiò en un principio. Y esta nota sobre la banalidad de un presidente de ordenar un nicho a un cementerio oficial, lleno de glamour històrico, para un hombre sencillo que escogiò descansar finalmente en el sur de Francia, debe servirnos para recordar al hombre y escritor. Un hijo pobre de la Argelia colonizada, desgarrada, comprometido con la humanidad. Èl decìa que como hombre amaba la felicidad y como artista le parecìa que todavìa tenìa personajes que hacer vivir sin ayuda de guerras o tribunales. Y miraba hacia el futuro, refirièndose al presente: Los artistas de tiempos pasados podìan callarse, al menos ante las tiranías. Las tiranìas de hoy se han perfeccionado; no admiten ya el silencio ni la neutralidad. El mundo se fue a la Luna, Marte, està tronando por Jùpiter. Un tiempo de muchas cabezas, sin tiempo.
Me gustan personalmente las reflexiones que hace Camus sobre el poeta Arthur Rimbaud, en sus ensayos: El Hombre Rebelde.
Camus, en su ensayo surrealismo y revoluciòn, sostiene que Rimbaud fue el poeta de la rebeliòn sòlo en su obra, porque a partir de las cartas de Harrar, se constata que el silencio del autor de las Iluminaciones "no es para él una nueva manera de rebelarse" Camus sostiene que la grandeza de Rimbaud es haber dado a la rebeliòn el lenguaje màs extrañamente justo que haya recibido jamàs. El autor de La Peste, sostiene que para conservar el mito de Rimbaud: el mago, el vidente, hay que ignorar esas cartas decisivas. Por esas misivas que cuentan de su existencia en Àfrica, donde un dìa Rimbaud partiò a buscar fortuna y olvidò la poesìa, nos enteramos que el poeta traficò armas y cargaba un cinturòn con 8 kilos de oro en un cinturòn que le aprisionaba el vientre y que le produjo disenterìa. Camus comenta que Rimbaud fue deificado por haber renuncaido a su propio genio, "como si ese renunciamiento supusiese una virtud sobrehumana", Para el filòsofo, es todo lo contrario: el genio supone una virtud, no la renuncia al genio. Es el màs grande poeta de la rebeliòn cuando insulta y saluda a la belleza, sostiene Camus, y su verdadero genio fue esa contradiciòn que le mataba, que età retratada en sus dos obras: Una temporada en el infierno y las Iluminaciones. Para Camus, las sufriò en un mismo tiempo.
Defraudan las cartas de Harrar, nos deja entrever Camus, cuando un poeta como Rimbaud se armaba contra la justicia y la esperanza, que se secaba gloriosmente al aire del crimen, quiere finalmente casarse con alguien que tenga un porvenir. El parèntesis africano de Rimbaud, descoloca al màs tolerante de sus biògrafos, al lector màs complaciente, por lo que repite Camus y revelan sus cartas de Harrar. El poeta maldito, nos recuerda Camus, no habla màs que de su dinero, que quiere ver bien colocado y produciendo rentas regularmente.
Este oràculo fulgurante como le llama el filòsofo, vuelve a encontrar su grandeza postrado en su cama en el puerto de Marsella, en su agonìa. Es cuando ya se aproxima su fin, "en que la mediocridad del corazòn se hace conmovedora, apunta Camus. !Què desgraciado soy!...¡Y conmigo tengo dinero que ni siquiera puedo vigilar!. Son esa horas miserable que le devuelven la grandeza, en opiniòn de Camus, cuando Rimbaud dice:¡No, no, ahora me rebelo contra la muerte!. El joven Rimabud, agrega, resucita ante el abismo, y con èl la rebeliòn de los tiempos en que la imprecaciòn contra la vida no era màs que la desesperaciòn de la muerte."Entonces es cuando el traficante burguès se junta con el adolescente desgarrado que nosotros hemos amado con apasionamiento", dice Camus. Le alcanza en el horror y el dolor amargo, añade, donde se encuentran finalmente los hombres que no han sabido saludar la felicidad.

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