miércoles, noviembre 30, 2011


Acaba de morir la hija de Josif Stalin "en  la pobreza y el anonimato del condado de Richland, en medio del vacío de las explanadas rurales de Wisconsin", anuncian los diarios, días después de su fallecimiento. A ella no le gustaba, dicen,  las cámaras.
Se transformó en un producto deslumbrante de la Guerra Fría cuando en un viaje a la India para lanzar al Ganges las cenizas de su esposo, se asiló en la embajada de Estados Unidos. Una época en que se sumaba puntos ante la opinión pública.
Svetlana Stalin prefirió llamarse Svetlana Allilueva, apellido de su madre, y después el de norteamericana, Lana Peters. Cuando su padre había muerto hacía 14 años,  se asiló, pero deambuló por un monasterio suizo, en asilos de ancianos de Inglaterra y Estados Unidos finalmente. Dicen que perdió toda su fortuna.
Svetlana en el interin de su novelada vida escribió un par de libros, uno epistolar considerado un best seller y de paso regresó con su hija a la antigua Unión Soviética. En Moscú dijo que no había conocido un sólo día de libertad en Occidente. Calificó de regimen corrupto al sistema soviético y comparó la KGB con la Gestapo.
A "Stalin lo describe, en general, como una persona honesta. Lo fundamental es su caracterización de que Stalin no tenía nada misterioso o recóndito. Era un hombre primitivo, rencoroso y autoritario, muy limitado en lo intelectual"Millones de rusos sucumbieron bajo su bota y al mismo tiempo salvó a su  nación de la invasión  del ejército nazi de Hitler.
A su llegada a Nueva Jersey por la puerta neoyorkina, quemó públicamente su pasaporte soviético, cuando huía de su país. Años después, al final de alguna jornada, en su retorno  a Estados Unidos, dijo  en Wisconsin,  que nunca había renegado de EE UU, que todo había sido una mala traducción de sus palabras.
Una historia para novelarla, insinuó alguien, destino trágico, confirma la historia quizás.

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