viernes, marzo 12, 2021

El diván de Freud

Freud fue un gran curioso,

un insaciable explorador

de la loca de la casa,

eso se   ve   a simple vista

revisando su   extensa bibliografía,

obsesiones, pasiones, confesiones

diría, no del todo resueltas,

su vicio   casi   inconfesable,

por conocer   el   pozo inagotable

de la máquina infinita   del    deseo.

Fue un hombre aferrado

a la misma tabla de salvación

que cualquier otro hombre

en constante naufragio

y un sabio espejo   le   replicaba

 el abismo de sus días, buenos y malos.

No tiene nada de extraordinario

de afirmarlo, ni significa descubrimiento alguno.

Checo de nacimiento, un judío más en Viena,

fue   el   padre del psicoanálisis,

gracias a la neurosis y la histeria

No tardó en sentar   a sus pacientes

en un diván para interrogarlos,

hasta los detalles más íntimos de sus vidas,

conversación   sin   filtro   acerca   de   los recuerdos,

emociones, sin tapujos y que expresaran su malestar.

(No estoy     diciendo,     ni espero decir ,

 nada nuevo de este judío curioso

y yo diría kafkiano, basándome,

 en que fue más allá de lo tradicional

y pensable para cualquier observador

de su tiempo y de otros. )

Freud no se detuvo, comenzó a interpretar

los sueños, hurgar en la lejana, memoriosa infancia,

 se   introdujo en la psiquis humana

y lo alentó, al   parecer,     mirarse asimismo.

(No sé si esta afirmación es especulación.

Escribo para que también otros   opinen

Y se miren en su propio espejo.)

Deshuesó la psiquis humana,

un arqueólogo en verdad

 de nuestro pasado, presente y futuro.

¿Cómo cuadrar todo eso,

resolverlo en una sola ecuación?

Viajó al fondo del pozo de los sentidos,

retornaba una y otra vez  de la mano del inconsciente

 y   siguió    viajando,

en la formidable   película del ego,   sin libreto,

cualquiera podría ser el protagonista, quizás,  

y se transformó, quiero pensar, en

un formidable padre de sus pacientes.

(Una infidencia más, qué puede ser

para un hombre que marcó el siglo XX.

Su curiosidad  era insaciable,

un gato acechando un ratón,

la presa más grande quizás fue

lo indescifrable, la femme,

que gran enigma para Freud

y qué decir de nosotros simples mortales.

 ¿Qué es o qué quiere o desea la mujer?,

se preguntó   hasta el final de sus días

y no encontró la respuesta.

Quizás no    existe,       profesor

y no podemos hablar de un fracaso,

los enigmas no son para descifrarlos,

considerarlos quizás un desafío,

como buscar una aguja en el pajar.

Rolando Gabrielli2021

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