sábado, septiembre 22, 2007

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera...


Tu risa

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire,
pero no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora más oscura
desgrana tu risa,
y si de pronto ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, por que tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,

cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.
Pablo Neruda Los versos del Capitán.



Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano. P.N.

Este 23 de septiembre se cumplen 34 años de la desaparición física de Pablo Neruda, el poeta más leido y discutido del siglo XX. Neruda es un continente de vastas masas oceánicas, montañas, ríos, bosques, de olvidados muelles al alba, crepúsculos solitarios y de un Sur infinito que nace de alguna estrella titilante.

Nació en un polvoso pueblo blanco en la zona de central de Chile, Parral, pero su infancia y adolescencia la vivió en Temuco, la frontera, tierra mapuche (araucana) y su poesía creció en esos bosques secretos. Poeta del amor, la materia, del pueblo, de las cosas sencillas, de la geografía, del Sur, de Chile, América, comprometido con su época, poeta universal. Calificativos que no hacen a un poeta, rótulos de la crítica, Neruda fue parte esencial del escenario político y social del siglo XX, una figura emblemática, el último Aedo, dijo Enrique Lihn.

Tan discutido como indiscutible, movía pasiones, polémicas, adhesiones monumentales, críticas

+ viscerales, su poesía sigue leyéndose y no deja indiferente ni a los lectores de google. Temprano y rotundo como los aguaceros torrenciales del sur, apareció la poética nerudiana, crepuscular, desesperada, nostálgica, impregnada del pólen de sus días juveniles, de las amapolas rojas de sus amadas con sus noches contemplativas, angustiadas, llenas de la palabra melancolía.

Santiago/Rangún/BuenosAires/Madrid/México/Europa/Italia/Chile/Isla Negra/Valparaíso/La Habana/Santiago/Nueva York/París/Isla Negra...Neruda fue un viajero inmóvil que nunca se detuvo, un poeta presente, político, comprometido, más cerca de la sangre que de la tinta, como dijera Federico García Lorca. Sus Residencias en la Tierra, Canto general, Odas elementales, 20 Poemas de amor y una Canción desesperada, son libros que marcan una época en la historia poética chilena y del habla castellana.

De sus días asiáticos abandonados a los cuartos solitarios, tiempo residenciario, poesía que deslumbró a García Lorca y a una generación de latinoamericanos y chilenos, porque nos hablaba de un hombre que se cansaba de ser hombre, Neruda abandona su anarquismo durante la Guerra Civil Española y cambia su poesía, como el mismo lo registra con sus palabras. Comienza otra historia con España en el corazón, pero no abandonaría su poesía amorosa.

Neruda es la suma de su poesía y contradicciones humanas, de todos y cada uno de los compromisos. Su poesía compartió la mesa de la poesía con grandes poetas chilenos, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Pablo de Rokha. Fue la época dorada de la poesía chilena en el siglo XX, no sólo por sus dos premios Nobeles, sino porque el relevo después de Darío, ha pasado por dos poetas chilenos: Neruda y Parra. Es el "Siglo de Oro" de la poesía del país de la estrella solitaria.
A los poetas hay que leerlos lentamente, sin aprehensiones, a solas con su página, como si nosotros reescribiéramos el poema. La poesía requiere esa morosidad, silencio, la suspensión del instante en la palabra y buscar a solas por qué dijo esto el poeta. Uno lee con la información del siglo XXI, otro contexto, una mirada diferente, además que es personal, como el acto o el sueño que motivó al poeta para entregarnos el poema o un conjunto en un libro.
Las cuerdas y vibraciones del poema son distintas a las de un cantante de rock, que está frente a nosotros con otras motivaciones e instrumentos. La palabra, solo la palabra defiende el poema, lo que ella carga en su lenguaje. En su bunker de palabras, el poema, dice, calla, plantea, pero siempre se somete a la interpretación suprema del lector. La última palabra la tiene indiscutiblemente el lector, aunque el poema seguirá diciendo lo suyo de diferentes maneras a cada nuevo lector. La poesía de Neruda tiene un amplio espectro, en ella viajan sus propias vanguardias, las múltiples miradas del Vate a su amplio universo personal y externo, los escenarios de sus intereses poéticos. Neruda escribió, escribió con "alegría" frente a la página en blanco, fue generoso en amores y en la palabra.
Al poeta ni su poesía pueden dejarse fuera de su contexto histórico, "moverlo" sin que se note, de su escenario político y social, aunque la poesía de Neruda es universal. Neruda dijo en una oportunidad en Valparaíso, en una presentación casi desconocida de su vida política y cultural, que se reconocía asímismo como un Poeta de Utilidad Pública. Se sentía en contacto permanente con la gente, recorrió con su poesía físicamente Chile, desde su desierto al exhuberante y lluvioso, selvático sur, de extremo a extremo con su palabra. Poeta de la chilenidad, de la tierra, madera, materia, de los frutos de su inagotable verbo, Neruda fue fiel a su época, a sus pobres, difíciles y gloriosos días, al tiempo que la historia le dio para consumir y vivir.
De hecho vivió en el ojo de la tormenta política a partir de la Guerra Civil española, senador exiliado posteriormente, candidato a la presidencia de Chile, embajador en Francia y hostigado por el éjercito de Chile desde el Golpe de estado hasta su muerte el 23 de septiembre de 1973 en Santiago de Chile. Su casa en Santiago, La Chascona, había sido saqueada y destruida, y en Isla Negra, el propio poeta fue visitado por un contingente militar que lo interrogó. Neruda estaba en cama, tenía cáncer a la próstata y los acontecimientos del 11 de septiembre debilitaron su corazón. Fue trasladado a Santiago de urgencia días después, humillado nuevamente por un contingente militar que detuvo la ambulancia que le transportaba y paró la camilla verticalmente en la carretera. México le ofreció salir de Chile y Neruda prefirió finalmente quedarse. Eran sus últimas horas, los fusilamientos, ríos de sangre, la muerte de Allende, Neruda partió definitivamente la noche del 23 de septiembre. Dejaba sus Memorias y 8 libros inéditos y un país fracturado de Norte a Sur

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