lunes, febrero 25, 2008

Virginia Woolf






Virginia Woolf escucha una voz
que sin ser su voz
le habla, pía, implora
con la lucidez de la muerte
gorgea el pájaro de sangre y luz.
Una doncella helada en el patio
de mi niñez entre azaleas
con la mano escribe
el monólogo que la devora
en la luz ciega que ve en la sombra.
Virginia es la voz que llama del otro lado,
a Irlanda que busca a Irlanda
el pájaro que gorgea en su garganta
la palabra agónica sin llegar a ser
el lado oscuro de su escritura.
Una ventana busca sus ojos para ver la muerte,
en vano escapa ilesa de su propia mano.
Amó Virginia Woolf el ajedrez de su laberinto,
lo escuchó hasta que su voz dejó de engañarla
y llenó sus bolsillos de piedras
para que un río arrastrara por fin su memoria.
Rolando Gabrielli©2008

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