jueves, marzo 06, 2008

La tarde de la Iguana...








El trópico es vida y muerte incesante... La tarde de marzo estaba caliente y tranquila. Caminaba, como lo hago diariamente por el parque y nada parecía ser diferente a otros días. Es un lugar donde el tiempo sabe esperar. La naturaleza no tiene apuro, al parecer. Yo dejaba estirar mis músculos, circular la sangre, oxigenarse a mis pulmones. Aún se puede, aunque la ciudad tenga miles de automóviles dando vuelta mañana y noche, con sus rabiosos carburadores contaminando. Una señora paseaba un bebé y un par de niños pequeños revoloteaban por el parque. Esos eran todos los seres vivos aparentemente. De pronto dos jardineros bajaron apresuradamente la escalera de los 11 peldaños con sus herramientas y apuraron el paso, corrieron más bien, sobre la malla que separa la selva del parque. Yo estaba a unos metros de ellos, pero mi miopía, andaba sin lentes, no me permitió ver bien el escenario. Sólo escuché sus pies apresurados sobre las hojas secas. Ese sonido tan común en el otoño sureño. Eran dos hombres bajos de estatura, comprobé cuando me fui acercando. De aspecto indígena y algo acholados. Se avalanzaron veloces sobre la cerca y alcancé a ver un animal entre sus manos. Al acercarme vi sus rostros sonrientes y una iguana grande, gorda, que daba la impresión de estar llena de huevos.
Fue el ojo de lince que les llevó a detectar a la iguana, un réptil silencioso, que sabe camuflarse y que se desplaza con conocimiento del área donde habita. La sagacidad del más grande depredador de la humanidad, el hombre, supera en ocasiones la velocidad de sus propias intenciones. De inmediato supe que era la tarde la Iguana. Recordé en un ligero ejercicio de hace unas décadas, la película de John Houston sobre la obra de Tennesse Williams, cuyo paisaje definitivo es México, en una de sus magníficas playas en Puerto Vallarta. Richard Burton, ya desaparecido, es el reverendo con su alma en crisis, un tema de este y otros tiempos. Esa es la iguana humana de la conciencia y la culpa mimetizada al mismo tiempo.
La iguana es un pariente del dinosaurio y nos mira cansada con sus ojos de hace 70 millones de años. Recogida por un tiempo nuevo, soleado, la iguana se cobija en la selva sobre los árboles y descansa en una pose de sultana tropical, con su antigua vejez y privacidad de joven anciana que aún nos acompaña en estos tiempos. La iguana aprendió de los abismos que no supo conjurar el dinosaurio, ni esa sobrealimentación que necesitaba con urgencia para sobrevivir el cataclismo que los dioses lanzaron a la tierra, cuando ellos reinaban. No había que comer en aquellos tiempos y esta criatura del tamaño del hambre de un ejército, pereció y nos dejó de herencia esta miniatura llamada iguana.
La iguana es muy apetecida, especialmente por la gente interiorana panameña, que la ve como una exquisitez en la mesa. He preguntado por su sabor y me han dicho que sabe a gallina, aunque más dura. El plato se prepara con coco.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que esta historia continuará...No será capaz de dejarnos dejarnos haciendo el pingüino ¿verdad?

Anónimo dijo...

Descanse en paz la iguana formando parte de la intimidad de depredadores con vista de felino

Gracias

Anónimo dijo...

pobre iguana ya es historia dentro de un plato gastronomico..