viernes, diciembre 02, 2011

Aquí nos vamos de Parranda...apúntese!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!







A PARRA, le preguntaron una vez:


 si le gustaría ser el mayor poeta chileno, y respondió que no, que le bastaría con ser el mejor de Isla Negra
Hay dos maneras de refutar a Neruda: una es no leyéndolo, la otra es leyéndolo de mala fe. Yo he practicado ambas, pero ninguna me dio resultado.

Una vez andando
con Parra frente
al edificio Diego Portales
ex Gabriela Mistral
El Palacio  robado de la
Junta Militar
que volvió a llamarse
Gabriela Mistral
Parra, el angelorum
de San Fabián de Alico,
cazurro, ladino y presto,
se detuvo en medio
de la noche santiaguina
y me dijo ante
el oscuro presente,
compañero, casi solemne,
ahora  que vamos a hacer
y argumentó en medio
de la parranda
de desaparecidos,
se nos murió
la Catedral.
Ni un sordo
pudo entender mejor,
el triple salto mortal
del antipoeta,
que a Neruda se refería.
(Rolando Gabrielli)

¿Más sabe Nicanor por antipoeta que por diablo?



Versos de salón (1962): "Durante medio siglo/ la poesía fue/ el paraíso del tonto solemne./ Hasta que vine yo/ y me instalé con mi montaña rusa".

Manifiesto: 1963
Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
«Libertad absoluta de expresión».

ESTAMOS ENTRANDO EN CONTACTO CON PARRA

Contactos de la sesión de fotos al poeta chileno Nicanor Parra, realizada por Claudio Pérez

UNA CORBATA PARA NICANOR
Una corbata para Nicanor
No sólo
tiene
uvas
esta parra
de Parra,
sino
frutos mentales:
higos
rugosos
como
reflexiones,
espigas
espinudas
o nueces
encefálicas:
así es la parra
del poeta
Parra.


Él
hace
vino
de
estos
frutos
brutales
que
brotan
de
su
propia
parra,
o de
la burla
que
se hace
racimo

o
de
la bofetada
que
es
un
súbito
fruto
del
parrón
o parral.


Y si por azar puro
o por predilección
queda algún ojo
en tinta,
Nicanor
Parra
escribe
con tinta
de ojo en tinta.
Éste es el hombre
que derrotó
al suspiro
y es muy capaz
de encabezar
la decapitación
del suspirante.

Criminal tentativa!
Pero
luego
y sin remordimiento
con gran cuidado
pega
la cabeza
caída
al cuerpo
separado,
y se dirige
al río
con un saco
de sus
propios
suspiros
que tira
suspirando
a la
corriente.
Éste es el caso
del poeta
Parra
y de
la
misteriosa
fórmula
de
su parra
secreta.
Pablo Neruda, Isla Negra, noviembre de 1966


La película de Nicanor
"¿Qué vamos a hacer cuando no esté Parra? Es la única máquina folladora de su imagen irrepetible, contestaría, lúdica, antipoética, lúcida, absolutamente arbitraria, parriana con partida de nacimiento. Nicanor Parra, autor de Poemas y antipoemas, Versos de salón, Obra gruesa y La cueca larga, entre otros libros, es un personaje oleado y sacramentado en la gloria, un poeta chaplinesco, hijo del cine mudo, cuyo reinado poético se extiende hace décadas en la pobre Capitanía de Chile, jamás regida por rey alguno. Parra, a sus casi 95 años, se niega hacer mutis por el foro, y se asoma a la platea poética a teatro lleno y dice: Sigo siendo el Rey. Sólo sale de su casa a Isla Negra, cuando va a la casa de Neruda y hace de cicerón para ilustres visitantes. El viejo Hamlet de San Fabián de Alico demuele su propia sonrisa, si es necesario, en la solemnidad potente de su ironía. Sus maestros, Kafka y Chaplin, recrean su atmósfera frente al océano Pacífico como si el mundo esperara una última ola.
Yo no escribo para canonizarlo, ni darle los últimos sagrados óleos, santificarlo ni llevarlo a la cruz o someterlo a la crítica, porque todo eso ya lo vivió el antipoeta que ya ascendió al Olimpo. Parra sólo necesito un pizarrón negro para escribir la antipoesía, advertirnos que las palabras son según el espejo con que las miremos y valen por lo que nunca fueron antes y nunca significan lo mismo. Eso es poesía, aunque él quería convertir en escombros el pasado lenguaje de la poesía, pero lo que está escrito viene de muy atrás, casi antes del principio y este género viejo está en continuo movimiento y cada época tiene sus propios ventrílocuos, tejedores de una palabra nueva, poetas que miran la rosa como si ya no tuviera espinas.
Parra tal vez viene de vuelta pedaleando por la angosta faja de la poesía, con su mochila y antorcha de Gran Sacristán, leyendo al revés la Biblia, enseñando su catecismo sin Dios ni ley, viendo la interminable carretera que le espera, con su río de palabras va a la mar. Así como él le sobrevivió a Neruda, otros le sobrevivirán a él y la poesía seguirá el viejo y eterno curso de las palabras. Parra es un himno de una nueva memoria.
La máquina de follar antipoesía parriana pareciera intacta, porque no sólo se trata de la palabra escrita, sino de todo el andamiaje parriano, su escenario visual, exterior, privado, secreto, sus antiguas y más modestas performances, todos los recursos histriónicos del viejo juglar. ¿Qué sería de Parra sin Parra? ¿El maestro le pregunta al discípulo?
Quienes no conocen personalmente a Nicanor Parra o han leído de paso su poesía o no han puesto cuidado en sus últimos movimientos de hace más de medio siglo, no podrán comprender cuánto ha trabajado y sudado el hombre para llegar hasta donde está. Se decidió en medio de un camino espinoso, cuesta arriba, encumbrado, rodeado de varios escaladores más y de uno que había llegado al Everest de la poesía. Parra es un maratonista de largo aliento y ha estudiado cada uno de sus pasos, movimientos y gestos, y trabajado su poesía como si Dios sólo lo hubiese autorizado a él. No se detuvo más desde que escribió Poemas y antipoemas hace 55 años. Decididamente se montó en la montaña rusa de la poesía y en sus propias palabras. Su propósito era no dejar títere con cabeza. Avanzó a diestra y siniestra, sin contemplaciones, por una autopista sin semáforos. Recuerdo cuando Mario Benedetti llegó a Chile en el 69 y lo entrevistó con motivo del Premio Nacional de Literatura. Benedetti concluyó que Parra era un candidato al suicidio, a pesar de su euforia, mantenía un ácido humor negro. Tres años más tarde, inauguraría sus delirantes Artefactos, unos nudos ciegos que se abrían en sus perfectas contradicciones, pulsaciones para detonar en los sentidos del lector. Los vi construir en sus enormes cuadernos con esa letra champollioniniana, algo infantil, de huaso sin letra, pero muy versado. Parra había entrado por la puerta de la cocina con su nueva poesía, cocinada en su fábrica de demolición del establecimiento. Parra sobrevivió a su siglo, entró en el XXI cargado de gloria y se quedó en Chile los 17 años y medio de la negra oscura dictadura, donde la poesía vivía en una cama de faquir. Parra no ha estado sólo en el escenario poético chileno después de la muerte de Neruda. Gonzalo Rojas, Lihn, Teillier, Anguita, Hahn, Millán, Uribe Arce, Barquero, han sido las cabezas más visibles de ese período, que incluye este siglo, aunque algunos no llegaron. Creo que a Parra y a la poesía del habla castellana y a España, le hacen falta que le otorguen cuanto antes el Premio Cervantes."
28 de agosto 2009, Rolando Gabrielli



HOMENAJE AL SUPERMAN DE LA ANTIPOESIA
Muchos me preguntan si está vivo Nicanor Parra. Les digo, como Neruda, la Mistral, Huidobro, De Rokha, G. Rojas, Hahn, Teillier, Lihn y pare de contar. Sólo que atraviesa las noches en Las Cruces con la calavera de Hamlet en el Pacífico chileno, y en un mundo lleno de terror, es el único poeta autorizado para detonar artefactos, poéticos, indudablemente.
Parra, me convencí, no cree en la muerte, él la va a enterrar y le recitará su poema de Lázaro, y si aún así no comprenden su 'inmortalidad', la rematará con un epitafio: me gustas cuando callas.
Hijo del insomnio nerudiano, Nicanor Parra, lorquiano, corazón, y parriano por obligación, vino a este mundo a pedalea por el hondo y peludo camino de la poesía entre rosas y espinas, violetas y nomeolvides, desde San Fabián de Alico a Oxford, pasando por La Reina, el Pedagógico de la Universidad de Chile, Nueva York, Pekin y Moscú. La entrada a Estocolmo se le negó dos veces, antes del cantar de un gallo, y aún así, el muy bribón también lo niega. No hay primera, sin tercera, y Nicanor va otra vez a la pecera de Estocolmo.
Pero ahí está aún, vivito y coleando, hombre de primeras planas, en un país en que la poesía naufraga como una prima dona por la Vega Central, quiere flores señorita, del brazo de un cabo de la comisaría de Renca, huérfana, pálida, enjuta, llena de amores y absolutamente olvidada hasta por los cementerios. Es uno de nuestros grandes mitos en extinción como el desastre de Rancagua, la inmortal gloria del fracaso.
A Nicanor, antes de morir, el municipio debiera entregarle las llaves del cementerio para que haga a solas sus arreglos, explique las tardanzas, se comunique con sus colegas, les cuente como está la cosa en tierra firme, y los entere del smog, un oxígeno que los chilenos disfrutan como si ya todos estuvieran enterrados.
Un último servicio de poeta sería escribir una Oda al smog y recitarla bajo tierra, porque este es en verdad uno de los grandes vicios del mundo moderno, asfixiarse por cuenta propia. La vos gangosa y más famosa del Chile poético del siglo XX, le acompañaría en un dúo subterráneo
El país podría recoger de la atmósfera el suficiente material para hacer y exportar bombas lacrimógenas, ya que es un exportador neto hasta de lombrices. A globalizar el mercado del smog, una de las tareas de la antipoesía. Nicanor Parra se muere de la risa con Hamlet en Las Cruces. No le teme cruzar el río, dice, al otro lado estará Roberto, su hermano, esperándole con su guitarra y la Violeta, la viola chilensis, en un canto profundo de dolor y tierra. La vida es un guijarro callado y alegre.
El hombre está tocando aún la Cueca más larga de Chile, es un poeta long play. Simplemente un larga duración. Se ha declarado inmortal y no acepta velas, ningún entierro
El hombre que dijo, entre Huidobro, Neruda y de Rokha, que él no tenía velas en ese entierro, sigue vivo y coleando, pulsando lo cola del Dragón de la poesía.
¿Quién dijo que la poesía estaba en un ataúd lleno de rosas lista para ser enterrada?
Sigue creciendo en los viñedos de Parral, en el Valle de Elqui, Cartagena, bajo el smog de Santiago flotan sus raíces y en Las Cruces, vive con la muerte.
Parra, el último retórico

Nicanor Parra es como el bolero, está siempre despidiéndose. El hombre estruja los calcetines de su poesía. Le arranca la propia retórica, un último grito al cisne, y las cenizas del Ave Fénix son parrianas. Upa, chalupa, le dice a la antipoesía. Se retira, pero sigue jugando. Pacta con Las Cruces, pero no con la cruz. Es un nuevo mar silencioso entre sus dos pares: Neruda y Huidobro, un paso a la izquierda y otro más allá, el que primero dieron ellos, los grandes fantasmas de la poesía chilena.
Parra es un aventajado de la Capitanía General de Chile. Se conserva como la estrella solitaria. Juega póker con Hamlet, y se distrae con sus monólogos frente a un tablero de ajedrez vacío. Sólo le queda apostar contra sí mismo y que lo hace muy a menudo. Ya no viaja, dice, al parecer gira sobre su propio círculo, cavando un pozo para su nueva retórica, como el taladro sobre el asfalto. Poco visitado, poeta solitario, anacoreta, Parra es su propio bumerang.
Ha sido tan parriano como ha podido. Fiel a sus uvas. Hay que conocerlo para saberlo. A los 91 años, cumplidos en septiembre, decidió lanzar, sus obras completas. A la semana siguiente, si aún le queda cuerda, escribirá un Opus para seguir con la leyenda, que puede haber una Obra Gruesa, pero no completa.
Parra no sólo es un poeta vivo, sino vivazo. Reencarnado en Rojas Jiménez, Romeo Murgas, Carlos de Rokha, Omar Cáceres, Rubio, se ha propuesto a sobrevivirnos a todos y de seguro nos prepara un antipoema para lanzarnos como uno de sus artefactos, si fuéramos el hombre imaginario.
Parra no se compondrá ya a estas alturas. Ni hace falta, dirá. Está aferrado con dientes y muelas como un recién nacido. Su mirada es la de un águila que no cree en la inocencia. Sólo un millón de homenajes después de muerto podría silenciarlo en parte. Una catarata de aplausos como un maremoto. Un alud de discursos en la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), a puerta cerrada. Un paseo por las afueras del Pedagógico de la Universidad de Chile, junto a los terribles Plátanos Orientales. Es inmortal el aintipoeta.
Parra prefiere dar vueltas y vueltas entre paredes blancas con su cuaderno de notas. Le obsesiona, es drogadicto, dice, de la página en blanco. Lo describen como un marciano con sus pantalones verdes. Parra no cree en cementerios. Ya Chile los ha tenido a lo largo y ancho, Norte a Sur, de todos los colores, sabores, dolores, horrores. En alguna esquina infernal de Chile, en otro sentido, con distintas motivaciones, alejado de toda antipoesía, Augusto Pinochet cuenta sus días. Es el autor de la Cueca del terror más larga de Chile, y que nos perdone el antipoeta. Ese huaso se fue de mano y claveteó el gran ataúd de Chile. Este es Chile, mi hermosa Patria.
Parra es otra cosa. Un poeta con más vidas que un gato. No se le ve pasar bajo una escalera desde sus días de infancia en San Fabián de Alico, cuando su hermana Violeta Parra se untaba el delantal con maqui. El antipoeta está en sus plenos cabales en una nueva aventura frente a la página en blanco. Según confesiones propias, hace 19 años no edita, desde que publicó Hojas de Parra, y en cada intento vemos sorprendentemente que intenta apagar el sol con los dedos de una mano. Es Parra en su última retórica, un hueso duro de roer.
Nació en Chile, de padre y madre chilenos, y hermanos también. Profesor de Mecánica Racional, con estudios en la Universidad de Chile y en Oxford. Laureado de Sur a Norte, pasando por Madrid, Londres, México y Nueva York. Cuando Mario Benedetti lo entrevistó poco después que le habían otorgado el Premio Nacional de Literatura en su casa de La Reina, en las faldas de la Cordillera de los Andes, el escritor montevideano creyó que Parra se suicidaría en cualquier momento. Nos engañó a todos, más bien cada día nos entrega una fórmula para seguir viviendo.
Parra no ha creído en el límite de la imaginación, sí, en el ejercicio, experimento per se en el poema (antipoema). Calcetines guachos es su más reciente intento por decir, nombrar, poner las cosas a su manera en la página en blanco. Ese pan está aùn en el horno. Un Parra para el 2007, disparando los cartuchos de un oráculo que se resiste a quedar ciego.
El antipoeta vela las armas de la antipoesía, día y noche, en el blanco mesón de su posada:
Nicanor Parra
El antipoeta no está ciego como el Oráculo de Delfos,
vela la antipoesía en la noche de su última posada,
no deja rastros, no deja huellas, rastrea el poema,
enciende una vela a la próxima primavera,
oscurece el cuarto lo que del día le queda,
no cree en las ventanas y sin embargo las abre
a ciega, a ciegas se entrega a algún corazón
y se reconoce en el espejo de la hermana muerta.
No es profeta, no es carpintero,
es un soldador de palabras,
recicla en las noches lo que produce su nevera,
el poema crece bajo la tierra y nadie ve sus raíces,
inmenso sol rojo que sólo la amada reconoce.
Un astronauta que no vuela más allá de la parcela
del poema, siembra su luna, ciega el trigo negro
de su último invierno,
el antipoeta nunca llora.
Rolando Gabrielli©2006
Vivito y parreando en los noventa, poeta (deshojando sus margaritas).

Nicanor Parra ha tomado el rostro enigmático de la picaresca de un pirata que se ha robado el fuego de la poesía y que aún al borde de su abismo en los 90 de su larga vida, listo para cruzar el río, es nuestro Hamlet más parecido al inmortal príncipe shakespereano. Toca la guitarra con su pequeña cítara clandestina en Las Cruces, entre Isla Negra y Cartagena, la poesía de su propia cuerda, decidida después de cavilar sobre los restos del pentagrama de su Cancionero sin nombre.
La vida lo ha puesto en más de una imprudencia como la de llegar a los 91 vivito y parreando, y nos guiña un ojo con su melena blanca envuelto en cenizas, más clandestino que público, en el sacerdocio de sus días, junto a un pequeño altar donde homenajea la antipoesía y las uvas, fruto de su memoria.
Parra fue golosina de los críticos durante años, un pretexto en el Chile formal, ambiguo, oblicuamente democrático, pajoso en el verbo del conformismo, despiadado a la hora del té inglés, pero vino el físico racionalista a hacer su trabajo de “demolición”, como solía decirnos en sus informales, cotidianas, ocasionales conversaciones. Demoler lo que denominaba el viejo edificio de la poesía, la tradición, la capa y la espada, lo que tronara a su alrededor, porque él traía un nuevo lenguaje, una cocina diferente con otro menú, la salsa de sus propias confesiones, hallazgos, propuestas y el humor que no abandona ni aunque cayera en estado comatoso.
Un asmático, Parra, que no perdió oxígeno, ni titubeó para llamar las cosas y la poesía por su nombre. Urdió en su casa de La Reina, en las faldas cordilleranas de Santiago, en una pequeña casa de madera, como un Robinson Crusoe, su teoría temeraria de la antipoesía, que tenía sus orígenes en algunos adelantados chilenos, Pesoa Véliz, Huidobro, en el esbozo del futuro gusano parriano. Y no se detuvo. Obsesionado como un científico, buscaba su fórmula, la alquimia de su propio verbo, un lugar común para su oficio de intérprete de las cosas diarias, lo que le ocurre al hombre, a la mujer en sociedad, como individuos, pareja, a este universo golondrina que no hace verano, cuyas baterías de luciérnaga parecieran estar apagándose.
La poesía a la que concluyó Parra, siempre en experimentación, que tanto ha influido en América, incluida Estados Unidos y que poco se conoce en España, cuna clásica, ortodoxa, acartonada muchas veces, es universalmente chilena: made en Chile.
Parra se explica a partir del minotauro Neruda, de todas las corrientes mistralianas, huidobrianas, y más atrás, desde luego en su propia búsqueda constante, confrontacional, porque el poeta de Obra Gruesa nunca dejó de marcar su territorio.
Eso le ha enseñado Nicanor Parra a las futuras generaciones: marcar el territorio, aunque parezca que la cancha ya está rayada. En un territorio tan largo, de profundas fosas marinas, paisaje de extremos, variados climas, no era fácil encontrar un sitio en la poesía chilena que no tuviera vista al mar nerudiano o a la cordillera mistraliana, o al profundo valle huidobriano. Parra se las ingenió finalmente, cavó su propio sepulcro, se instaló como un cadáver exquisito en la primavera chilena. Sin oficialismo de ninguna naturaleza, a capella, en el sacerdocio del Yo.
Ahora, dizque anacoreta, lejos de la gloriola huidobriana, de la vaca sagrada nerudiana, del trueno rokhiano, pero aspirante al Nobel de Literatura, desde el oráculo de sus costas, siempre mil veces Parra. Y se lo merece, dijo Harold Bloom. Ahora, cuando cumpla los 92 en septiembre, este año, quizás la Academia Sueca le rinda un nuevo homenaje a la poesía chilena en el antipoeta. Parra sigue en carrera como en sus mejores tiempos, aquellos días celebrados en Estados Unidos ante una treintena de poetas del mundo e invitado a la Casa Blanca, a un té con Patricia Nixon. Fue una época hostil para el autor de Versos de salón, La camisa de fuerza, La cueca larga, porque después tuvo que subirse a la montaña rusa. Eran tiempos de la Guerra Fría, donde no se permitía “ningún desliz”, en los días que se bombardeaba Vietnam con napalm.
Parra, desde su aparente retiro, editará este año sus obras completas, un acto absolutamente antiparriano, pero en el rescate del escenario perdido, después del Cervantes otorgado al nada manco de Gonzalo Rojas. La edición de sus obras completas es un nuevo acontecimiento para la poesía chilena y castellana. En julio próximo, en el corazón del centenario de Neruda, edita su primer tomo. Parra es Parra, se las sabe todas y si no, las ineventa.
Lúcido, como de costumbre, actualizado, lector, oportuno en sus anécdotas, refranero, kafkiano, hamletiano, parriano a las mil maravillas, Parra se dispuso destripar las metáforas y coincide con Neruda hasta el final al admitir que el poeta es uno más del montón. Con espuelas de huaso chillanejo monta sobre el cisne y lo pone a graznar en su lenguaje, y se olvida del “ilusorio” mundo poético de la tradición y el establecimiento verbal.
Hace 50 años que Parra bautizó la antipoesía, al menos se embarcó en ella, venía de un mundo lorquiano, en medio de los grandes mandarines de la poesía chilena, desplazado inclusive por Gonzalo Rojas, uno de sus pares, y ha pasado mucha agua bajo el puente de su poesía. Aventajado discípulo de Kafka, desconcertante juglar de los tiempos modernos, sobrevivió los días ácidos de la dictadura, envuelto en llamas en su propia carpa, en ese circo romano, vestido con su trajecito de primera comunión y sacando la lengua.
Le faltaba la mosca al chocolate de la poesía chilena y Parra se la puso a revolotear. Trajo una nueva atmósfera, un espejo al revés desde el ángulo de su trizadura. Poesía como bandadas de pájaros de Hitchcock o las sillas desoladas de Ionesco, engavetada en el castillo de Kafka, aún Parra sigue deshojando sus propias margaritas. Después de los crepúsculos nerudianos, del folletín amoroso de los 20 poemas, de las Residencias, de los Sonetos de la muerte, de los últimos poemas huidobrianos, del de los ataúdes llenos de violines De Rokha, Parra, Parra trajo sus propios vicios e instaló el organillo de la antipoesía.
Se fue a los parques, cementerios, a los lugares más públicos, trazó su pista como si fuera un circo circular, en espiral, un pozo de muchas bocas, una bóveda llena de ángeles y demonios.
El profesor de física racional, del Chillán terremoteado, con su nariz de boxeador acomodado en las cuerdas de la Cordillera de los Andes, se instaló con lápiz y papel, libreta en mano, a buscarle la quinta pata al gato de la poesía tradicional. Todo el desierto, el mar y los confines del sur parecían arados por Neruda, la Mistral, Huidobro y De Rokha. Amén de los españoles ya conocidos, que habían trillado todos los romanceros, vanguardias y sus afines.
Nicanor Parra buscaba su poesía y personaje, otra dimensión, otro piso psicológico, desde el entretecho al subterráneo, se movía además en una dimensión irónica sin concesiones, ambigua, un salto sobre el espejo trizado de la realidad, Parra “hacía de las suyas con la palabra”, lo que buscaba, su propio calidoscopio: hechos y no palabras, el abandono de la metáfora. Neruda era su principal referente, ángel y demonio. Medio siglo “demoliendo el pasado”, construyendo su escenario, pocos en su tenaz camino de herrero, Parra, pedaleando día y noche como un organillero de pueblo, metódico, con un ego de príncipe italiano, vestido en Falabella, creyó recoger la última rosa en el andén de la poesía chilena.
Rolando Gabrielli©2006


PARRA EL VENTRÍLOCUO DEL HABALA POPULAR
Si yo fuera Nicanor Parra estarìa preparando un Artefacto en la vìspera de recibir el Premio Cervantes, porque no creo que el jurado de ese prestigioso lauro, el principal del idioma español, vuelva dejar pasar esta preciosa oportunidad de reconocer al ùltimo renovador de la poesìa hispanohablante, que ya frisa los 95, como dirìa el famoso autor del Quijote de La Mancha. Serìa una Mancha indeleble si se siguiera ninguneando, postergando, ignorando a un autor que dio vueltas de carnero a la poesìa. La verguenza es que Parra no es un autor muy conocido en España, a pesar que su obra es reconocida universalmente hace dècadas. Si bien, mi memoria es arbitraria, perezosa, olvidadiza, no tengo recuerdos frescos, hablo de años, sobre algùn artìculo escrito en la prensa española, importante relacionado con la obra del Antipoeta y profesor de Mecànica Racional, el chileno Nicanor Parra, conocido por muchos como el hermano mayor de Violeta Parra.

De Parra posiblemente se ha dicho casi todo, que su poesìa està contra todo e inclusive sì mismo, que bajò la poesìa del Olimpo, que es un demoledor del statu quo, del establecimiento, de la pequeña moral burguesa y uno de los mejores poetas de Occidente. Yo dirìa que es el nuevo ventrilocuo del habla popular y que sus retratos son lo que vemos a diario en el mundo que habitamos,- no los clàsicos y maniqueos perdedores y ganadores- sino el vasto, rico, sorprendente muestrario del mundo social real. Parra es un clàsico de la desolaciòn sin anestesia, suele poner el dedo en la yaga como un testimonio de vida y frente al huracàn que provocan sus palabras, nos recomienda no tragarse todo el anzuelo. Cada pez con su propio oxìgeno y a ver que hacemos todos juntos en la gran pecera de la poesìa. Parra es el artista de la cuerda floja. Irònico y humorista, còmico, satìrico y mordaz.

Parra, autor de Poemas y Antipoemas, Versos de Salòn, Obra Gruesa, La Cueca larga y otros poemas, Canciones Rusas, Artefactos, Hojas de Parra, entre otros libros, tuvo que recorrer un camino largo, arduo, laborioso, àspero y rebelde. Se instalò, desde que vislumbrò su papel en la poèsìa chilena, en las antìpodas de Neruda- vaca sagrada segùn Parra- y disparò como un francotirador sin contemplaciòn. Parra es uno de los dos poetas històricos que marcaron la poesìa chilena, latinoamericana y del habla hispana en el siglo XX, dos voces mayores con Gonzalo Rojas, junto a Neruda, la Mistral, Huidobro y Pablo de Rokha. Gonzalo Rojas es Premio Cervantes y ambos seràn homenajeados en vivo el 2010 durante el V Congreso Internacional de la Lengua Española que se realizarà en Valparaìso. Desde luego, los grandes homenajeados seràn los dos Premios Nobeles chilenos, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, con la ediciòn de dos millones de ejemplares de su obra en ediciones populares.

Desde estas pàginas hemos comentado en varias ocasiones la obra de Parra, la trascendencia de la intrascendencia de su poesìa que èl aparenta significar, y como ha dicho Harold Bloom, merece hace mucho el Premio Nobel porque su obra "es muy original, poderosa y emocionante" En un prefacio hace cinco años, Bloom dijo: "A sus noventa años, Nicanor Parra lleva casi setenta siendo un poeta original y vital". Parra, se ha dicho, le ha quitado solemnidad a la poesìa. De alguna manera, digo, le ha hecho aterrizar de narices.

La carrera por el Cervantes, a pocas horas de escribir este texto, es muy disputada por otros escritores, como el poeta mexicano Josè Emilio Pacheco, el narrador argentino Ricardo Piglia, la novelista chilena Isabel Allende, la mexicana Elena Poniatowska, entre otros. Pero sigue la mora con el nicaraguense Ernesto Cardenal y el español, Josè Leopoldo Marìa Panero, quienes no figuran en el listado.

El Artefacto que yo escribirìa si fuera Parra es este:
Les aplaudo con las manos de Lepanto
este Cervantes no es Manco,
pero el mundo es un espanto.
rg/noviembre 29/2009

En 1962, hace 47 años, el mundo parecìa ser otro, pero seguìa siendo mundo y Parra escribiò este poema intitulado: Tres Poesìas:

Ya no me queda nada por decir
Todo lo que tenìa que decir
Ha sido dicho no sè cuantas veces.

2

He preguntado no sè cuantas veces
Pero nadie contesta mis preguntas
Es absolutamente necesario
Que el abismo responda de una vez
Porque ya va quedando poco tiempo.

3

Sòlo una cosa clara:
Que la carne se llena de gusanos.

 julio 20, 2011



La reinvenciòn de Parra: ¿Un ùltimo guiño a la poesìa?


Una de las sugerencias que màs recuerdo de Nicanor Parra es su advertencia: "al borde del precipicio, pero sin caerse". Así se ha manejado él, durante casi 97 años, y tambièn su poesìa desde que lanzò su propuesta en 1954: Poemas y antipoemas, para salir de la clandestinidad y adentrarse en su propio camino y bajo sus riesgos. Toda la mitad del siglo XX y lo que llevamos de la nueva centuria, forma parte de la maratòn parriana, el màs tenaz corredor de fondo de la poesìa chilena.
sábado, julio 29, 2006


De qué caminos
¿De qué caminos vienen las piedras?
Esta que tropiezo,
me pertenece,
una y otra vez.
He llegado amarla,
sabiamente
me golpea.
Es mi camino.
Rolando Gabrielli©2006


A PARTIR DE PARRA
UNO

Las antologías son artefactos decididamente discrecionales y su contenido es una selección de textos al dente de su(s) autor (es). De las antologías podemos esperar casi todo. Desde la arbitrariedad a las omisiones y destaques subjetivos, patéticamente personalistas y disfuncionalmente creativos. Todas contienen el gusto de la mano que las elabora. Y contienen, sin duda, textos esenciales, algunos que sus propios autores no consideran representativos y otros que no debieran haber sido escogidos porque carecen de representatividad, peso y calidad poética. El antologador se transforma en juez y parte, y lleva adelante su proyecto contra viento y marea. Todas fueron escritas por algún objetivo y parten del punto de vista de su autor, como debe ser. Antologar es separar un conjunto aparte de manera selectiva. Las antologías son un inventario, la adjetivación de lo personal, una mirada de época, que siempre es restringida al ojo del amo que hace engordar el texto. Jorge Luis Borges que conocía de estos afanes, dijo en una oportunidad que nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus Simpatías y Diferencias. El inefable porteño ahondó aún más en su visión sobre estos libros guías, auxiliares de la memoria, cuando acuñó la frase: No hay antología cronológica que no empiece bien y no acabe mal.

He comprado a lo largo de los años algunas antologías de poesía chilena, norteamericana, venezolana, mexicana y quizás de algún otro país. Entre las curiosidades me ha sorprendido el volumen Poesía Chilena Contemporánea de Miguel Arteche, Juan Antonio Massone y Roque Esteban Scarpa, quien fuera mi profesor de Literatura General. Al final del índice acuña dos perlas: Enrique Lihn no autorizó ser incluido en esta antología y a continuación enumera los poemas que le habría gustado editar al antologador. Jorge Jobet también manifestó su deseo de ser excluido de estas páginas y se realiza el mismo procedimiento que con el poeta mencionado anteriormente. No conocía de estas sutilezas, pero ocurren como en este caso de una antología que abarca casi 100 años de poesía chilena. Son 150 poetas con 500 poemas. Está hasta el gato de Baudelaire.

Yo salí de Chile hace poco más de 31 años con un puñado de libros, entre ellos la Antología de la Poesía Chilena Contemporánea de Alfonso Calderón, con quien conversé poco antes de viajar y él me aconsejó que la incluyera en mi valija. Sus vistozas tapas rojas las forré con un papel inocente, porque el peligro(so) rojo cegaba al mandamás de turno. La presente antología, advierte al lector Calderón en sus primeras líneas, es el resultado de tres años de lecturas pacientes y reiteradas, de múltiples confrontaciones y dudas. La antología, que cuenta de dos partes, va de Diego Dublé Urrutia, 1898 hasta Gonzalo Millán, 1968, con su libro Relación Personal. La segunda parte es un Apéndice donde los autores testimonian sobre sus trabajos, la poesía y acto de creación, lo que le permite al lector encontrarse además de la obra con el autor en su solitario trabajo frente a la página en blanco. Es una selección de 33 poetas, la más balanceada que he leído para conocer la poesía chilena hasta los años 70 y sólo de allí desertó Hernán Valdés hacia la prosa. Lihn fijaba posiciones y nos dejaba en claro que la poesía tiene que ver más con el hombre y su relación con los acontecimientos socio-históricos, de lo que vislumbramos y a veces consideramos. Verso premonitorio, a demás: Un mundo nuevo se levanta sin ninguno de nosotros/y envejece, como es natural, más confiado en sus /fuerzas que en sus himnos. El profesor Naín Nómez, con Poesía Chilena Contemporánea. Breve Antología Poética, hace una selección de lo que él llama los principales poetas contemporáneos de Chile. Son ocho los elegidos en su orden: Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Pablo Neruda, Humberto Díaz Casanueva, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Jorge Teillier. No figura en esta selección de principio de los 90, Rosamel del Valle. Abre cronológicamente la Mistral por ser precursora de un cambio trascendental en la creación poética y cierra Teillier, quien creó la Escuela Lárica. Nómez no sólo presenta a los autores, sino nos entrega un perfil crítico de su obra, algo más que un trazo sobre sus vidas e incluye opiniones de los autores sobre la poesía. Nómez recoge en su selección tal vez las fuentes más poderosas de la poética chilena contemporánea, principalmente del siglo XX. La poesía en Chile ha sido una especie de primera, segunda y tercera memoria nacional. A ella acuden quienes quieren conocer un poco más del ser nacional, de la geogragía física de la larga y angosta tierra de quejas y contentaciones. El alma de una nación está en su poesía, en la intimidad de la rosa y la espina.

Existen dos antologías históricas. Selva Lírica, de 1916, que dejó por fuera a la Mistral, y la de Jorge Elliot, 1935. Ambas dejaron huellas y polémicas y son punto referencial hasta nuestros días, porque son textos que marcaron una época. Los ridíciculos preciosos, como le llamaron a sus jóvenes antologuistas, Volodia Teiteilboin y Eduardo Anguita, estremecieron poéticamente su tiempo con su olfato y arbitrariedades, el talento de dios y el demonio.

Erwin Díaz es el poeta antologador de esta antología intitulada Poesía Chilena de Hoy, de Parra a nuestros días, que tiene 10 ediciones, y la primera se remonta a 1988. Sus más de 500 páginas están integradas por 30 poetas, que escriben después de Neruda, a partir de Parra. La primera gran curiosidad de esta Antología es que en la Advertencia eliminar, suscrita por el crítico y profesor, Federico Schopf, es la advertencia que hace (válida la redundancia) que: "como era de esperar, el antologador y el que escribe estas líneas no están del todo de acuerdo en torno a los autores , y poemas elegidos". Erwin Díaz, es eel responsable de la Antología, decanta Schopf, quien ha compuesto estos materiales en medio de la desinformación y dificultades existen en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973. (La última edición es del 2005, cabe destacar y la dictadura concluyo en marzo del 90) lo cierto es que el desencanto por la poesía política nerudiana, sigo a Schopf, llevó a los poetas jóvenes destacados de ese entonces, Lihn y Armando Uribe a un encuentro con la antipoesía que desarrollaba Parra a partir de Poemas y Antipoemas (1954). Schopf confunde los años, habla de la antipoesía del Cancionero sin Nombre (1938), poemario que olvidó Parra, por no representar justamente su antipoesia, y con evidentes influencias garcíalorquianas. 17 años reflexionó Parra su futuro producto, para ver como entraba en el escenario de los grandes poetas chilenos. Parra entra a la escena y no la abandonaría más con Neruda vivo o sin Neruda, y si bien Enrique Lihn sostiene que el poeta de Versos de Salón, sustenta una estética que lo coloca al margen de nuestra tradición literaria, por Parra pasan Huidobro, Neruda y Carlos Pezoa Véliz y etc. Nada viene del aire, ni el amanecer de Parra, que es la nueva vendimia de la poesía chilena, de quien se transformó en un vocero de la calle, áspero ruiseñor de la vida, luminoso individuo con su soliloquio imaginario y real.

DOS

Parra llegaba para instalarse en la vida cotidiana, uno más del montón, el poeta por más antipoeta, sigue escribiendo poesía. Parra se ha autodefinido como un hombre anti-stablishment, y cierta crítica así lo ve y asimila. Es parte importante de la perfomance del poeta y de la antipoesía, demoler lo establecido y construir un horizonte para ser divisado desde otra perspectiva, lejos del yo personal, dentro del yo colectivo. Parra se hizo cada vez más público y no se bajo de ese escenario que construyó con sus actos y palabras. Comprendió que le había tocado la mesa del pellejo de la Guerra Fría y no los grandes escenarios nerudianos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, entre otros momentos históricos irrepetibles para el mundo y la poesía. Frente a la ola monumental histórica de Neruda en su Isla Negra y al mito huidobriano parisino, creacionista, mundano, una Mistral reconocida con el Nobel y su trágica, dolida existencia, con el desprecio y estigma de Chile, Parra comienza a disparar a diestra y siniestra, se monta en su propio carrrusel, montaña rusa y acuña sus famosos versos-artefactos del momento estelar de los tiempos del hielo político global: Cuba sí, Yankis también. Ya viajaba en la historia, no sólo en la memoria antipoética parriana, el propio Parra, "su sabiduría polìtica", le transformaba en un Canciller de la poesía en la guerra fría. Viajará a Cuba, Washington, Moscú y Pekín de entonces, casi los mismos recorridos del Vate de Isla Negra, con la excepción de Washington: campo largamente vedado. No nos vayamos fuera de la Antología, porque estamos en la historia y dentro del personaje vivo que hemos conocido directamente. Allende, Viet nam, la izquierda chilena, tragos amargos para uno de nuestros últimos mohicanos candidatos al Nobel de Literatura, como después la carpa que le incendió el Tony Augusto Caluga Pinochet, en plena dictadura. Este también es Parra, contra todo. La antipoesía no es un salero sin sal. Schopf y Lihn coinciden tácitamente en que Neruda abandonó el liderazgo de la poesía en Chile en favor de Parra y cree más bien que el poeta de Residencia en la tierra, se concentró en la historia política, donde ejerció su poesía militante. Poeta profundo en el pasado y vacío cuando "abandonó su poesía". Parra llenaría ese vacío. En mi opinión no es cierto del todo, ni mucho menos. Schopf le concede a Neruda casi un último libro en 1964, Memorial de Isla Negra. Neruda no fue hombre de un sólo libro, poema, verso, ni momento histórico y pasó por todos los ismos y no se quedó detenido en ninguno. Es el poeta de mayor registro de la poesía latinoamericana y castellana del siglo XX. Neruda muere nueve años después de editar los cinco volúmenes de su "último libro importante según Schopf". ¿Qué ocurre con Neruda, su obra, vida en ese lapso? La crítica, la historia, sus lectores, amigos, Chile, lo canonizan. La Universidad de Oxford le otorga el Dr. Honoris Causa (1965). Viaja, viaja. Pen Club de Nueva York (1966). Sigue escribiendo, viajando, más reconocimientos, libros sobre su obra. Las Manos del Día, Aún. Fin del Mundo. El Senado de Chile le condecora y hace hijo ilustre, en 1969. Candidato a la presidencia de Chile. Neruda se sigue viviendo. Embajador en Francia. Premio Nobel. 18 de febrero de 1973 edita su último libro en vida: Incitación al nixonicidio y alabanza a la revolución chilena. Se vende en las calles de Chile. Poeta popular, la poesía en las aceras de Santiago. Deja al morir, en circunstancias trágicas y dolorosas, el 23 de septiembre de 1973, varios libros inéditos, sus memorias y entre ellos: Corazón Amarillo, El Mar y las campanas. Neruda vuelve al tema del amor una y otra vez. Antes del fin y después del fin, cierra su ciclo iniciado en 1917. Muy temprano Neruda fue Neruda. Protagonista de excepción de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Discutido e indiscutible.

NERUDIANAS
Neruda es quizás/
la sombra más fecunda/
del pesado fardo/
de la poesía chilena.
La animita que sale al baile/
a bailar alegre/
con todas nuestras muertes.
A seguir viviéndose/
por supuesto/poeta.
Los bosques de Chile/
deberían reproducir/
la obra de Neruda/
Araucaria por Araucaria.
Los muelles del alba
/posteriores al Big Bang/
son previos a la poesía/nerudiana/
y se repiten inéditos/cada verano/
en el sur de Chile.
Neruda sólo le puso música/
y dio cuerda/al reloj de arena/
de la poesía/
y para ello usó/
los 4.300 kilómetros/
es decir, el largo/
de toda la geografía/poética chilena.
El poeta antes de morir/
suspendió por tres días/
a la muerte y la envió retobada/
al infierno envuelta en copihues blancos/
y rojos/como el corazón sangrante/
de su poesía/un 23 de septiembre/de 1973.
No nos imaginemos nada.
Este es el fin del mundo.
Hasta aquí vino a arrastrar/
la poesía, su propio poncho. (R.G)

Adiós, Neruda, por ahora, es el turno de Parra, su última vendimia, que ha durado 33 años desde que usted partió. Sí, la hora del Cristo de Elqui...de Chillán más bien dicho, sentado en su Silla de Sol.

Mágico y sorprendentemente enriquecedor para la lengua castellana, que la poesía chilena tenga tanta riqueza de lenguaje, una temática variada y que hayan surgido a lo largo del siglo XX, grandes poetas nacionales y universales. Tal vez los más grandes innovadores sean Neruda y Parra, quienes sacudieron el idioma con una nueva manera de ver al hombre y su relación con el mundo, de hacer poesía, reafirmar nuestra identidad y dar continuidad a lo que somos individual y colectivamente, esa expresión íntima de comunidad. Esta Antología que parte de un sólo tajo la historia poética chilena: A partir de Parra, como las otras selecciones, reflejan, a pesar de las ausencias de algunos autores, la calidad, rica temática, variedad, originalidad de la poesía chilena. Schopf, un brillante crítico literario y esteta, en cuya última visita a Chile nos comprometimos a impulsar la candidatura al Nobel de Parra, reconoce que no están todos los que debieran estar y se queda corto, me parece. Sólo menciona las ausencias de Jaime Quezada y Waldo Rojas y me parece que faltan Omar Lara, José Cuevas, Hernán Miranda y sobre todo un poeta que nadie menciona y que Armando Uribe Arce dice que es el más importante de Chile. Yo creo que es uno de los grandes olvidados. Me refiero a David Rosemann-Taub. En descargo de Schopf, su Advertencia preliminar a modo de prólogo, está fechada en 1988, en París, y desde esa fecha ha pasado mucha agua bajo el puente de la poesía chilena. ¿No hubo tiempo o interés por hacer una presentación más próxima a esta edición del 2005?

Ciénaga
Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo.
¡La más oscura ciénaga!
Cómo me gustaría jamás haber nacido,
libre de lo de ayer, jamás haber nacido,
dejar correr el tiempo, jamás haber nacido.
Cómo me gustaría lograr morirme ahora,
libre de lo de ayer, lograr morirme ahora,
dejar correr el tiempo, lograr morirme ahora.
Cómo me gustaría rodar por el vacío,
libre de lo de ayer, rodar por el vacío,
dejar correr el tiempo, rodar por el vacío.
Cómo me gustaría ser el cero del polvo,
libre de lo de ayer, ser el cero del polvo,
dejar correr el tiempo, ser el cero del polvo.
Para no cavilarme, para no volver nunca,
Dios mío, yo creyera en Ti para no ser.
Cavílame en tu nada, no me hagas volver nunca.
¡Dios mío, yo creyera para nunca creer!
Cómo me gustaría ser
esa oscura ciénaga sola bajo la lluvia,
¡cómo me gustaría ser
esa oscura ciénaga sola bajo la lluvia!
Dicen que fue la muerte la causa de la vida,
y la vida – ¿la vida? – la causa de la muerte.
Pero, ahora, mi muerte la causa de mi vida.
Yo qué: furgón deshijo – destello – de la muerte.
¿Me repudias, ovario, por ímprobo deshijo?
Me has arrastrado al éxodo tan candorosamente
que tu candor me duele – ultrajante alarido –,
que tus lianas me duelen – dignas uñas lumbreras –:
cómo me gustaría jamás haber nacido,
cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo. ¡La más oscura ciénaga!
cómo me gustaría rodar por el vacío:
la más oscura ciénaga sola bajo la lluvia.
Cómo me gustaría olvidarte, Dios mío.
Cavílame en tu nada. ¡No me hagas volver nunca
TRES

Federico Schopf, gran conocedor de la poesía chilena, tuvo el buen criterio de presentar un panorama de la poesía chilena, aunque se haga una disección vertical de un tiempo histórico y literario, del surgimiento de una nueva ola poética encabezada por Nicanor Parra. Sí, hablemos del individuo que vino con su linterna a atravesar el largo túnel de la poesía chilena e hispanoamericana, con su razón apenas, a desarrollar su nueva retórica, la antipoesía. Vino a "demoler lo establecido" e instaurar lo naciente, inédito, y ello significaba poner a brillar las piedras del camino ya empedrado por la poesía. La antipoesía no anestesia el cuerpo de la poesia cuando opera con su -poema, no usa maquillaje, recurre a la voz que está detrás de muchas voces, se asocia al lector en una creciente complicidad y pone a soñar la realidad. Muchos años fuera del mantel largo de la poesía chilena, Parra se instala como un guerrillero desde hace más de medio siglo, sin bajar la guardia, dispuesto a no mirar hacia atrás ni para tomar impulso. Su "maestro", Huidobro, a quien reconoce en las postrimerías, acuñó tempranamente en su libro Altazor, el término "antipoeta y mago" y cultivó un Yo que no habría encontrado pareja para ingresar al Arca de Noé.

Los críticos de Parra, Federico Schopf, Ignacio Valente, Harold Bloom, Hugo Montes y Mario Rodríguez, entre muchos otros, coinciden en que estamos ante una poesía "nueva", aunque Parra tenga entre sus blancos predilectos la propia poesía, los metaforones de los años 30, como le llamó alguna vez a esos movimientos poéticos. Su hablante poético es el hombre común y corriente, y sus muchas voces, no existe el Yo grandiolocuente, y sus versos son corrosivos, irónicos, satíricos, burlescos, trasgresores, cuando menos. ¿Parra no cree en nada? De hecho, cuando conversábamos en los jardines del Pedagógico de la Universidad de Chile, en los dorados 67, 68, 69, se refería obsesiva y despectivamente contra la palabra "Creación". No la reconocía como tal, ni lo que solía representar tradicionalmente. La Antipoesía viene con su propia retórica y no cree en las palabras prestigiosas, en el paraíso perdido, en lo ya escrito y dicho, en el poeta contemplativo, y él asume la frase de la calle, la vos de los que nadie escucha, la rodilla mutilada del verbo y agita las aspas en sus quijotadas en el valle donde todo pareciera haber caído, menos la Antipoesía.

Vicente Huidobro
Subamos al carrusel de Huidobro,
sin paracaídas no vaya a ser
el último paso por el Paraíso perdido.
El aire, las estrellas, los puntos cardinales,
que buscaba, dónde buscaba.
No perdamos de vista el horizonte,
ni el abismo al doblar una esquina.
Una ventana cruza un pájaro,
lo vuela, el cielo no tiene techo.
Un mar sin olas no es un mar,
es una tasa de té.
Un poema es el huracán de sus palabras.
El tiempo cruza la tarde.
En el juego de la poesía,
se aceptan castillos en el aire,
se rematan adjetivos,
se vende un desierto amoblado
y se alquila un mar
con sus respectivas estrellas.
La realidad es el mejor montaje,
es miope,
Pero la ficción usa binoculares.
Un conejo prefiere sus propias orejas
que salir de un sombrero de copa.
El espejo sólo tiene una mirada
que se repite si uno cree en los espejos.
De un agujero sólo se sale entrando
al revés.
No es sal lo que necesita mi hombro,
ni un trébol de cuatro hojas mi suerte.
Sólo subamos al carrusel de Huidobro.
Rolando Gabrielli©2002-2006

Homenaje al Poeta Chileno Vicente Huidobro
En su 110 avo natalicio, hoy 10 de Enero de 2006

Lo que queda claro, a ras de superficie, más allá de esta Antología, otras y las que vinieren, es que la poesía chilena es objeto de atención, estudio e interés más allá de las áridas fronteras nacionales, hostiles, a veces, siempre difíciles sombras de la patria. El grano de arena de la poética chilena se transforma en desierto, roca, mar, cordillera, es geografía física y humana, la misma costra del país salino, andino, antártico. Poesía luminosa Julio Ortega, profesor y crítico peruano, preocupado de estos temas ha dicho recientemente en El Mercurio de Chile: "La Mistral lo imaginó sin fronteras, Huidobro de cielo abierto, Neruda de extramares, Rojas de piedra bautismal, Parra como el grado cero del lenguaje. El poeta chileno es aquel que vuelve a la realidad con un sentimiento de los demonios. Lihn le dio intimidad al desencanto, Uribe voz al luto nacional, Zurita rehizo la geografía. Seguramente en Chile ha habido gran poesía porque han habido grandes lectores." Hay más autores, sin duda, lejos del oficialismo, el gusto personal, y he ahí la riqueza de la poesía chilena sobre el tejado caliente de la historia.

A partir de Parra, pero sin ser parrianos en su poesía, Uribe Arce, Lihn, Hahn, Millán, Silva Acevedo, porque todos de alguna manera también forman parte de la tradición poética chilena, vinculada a los elefantes de la lírica y del creacionismo. Teillier, un punto de inflexión necesaria después de Neruda y durante Parra, no entra en esta clasificación, pero Schopf tiene el buen tino de mencionarlo como parte "substantiva del horizonte de expectativas y proposiciones poéticas desde y contra las que se continuó produciendo poesía de mediados de los años 60". Schopf menciona a otros poetas que no analiza o presenta con énfasis en esta Antología, como Díaz Casanueva, Rosamel del Valle, Miguel Arteche y Alberto Rubio, quienes a su juicio, desconfiaron en el lenguaje como medio expresivo y de conocimiento y en su trabajo experimental, fueron partidarios de la desacralización de la literatura y de mezclar los géneros literarios y otras artes. Fracturaron el discurso y la escritura, agrega Schopf, una suerte de neovanguardismo.

Enrique Lihn es uno de los referentes importantes de esta Antología y Schopf lo califica de gran poeta y gran figura moral de los últimos tiempos. "Poesía contra la poesía, que duda constantemente de sí misma, crítica y autocrítica, que utiliza todos los recursos al alcance de la mano-restos de estilos anteriores-, la parodia, elementos del ensayo, de la crónica y otras formas de la prosodia, retazos de diálogo y monólogos,-enjoyada en lugares comunes". ¿Otra poesía se levanta ante nosotros? Es probable, la misma, con otra retórica. El más joven de esta Antología, cumplirá 50 años el 2007, y se cumple la advertencia de Borges. ¿La recuerdan, al principio de esta notas? Todas las antologías cronológicas acaban mal y esta tiene un verso fatal: ¡La lucha continúa! Cierre slogan para un extenso poema panfletario, que nos demuestra cuan difícil es hacer poesía política y amorosa que no sea mercancía de segunda y tercera en este caso. Dos años después, en el 90, Schopf complementa con lo que llama Suplemento, sus observaciones contenidas en la Advertencia Preliminar. "Neruda, dice Schopf, era una advertencia sintomática de que la politización voluntaria de la poesía no sólo determinaba a la literatura de servicio-, aquella que era aplicación y difusión de ideología, sino que, a la vez, se transformaba en una contaminación, una adherencia de la que el poeta, adicionalmente, tenía que liberarse en el resto de su escritura: aquella en que procuraba recuperar experiencias que tocaban a fondo, los fondos de la existencia histórica".





La ampolleta de Parra
La ampolleta de Parra
sigue encendida.
¿Poeta de infinitos amperes
o de unas cuantas bujías?
Se sigue viviendo,
lo dijo Neruda,
y todos somos parrianos
como nerudianos, huidobrianos,
mistralianos, rokianos, rojianos,
lineanos, teillerianos.
Hágase el verso y la luz se hizo,
Parra no deja descansar
a los dioses en su Olimpo.
Sobre sus cenizas
se construirá la nueva poesia.
Parra dedica sus mejores epitafios
a sus pares, adorados, inmortales enemigos,
las uvas que el verano
consagra a los dioses.
La poesía no reconoce flores
en su entierro.
El poema respira
si es libre, el aire
que la página en blanco
le concede,
al lector.
Rolando Gabrielli ©2006



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