lunes, febrero 27, 2012

Un Pritzker chino y sostenible




Hace poco màs de una semana le comentaba a un joven arquitecta europea, que la nueva arquitectura no podrá prescindir fácilmente del medio ambiente, la ecología, las condiciones  que presentan las intervenidas  mega ciudades. En Milán, recordaba, están haciendo edificios que màs asemejan a un árbol, llenos de vegetación como si fueran transplantados desde un bosque a las ciudades, porque allì ya no existe vegetación. Una mejor calidad de vida en las ciudades tiene que ver con el ambiente, el espacio  pùblico, los servicios, el manejo del tema  urbanístico en toda su dimensiòn y complejidad. El equipamiento que llaman los urbanistas, como si se tratara de accesorios y no formaran parte de la vida del hombre de ciudad. Los grandes y pequeños fenòmenos natureles que han desvastado ciudades y regiones, señalan  un camino y son una advertencia que debemos hacer algo distinto. Leo de paso una nota, que Shangai, la Nueva York asiática se está hundiendo. La joven arquitecta me miraba  y al final me contestó de un plumazo, casi sin pensar: eso no es comercial. Mi discurso era màs largo, pero quedó suspendido como una ventana sin rostro en un rascacielos que se mira así mismo. Pensé, falta poesía, imaginación, creatividad, sentido común y una visiòn que la arquitectura también son ideas, después de todo de allí parte el diseño. Y desde luego es urgente planificar ciudades màs amables, vivibles, respirables, soportables, sufribles, para poder disfrutarlas en el día a día, en la cotidianeidad de la vida con todos sus beneficios, asperezas y desafíos. Las ciudades deben ser espacios vivos, con memoria, historia, tradición, cultura, donde se pueda realizar una vida común y corriente y excepcional a la medida de nuestros intereses, capacidades y gustos. El ciudadano debiera ser el principal activo de la ciudad. Lamentablemente, el mercado hace y deshace espacios, trabaja con una sierra eléctrica en barrios señoriales, patrimonios, en barrios con tradición, en vez de intervenir armònicamente para rescatar el pasado y proyectar el futuro con una visiòn que eprmita enfrentarlo con éxito.
El premio nobel de arquitectura, el Pritzker, màs allà de lo que significa el mercado chino, su potencial ilimitado aún como potencia, esperamos haya sido decidido en favor del arquitecto Wang Shu, por su compromiso con una  arquitectura sostenible, rica en la austeridad de su pasado, creativa, integrada a la solución social  y en armonía con su cultura. El crecimiento, desarrollo y la intensidad de  China en el mundo global y los emrcados, seguirá sorprendiendo al mundo, porque  esa nación continente ha liberado sus fuerzas y capacidades con voluntad, liderazgo y determinación.
China no escapa, como ocurre a diario en occidente, a la destrucciòn de ciudades antiguaa que ceden paso a la modernidad y las fuerzas del mercado. Wang Shu utiliza materiales  artesanales, recupera  otros desechados en demoliciones, trabaja con la naturaleza, la incorpora como un protagonista también  en sus obras.
Firmeza, utilidad y belleza, es el lema del Pritzker, algo parecido a la filosofía de la Gran Muralla  China, sotenida por los siglos y la teneacidad de sus constructores, como la pasión de cada generación por resguardarla y conservarla. El Priztker busca, sin duda, referentes para un futuro, y Wang Shu está inmerso en su obra  que privilegia la sostenibilidad. "Ha construido una obra atemporal, profundamente arraigada en su contexto y pese a ello universal", señaló el chileno Alejandro Aravena, miembro del jurado desde el 2009,  según el diario La Tercera.
Al otorgarle el premio valorado en 1oo mil dólares, el jurado dijo que tomó esa decisiòn por su  "capacidad para superar el dilema entre tradición y modernidad respetando el medioambiente y dotando a su obra de un peso filosófico".





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