martes, agosto 05, 2008

Se borró la película de Bolaño


Nadie se hubiese divertido más con su propia película que Roberto Bolaño. Seguro habría actuado con un segundo libreto. Pero la realidad siempre supera a la ficción cuando de la misma realidad se trata y no de la literatura. Bolaño murió hace cinco años, cuando la estrella distante de la fama se sentaba a su lado, comenzaba a brillar intensamente. Nicanor Parra, quien lo trató de Príncipe al morir, dijo con brutalidad sardónica: Le debemos un hígado a Bolaño. (Murió en España porque no tuvo un donante para recibir un transplante de hígado) De seguro se inventaría un nuevo Ulises Lima, en realidad, Mario Santiago, su amigo poeta mexicano, co-fundador de los infrarrealistas y personaje estelar de Los Detectives salvajes.
La idea rodó durante algunos años en la cabeza del director de cine mexicano Carlos Sama, quien a pesar de no tener una larga trayectoria en la industria del celuloide, tuvo el olfato de escoger la obra de Bolaño, cuando aún El New York Time, no la había escogido como entre las cinco mejores novelas del 2007 en Estados Unidos. Fue una explosión que Bolaño, Herralde, Chile, Latinoamérica y España, el idioma castellano, se la deben al detonante del influyente diario liberal neoyorkino y en especial a Susan Sontag, que recomendó su traducción. Roberto Bolaño, en verdad, ya existía con numerosos e importantes premios, lectores y una obra ejecutada a pulso, pero no había traspasado el muro del idioma inglés y menos un país donde la literatura nacional no deja espacio para que respire un libro de otro idioma y menos proveniente del castellano, aunque sea la segunda lengua dentro de sus fronteras. Bolaño venía en su propio ascensor, con viento de cola, recogiendo frutos, veleidades del oficio, mutismo de sus pares, y Chile, tan silencioso, tan silencioso.
Carlos Sama tenía casi todo arreglado, los derechos supuestamente, un primer actor-poeta-Bolaño, con el mexicano Gael García Bernal y un libreto ya escrito por el poeta y ensayista Luis Felipe Fabre y el guionista Arcadi Palerm-Artís junto a Sama, que descartaría todas las ciudades y países fuera de México. Específicamente el filme se desarrollaría en el DF, desierto de Sonora y pueblitos mexicanos. Diciembre de este año era la fecha para iniciar el rodaje que culminaría el 2009, pero la viuda de Bolaño, representante de los herederos de Bolaño (sus hijos), Carolina López mandó a parar con sus declaraciones a la agencia Efe:"los derechos de adaptación y explotación cinematográfica de dicha obra pertenecen únicamente a los herederos del escritor", y "ya se han tomado las medidas legales oportunas". Sama, quien se imagina el filme como "un thriller metafísico sobre el viaje iniciático y el despertar sexual de un joven que explora los abismos del mundo", reaccionó ante esas afirmaciones y dijo: "Tengo a unos abogados en España viendo la manera de defenderme de este asunto tan triste. Yo intuyo que es un tema de dinero. Debe haber una oferta millonaria detrás para hacer ‘Los detectives’ en otra parte, lo más probable en Norteamérica, y que no les interese la historia sino las ganancias. Capaz que quieran hacerla en inglés, subtitulada, ¡cuando la novela es muy mexicana!". "Yo hice un pago y un acuerdo en marzo de este año por los derechos de ‘Los detectives’ a la agencia de Carmen Balcells. Desde nuestro entender, la percepción de la señora López es totalmente arbitraria e injusta, y seguramente obedece a que cambió de agente literario hace un mes; creo que está trabajando con un gringo que es ‘un tiburón’, y que a estas alturas lo único que importa es el dinero".
Es difícil conocer todo lo que se teje y entreteje detrás del gran telón de fondo de una cinta sólo ejecutada en el deseo, porque Carlos Sama, como Los Detectives Salvajes que anduvieron detrás de Cesárea Tinajero, olvidada poeta del realvisceralismo, se enganchó con la novela del narrador y poeta chileno poco después que éste muriera hace cinco años.
Lo primero que ha comenzado a rodar es la atmósfera de un pleito legal por los derechos. Más publicidad para la novela y para quien logre llevar a la pantalla este best seller que va creciendo a medida de la intriga y expectativas que crea una situación de esta naturaleza.
Yo, sin embargo, juro a ver visto a Cesárea Tinajero en una isla leyendo justamente Los Detectives Salvajes, en abosluto silencio, abstraida como una ánfora de greda en el desierto de Sonora. La descripción es como un sueño de silencio sobre el silencio en una delicada burbuja de silencio donde sólo el silencio tiene la palabra y todo lo demás es un paisaje arbitrario de la mano del hombre y arrebatado a la naturaleza. El mar lo rodea todo, a cucharadas de sal y agua, se expresa en la dimensión de su propio silencio. Yo la miraba con su pelo recogido, doblemente hermosa en su ensimismamiento, perdida de sí misma, olvidada en las páginas de su lectura, sentada en el andén que ella le instaló al destino. Con un cigarrillo en la mano, convertía en historia la atmósfera que yo buscaba traducir inútimente, El horizonte era una línea de silencio dibujada por un niño. El paisaje era como una terminal aéreo, un aeropuerto en una isla, esa sensación extraña donde todo está por partir o permanecer en la inmovilidad del tiempo. Ignoraba si la buscaban y tal vez si existía o sólo fuera para Ella misma. en una Isla nadie quiere escapar o ser indagado por la soledad.Cesárea Tinajero no despegaba los ojos de Los Detectives Salvajes, como sumida por sus páginas había perdido contacto aparentemente con su entorno. Era Ella y no tal vez, o sí lo era, no lo aparentaba. Asumía un rol secundario, de próximo pasajero a bordo, como cualquier otro.
Después de leer las 609 páginas de L D S, descubrí que el mejor lugar para esconderse de sí mismo es una Isla. La fuga es total, no hay para donde arrancar, ni permanecer, ni querer ser olvidado. Cada página que leía y daba vuelta Cesárea Tinajero, dejaba entrever otra novela, algo más allá que se sentía en su atmósfera al respirar. Me dejé llevar por un hermoso y artesanal señalizador de páginas movido por unos hilos y cuencas. El mar seguía estando por todas partes. El sol que tanto amaba Cesárea Tinajero, parecía cosido a una tela entre montañas, pero estba ahí latiendo a sus espaldas y en todas partes. Era un reloj sin tiempo, un camino sin concluir, una puesta de sol inacabada. El comienzo de un nuevo viaje.

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