martes, agosto 17, 2010

El mito de F en Chile

A propòsito del Premio Nacional de Literatura

Claudio Giaconi puso la vara alta hace 5O años a la raquítica, patuleca, provinciana y manca narrativa chilena. Hace treinta dinosaurios años que leí ese conjunto de cuentos y escuché sólo loas de algunos escritores chilenos, especialmente poetas, que no tenían velas en ese entierro. Lo leí en uno de esos raros ejemplares que aún quedaban en casa de los escritores leídos y avisados. Prosa articulada en una visión alejada de microcosmos doméstico del criollismo. Giaconi se alejó también de la copia de la realidad social.

Prosa que no pertenecía a ningún cuartel literario. La narrativa estaba matriculada al criollismo y realismo socialista, dos caballos de Troya que la arrastraron por la plaza pública del provincianismo y olvido.

Yo entré en contacto con las narraciones de Giaconi a finales de los sesenta, ya el personaje se había esfumado de Chile. El mito estaba en todas partes. Nosotros tan provincianos, que nuestros límites llegaban hasta la Iglesia San Francisco, Il Bosco, Ñuñoa, Estación Central, unas cuantas calles, arrancadas hacia las faldas cordilleranas detrás de un pollo al coñac o de una polola lectora de poesía.

Eran los años dorados sin tiempo, ni lugar, ni espacio, más que el que pisábamos diariamente, con el viento en los pies.

Giaconi vivía en Estados Unidos, se rumoraba, una especie de gran murciélago de los bares neoyorkinos, con una vida de doble fondo, ya para nosotros esa ciudad volaba por los aires con sus inalcanzables rascacielos. Todos sí coincidían en que no había vuelto a escribir, aunque se decía que tenía entre manos una novela que le haría perder el sentido común a la aplatanada sociedad chilena.

En 1954 publica Giaconi La Difícil Juventud y es Premio Municipal de Cuento. Al año siguiente, Nicanor Parra, edita Poemas y antipoemas . Ambos escritores, desde sus propias órbitas, renovarían el lenguaje, la literatura chilena. Todo esto hace medio siglo coincidentemente.

Giaconi como Parra le quitaron la camisa de fuerza la literatura chilena y eso debiera bastarnos para ambos autores. Parra le agregó un nuevo piso a la poesía chilena, buque insigne de la literatura nacional. Giaconi entró a la historia de la prosa chilena, con una obra perdurable. Gogol, Faulkner, Freud, Chejov, lo que sea detrás del autor, pero Giaconi rompió el muro del criollismo y de la fotografía en mal papel de la literatura chilena de los cincuenta y más atrás, con honrosas excepciones.

La poesía seguía su curso en y José Donoso dominaba la prosa sin contrapeso. Esos eran los días literarios de Chile, aunque Donoso, Obsceno Pájaro de la Noche, vivía en la España franquista. Cuentos de Antonio Skármeta, no se perfilaban grandes cosas en la prosa, el fantasma de Giaconi, con su Difícil Juventud.

Paso revista a la memoria y nada notable, con la excepción de Carlos Droguett, abandonado de toda crítica, en el solemne pago de Chile. Pesos livianos, pluma, mosca, nuestros narradores en el Caupolicán, sparrings de los prosistas argentinos, peruanos, uruguayos, colombianos y mexicanos, en ese entonces.

Donoso siempre en la cima, un peso más pesado. Un mundo venido amenos, un retrato de la sociedad chilena, literatura con compromiso de lenguaje, de mundo decantado, sugerido, juego de máscaras reales, Donoso abandona la pintura social, el trazo grueso unidimensional, a esa mirada "casi totalitaria", de un solo ojo, él, no pone límites a su literatura.

Giaconi se había aventurado y era el mundo trasgresor que proponía un grupo de jóvenes emergentes, entre ellos el poeta Enrique Lihn. Abandonaban lo social en la literatura, pero no en la política. De esa generación discutida, con apellido igualmente cuestionado, Generación del 50, surgen Armando Cassigoli, Enrique Lafourcade, Jorge Teillier, quien no se identificaba ni reconocía en ella, Claudio Giaconi, Miguel Arteche, etc. etc.

Giaconi le puso, en verdad, el cascabel al gato de la narrativa chilena que deambulaba con sus piernas cortas Mapocho abajo, desolada provinciana criollista, un hilo menor del caudaloso río de la poesía.
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Esta nota fue escrita y publicada el 2005

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