miércoles, noviembre 23, 2022

La gracia de un chicle

El anciano dijo: ha sido interesante no contar con nadie. Llegar hasta aquí y ver el precipicio, el abismo, diría un poeta, como un camino. ¿Los obstáculos  no son eso?, se preguntó, socarronamente. Arrastraba las palabras, probablemente, pero no le faltaba lucidez en lo que decía.

Dejaba caer vocales y consonantes, sílabas, sin más ruido que lo acostumbrado en un monólogo. No emulaba a Hansel y Gretel con las migajas de pan en el bosque para regresar a casa.

El día era el mismo de ayer, no solo en el paisaje lluvioso incesante, sino en su costumbre de ser igual a hoy y mañana, repetirse en una palabra. Siempre estaba en un mismo lugar. El tiempo había envejecido, era un trozo más de segundos, minutos, una hora a lo sumo, que se repetía. Si debía pintarse de algún color, el amarillo era perfecto.

 Hay ruinas que no terminan de desmoronarse, carecen de horario, son decididamente indiferentes preferentemente al  futuro. En verdad, volviendo a la realidad, se hace noche y la humedad compite con la oscuridad. Lo pegajoso si no es un chicle, no tiene gracia.

Rolando Gabrielli2022

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