jueves, junio 08, 2023

Mi admirado Bob

 


                                                                                                                Bob Dylan

En el momento de mi confesión, en la hora de mi más profunda necesidad
Cuando el charco de lágrimas bajo mis pies inunda cada semilla recién nacida
Hay una voz moribunda dentro de mí extendiéndose en algún lugar
.
 Bob Dylan

A nadie puede caber alguna duda que Bob Dylan es un espectáculo dentro del espectáculo que brinda a su público con todo el poder del carisma de su voz y el silencio atronador que le acompaña en cada concierto.

El viejo Bob no siempre es el mismo Bob. Fiel asimismo, prescinde de cualquier cliché que le recuerde que es, tal vez, Bob Dylan o su más parecido espejismo.

Lo único que pareciera permanecer, es su voz, pero lo que verdaderamente se instala en el espectáculo que brinda por las salas del mundo con una gran frecuencia  a sus 82 años, es el escenario que le representa ante el público, y sobre todo, el mito, la leyenda, la suma susurrante, un murmullo interior  que mantiene expectante en sus gestos y silencios, que parecieran un desprecio olímpico a la realidad del momento.

Quizás si se le preguntara, se dejara interrogar, para saber si él quisiera estar allí en ese momento tan esperado para sus admiradores, respondería con uno de sus magníficos silencios, que son  parte importante de su legado musical. A lo mejor ni él sabe, ni sospecha, que su mayor desafío es seguir siendo Bob Dylan, sin imitarlo, pero si intentar superarlo en la intimidad, en sus apariciones que son un solemne público anonimato. Si no supiera que la gente paga por ir a verlo, que quiere estar vibrando con los sueños de su poesía, intentaría que cada presentación fuera desgravada, para volver con una nueva, como si fuera su primer concierto.

Un espectador  novato a simple vista ve a un cowboy con un sombrero alón, estilo Clint Eastwood, apacible, ensimismado, nunca ausente, absolutamente dueño de su paraíso perdido en el teclado de un piano cuyo teclado viaja entre sus dedos. Se debe entender al momento que sube al escenario sin presentarse, ni llenar la audiencia de sonrisas, palabras encantadoras, casi musicales, que se verá algo distinto en la misma persona, que tiene como oficio no parecerse a ninguno de la misma especie. No creo que luche contra sí mismo o un estereotipo que nos hayamos hecho de él, más bien siempre se estrena, se ve en el otro que nunca es el mismo. Sin duda, nunca usa el mismo espejo para verse dos veces la misma cara, ese rostro que dice estar y no estar, sino ser.

A veces cuando me refiero al inefable Bob Dylan, los jóvenes dicen no conocerlo, los más avispados se preguntan asombrados: ¿está vivo? Si les digo, sigue  cantando, tocando el piano, con su armónica y guitarra, entrando y saliendo de sí mismo para complacencia de las multitudes que acuden a encontrar algo nuevo para sus vidas. Bob, lo dice, contiene multitudes, se considera un hombre de muchas contradicciones, y va donde las cosas perdidas se vuelven a hacer bien otra vez.

La música, el blues puede seguir con sus mágicos compases, su mutante melancolía con su propio ADN y Bob Dylan como si nada, está recitando su propia oración, no dejando nada en su confesión para una posible condena o penitencia. Lo ha vuelto a decir, hace un tiempo en España, en uno de sus conciertos que da por el mundo y puede ser una manera para que constatemos que está entre nosotros como en sus mejores tiempos, aunque nunca sea el mismo, porque a lo mejor no le gusta repetirse para darse cuenta que está vivo.

Rolando Gabrielli2023

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lindo texto! Bob Dylan...