domingo, octubre 18, 2009

El Bolaño sueco




Stieg Larsson, el Bolaño sueco, que dejò una mina editorial en venta y derechos de autor, volvió a sorprender con su nueva novela de 200 pàginas, aún inèdita por litigios inconclusos de una herencia de màs de 20 millones de euros que duerme en un banco. Lo extraliterario tiene caminos supremamente conocidos, absolutamente repetitivos y si bien no tienen arte, si parte de la trama que queda cuando un escritor desaparece de súbito. Larsson no disfrutò de su èxito descomunal y hace cuatro años que su corazón reventò de como un globo cuando se encontraba en su sitio de trabajo.
Con los escritores y su círculo familiar nunca se sabe, las relaciones suelen ser un misterio, la ficciòn se apropia de lo màs real y cubre todo escenario posible. La trama ahora es por el rescate de esas 200 páginas que reposan en una laptop que conserva su mujer, que está marginada de los derechos de Larsson porque no estaban casados legalmente, por lo que su padre y hermano son los herederos directos.
Los Larsson continúan su vida austera y están dispuestos a compartir arte de la fortuna con la viuda Eva Gabrielsson, quien fue pareja del autor durante 32 años y según el viejo Erland Larsson, ella no quiere recibir nada. Eva, no desea el dinero de Stieg, sino quiere proteger su patrimonio literario, para que "no se prostituya su obra". El esctritor, autor de la saga Millenium, que se vendiò como pan caliente y lo transformò en un best seller, vivía de manera sencilla en un apartamento de poco màs de 50 metros cuadrados, un verdadero nicho urbano. Escribìa como en un tobogàn sin paradero, fumaba y bebìa infinitas tasas de café y la saga que tenía en la cabeza, completaría siete novelas. Un escritor de esos que no quedan, devoto del oficio, sin importarle el día por delante, un narrador emparentado con Bolaño: trotskista, antinazi y al final de sus días incluyò en su novela Ciudad Juàrez, el cementerio vivo de Mèxico. Fue un activista destacado en su ciudad contra la guerra de Viet nam. Muriò a los 50 años de edad, como Bolaño. Sin duda, es otro tipo de literatura, pero existen coincidencias de vida, porque ambos se la jugaron a su manera. Larsson describe una Suecia que no es la idílica que se pinta en la tradiciòn escandinava, sino corrupta y agresiva contra las mujeres, por lo que cosechó bastantes enemigos. Larsson no se hizo el sueco con la realidad de su país ni del mundo. Hoy, algunos escritores optan por se "ciudadanos del mundo" que creen haber descubierto, sin espalda, raíces, y adquieren la nociòn cosmopolita como un mundo tierra de nadie, compromiso de ninguno. Nacen aquì, se casan allà, y "quedan sin realidad" Los días suecos en esta època del año tienen sólo cuatro horas de luz y todo pareciera congelarse en el caso del legado de Larsson, menos su fama, su difícil historia juvenil y fatal descenlace en el umbral del èxito. Su vida es para una novela y película, viviò subterráneamente al extremo de no formalizar su matrimonio para no ser detectado por sus enemigos derechistas en los registros públicos.
El fenòmeno Larsson ha vendido màs de cuatro millones de novelas en Suecia, un país de sólo 9 millones de habitantes y sobre los veinte millones ya circulan en manos de sus lectores en el mundo. Su triología, que le transformò en el màs impactante escritor sueco, se titula: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.
La literatura sigue estando debajo de las uñas de la realidad. Los pariente-herederos podràn seguir discutiendo sobre el dinero que ha dejado un superventas y las opiniones de quienes no estàn dentro de la cabeza de un escritor, pulularàn en medios de comunicaciòn, blogs, y nada cambiarà lo ya hecho por un hombre solitario frente a su ordenador. Las opiniones se sumaràn en todas las vías y tendràn razones que no superaràn el primer capìtulo introductorio de un mero acto personal verbal.
Lamento que a Larsson se le haya fundido el motor, sin haber disfrutado del comienzo de su carrera. Se le quemò la màquina antes de tiempo.

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