jueves, octubre 28, 2021

El día que le hablé a Wendy de Proust

El día que le hablé a Wendy de Proust,

es uno de los más inolvidables

de mi carrera profesional

 de libretista Ghoswriter super anónimo,

-de esos que escribían en la Edad Media

y se ocultaban en los bosques y escribían

encapuchados en las posadas

como  secretos monjes de la palabra-.

Wendy, me decía para qué lo haces,

es tan lindo que sepan que eres tú

y te conozca el mundo, baby.

Yo prefería recordarla cuando esquiaba

en los Alpes  y sobresalía su piel canela

entre la nieve y los aristocráticos esquíes.

Es por protección, querida, le respondía,

el mejor secreto es la palabra invisible

esa que no tiene origen,

nace debajo de una piedra

y tiene raíces propias.

Oh, exclamaba Wendy,

 se hacía la sorprendida,

sin entender lanzaba

 una auxiliadora exclamación.

Nunca supe si era para salir del paso

o simplemente era una coartada

 que manejaba con tal naturalidad

que la conversación no perdía

sentido ni ritmo.

Recuerdo que fue una mañana,

caía una llovizna propia de la estación,

ella siempre estaba alegre,

no se hacía problemas

porque la vida es para vivirla,

un amigo la calificaba de guerrera,

tenía sus méritos y sabía

sonreírle a todo, incluso al mal tiempo.

Me has dejado intrigada, me dijo,

quién era Proust y en qué había

ocupado o perdido su tiempo.

Ella valoraba cada minuto de su vida.

Voy al Gim, soltó una sonrisa,

a tomar formas, resistencia y ganas,

a la vuelta me cuentas.

Sospeché que algo sabía,

la alusión al tiempo perdido,

era una pista a no perderla de vista.

Rolando Gabrielli 2021

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