viernes, septiembre 25, 2009

Los amores de Gabriela y su última albacea








Gabriela Mistral sólo pidiò ser un puñado de polvo en un camino de su amada patria chica y no la piedra en el zapato de la poesía chilena y menos de la sociedad que la expulsò en una época ferozmente provinciana, inquisidora, conservadora, machista, y pacata. Sus baúles, cartas, papeles, poesía, silencio, siguen hablando por ella y los intèrpretes festivaleros de su pasado y vida privada, ni por asomo se enfocan en su poco entendida, valorizada obra literaria. Màs que tinta, ha corrido mala leche con una mujer que tuvo el corage de pensar, escribir y decir sin excusas ni pretextos, lo que pensaba. Visionaria como fue, lúcida, se adelantó a su época e incomodó al stablishment de Chile a Norteamèrica y Europa. Gran revuelo ha ocasionado su correspondencia con su secretaria norteamericana, Doris Dana, como ocurriò con las cartas cruzadas con el poeta chileno Magallanes Moure. De todo y nada, se ha dicho en este ejercicio de festín y carnaval gabrielino. El poeta, ensayista, novelista, biógrafo español, Benjamín Prado, titulò recientemente, cuando se enterò del libro que contiene el epistolario con Doris Dana: Gabriela era lesbiana: ¿què hacemos?.
Y en esta interpretación de la mala leche, el poeta Benjamín Prado, aventura que Gabriela está en todas partes, porque así se puede esconder a Neruda detràs de ella: a la hora de elegir al escritor nacional entre los dos premios nobeles chilenos. Y sigue aventurando Prado, en cuya biografía se destaca como un biògrafo de olfato, que Neruda es conflictivo por su pasado comunista, por lo que su obra está recluida en sus casas museos. (Sic), hasta ahì por ahora. ( Sus casas son símbolo de su poesía viva, habitada en miles de visitantes, talleres, recitales. Peregrinaje sagrado de chilenos y extranjeros, amantes de la poesía)
Lo cierto es que el diario El Mercurio de Chile dio a conocer hace unos días una entrevista suscrita por María Cristina Jurado, en exclusiva a la sobrina de Doris Dana, Doris Atkinson, quien entregó los baúles, cartas y poemas de la Mistral como la última albacea y heredera de su tía Dana. Lo pensó nueve largos meses, esta metódica ingeniera, la última guardiana de los secretos de la Mistral. Cuenta que cuando vio a la presidenta Michelle Bachelet con la tablilla que usaba la Mistral para escribir sobre sus piernas su poesía, sólo ahí comprendió que su misión había concluido y Gabriela habia retornado a Chle para siempre, en ese misterio, digo, de su palabra, que despuès de todo es lo único que nos pertenece a todos y es por donde debemos reencontrarnos con nuestra gran, magnífica, espléndida compatriota.
Doris Atkinson recomendó editar íntegramente la correspondencia de la Mistral con Doris Dana, en un sólo libro, sin cortes, única manera, en su opinión, de alcanzar la verdad histórica. Se ha añadido este pequeño elemento y duda: ¿No se publicaron todas las cartas en Niña Errante. La joven recuerda que su tía Doris le dijo que el verdadero amor de Gabriela era su sobrino, Yin Yin, que algunos creen era hijo y que se suicidó en Brasil. En esta nota hemos incluido una fotografía de él y su carta de despedida a su Mamà Gabriela, donde cita a la secretaria de la Mistral, Palma Guillèn. Mi tía me dijo, que no fue ella, que nunca fue ella, sino Yin Yin, la relación màs importante en la vida de Gabriela.
(La Mistral confesaría un amor italiano no correspondido y un chileno que ella no amaría. )
He recogido estas declaraciones de la última albacea, quien tuvo contacto con el diario Meditaciones de Gabriela, porque son una luz en este puzzle mistraliano, que la historia nos entrega a retazos de esta extraordinaria mujer, poeta e intelectual chilena del siglo XX.
Meditaciones es un libro hecho, que debe editarse, sostuvo Atkinson, y desgarrador, por lo que ella alcanzó a intuir en su aún imperfecto español. Mi tía, dijo, me comentó que Gabriela nunca se repuso de la muerte de su sobrino. Si Niña Errante, revela el amor existente entre Doris Dana y la poeta, ello no menoscaba ni la estatura de la creador ni su obra, advirtió. El amor es una palabra de la cual se abusa, precisó.
Con ella se describe desde el afecto por un niño hasta por un helado o un país. Los inuits tienen 200 palabras para la nieve y, nosotros, apenas una para 200 tipos de amor. Cada relación entre dos personas -no sólo entre un hombre y una mujer- merecería su propia palabra. ¿Por qué hay una fijación con el sexo y el amor? Creo que es inmadurez en nuestra evolución humana. Espero que algún día nuestra especie evolucione y conceda el lugar múltiple que el amor, en todas sus formas, merece. Para mí, éste no tiene género", enfatizó Atkinson. Interrogada por El Mercurio sobre que opinió le merecía la polémica desatada por las cartas recientemente editadas, dijo: "No me extraña. Es imposible que toda la humanidad aplauda una decisión como ésta, siempre habrá una parte que se sentirá herida. Pero, se esté de acuerdo o no, la realidad es que Doris Dana no otorgó a ningún particular o institución en el mundo el derecho a censurar o vetar parte alguna del legado de Mistral"
La sobrina elogia la decisión e integridad de su tía Doris Dana que el legado mistraliano debía depositarse en manos donde se conservara de manera óptima y lo hicieran público. Las palabras de Doris A., corresponden a una protagonista privilegiada de la atmósfera que rodea el misterio de Gabriela y Doris Dana. "Para Doris Dana, Gabriela Mistral fue- dice Atkinson- una imagen presente hasta su muerte en 2006. Pasaba largos períodos de ensimismamiento en que no podía hablar de la poeta, otros en que era más abierta.-Mientras mayor interés demostraba yo en la Premio Nobel, más se encerraba ella. Cuando empecé a estudiar español para poder leerla, mi tía me castigó cerrándose meses frente al tema."
A pesar de los desencuentros con su tía, estaba escrito que la ingeniera y también bióloga Atkinson, tenía un destino que jugar frente a los manuscritos y patrimonio literario y personal de Gabriela Mistral. Ella estudió Ciencias Biológicas en la Universidad de Mount Holyoke y, como segunda carrera, ingeniería civil y ambiental en Massachusetts, dijo a El Mercurio en su entrevista a Jurado. Con el tiempo se enteró que Gabriela había dado una conferencia en esa misma universidad.
"Lo sintió como una sincronía, pero también una premonición: Gabriela sería, a partir de ahora, parte de su vida". Las aproximadamente 168 cajas con 860 documentos, 500 cartas, cinco álbumes de fotos y decenas de objetos están en Chile gracias a su gestión y al concurso del gobierno chileno. Según la periodista Jurado, Doris Atkinson respira, aliviada. Fue una larga lucha en principio con su tía. Atkinson se fue cuatro años a Costa Rica, donde aprendió el español y eso facilitó las cosas, ya que se transformó en indispensable colaboradora de su tía para ordenar el legado de la Mistral. Fueron años de misterio de Doris Dana sobre el tesoro mistraliano ante su sobrina. Y los años, las necesidades propias de la vejez, las acercó. Después vino la decisión final de traspasar a Chile el patrimonio mistraliano. Fue un parto que duró nueve meses. Viajó tres veces a Chile. (Se enamoró de Santiago, Viña del Mar, Punta Arenas, dice) Al rel país, recuerda, pudo comprender el significado de la Mistral para los chilenos. Cuando Gabriela decidió viajar a Chile 9 años después de recibir el Premio Nobel, 100 mil santiaguinos abarrotaron las calles para verla. La foto donde saluda con su diestra, es de aquellos días de gloria y reencuentro con su pueblo.
Cuando la Mistral mudó de país, ya no se detendría. Ella misma se calificaba de chilena vagabunda. Fue uno de los rasgos más sobresalientes de su personalidad, como el enigma que le acompañó hasta su muerte. El retorno a su patria chica se le alejaba cada día màs: "Soy como esos gatos a los que hay que echarles aceite en las patas para que vuelvan". Desde joven Gabriela Mistral se transformó en un misterio y atención para sus obsesivos detractores, que se fueron sumando, sucediendo en tiempo y espacio, descalificándola, sin detenerse en su obra, temiendo la fuerza trasgresora de su palabra. Por su correspondencia sabemos más de ella, que tuvo una vida pública, privada (personal) y secreta, como cualquier ser humano, pero por tratarse de una mujer que destacó en e su época, hablar con la claridad de sus cielos nortinos y plantar cara a la sociedad voyerista, ramplona, mezquina, conservadora de su tiempo, siempre estuvo en el ojo de la tormenta del chisme, el fisgoneo. El escritor chileno Volodia Teitelboim, a principio de los noventa, advertía en su libro: Gabriela Mistral, pública, secreta, que "la gran mina oculta del epistolario está en buena parte por descubrir". Victoria Ocampo, la esritora argentina, señala Teitelboim, envió a Doris Dana la correspondencia que recibió de Gabriela. Al parecer, apunta, vale la pena. Sin duda, que lo vale, las cartas de la Mistral son poesía, literatura, ademàs de las revelaciones que haga. Las familias de Thomas Mann y T.S. Eliot enviaron copias de la correspondencia que mantuvieron con Gabriela, así como lo hizo la fundación Romain Rolland. Todo el epistolario debiera editarlo Chile como un compromiso con la verdad, la historia y una deuda de honor con la poeta. El país necesita conocer, recobrar íntegramente a su mayor poeta femenina de su historia y de América. Para el poeta Miguel Arteche, Premio Nacional de Literatura chilena, Gabriela es el mayor "poeta religioso de nuestra lengua y del siglo XX." La Mistral no vale cinco mil pesos. El Premio Nobel le acercó a un Chile distraído que la invitó despuès de muchas vueltas. Ella rechazó el "convite" por su "corazón de vidrio", en continua taquicardia en Nápoles, Italia. Sabía que sólo vería hoteles, casas, señoras y ella quería ver el paisaje, su Patagonia querida, la cordillera aunque no pudiera subirla. "Tengo allá demasiados seres que me odian, una verdadera riqueza de antipatías sin causa", respondió de puño y letra.
Esta mujer, que nació en un valle con olor a flores, cielo azul, rodeado de numerosos cerros, que quería que uno de ellos llevara su nombre, como finalmente ocurrió, aunque nunca dejó de estar acompañada, vivió en soledad, respiraba por los fantasmas que no se separaban a donde quiera que viajara. Tenía un corazón memorioso y callado, según cuenta a su amiga Matilde Ladrón de Guevara, nunca olvidaba, y su mudez, cuando la requería, era proverbial. Fue dueña de su silencio hasta el final de sus días, Recopiló miles de páginas, no editó, nada hizo público, entró en el secreto subterráneo de su intimidad. Se viajó con sus fantasmas, muertos, ensimismó como un molusco aferrado a su piel, un fruto secreto, desconocido cubierto por su cáscara. ¿Qué escondía esta mujer? Nunca se preguntaron por su magnífica obra, por el Chile que seguía atragantado en su garganta, la espada que no amaba y el remo que le llevaba a sus verdaderas aguas. Hay un río que vive en mi memoria/ no deja de hablarme en tu nombre/tiene agua, tiene palabras... Así veo y pienso a Gabriela.
Teitelboim apunta en su libro que la Mistral sufría una enfermedad del espíritu, la neofilia, que le llevaba de un sitio a otro deambulando con sus casas nuevas, secretarias, por la geografía universal. La neofilia es una atracción por lo nuevo, pero también un camino de exploración, hacia lo desconocido. Son tantas las Mistrales en una sóla, que las opiniones sobran. Prefiero lo que dijo Jaime Concha, crítico literario chileno: "sigue siendo, en definitiva, una ilustre desconocida". Una mujer nada de tonta, vislumbró el profesor Roque Esteban Scarpa, y sin duda no lo era. A Octavio Paz le aconsejó ser más telúrico y Carlos Germán Belli, recuerda Teitelboim, dijo que lo que más le impresionaba en su poesía es el peculiarismo, expresión del reino que lleva dentro. No es poca cosa para un poeta, cargar un reino propio. El crítico chileno Jaime Concha afirmó en su libro Gabriela Mistral (1987)..."la Mistral no amaba y nunca amó Chile". Es una frase que me ha quedado dando vuelta por años, es como un boomerang que viene del Sur, lanzado desde la historia del Chile que la descalificaba, ademàs por venir de una persona de la reconocida solvencia intelectual de Concha, actual profesor en los Estados Unidos.
La Mistral no fue sumisa ante los grillos que le mortificaban. Respodió siempre a su manera, con franqueza y a veces silencio. Hay un Chile, sin duda, que le desagradaba, que estuvo en permanente conflicto con ella, habitado por personas concretas. De ese Chile se separó dentro de Chile y se divorciò totalmente al partir de Chile y autodesterrarse. Fue amante de la patria chiquita, lugareña, raizal, india, y como dice Grìnor Rojo, "si se revisa la obra total de la poeta, poco cuesta percatarse que Chile ocupa en ella un lugar prominente." Es una deducción muy obvia, pero es bueno que nos la recuerde un especialista, estudioso de la obra mistraliana". Neruda, De Rokha y Huidobro tuvieron sus enfrentamientos sin contemplación y la Mistral, ajena a esos vaivenes, recibió por su parte, la ácida crítica del stablishment de la crítica conservadora, de una manera sistemática. No tuvo más camino que defenderse. Era una mujer pensante. Por medio de artículos y el género epistolar, afiló la punta de su lápiz y disparó sin contemplación. Fue una rebelde con causa, usó no sólo boina antes que el Che Guevara, sino planteó la Reforma Agraria, abogó por los Derechos Humanos, del Niño y del indígena, por la paz, por los pobres, defendió la causa de Sandino, en Naciones Unidas, foros internacionales, ante el presidente de Estados Unidos, Truman y el Papa Pío XII. Tocó puertas y alzó la voz en las tribunas por los desposeìdos y de esa Mistral nos queda el silencio.

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