miércoles, septiembre 13, 2017

El amor mudó

El amor mudó,
espanto y olvido.
Tal vez viaje,
en tercera clase,
por lugares desconocidos.
Rolando Gabrielli©2017

domingo, septiembre 10, 2017

Parra&Lihn/Lihn&Parra


Navegando distraídamente por internet, sin compromiso, me encuentro con las portadas  de dos libros recién editados de dos viejos amigos y grandes poetas, con quien compartí monólogos (siempre les escuchaba), un taller de literatura, recitales,  fiestas,  y conversaciones cotidianas.

Una vez andando
Por un parque inglés
Con un angelorum
Sin querer me hallé.
Buenos días, dijo,
Yo le contesté,
Él en castellano,
Pero yo en francés.

Dites moi, don angel.
Comment va monsieur.

Él me dio la mano,
Yo le tomé el pie
(Nicanor Parra: Versos de salón)
 Así, de la misma manera, casualmente, me encontré con  ambos   bardos impresos, uno festejando   con plena vigencia y residencia en la tierra y el otro saludando y aplaudiendo desde el màs allà. Nada nuevo bajo el sol, pero la poesía sigue de fiesta y es lo  que  importa en cualquier  escenario. 
  • La barricada solitaria de Parra
Con Parra tuve el privilegio de asistir al nacimiento de sus Artefactos y compartir los momentos cruciales de  su  dolorosa confrontación con los escritores chilenos, motivada por su famoso Tè en la Casa Blanca, cuando Nixon lanzaba napalm a los arrozales y poblaciones de Viet  Nam del Norte.
Lo que yo vi y viví esos días, fue la obsesión y el frenesí de un poeta por la poesía, de un personaje acosado por los acontecimientos y creatividad, la búsqueda incesante de su propia poesía o anti, porque Parra involucraba a su espectador y lo transformaba en su interlocutor. Necesitaba grandes cuadernos para su  letra  barroca, ejercicios continuos, notable exaltación del verbo, el hallazgo, la palabra, ya que en cada movimiento le rendía un homenaje al acto mismo de la poesía. Creaba su propio escenario  y se motivaba entre palabras y risas, con una extraordinaria  elocuencia, era un acto que no tenía nada de privado o solitario. Ahí estaba con sus energúmenos, lo recuerdo claramente, enfrentado como en una barricada solitaria e imaginaria, en esa atmósfera  irrespirable  de su asma, la asfixia de su rompiente creatividad. Parra buscaba una salida de sí mismo, un  peso extraordinario le abrumaba, no solo era  la política, sino  su propia poesía, intentaba siempre sintonizar con el momento, la época, la cambiante realidad. Se negaba asimismo y no esperaba que el gallo cantara tres veces.

Me  motivò la nota del periodista chileno Diego Zúñiga de la revista Que Pasa, intitulada Parra & Lihn, algo  así como Shakespeare & Company, cuyo titular y  portadas anuncian sendos  libros de  estos dos grandes poetas renovadores de la lengua y poética castellana.

El último apaga la luz, es el título de Parra, quien acaba de cumplir 103 años el pasado 5 de septiembre, y Lihn titula: Poetas voladores de luces.
  • Lihn, pasajero de la  Estación Central
Reconozco que me motivaron màs las primeras líneas de la nota de Zúñiga, cuando se interroga acerca de los cumpleaños que pasaban juntos Parra y Lihn en la década del 50, e imaginaba como lo hubiesen hecho por estas fechas. Como se sabe, el autor de La Pieza oscura y Poesìa de paso, falleció hace 29 años y era mucho  menor que el antipoeta. ( 15 años).

La hipótesis del periodista  trasladó mi memoria a Santiago de Chile, específicamente a la Estación Central el verano del 74 o 75. Me topé casualmente con Lihn, iba con alpargatas, un  bolso, y me dijo voy de apuro, corriendo a Las Cruces o Isla Negra, no recuerdo, a ver a Nicanor. Y nos despedimos tal y como nos vimos, como si el poeta hubiese estado conduciendo un expreso y yo ahí instalado en un anden. Santiago estaba que se cortaba con un cuchillo y aún así la atmósfera asfixiaba.

Ellos se veían a menudo y quizás eran los poetas  que con mayor frecuencia pasaban revista a la poesía, filosofía, psicología, a los pensadores, lingüistas del orbe,  y se enfrascaban en grandes conversaciones, como el día que me encontré con ambos y fuimos al departamento de Lihn en el parque  Bustamante, el cual  había heredado de Thiago de Mello, el poeta diplomático brasileño, exiliado  en Chile en 1964, muy amigo de  Neruda y Violeta Parra.
  • En esa pieza casi oscura
En esa pieza  casi oscura, Parra y Lihn, Lihn y Parra, se paseaban  como leones enjaulados y hablaban de lo humano y divino. Fue un momento poético e histórico, aquella noche santiaguina en medio de la noche que oscurecía aún más la dictadura. Solo se  sentían esas dos  voces de la poesía chilena, al filo del toque de queda, al borde de la nada, porque el abismo nos indicaba al menos un lugar físico.

La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso hubiera amenazado
una vaga llovizna sangrienta.
De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia y de precocidad
juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabiamos no ignorábamos qué causa;
juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente dulces
que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas o, para una muchacha
dulces como una primera efusión de su sangre.

Y así empezó a girar la vieja rueda —símbolo de la vida— la rueda que se atasca como si no volara,
entre una y otra generación, en un abrir de ojos brillantes y un cerrar de ojos opacos
con un imperceptible sonido musgoso.
(La Pieza oscura. Enrique Lihn)
Estos no son encuentros imaginarios y recuerdo cuando  yo visitaba una amiga y me encontré a Parra y Lihn nuevamente, esta vez  mirando en un pequeño televisor una de las películas de Carlitos (Charlie) Chaplin, artista al  que  rendían culto ambos poetas. Lo asociaban a su manera de ver el mundo, a la  poética parriana algo chaplinesca. Recuerdo que era la casa de un mimo. Ya no debe estar en la memoria de Parra ese encuentro. Estas son escenas y escenarios muy lejanos a la época del Quebrantahuesos, cuando se reunían con el psico mago de Jodorosky, hoy en París, tal vez. Ese fue el personaje que le cambiò el disco duro de la poesía a Roberto Bolaño. Parra es el poeta, le dijo, no Neruda.
  • Juntos pero no revueltos
Parra y Lihn fueron muy cercanos,  y no solo en las fechas de nacimiento,  que coincidían en días próximos,  no en  años, y   mantuvieron un diálogo permanente  con y sobre la poesía chilena, latinoamericana, con lucidez e imaginación. Se admiraban, criticaban y dedicaban mutuos comentarios.  Sin embargo, la poesía de Lihn es muy distinta a la de Parra, por ahí el antipoeta  no sembró la semilla de la antipoesía. A Lihn siempre lo vi como un poeta nómade, de paso, no solo respecto a sus desplazamientos continuos, sino a su propia poesía anclada en una contradicción de lo existencial, así como en la necesidad de incursionar en distintos géneros: cuento, novela, el comics, las perfomances.  Es un poeta narrativo, lejos de Parra y Neruda. Lihn nunca dejó de ser Lihn, verso largo, reflexivo, narrativo, de construcción algo densa,  es un poeta admirable. Siempre leía a otros poetas y se comprometía con sus lecturas. Lo vi alejado del ego per se, eso me entusiasmaba de él, como su poesía, su visión crítica. No se subía a ningún carrusel. Poeta generoso, como pocos.
Tuvo  suerte Parra, que Lihn y Bolaño se ocuparan de su poesía, aunque la trayectoria de Lihn en cuanto a amistad y visión crítica de la  obra del autor de La Cueca larga, es de vieja data y muy sostenida en el tiempo.
  • Náufragos en tiempos del horror
Parra &Lihn, el  orden no altera la opinión, tocaron muchas cuerdas de la poesía  chilena y del habla castellana, fueron protagonistas durante el gobierno de Allende y en la dictadura pinochetista, como sobrevivientes, a veces, náufragos de esos tiempos  de horror y oscuridad.
Parra, autor de Obra Gruesa, un libro antológico que  marcó su primera gran etapa,  estuvo al borde esos días de la Unidad Popular de publicar una carta contra Salvador Allende, arrinconado   por sus pares, incómodo, afectado, preparaba su artillería en "defensa propia". No alcanzó, al parecer, Allende murió defendiendo la institucionalidad en La Moneda el 11 de septiembre de 1973 y pasó a la historia
Lihn también se había apartado del allendismo y en dictadura  sentenciò toda una época con su  famoso verso "el horroroso Chile". No era un paraíso el país de la Mistral y Neruda, ni ejemplo de democracia, respeto de los derechos humanos o el país de las libertades y maravillas. Algunos soñaron con una  nueva libertad, desarrollo de primer mundo, y la realidad supero  a la ficción, en verdad, le bastó un cliché. Cada día se supero asimismo, desde el momento en que se quemaron libros.
 
Parra había llevado solo y por su cuenta una lucha contra todo establecimiento que  se pusiera delante de su poesía y ojos o amenazara su pensamiento crítico, su màquina de moler carne.
Lihn y Parra terminaron atrincherándose en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, dando clases a alumnos no contaminados  con la literatura, como dos sombras vivas, luminosas, tutelares, en una época sombría para la cultura chilena. Algo así como custodios del  futuro de la poesía  chilena, y  Parra, el viejo chamàn del verbo, irónico, cotidiano, popular,  cuadrando el círculo en el día a día.
En una esquina del centro de Santiago, otro poeta, amigo de Parra,  Jorge Teillier, sobrevía con el poeta Rolando Cárdenas  y un grupo de bardos, camaradas de literatura y copas, en el Bar Unión Chica, junto al vino del  exilio interior, como si el tiempo se hubiera detenido en una película  del cine mundo.
En ese panorama, despuntaban otros poetas, algunos ya consolidados trabajaban silenciosamente en sus cuartos solitarios.
  • En el pelotón de fusilamiento
 La poesía en verdad no había muerto ni se había rendido como esperaba el pelotón de fusilamiento de esa época. Más bien, nunca dio ni pidió cuartel.
Los poetas, sin embargo no dejan de afilar  sus  hachas nocturnas, para ir a cortar las cabelleras de la competencia, en el neoliberalismo rampante. Era un privilegio inimaginable tener trabajo en esos tiempos, más vivir de la poesía. un sueño kafkiano y realizado.
La diáspora de escritores chilenos giraba  por ese entonces en un mundo màs acogedor, vivía en cualquier lugar y como lo permitían las condiciones y circunstancias. La literatura bajaba el telón en   el neoChile, con algunas excepciones clandestinas, perfomances audaces del propio Lihn y Parra, como lo fue  la carpa incendiada por orden del antipoeta mayor: el supremo augusto antipoeta de poetas.
No volaba  ni una hoja sin que Él no lo supiera, inclusive las Hojas de Parra.