y estoy en medio de las Amèricas bailando
la vida en rosa, azul, violeta, blanca
como un santo sobre un rayo de luna
que cae en mis manos en el gris
platinado atardecer,
brilla, brilla la moneda sin altar,
todos iguales en la avenida
como recièn expulsados del paraìso,
a pecar Eva y Adàn
dos tortolitos nacidos de una misma estrella,
costilla de barro profundo azul,
iluminados por un mismo mar,
el mar, el mar brilla en la cara de la Bella
No se mueve una hoja ni una gota de agua
en el horizonte,
gime sobre el aire de la ciudad,
estamos bajo la ley del Dios Momo,
en cuerpo y alma, calle abajo, rìo arriba.
Vengo de Santiago de Nueva Extremadura,
sòlo fiestas de primavera, màscaras, espejismos
pálidos rostros al amanecer de septiembre.
El Carnaval es carne sobre la carne,
se gana y pierde todo,
evapora la ilusiòn, un segundo,
arrastra la noche y el dìa de un mismo cuerpo
que gira por un tobogàn lleno de luz.
Yo nacì un lunes de mañana
cerca de la Estaciòn Central de Chile,
contruida por Eiffel, el francès
que le dio fama con su torre a Parìs,
y nunca fue època del carnaval,
los obreros caminaban con sus overoles
bajo el cielo de febrero amanecidos,
sus pasos aùn dormidos por el asfalto negro.
Santiago nunca estuvo en Carnaval,
la alameda era gris y tenìa mirada
de actriz triste usada,
otros tiempos del Mapocho adentro
rìo, rìo,rìo,
la montaña es de nieve eterna
y no deja de mirarte.
El Carnaval està en el Caribe
negro mulato fluorescente
y el mar que no deja de brillar
con los turistas blancos rosados colorados
de telòn de fondo
para la foto del Carnaval.
Y en la memoria de los gringos viejos
europeos, canadienses, rusos,
rojos por el sol,
gente del hielo que camina por esta pista,
la nieve cae lenta, rosada.
Asì puede ser el pasado alguna vez.