Las ferias de libros son un milagro solo por existir. El libro en sì mismo es una aventura. Es suficiente animarse a encontrar uno o dos libros. Y a eso me arriesgo cada vez que realizo anualmente este ejercicio absolutamente voluntario y sin grandes expectativas. Es parte del juego y del azar. Se reta al mercado sin proponèrselo. Aùn se apilan libros en las estanterìas, me digo, una suerte. La gente los (h)ojea, detiene sus ojos en alguna de sus pàginas, lee y adquiere algùn compromiso informal con el libro o los libros que va separando. Muchos hacemos algo parecido. Es el primer paso, escoger el libro, revisarlo porque podrìa entrar a tu casa, biblioteca, velador, mesita de noche, en tu propia cabeza. Se debe estar seguro, que contiene màs o menos. Uno va seleccionando escritores, temas, editoriales, una serie de especificaciones para ser clasificadas y decidir. No basta con leer Habìa una vez y saber que se trata de un clàsico. Dar vueltas y vueltas, puede ser una tècnica de acercamiento. Un libro, a veces, es como avanzar sobre las arenas calientes del desierto sin saber que encontraremos al final del camino o si lo concluiremos. Existe el misterio que pone el autor en sus pàginas y el deseo de nuestra entrega que puede llegar a ser infinito. ¿Buscamos un espejismo? ¿Esa es la ficciòn de la realidad?
No sabemos que encontraremos en sus pàginas, pero nos adentramos por un espìritu de aventura que promueve todo libro y que acepta un lector. Siempre he ignorado el radar que me conduce a una estanterìa, pero pudiera existir porque uno avanza de manera informal, no premeditada, absolutamente libre. Digamos, existe este preàmbulo y despuès el contacto directo. De todas maneras esta no es la historia de esta nota. La introducciòn puede ser inaceptable, pero nuevamente seleccionè dos libros de los mismos autores de la feria del año pasado. Me intrigò el tìtulo del libro: Principiantes y la mirada escrutadora de Raymond Carver. Fue suficiente para una conexiòn con las tapas celestes del volumen y el retrato desafiante del autor. Lo primero que pensè, es que todos somos principiantes alguna vez en la vida o en muchas oportunidades para distintas cosas que no conocemos. Es necesario iniciarse en algùn momento, divaguè, ya con el libro empaquetado y en una bolsa junto al otro autor seleccionado. Es que este último escritor me insistiò de alguna manera con las lecturas de Carver. ¿O me lo imaginè? Ser principiante me parece un estìmulo a estas alturas de la vida, porque en verdad nunca dejaremos de ser el rìo inacabado de Heràclito. Uno debe entrar a una feria como principiante y no saber nada, dejar que las pàginas, las tapas, los lomos de los libros, todo el papel y la escritura que los contiene, encuentren a su lector ùnico.
Carver, Carver, me fui tarareando al frente del timòn. La feria quedaba atràs frente al mar. Y me dejaba guiar por una avenida paralela al mar y a decenas de rascacielos que buscan altura para imponerse o empequeñecernos. No estoy seguro de nada. Carver muriò a la misma edad del autor que me lo recomendò y ambos murieron conociendo la fama que se les iba entre los dedos. El mar me agudiza los sentidos, màs bien, creo, me amplìa el horizonte. Me hace viajar, conquistar lo inconquistable. Dejo la ciudad para no verme en su espejo y encontrarme con el Carver que "utiliza el inglès como una cuchilla", segùn Tim O`brien, a quien no conozco ni de sobrenombre, pero que los editores destacan en la contraportada a su inicio sin previa introducciòn y abren el comentario del libro con su nombre. Es admirable, como para que alguien imite ese estilo con uno mismo, me rìo. Ya he bajado las persianas del dia y reviso este Carver que tiene un epìgrafe del Gordo de Denver...pero esa no es toda la historia. Un suculento abrebocas.
Editores, un cuento aparte
Esto es textual del prefacio de los Editores: Principiantes Begginners es la versiòn original de diecisiete relatos escritos por Raymond Carver y publicados-con correcciones del editor-por la editorial Alfred Knopf en 1981 con el tìtulo de What we talk abo wen we talk about love (De què hablamos cuando hablamos de amor.) La ediciòn que tengo en mis manos, es el original que Carver entregò a su editor Gordon Lish y que redujo en un 50 por ciento tras una exhaustiva poda. Esta versiòn original es producto de un trabajo verdaderamente restaurador de la palabra que se desprende de las modificaciones y tachaduras manuscritas de Lish, advierten y confirman los editores del prefacio. Se recupera tambièn el tìtulo original de esta obra, Principiantes. Lisch, en su versiòn titulò, De lo que hablamos cuando hablamos del amor, frase tomada del relato. La historia de estos cuantos y su curso, es mayor, Carver hizo otras modificaciones. Su muerte prematura le impidiò al propio autor revisar la versiòn definitiva, pero estaba interesado en que asì ocurriera, como le prometiera a su amiga Tess Gallagher. La restauraciòn de los textos, señalan Stull y Carroll, les llevò años.
Es lo que voy sacando del libro apenas ingreso a sus primeras pàginas y tomo la decisiòn de concentrarme en el cuento Principiantes, que lleva por tìtulo definitivamente el libro.
La cocina de Albuquerque
Como sabe hacerlo Carver nos introduce de inmediato al tema, su atmòsfera, personajes y lugar: Albuquerque. No se sabe como surge el tema del amor, pero ocurre, para que dos parejas lo discutan en una cocina al atardecer tomando ginebra. Un paisaje mìnimo para un tema que no tiene fondo, digo de primera voz, en tanteo. Y Teresa, conocida como Terri por su marido cirujano y sus amigos, aporta a la conversaciòn su anterior experiencia a este segundo matrimonio, incorporando a su exmarido y al amor que sentìa por èl, a pesar de las palizas que le daba y a los calificativos de zorra que incluìa como parte de su amor. ¿Que se puede hacer con un amor asì?, les decìa a sus amigos Terri, aparentemente de profesiòn enfermera y que habìa surgido como una mujer marginada, de la calle y ahora le gustaban "los collares turquesas y pendientes largos". Son detalles y no sè por que los agrego, siguiendo los pasos del autor en sus descripciones antojadizas. Herb, el mèdico, su esposo, la trata de boba y le dice que eso no es amor, sino locura. Terri insiste y le dice que diga lo que quiera, ella sabe que era amor. Terri es una romàntica, califica el cirujano, de la escuela "patèame-y-asì-sabrè-que-te-quiero." Una conversaciòn cotidiana, digo, apurada por los ginebras para que salga a la superficie, con este gran tema de fondo que se agarra de las puntas de las sàbanas, aire, cabello, orejas, palabras màs o menos, gestos de rechazo, aprobaciòn, toda esa combustiòn que quema la convivencia y las percepciones de cada cual.
El amor por Carl
Carl el exmarido era la guinda en disputa del pastel del amor, lo que refleja que està ocurriendo un presente que no convence, al parecer, a la mujer, quien se instala con el retrovisor de su memoria. Siento que Terri y Carl por omisiòn y memoria, se van apoderando de la escena y quien relata vive junto a su mujer joven el apareamiento natural del primer año y el relato es un libro abierto, lo que el amor es capaz de ofrecer y quitar segùn sea la etapa, ocasiòn o manera. Carver se reserva, sin duda, la atmósfera que va creando cada diàlogo, el tino, su textura, la dimensiòn de los sentimientos e intensidad de cada personaje. El tema surgiò quizàs de una afirmaciòn de Herb que el verdadero amor es el espiritual. Terri està frente a su propio espejo en dos aguas, y sus pensamientos no anclan en un mismo lugar. Carl pareciera no haberse ido nunca y le dejò cartas al naipe de Terri. ¿Herb, quieres decir que el amor es un absoluto?, le interroga Terri. La clase de amor del que hablo lo es, contesta. El añorado Carl, habìa intentado matar a Herb y tambièn pasò por un intento de suicidio en Santa Fe. Nada le salìa bien, a juicio de Terri, hasta que se disparò en la cabeza. Carver va empujando a sus personajes con diàlogos con una atmòsfera precisa, les hace ser ellos mismos y arreglàrselas como pueden. terri solo querìa que su marido le reconociera que el amor de Carl era otro tipo de amor. Carl asediaba a Herb con llamadas telefònicas nocturnas hacièndose pasar por un paciente y cuando este contestaba en el nùmero que dejaba, le decìa, hijo de puta, tienes los dìas contados. Ya Herb venìa de una disoluciòn matrimonial, que le habìa costado la separaciòn, pèrdida, del apartamento, los hijos y el perro. Aùn asì, dijo Terri, le tengo làstima.
Carl terminò en el quiròfano de Herb despuès del disparo en la boca y cuenta que parecìa un monstruo. Terri discutiò hasta que el acompañò en sus tres dìas de su agonìa. Eso no es amor, insistiò Herb. Era amor, dijo Terri. La otra pareja, en medio de este telòn de fondo, reflejaba su felicidad, el amor con poco estreno, de alguna manera bromeaba Herb y pedìa levantar las copas por el amor verdadero. Un brindis que debe repetirse al mismo tiempo en miles de partes alrededor del mundo, mientras una bala atraviesa una vida inocente.
En el amor, principiantes
Detràs del ruido de las copas, viene la filosofìa acerca de las clases de amor, una cartilla que suele tener buen ambiente entre las conversaciones de parejas. En el amor, dice Herb, me da la impresiòn que somos unos completos principiantes. ¿Està ejerciendo su labor de principiante, al reflexionar? Concluye que las dos parejas se aman entre ellas, y que èl se refiere al amor sexual, la atracciòn fìsica, al amor narmal y corriente de todos los dìas, hacia el ser de la otra persona, el amor de estar con ella y a las pequeñas cosas cotidianas. Amor carnal, sentimental y al amoroso cuidado diario. Avanza la tarde, y se desprende el ginebra dentro de la cabeza de los personajes, y la cocina se hace màs enigmàtica a la caìda del atardecer en Nuevo Mèxico.
Herb no abandona el liderazgo que comparte con Terri, llevan cuatro años casados y cinco juntos, y ambos recuerdan a sus parejas anteriores, aunque el mèdico la ubica entre amor y odio finalmente. La saca del ruedo de la actualidad y màs bien quiere que se case o muera. Recurre al contrapunto Carver-Herb con la pareja màs joven y especula que los cuatros han tenido relaciones previas al matrimonio y seguramente amaron a esas personas. Pero lo terrible, explica, y bueno al mismo tiempo es que èl y Terri, si alguno de los dos faltara, seguirìa haciendo sus vidas, volverìan amar. Claro, Herb no està seguro de nada, solo atientas atina a pensar en lo que dice sin ninguna seguridad-no olvidemos su condiciòn de principiante, como todos, agregarìa, y duda de su propia afirmaciòn. Le queda el sabor que el viejo amor no serìa ni siquiera recuerdo. A Terri le parece lamentable esa afirmaciòn.
El caballero de la armadura
La historia la cuenta Carver, èl la conoce, y los personajes ponen sus sentimientos. Podrìamos haber estado en cualquier parte, dijo Herb y ya habìan brindado por el amor, respiraban amistad. Y seguìa rondando el amor de principiantes, como si supieran de lo que hablaban cuando hablaban de amor. Son las palabras de Herb que van de la mano de Carver, al parecer. El accidente automovilìstico en la interestatal que enviò a dos ancianos al quiròfano entre la muerte y la vida, era màs que una anècdota mèdica. En medio del relato que aùn no cobraba fuerza, Terri y Herb, se besaron, como un preàmbulo de lo que venìa tal vez. Los viejos, al parecer, habìan guardado energìas para esta ocasiòn extrema y en un cincuenta por ciento estaban de este y del otro lado. Dos semanas en cuidados intensivos. Herb siguiò con otras cosa, preparando el terreno para ir a comer fuera y poner la sal y la pimienta de la vida en la conversaciòn, hablando de su ser vivo y no realizado, confesàndose que le hubiese gustado estudiar literatura y ser caballero, al leer parte de Ivanhoe. Recuerdo cuando me metì en la aventura del bosque de Ivanhoe en mi casa, sentado en un sillòn de segunda mano, olvidàndome de la mano severa de mi padre y del propio olvido de una adolescencia precoz. Ser caballero es mejor que ser siervo, advertìa el mèdico, porque a un caballero con su armadura no era fàcil herir. Miraba y le preguntaba a Terri, como recordàndoselo, en un parèntesis del amor.
Anna y Henry
Los viejos volvieron màs viejos, pero màs sabios, Anna y Henry Gates. Terri seguìa interrumpiendo, eso que hacen las parejas, no todos estàn en el mismo dial al mismo tiempo. Herber aprovechò para lanzar la frase de la noche, una de ellas, Laura si no amara tanto a Terri y Nick, tu esposo, no fuera mi amigo, me enamorarìa de ti. Y te raptarìa. Herb, vete a la mierda, dijo Terri, palabras textuales de Carver. Anna y Henry retoman la escena. De la vida no se sale inmune fàcilmente, ni de las conversaciones que parecen inocentes pinceladas de palabras que llevan la carga de su inevitable contenido. Carver nos lleva con Herb por el laberinto de la recuperaciòn y del amor a prueba de muerte de los viejos. Éstos no parecen ser principiantes, se han fogueado en una verdadera maratòn de la existencia y son sobrevivientes por derecho propio. Carver desmenuza la vida matrimonial de los ancianos, sus afectos atados al tiempo de convivencia, en el contrapunto del milagro de lo que les queda de vida despuès del accidente. Estàn vendados, pero no ciegos, respiran cada uno por su cuenta y añora Henry estar con Anna. El accidente se produjo de regreso de Denver, venìan de visitar un pariente. Toda ruta es redescubierta por el azar.
Carver se detiene, creo me habla al oìdo, un hilo no siempre se corta, me parece oìrle, Carver hace como que no sabe lo que dice, pero lo dice, no duda, pero se interroga, asì han sido estas pàginas contadas para leerlas. Y en eso andamos, el viejo Henry relatando sus dìas de invierno en el rancho cuando sòlo nevaba y nevaba, en esa inmensa soledad con Anna. ¿Què hacìa, preguntò Herb? Bailar contestò el anciano como si ya no existiera realidad. Pero todos sabemos que siempre de eso algo hay o queda. Con un tocadiscos y algunos discos se iban al centro de la sala y comenzaba el baile. Cuando el ùltimo disco dejaba de sonar, apagaban todas las luces menos una y se iban a acostar. Solo los copos de nieve se escuchaban en la noche.
El cuadro era conmovedor por lo que relata Carver respecto del personaje enfermera que escuchaba el relato. Henry se ganò el derecho de ir a ver todos los dìas a su mujer a la otra habitaciòn, comer juntos y conversar temas de nunca acabar. Ya se habìa recuperado bastante. Terri no aguantò la historia, se quejò que antes no se la habìa relatado completa y que temìa que esto terminara mal. Carver le va sacando punta a la psicologìa de los personajes, no le deja vivir una vida plana. La historia me vino a la memoria, justifica Herb, por lo que hablàbamos del amor. En medio de la ginebra y el ocaso rojizo del sol que ya envolvìa la cocina de Albuquerque, Herb pensaba en sus hijos y deseaba llamarles por telèfono. Y asì van sucedièndose situaciones, las alergias a las abejas de la exmujer de Herb a quien matarìa y sueña con que un enjambre le pique. Henry y Anna, pienso, son un oasis en tre estos principiantes del amor. Herb tambièn quisiera vestirse apicultor y tocar la puerta de su ex para dejarle un enjambre completo.
Herb se va a bañar despuès de algunas reflexiones, como sucede cuando se reùnen las parejas y Terri entra en acciòn con situaciones pasadas, como el intento de suicidio de Herb cuando la mujer se fue a Denver con sus hijos y le dejò. Matices de la vida, la vida misma. Terri sigue preocupada del amor y espera que la joven pareja que lleva un año y medio casada, al menos alcance los cuatro. Los cuatro años, redondea, son el momento de la verdad. Terri volviò a alzar la copa por todos y por Carl: "Me amaba y yo le amaba a èl", persistiò. Y Carver viene nuevamente con otro parèntesis de Terri en sus relaciones con Carl. Herb le tenìa miedo, agregò. Sigo pensando en él de vez en cuando y eso es todo. Terri sigue haciendo el gasto del relato con su complejidad, sus idas y venidas, contradicciones aparentemente y se monta en un relato que al aprecer lo tenìa atascado a la garganta. Suerte, de contar con Carver para deshaogarse de una vez. Imagìnense el espacio, la cocina, el sol cayendo de prisa detràs de la ventana y el ginebra empujando las voces y la memoria, todos los sentidos.
Dice odiar cuando la vida se te instala como una telenovela y te maneja., ya no vuelve a ser nunca màs tu vida Estaba embarazada de èl, cuenta y èl no lo sabìa. Fue la primera vez quye intentò matarse. "Y lo peor viene ahora", carga el verbo como una nueve milìmetro. No digo nada que Herb no sepa, aclarò, fue èl quien me aplicò el aborto. "En aquella època yo pensaba que Carl estaba loco y no querìa un hijo suyo". Luego se matò. Amo a Carl y en mi mente no hay ninguna duda, cuando comprendì que ya no estaba, no podìa escuchar sus puntos de vista ni ayudarlo en sus temores, entonces me sentì realmente mal, coronò sus pensamientos Terri. "Sigo amàndolo, pero, Dios, tambièn amo a Herb". Puso su rostro entre sus manos y llorò. Carver se trabaja dos planos finalmente, el paisaje fuera de la casa, los automòviles pasando por la interestatal, la carretera que comunica con El Paso y describe el paisaje montañoso y la envolvente brisa del atardecer. Terri sigue llorando y està muda con los ojos abiertos. Asistida por su amiga Laura, Terri, con un gesto de aceptaciòn con la cabeza, anclò , al parecer, en la realidad que solo ella podìa conocer realmente.
Rolando Gabrielli©2012