Te dejo,
me dijo inmutable,
en la perfección
del desdén.
Una maestra, supe,
desde un principio,
artista de las pulsaciones,
no sería fácil sobrevivir
a sus vaivenes
y una cierta manera descuidada
de apreciar la vida.
No tuve sospecha
de sus verdaderas intenciones,
desde un principio
se mostró,
tal cual era,
un enigma.
Rolando Gabrielli©2017