jueves, marzo 01, 2007

EL MANCO DE LEPANTO VUELVE A COLOMBIA







Entramos primero con los ojos, mirando cuidadosamente una larga calle, que fue el mismo espejo de la soledad, que hace cuarenta años atravesó nuestra memoria. Polvo de siesta y atmósfera de olvido. Ningún reloj serio podría fijar el tiempo, las manecillas de mi Citizen marcaron cien años de soledad, uno raro instante circular, irreptible, porque el tiempo siempre es un traste viejo. Sentí ruidos conmovedores del autor del Coronel no tiene quien le escriba y El Amor en los tiempos del cólera, que en un viaje a Acapulco, chocó contra unos animales en el camino, por lo que decidió no continuar el viaje. Cábala, dijo, el muy supersticioso hijo de Aracataca. Pero era una de sus grandes y más fantásticas y productivas mentiras. Decidió regresar al DF porque Cien años de Soledad ya estaba escrita en su mente. No había tiempo que perder para emprender el camino de esa novela de novelas. No sólo fantaseaba en las redacciones de los periódicos de Colombia, con sus pies sobre el escritorio, dejando que la máquina de escribir le arrancara las páginas a sus primeras crónicas, que le ablandarían el pecho de alas muertas al más pintado de sus lectores. El golpe de timón que daba al curso de su camino era otro y definitivo. El truco de este mago-prestidigitador abierto a todas las contradicciones, como si sus palabras volaran dentro de un cubo pero a una distancia considerable, para repetirse con claridad en la memoria de sus personajes. Es el sabor con que queda un paladar aguijoneado por abejas, que dejan también su dulce miel.
A-r-a-c-a-t-a-c-a...A-r-a-c-a-t-a-c-a, el tableteo del famoso fusil de asalto ruso, la AK 47 y los cuerpos desplomándose, sin razón, sin luz, sin vida. El eco insalvable que traslada el vicio de la palabra, un recurso despiadado que empuja hacia atrás, adelante, hacia ningún lado, hacia donde una cámara lenta recorre su propia memoria. Más de 13 años visitando las bananeras en esa época, no habían sido en vano. La atmósfera húmeda, los tallos verdes uniformados, esos caminos de las fincas que se repiten hacia un mismo lugar y un olor inconfundible, a tiempo sin tiempo, devorado por el sol, estaba allí todo reunido en mi memoria, no para ser encontrado, sino dibujado en cualquier atardecer, uno como este. No busqué ir, ni llegar, ni estar.
Cayeron cientos bajo el plomo de la United Fruit Co. y no fue diferente a Santa María de Iquique, la matanza de San Salvador, y otras tantas en Nicaragua, Guatemala, Argentina, México, Haití, Bolivia, Perú, Paraguay, Ecuador, Brasil. Se habían fundado las llamadas Repúblicas bananeras, territorios llenos de soledad y espanto, paisajes dominados por el imperio del oro verde. Pero en esas calles sentí como se mordía el polvo de la soledad e impotencia, y que Macondo era ya un mito vivo, brillante como una luciérnaga en la noche de Nuestra América.
El cielo deja de ser gris y una lluvia de mariposas amarillas "Made in Macondo", rompen el atardecer con su ruido de mar adentro, vuelo contrastado con el plomo que envuelve Colombia en su cápsula de ardiente soledad desde hace más de un siglo, porque la soledad no escapa ni de sí misma, y se ha perpetuado en el viejo nido de la indiferencia, marcando su territorio a sangre y fuego, como un árbol seco, vacío de frutos, lleno de soledad. Podía ser cualquier sitio, calles entre calles, pero no, pisábamos un Mito, Macondo en verdad, traído y llevado en la gloria de un mundo mágico y real, la casa grande de una nueva literatura latinoamericana y del habla castellana, donde se había soñado, masticado, vivido, pensado, Cien años de Soledad.
Sobre García Márquez y su obra se ha dicho todo. Soledad sobre la soledad, es un ejercicio inútil, oficio de árbol genealógico. La anécdota la cuenta el propio GGM, ilusionista ya estaba en marcha porque lo que tenía en su cabeza era Cien Años de Soledad y necesitaba retornar a su casa a escribirla. Sabríamos tiempo después que el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecía de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo...
Todo lo demás es historia, que tuvo que vender todo para enviarla a Buenos Aires a Editorial Sudamericana, en dos partes y por correo. (Afortunadamente el correo fue honesto y no abrió el paquete, porque la habrían botado: un montón de papeles mecanografiados.) Macondo iniciaba su camino de México a Buenos Aires, aunque nacía en el corazón colombiano de las Américas, y pertenecía, sin duda, a todo este subcontinente tan ricamente empobrecido por la soledad de sus gobernantes.
García Márquez se adentró en las aguas sanguinolentas de Colombia y América latina, remó con sus muertos, y vivió, contó la historia de los vivos de su tiempo. Cien años de soledad se editó en 1967, cuando América latina irrumpía en medio y en el centro de su gran soledad. Un año después asesinarían al Che Guevara en Bolivia. Un año antes Violeta Parra se había destapado los sesos en una carpa en Santiago.
Cien años de Soledad que está en su 40 aniversario, es una especie de caja de Pandora de la literatura castellana en esta parte del mundo. Su autor, un fabulador a tiempo completo, de seguro continuará con su oficio más allá del tiempo real que se le haya asignado aquí en la tierra. Ya había subido a la gloria hace 25 años atrás en Estocolmo, cuando el rey de Suecia le hizo entrega del Premio Nobel de Literatura. Ahora, a sus 80 años sobre el Everest de la consagraciónen Chile, hace 40 años, nosotros leíamos bajo las noches y las sábanas calenturientas de la adolescencia, la novela que Cervantes habría aplaudido con sus dos manos después de Lepanto y que Borges no leyó. Y también en nuestras manos La Hojarasca y Los cuentos de la Mama Grande( María Amalia Sampayo de Álvarez, en la vida real).
Una época nuestra en que èramos tan pobres, que sólo podíamos regalarle nuestro corazón a la novia. Ese acto se repetiría después, en tiempos de circulares, esos que retornan porque estaban escritos.
El escritor más vendido del habla castellana, Premio Nobel hace 25 años, comparado con Cervantes, Cien años de soledad ha sido considerada entre las 20 novelas más importantes de la historia, (todo puede ser cierto o según el cristal con que se mire, pero no hay duda de lo que ha hecho GGM). Su protagonismo en la política colombiana y latinoamericana, forma parte de este gran e insustituible personaje llamado Gabo. Hombre de grandes e irrenunciables adhesiones con las causas populares. La Habana, DF, Panamá, Bogotá, Cartagena de Indias, forman parte del eje de sus viajes y de un periodo intenso de negociaciones en los que participó para solucionar conflictos, allanar caminos hacia la paz. Amigo de gobernantes incómodos en la región, Fidel y Torrijos, de los sandinistas, movimientos guerrilleros, siempre fue un aval internacional, porque también es amigo de Bill Clinton, un gran lector de Cien años de Soledad. Fueron intensas las décadas de los setenta y ochenta, América latina hervía en dictaduras y movimientos guerrilleros, y en el centro, las negociaciones del Canal de Panamá. García Márquez que vino tantas veces al Istmo, estuvo a punto de quedarse para siempre, si hubiese hecho el viaje en el mismo avión con el General Torrijos, hacia Coclesito, donde se estrelló y explotó frente al cerro Marta. Era el invitado del General Torrijos ese día que no era su día. A partir de ese 31 de julio de 1961, García Márquez, vivió para contarla en esa guerra fría, a Gabriel García Márquez se le ocurrió hacer una promesa que no pudo cumplir después: no escribiré hasta que muera Pinochet. Por una u otra razón, el dictador chileno fue declarado patrimonio nacional de la dictadura y del horror. Y permaneció hasta hace poco, como si no hubiese sucedido nada. Fue una licencia que superó la literatura, porque la realidad ya no existía, o tal vez era un secreto de Estado. Gabriel García Márquez había dicho en uno de sus momentos solemnes la democracia de mierda chilena.
Su línea política ha tratado de ser enmarcada por apologistas y detractores de una manera sorprendentemente mágica, surrealista, macondiana, y el padre legítimo de la ficción real- mente mágica latinoamericana, nunca hizo mayor esfuerzo por contradecir a unos, ni otros, siempre se mantuvo discretamente dentro del carnaval de la política regional y mundial, porque su palabra tocó Estados Unidos y España. Compartió con moros y cristianos, en mil y una noches en este continente alucinado por la violencia, corrupción, los sueños truncados, la filosofía del olvido, la convicción de la imediatez, el culto de lo pasajero, inútil, y también la maravilla de sobrevivir y amar a pesar de... GGM usaba paracaídas llenos de mariposas y saltaba de un lugar a otro envuelto en secretos, compromisos, conspiraciones, complicidades. "Aquí estuvo el Gabo", la leyenda del misterio era cultivada con cierto rigor caribe, porque siempre se sabía de su presencia. ¿Cómo esconder un personaje de esa naturaleza, magnitud o grandesa, prominencia periodística?
GGM fue primero poeta en su preadolescencia, admirador y lector de Neruda y Darío. Poeta como Borges, Cortázar, Bolaño, Joyce y tantos otros grandes narradores por cumplir este 6 de marzo, fecha de varios felices acontecimientos en su vida literaria, el mundo de habla castellana ha comenzado a rendirle homenajes. Pero al mismo tiempo, España, Colombia y América latina, homenajea la palabra, este minuto que a todos nos pertenece en la fabulación del sueño, la magnífica utopía que nos revela un autor en el encantamiento del idioma, y nos viaja en el pozo hondo de la mitología viva de sus personajes que nos hace amarlos. Este reencuentro con la soledad, siglos de abismos, instantes fluidos en los ríos nuestros sin fin, todo en un tiempo para armar y desarmar frente a un portal silencioso, porque en verdad lo que pasa, somos nosotros mismos y regrezamos una y otra vez en la palabra. La soledad es este monumento a la verdad que crece entre las muchas voces. La soledad es esta vereda personal en que viajamos cada día.
Esa tarde en Aracataca, Macondo para ser precisos, y no hay mayor reconocimiento para un escritor que decirle la verdad, si uno llega a sospechar algo de lo que realmente quiso decir, supe que Melqíiades fundaba la esperanza y nos reproducía la infinita palabra sabia de lo posible. Un Testamento más nuevo que el Antiguo, ¿maravillosamente contradictorio, solemnemente iluso o fantásticamente real?, sólo la palabra no pasa en Melquíades que vive en su marzo perenne de un lunes eterno.
Hay que haber vivido en Colombia, conocer ese país, su gente, geografía, historia y sólo entonces sabríamos por qué las palabras asombro y desagracia, insólito, excepcional, forman parte del ser nacional colombiano, y en verdad fueron inventadas allí, junto con el olor de la guayaba.
Colombia escribe su testamento cada día, agoniza, sobrevive, viaja circualrmente sobre sí misma, realiza un reinado cada día, su geografía se traslada por segundos, la gente sabe que el país nunca siempre es el mismo, y todo quien de alguna manera esté vinculado con esa mágica tierra macondiana- porque Colombia es la casa matriz del Macondo universal,- sabe que en cualquier mañana el mundo puede haber marchado uno pasos más al fondo de la manigua.
Colombia permanece más allá de sus propias sombras. Es un ejercicio sobre su propio rompecabezas. Una esperanza que recurre diariamente al espanto. Colombia es la catedral de la esperanza y del olvido. Se mira el ombligo y nace Macondo, un pasaje a la eternidad.
Colombia es este azar de tréboles de cuatro hojas que alguien se empeña en ametrallar y seguir deshojando el tiempo, la belleza inocultable de su deslumbrante geografía.
A veces pareciera, que la muerte en Colombia, es un compromiso con la vida. Un inevitable espanto más de su destino. Colombia persiste más allá de su propia realidad. La ficción de su esperanza supera esa realidad que suele empujar el país por el río Magdalena como un ataúd expreso sin paradero.
Pareciera que el libreto ya fue escrito y la realidad sólo contara el guión, como si fuera una extra, convidada de piedra. ¿Una espiral que retoma siempre el camino de la nada?
Más de 300 mil muertos durante el Bogotazo, cuando asesinaron al "negro" Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, y Fidel Castro in situ, confundió la continuación de la eterna chispa de la violencia colombiana, con una revolución. Colombia, casi 60 años después, no ha dejado de sumar cadáveres juntos al de Gaitán. Esa pudiera ser otra historia, pero es la misma y Gabriel García Márquez recoge este espejo en la vereda de la vida y del camino, para que todos nos miremos en él, porque la imagen de la realidad alcanza para todos.
Pero la fiesta es otra: 80 años de GGM ( 6 de marzo). 60 años de la edición de La Hojarasca (primeros pasos de Macondo) y 40 de 100 años de soledad. 25 años del Premio Nobel. Son 225 años contra la eterna Soledad, que sólo necesita un segundo, el fragmento de un instante para hacerse presente, porque de alguna manera compró un pasaje eterno.
Gabriel García Márquez regresa a Cartagena de Indias, donde 1.200 asistentes al IV Congreso Mundial de la Lengua, le rendirán homenaje del 26 al 29 de marzo. La Real Academia Española lanzará una edición de 500 mil ejemplares de Cien años de soledad, novela que ha vendido más de 30 millones de unidades. Cartagena se inscribe dentro de las ciudades claves de la historia literaria del periodista, cineasta, músico, GGM, como lo fueron Aracataca, Sucre, Valledupar y Barranquilla. Sólo su superstición le impide regresar a Aracataca, cuya casa paterna sigue viva en su memoria y carga en su alma caribe.
Hay novelas como Cien años de Soledad, Rayuela, Pedro Páramo, Paradiso, La vida Breve, Los Pasos Perdidos, Los Detectives Salvajes, entre otras, que fueron escritas para ser respiradas con una cierta intensidad cada cierto tiempo en el tiempo.
Se ha cumplido el sueño dorado de la soledad macondiana.
Rolando Gabrielli©2007
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miércoles, febrero 28, 2007




De Mirta Narosky se podrán decir muchas cosas y algunas de paso, imaginarlas. Si de la realidad, y ficción se tratara, una argentina, pintora, con sus sombreros cada día, el lienzo en los ojos, y tal vez desplazándose en un pequeño ascensor hacia la calle, podríamos estar hablando de ella en la superficie de un damasco. Mirta Narosky hace su obra en Buenos Aires, una ciudad totalmente argentina, sostenida por la imaginación y el esplendor de sus ruinas, la belleza de su delirante espanto, el encanto de lo que siempre no será, pero que es, un sueño amarrado a tanta esperanza.
La Narosky se desplaza con sus colores en el centro del vacío de su época, y no ignora el tiempo urbano, como la mujer que contempla bajo el olvido de la ciudad, donde el sol irradia su vital naturaleza y ella se deja sorprender por una rara esperanza. ¿Así viene el pasado como el futuro, aunque todo es presente.? Ella se arroja al silencio frente al sol, la ciudad urbaniza sus amaneceres en la magnífica irrepetible soledad. Apuesta al espacio absoluto, la contemplación.
El Tango de suburbio, es la pasión roja del arrabal, el sueño del macho y la hembra suspendido en la magia de todo encuentro y minuto vertical, de ese aire que se pierde y se gana, movimiento en UNO, ese estar adentro y afuera a un mismo tiempo, volver a Ser, ella, muñeca brava, él, un bacan. El vértigo cae en el centro de la Mina, como si la noche inventara un nuevo tiempo, el norte y el sur de sus cuerpos, la otra cara de la vida. Los cuerpos pasan, quedan, el insomne silencio de la pista, la vida, el destino. Rolando Gabrielli©2007

martes, febrero 27, 2007

EL LIBRETO OCULTO DE LOS OSCARES







La alfombra roja en el Kodak no conduce a un Oscar, a todos los que la pisan. El flash y el glamour alcanza para los favoritos y algunas estrellas siempre brillantes en la imaginación de Hollywood. La Meca del cine no siempre huele bien. Cuadrar el círculo de intereses en Hollywood, es como vaciar la caja de Pandora. Hay un libreto que lo escribe el tiempo de manera sarcástica y premia a algunos el olvido irreparable de la Academia. La gran noche de los reconocimientos de la mayor industria cinematográfica mundial, impactó por el naufragio en primera fila del legendario actor irlandés Peter O´toole, un candidato postergado eternamente al Oscar. No dejó de sonreír en la ceremonia oficial y las cámaras lo apuntaron en diversas ocasiones, pero el libreto de Hollywood ya estaba escrito y sentenciado el actor que representó con maestría a Lawrence de Arabia. O`toole rechazó en su tiempo un Oscar por "años de servicio en las pantallas", una especie de jubilación y reconocimiento a la labor cumplida. La Academia lo obligó a recibirlo.
(Tal vez previo a la entrega del Oscar a la mejor dirección, volaron los pájaros de Alfred Hitchcok, para no encontrar más que el cielo eterno de su vuelo sin que el viejo rey del suspenso aterrizara nunca con una estatuilla en el Kodak) ¿Así es el cine como en la vida real?
Esta fue la noche de otro postergado por más de dos décadas: Martin Scorsese. Obtuvo dos estatuillas, una por su dirección y otra por la mejor película: Los infiltrados.
El libreto de Hollywood trasciende la pantalla, no necesita de efectos especiales, porque maneja las estatuillas que dan o privan de la supuesta gloria. End. Rolando Gabrielli©2007

domingo, febrero 25, 2007

EL SOTANO DE BABEL, UN VIAJE PERSONAL...





















Desde El Sótano se puede apreciar claramente la superficie. Valorizarla y tomar el pulso de la otra realidad. Escuchaba anoche una entrevista de Roberto Bolaño en Chile. Regresaba 25 años después. ¿Uno puede volver al lugar que nace impunemente como el asesino? Es una pregunta que le hubiese hecho como frente a un espejo. Los escritores no se dejan atrapar fácilmente por la ficción. Sólo se escucha su lenta voz con un leve dejo español, aunque en verdad sin acento, más bien una voz grave seguramente venida desde el fondo de su afectado hígado. Sólo la pantalla, un pequeño recuadro de Bolaño y su entrevistador, las bocinas, y las luces del Sótano flotando como si los mares de Panamá arrastraran la voz de esta estrella distante y cercana de Bolaño, que viajaba de Santiago de Chile, el DF y volvía al Mar Mediterráneo como sus cenizas en España. Un escritor verdadero no muere ni a palos, aunque la inmortalidad no existe, sólo la del cangrejo. No concuerdo esta vez con Roland Barthes, cuando dice que no se puede interesar en un lugar sólo por la belleza si no hay personas en ese sitio. Habla que no le gustan los museos vacíos, pero las calles sin automóviles ni gente, son un monumento a la soledad. El Sótano era mi museo anoche, el espacio real donde mueren las palabras y la oscuridad entran sin proponérselo. Bolaño sigue hablando como si nada, es su noche aquí, después del carnaval y él, preparándose para visitar Chile en noviembre, en su propio carnaval. Cuenta como la librería El Sótano le alimentó la imaginación y le permitió sobrevivir, al robarse libros de narradores que guiarían sus pasos literarios. Los concursos de prosa que ganó en las provincias españolas, formaron parte de su otra sobreviviencia en España.
En sus palabras deducimos que su poesía incuba sus novelas y que consideraba que existen buenas páginas en la narrativa chilena y no se atrevió a mencionar un sólo libro en prosa ni autor. Se definió como un gran lector de la poesía chilena: Parra, Lihn Teillier, Maqueira y Zurita, "que no quedará para la posteridad por su mensaje mesiánico". A Lihn le otorga un papel de salvador, rescatista de su propia vida, si no, no habría vuelto a la literatura, ni tomado el hilo de ese vicio, porque vivía salvaje, como un anacoreta con un perro, en España.
El Sótano se presta para estos pasajes y paisajes tan personales, llenos de azar, porque la entrevista de Bolaño surgió de la nada, apretando teclas y el lugar se inundó de su voz, de un escenario mayor, despojado de convencionalismos, pero envuelto en un monólogo bumerang de imágenes, sensaciones y recuerdos. La cafetera mecánica se había quedado sin agua, por lo que hubo que imaginar el mokaccino habitual. El espacio desolado también aporta al monólogo, ya que un sitio se representa asimismo, y de tanto ser habitado nos habla a su manera, corteja desde las sombras el diálogo oculto de su mirada. Y tiene razón Roland Barthes, y aunque no la tuviera, me gusta la frase, el concepto, la idea, porque la estoy comprobando en El Sótano: "el gran material del arte moderno, del arte cotidiano ¿no es acaso la luz en nuestros días?" La luz opaca un espacio profundo. Yo disfruté mucho de una sesión de fotografías, hace un par de días, en una de las salas de reuniones de El Sótano frente al ascensor, decorada por una pintura abstracta, de una Fue un juego con mi amigo Rodolfo Aragundi, un fotógrafo panameño excepcional, porque trabajó la luz como si tuviera frente a su cámara a Brad Pritt, Jennifer Aniston o Angelina Jolie. Ajustó la luz en las direcciones cruzadas correspondientes una y otra vez. Yo le decía la luz no tiene importancia, cuando existe la luz propia. Sin luz, no hay fotografía repetía y se movilizaba buscando el instante mágico.
El flash también tiene un tiempo de expiración, una luz que se extingue aunque vuelva a repetirse hasta el fin de las baterías que le permiten iluminar el instante. La luz indirecta recorre el pasillo y se va vaciando en matices por los espacios más amplios y se reduce en aquellos que contienen su propio reflejo, tal vez ignorados, pero plenamente existentes. Algunos cuadros quedan bajo el imperio absoluto de la luz. Algunos creen que los flash transportan un poco a la eternidad. Yo sólo veo una luz relampagueante como un guiño que se evapora en el aire y todo vuelve en su opacidad.
Bolaño sigue hablando desde la lucidez de su afonía, recordando los tiempos de pellejería, asomándose en la luz del éxito y recordando a su amigo, Mario Santiago (José Alfredo Zendejas Pineda) el poeta mexicano co-fundador del grupo poético Infrarrealista, que el narrador chileno abandonaría saturado en búsqueda de un mejor destino literario. Santiago editó un sólo libro en vida, inspiró el personaje (Ulises Lima) de Los Detectives Salvajes y en la víspera de su desgraciado mortal accidente en el D. F. (10 de enero de 1988), escribió su premonitorio poema de despedida:
EME ESE PE
Moriré sorbiendo
pulque de ajo
Haciendo piruetas
de cirquera
en la Hija de los
Apaches
del buen Pifas.
Las noches de El Sótano, sostienen los más antiguos habitantes, son visitadas por el espíritu de un niño que habría muerto allí. Con frecuencia se sienten algunos ruidos, que corresponden, muy probablemente a los acomodos de la estática, y así viene el desplazamiento de papeles, objetos y elementos que suenan. Más bien me sentí observado por el ojo de Raúl Ruiz, cineasta chileno que suele tomar estos temas y los proyecto en un rollo interminable de cine mudio que maneja desde París, donde reside como muchos intelectuales y artistas chilenos después del 11 de septiembre de 1973. Raoul, como ahora le llaman en cámara o fuera de ella, en la ciudad luz, filmaba en El Sótano esa noche, Poetas en su cuerda floja bajando por Puerto Aysén. Uno de esos títulos terminales de Ruiz, pero lo que importaba era el rollo en blanco y negro, aunque fuera a color. Quiero decir la película hecha, terminada. El autor de los Tres Triste Tigres, ahondaría en la temática del peso de la L en los pasaportes de los exiliados-expulsados y en la visión surrealista del Chile a la hora de la siesta. Una hora realmente letal donde todo se detiene y cae en una espesa cortina de no sabemos que sucederá cuando todos se despierten a un mismo tiempo. Un espacio doloroso para la infancia y adolescencia, muchas veces obligada a dormir o a guardar silencio, donde se inventan y sueñan muchas más cosas de las esperadas. Con esas historias de por medio, trabajaba Ruiz esa noche y se escuchaban sus : Va el rollo o corten!!!!. La plaqueta caía en su pequeño peso de guillotina. La noche seguía en su aventura, la voz de Bolaño en off, los reflejos de la luz sobre pequeñas sombras ocultas alargadas o recogidas, más bien la oscuridad compartía con la luz su propio espacio, su visión de la noche. Bolaño como telón de fondo la anécdota del escritor argentino Antonio di Benedetto, quien ejercía un mismo oficio que él: competir en todos los concursos literario provinciales de España. Fe, miedo y deseos, el fantasma de Antonio di Benedetto era lo más real esa noche en la voz de Bolaño, que Ruiz lo veía sentado en la esquina rosada de Borges. Qué tipo tan fantástico, me repetía yo desde El Sótano de mis días tropicales, asfixiados de luz y selva, de la pálida humedad del verano. De pronto la silla amarilla de Director de Raoul Ruiz flotaba en El Sotano, y volaba como buscando los mejores ángulos, sorprendiendo las voces off the record, a los fantasmas ya convertidos en celuloide. El reflector parecía un faro dormido en la noche, como un amante esperando a su Bella, sin despeinarse, estático, luminoso, absolutamente servicial.
Súbete al Escalibur, me dijo Raoul, y paseas con Bolaño en esta escena por la Bahía de Panamá recitando a Jorge Manrique, pero antes pónganse estos gorros protectores de la aviación de la Primera Guerra Mundial. Cuando van saliendo hacia el litoral costero dicen: Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se passa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el plazer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parescer, cualquiere tiempo passado fue mejor. Pero frente a la bahía estos versos de las Coplas, con absoluta solemnidad y compostura: Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, qu'es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos. Corten, corten, fueron las últimas palabras de Ruiz y sentí como que se recogíera en una larga alfombra el rollo de la noche de El Sótano y se envasara esta historia para siempre. Afuera, en una limosina roja lo esperaba su chofer, muy parecido a Gabriel García Márquez, y pensé si en verdad no era él. Con su liquiliqui blanco, impecable, una sonrisa caribeña le cruzaba el bigote, y alcancé a ver su placa: Macondo Año 2666.
La limosina se fue volando en sus alas mariposa y dejó caer sobre el Istmo, donde los dos océanos unen los continentes, millones de mariposas amarillas. Esa ya es otra historia. Rolando Gabrielli©2007