Olvídame, Nueva York,
no somos nada,
más que tú y yo,
frente a un mar de cristales
crispados por la distancia,
amantes del mar y sus aguas,
un museo flotante, rascacielos erizados
como si la noche descendiera a volarnos de su altura
inverosímil escrita en el infinito abecedario
de tus palabras rentadas
para la ocasión.
Sospechas que las deudas la realidad
y nada ilumina
que la oscuridad en medio de la luz,
donde queman las entrañas
esas falsas monedas
falsas de W.S.
Multitudes sin aire respiran
una misma burbuja soleada
horadan con sus pies la huella de Nueva York
nieve oscura sobre el espinazo tibio
extranjero.
Cabes apenas en un recorrido de mi memoria
de gourmet de provincia,
me digo,
flor de las distancias, alas pájaras
tu opulencia de sacerdotisa
babilonia gastronómica histriónica
llena de basura mi nostalgia
este desconocido noviembre
No me pongas a prueba
con tus diamantes degastados
Alguien nos ha engañado
con pasos que en alguna calle
resuenan en mi memoria
para ver la nieve pálida,
detrás del vidrio la cara
del poeta en Nueva York
Y venir a hablarnos sus perros,
de la sombra, de sus días
ladrándonos
par de desconocidos
cada un caminando
a la inversa
de nuestras historias
por el Central Park
al lado de nadie,
como en el cine mudo
flotando con el aire
de las carcajadas
Madame Nueva York
por tu ombligo
de moneda corriente,
te amo.
Rolando Gabrielli2024
Madame New York
Forget me, New York,
we are nothing,
just you and I,
facing a sea of glass
shattered by distance,
lovers of the sea and its waters,
a floating museum, skyscrapers bristling
as if the night descended to steal us from your improbable heights,
written in the infinite alphabet
of your rented words
for the occasion.
You suspect that debts surpass
reality, and nothing shines brighter
than darkness amidst the light,
where false coins burn
in the gut,
false like those of W.S.
Breathless multitudes inhale
the same sunlit bubble,
carving with their steps the footprints of New York,
dark snow on the warm spine
of a foreigner.
You barely fit within a journey of my memory,
a provincial gourmet,
I tell myself,
flower of distances, winged birds,
your opulence of a mundane priestess,
Babylonian, gastronomic, histrionic,
fills my nostalgia with trash
this unfamiliar November.
Don’t test me
with your worn diamonds.
Someone has deceived us
with steps that on some street
echo in my memory.
No one has time to spare
to gaze at pale snow,
behind the glass, the face
of the poet in New York,
his dogs coming to speak to us
of shadows, of their days,
barking at us.
A pair of strangers,