La novela se novela. Cosas que pasan y desde El Sòtano, un submarino es la novela. Recorre este laberinto de computadoras y planos, sumergido, como si el mundo estuviera saturado de noticias abyectas y el color rosa de la vida aromatizara el jardìn de lo inexplicable. El submarino asoma para respirar en algùn cuadro de este ajedrez. No me incomoda el zig zag de la escritura, la puntada con hilvan invisible, casi sin hilo, nada màs que el viejo truco que podrìa imponer la historia. El mal lanza la red con las manos del bien y ningún pez pareciera salir lastimado. Serìa un ejercicio bano tal vez no realizarlo. Y cuando asomo el periscopio veo el mar en 180 grados, la superficie perfecta y vislumbro a Kafka, el nàufrago de la única isla existente en el planeta de las letras. Detrás de su larga y delgada sombra, està el silencio con que el siglo XXI abusa de su azar. Convocar el destino serìa apostar a lo que algunos creen que ya está escrito. ¿La idea es superar la imaginación o la realidad? La realidad nos tira de los pies, cuando queremos enterrarla.
Las editoriales buscan a nuevos novelistas para satisfacer el mercado y ya han clasificado una lista por países de habla hispana, latinoamericanos. Son la esperanza, los mejores, para este jurado clasificador de las letras. Seleccionados por países, y tal vez buscados por la lupa del mercado. El tiempo dirà quien tuvo la razón. En este tema de la actualidad de la novela, la casa matriz del idioma español, convocò hace unos días a algunos escritores para hablar del susodicho género, prima donna de los escaparates.
La novela es un libro màs largo que otros. De preferencia una historia con personajes. Se puede extender hasta el cansancio y aburrimiento del lector. La novela se hizo màs amiga del mercado que otros gèneros. De vez en cuando alguien asusta a los lectores con su desapariciòn o desnaturalizaciòn. Advierte, entre otras tantas cosas, que ya no le queda ningùn diente de leche. La recta es curva y el cìrculo, un cuadrado. La orilla hace crecer el río. y el agua sigue su curso palabra por palabra. El camino de la novela, como toda obra, es defenderse con sus propios argumentos. Instalarle muletas, algún soporte, es arrancarle los ojos al lector. Libertad reclama el sendero empedrado de la novela, como cualquier otra expresión artística.
Todo gènero literario es susceptible a algùn tipo de contaminación. La novela es tal vez la que más ejerce su derecho a no parecerse y ser ella misma. Quizàs la poesìa emplee màs recursos de lenguaje en un corto espacio. Tal vez, eso suceda, pero la novela es cada día un híbrido de màs de una cabeza. Lo importante es que el lector conserve la suya bien puesta. Alguien la pudo perder en un gesto de desamor, pero al mismo tiempo no separarse de las páginas de un libro, como si los sentidos fueran el trofeo del autor.
Cada cierto tiempo alguien fija el canon de la novela. Otros, algunos se reùnen expertos y teorizan. Lo que no es malo, porque se ocupan del género estrella del mercado y se olvidan de paso de la novela de la actualidad noticiosa, esa que se ocupa de la realidad a medias de cada día. La novela es otro escenario. Desde hace 500 años en nuestro idioma y en sus centurias correspondientes, recorre ismos y puede ser kafkiana por omisiòn. Novela de varios cuerpos y de todos los sentidos. La novela es hembra y puede migrar en el reverso de un círculo. Su cuerpo, a veces, no le alcanza y se asocia a la naturaleza humana, a una lectura pulcra y detallada, insomne. Esto último, que es un buen comienzo de novela, es si el lector ya no pone resistencia despuès de la pàgina 50. Hasta ahí, ese es el último reducto, para un cuento largo, no tanto como el de la novela.
En esto del tiempo, es cierto, que se fijan pautas, modelos, caminos, y siento que la novela no es dócil, màs bien díscola y respira aires de aquí y de allà, se mezcla en todas las estaciones existentes, pero no permanece estacionaria. Es una sobreviviente todo terreno. Màs en esta època de fariseos que le dan làtigo a la palabra dentro y fuera de su templo. Palabra a la intemperie, es la que vale.
Novela que se duerme se la lleva la corriente. Una de las definiciones que se le ajusta es su origen camaleónico como le viene el sonido a las culebras cascabeles. La novela solo se presenta en sus formatos, que ya no están del todo definidos, pero a quien menos le importa, es a la novela.
Los que atienden, hablan, sobreviven por y para la novela, no dejan de auscultar su futuro. El futuro de la novela, dicen, puede estar, entre la crónica y la ficción. Debatir sobre el futuro no tiene futuro, no solo en la novela, sino en lo que el mundo trae como cosa nueva.
Un narrador interesante, ha demostrado ser Roberto Bolaño. Curiosamente en la ley de la vida literaria, le pagan algunos con la misma moneda a sus "desplantes", gustos, crìticas literarias de autores, a sus arbitrariedades, llamaremos del derecho al placer de escoger y creer, tener fe, en un autor. Una especie de disciplina del subconsciente, ese paladar interno de las sensaciones, gustos y placeres. Así como desbarrancó sobre Neruda, para empezar y otros, ahora hay quienes pratican esos mismos placeres y lujos. Eso sucede por ser cabeza de generaciòn, transformarse en padre de alguna criatura. Allà quienes caen en la trampa de seguir el ritual de una ceremonia conocida y necesaria para algunos. Bolaño siguió la huella de su venerado Borges, la crìtica per se de los libros y las personas que los escribieron. Ahora que voy en la pàgina 1370 del libro Borges de Adolfo Bioy Casares, que es el dìa a día de ambos autores, creando y descuerando la literatura universal, los autores de Argentina preferentemente, algunos vecinos como Neruda y otros tantos del pasado, Shakespeare, Sabato, Poe, Cortázar, Arlt, etc. Sí, ahora confirmo el deporte exquisitamente borgeano, guillotinar a placer, con conocimiento y arbitrariedad a sus pares e impares de la literatura universal. Todo un oficio. Un ejercicio encaminado a construir su obra. Muchas cosas, al parecer, Borges las dijo tras bambalinas y Bioy las reveló despuès de su muerte. Algunas revelaciones no le gustaron a María Kodama, la mujer testamentaria de JLB.
Bolaño combinó el arte parreano, de su maestro Nicanor Parra, de abrirse paso a codazos ante el ninguneo chilensis, a como de lugar y lo hizo hasta que las fuerzas le acompañaron. No le alcanzò para obtener el Premio Nacional de Literatura de Chile, porque el santo oficio, la inquisiciòn literaria, el establecimiento chileno no perdona. Es una especialidad de la casa. Se ejerce con estilo y sabor de gourmet. Hay una vieja historia en esa materia.
Carlos Fuentes, el narrador mexicano que naciò en Panamà, le pasò la cuenta en su último libro sobre la gran novela, al ignorarlo del todo, un viejo truco para un viejo actor que ejerce su propio canon. Fuentes, Carlos, cuando le preguntaron por la omisiòn Bolaño, simplemente recordó a sus lectores que no lo había leído. Tiempo atràs habìa dicho que Bolaño estaba inflado en Estados Unidos y en la literatura latinoamericana por su condiciòn de postmortem. Bolaño ya había sido reconocido por su libro Los Detectives salvajes, la mejor novela sobre Mèxico y sus territorios fronterizos de los últimos 25 años, premiada por Herralde y el Ròmulo Gallegos.
El chileno Jorge Edwards, novelista y actual embajador en Francia, se sumò a los crìticos de la obra de Bolaño."“Me gustan las cosas breves de Bolaño, pero con 2666 llegué a la página 200. No pude más, es un poco repetitivo. En cambio, los siete tomos de Marcel Proust me los leí como una novela policiaca. Es un analista del ser humano maravilloso." El poeta Zurita, tambièn chileno, rescatò 300 buenas pàginas de 2666. Bolaño es el escritor bisagra entre el Boom latinoamericano y lo que se està cocinando de muchas maneras en la narrativa actual, sin que se vea lo que se quiere ver.
La literatura entre escritores suele ser una suerte de tiro al blanco. No se trata precisamente de Guillermo Tell, quien lanza la flecha en el centro de la manzana. Si se puede rebanar el pescuezo de una vez, tanto mejor. Un autor ahora tiene competidores como Internet, los video juegos, la TV faràndula, todo el entretenimiento global que sube y baja como una montaña rusa por los celulares. Cien años de soledad y Rayuela, dos magníficas y emblemàticas novelas de mi generaciòn, no tuvieron estos competidores desleales y sanguijuelas de las temblorosas neuronas de los hipòcritas lectores de la era postmoderna.
Juan Rulfo y Juan Carlos Onetti, me asombraron siempre, no solo con sus libros, sino su silencio tan elocuente. Nunca se pusieron en vitrina y nadie puede ignorar su obra. Escribieron para sì mismos, se reinventaron en su magnífico silencio.