Murió en la sombra, una madrugada,
con su palabra viva, vertical.
Pedro el rojo nunca fue reina de ninguna primavera,
habitó el Chile de
las medias aguas,
el país de Violeta,
el país de la lengua muerta de los ochenta,
integró el ballet nacional de los marginados,
con sus zapatos de payaso pobre,
se paseó por los escenarios de Santiago
como un trapecista en la cuerda floja,
mapuche de espinas y rosas rojas,
el país de Violeta,
el país de la lengua muerta de los ochenta,
integró el ballet nacional de los marginados,
con sus zapatos de payaso pobre,
se paseó por los escenarios de Santiago
como un trapecista en la cuerda floja,
mapuche de espinas y rosas rojas,
amó el abismo de lo ilegal
con sus transgresoras plumas de ave sin corral,
se pavoneó sin recato en el pacato Chile
de las medias palabras.
con sus transgresoras plumas de ave sin corral,
se pavoneó sin recato en el pacato Chile
de las medias palabras.
Llegó a su entierro finalmente,
sin la manzana de Adán,
sin la manzana de Adán,
travieso rígido travesti.
Rolando Gabrielli©2015
"No soy Pasolini pidiendo explicaciones/ No soy Ginsberg expulsado de Cuba/ No soy un marica disfrazado de poeta/ No necesito disfraz/ Aquí está mi cara/ Hablo por mi diferencia". PL
Las personas como Pedro Lemebel, un performer que desnudó y denunció la cartucha sociedad chilena, nunca mueren, simplemente toman sus bártulos y levantan su carpa en un escenario distinto y quizás superior. Fue el más grande celebrante popular y crítico de la realidad chilena durante la oscura sinuosa noche de la dictadura.
Partió en medio de una fiesta popular colorida, musical, de amigos, que reconocen su valor transgresor como un referente cultural chileno.
Partió en medio de una fiesta popular colorida, musical, de amigos, que reconocen su valor transgresor como un referente cultural chileno.
No lo alcancé a conocer, como a tantos otros- 40 años fuera de Chile- sus libros no llegan por este trópico, pero Internet nos puso al tanto de sus crónicas, poesía, obra, donde siempre demostró creatividad, coraje y se la jugó desde la marginalidad y la diferencia.
Les dejo estas letras. Nos vemos donde sea, fueron sus últimas palabras escritas en Internet, como despidiéndose, quien se definiera mejor que nadie, con esa escritura relámpago del telegrama escueto y fulminante: pobre, comunista y maricón. Sin pelos en la lengua, se cargó a una sociedad mojigata, hipócrita, distraída en el mercado.
Su lengua ácida, palabras sin anestesia, cáusticas perfomances, no eran precisamente para un escenario chileno, por eso el reconocimiento iba a cuenta a gotas, hasta que Carlos Monsiváis y Roberto Bolaño, tomaron cartas en el asunto. El mexicano Monsiváis, uno de los más grandes cronistas latinoamericanos, lo calificó de escritor original y prosista notable. Mientras las risitas hacían sentir su eco por el Paseo Ahumada, Monsiváis llamaba a Lemebel, fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo.
Roberto Bolaño, al otro lado del mapa, fue profético: "cuando todos los que le han ninguneado estén perdidos en el albañal o en la nada, Pedro Lemebel será aún una estrella" Nadie llega más hondo que Lemebel y más encima es valiente, remachó el ninguneado Bolaño. Ninguno de los dos obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Chile, un codiciado trofeo que tiene su gente.
Díficil que se lo dieran al autor de Los Detectives Salvajes, después de todo lo que dijo y nunca dejó de decir. "Esto es lo que aprendí de la literatura chilena. Nada pidas que nada se te dará. No te enfermes que nadie te ayudará. No pidas entrar en ninguna antología que tu nombre siempre se ocultará. No luches que siempre serás vencido. No le des la espalda al poder porque el poder lo es todo. No escatimes halagos a los imbéciles, a los dogmáticos, a los mediocres, si no quieres vivir una temporada en el infierno. La vida sigue, aquí, más o menos igual"
Para algunos, la crónica no es un género literario, forma parte de los escombros de la realidad, escritura mediatizada, palabras de periodistas, prosa bastarda nacida fuera de la literatura, prácticamente una criatura anoréxica, híbrida, un tanto casquivana con lo real y la ficción.
Su lengua ácida, palabras sin anestesia, cáusticas perfomances, no eran precisamente para un escenario chileno, por eso el reconocimiento iba a cuenta a gotas, hasta que Carlos Monsiváis y Roberto Bolaño, tomaron cartas en el asunto. El mexicano Monsiváis, uno de los más grandes cronistas latinoamericanos, lo calificó de escritor original y prosista notable. Mientras las risitas hacían sentir su eco por el Paseo Ahumada, Monsiváis llamaba a Lemebel, fenómeno de la literatura latinoamericana de este tiempo.
Roberto Bolaño, al otro lado del mapa, fue profético: "cuando todos los que le han ninguneado estén perdidos en el albañal o en la nada, Pedro Lemebel será aún una estrella" Nadie llega más hondo que Lemebel y más encima es valiente, remachó el ninguneado Bolaño. Ninguno de los dos obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Chile, un codiciado trofeo que tiene su gente.
Díficil que se lo dieran al autor de Los Detectives Salvajes, después de todo lo que dijo y nunca dejó de decir. "Esto es lo que aprendí de la literatura chilena. Nada pidas que nada se te dará. No te enfermes que nadie te ayudará. No pidas entrar en ninguna antología que tu nombre siempre se ocultará. No luches que siempre serás vencido. No le des la espalda al poder porque el poder lo es todo. No escatimes halagos a los imbéciles, a los dogmáticos, a los mediocres, si no quieres vivir una temporada en el infierno. La vida sigue, aquí, más o menos igual"
Para algunos, la crónica no es un género literario, forma parte de los escombros de la realidad, escritura mediatizada, palabras de periodistas, prosa bastarda nacida fuera de la literatura, prácticamente una criatura anoréxica, híbrida, un tanto casquivana con lo real y la ficción.