Un poeta,
que tenga alguna certeza,
una idea, aunque vaga,
para ser llamado poeta,
debiera intuir, conocer quizás,
al menos, el nombre de su musa
y preservarlo, como una voz secreta,
intransferible.
Rolando Gabrielli2024
Periodista, escritor y poeta chileno en Panamá
Un poeta,
que tenga alguna certeza,
una idea, aunque vaga,
para ser llamado poeta,
debiera intuir, conocer quizás,
al menos, el nombre de su musa
y preservarlo, como una voz secreta,
intransferible.
Rolando Gabrielli2024
Lo que importa es el desierto,
la nada que lo representa y sostiene,
un grano de arena infinito en nuestra memoria,
la visión de lo perdurable,
que nos acerca a nosotros mismos
cuando no tenemos límites,
solo espacio, solo espacio.
Rolando Gabrielli2024
Pon a brillar tu mente
Tu vuelo es el águila
La cima se alcanza
día a día
Solo fluye, fluye
Hoy es tu día mágico...
Pablo Neruda era un gran lector de novelas policíacas y nunca imaginó que su muerte (¿asesinato?) se convertiría en uno de los puzles más complejos y emblemáticos a dilucidar en la historia criminal chilena y de la literatura universal. El Premio Nobel chileno, después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, se hospitalizó en la Clínica Santa María, para huir del cerco que le había tendido la Junta Militar. Su médico personal le había diagnosticado que a pesar del cáncer a la próstata detectado en París, podría vivir otros cinco años. Neruda, previo al golpe, se aprestaba a construir una nueva casa en Santiago, la capital chilena. Tenía planes y libros por editar.
El 11 de septiembre cambió el curso de la historia para el poeta y millones de chilenos que vieron trastocadas sus vidas con la dictadura que iniciaba el General Pinochet a lo largo y ancho de la nación sudamericana. El presidente Allende moriría en La Moneda, palacio de gobierno, otros miles en los campos de concentración, fusilados, desaparecidos, torturados y un millón, quizás se fue al exilio. El mundo conoce en detalle los hechos ocurridos durante y después del golpe a lo largo de 17 años de dictadura.
Neruda, era un personaje incómodo para la dictadura por su prestigio internacional. El ejército allanó sus casas, La Chascona de Santiago la saqueó, destruyó mobiliario, obras de arte, y una patrulla fue a interrogar al poeta en su casa de Isla Negra, convaleciente de su enfermedad. Jorge Edwards en su libro, Adiós, poeta, cuenta un diálogo quizás escrito por Ionesco, entre un oficial del ejército y Neruda. El militar buscaba armas. Neruda le responde que lo único peligroso que había en su casa era la poesía. Según Edwards, al oír la primera parte del diálogo, el militar echó mano a su arma de servicio. Todo este absurdo y una lista infinita de atropellos han quedado registrados para la historia.
El vate ante ese atropello decidió internarse en la Clínica Santa María. Tras un accidentado viaje de seis horas camino a la Clínica, por fin se instaló “custodiado” por su esposa Matilde, su chofer Manuel Araya Osorio y su hermana Laura. Neruda, ante el acoso y el abuso militar contra el pueblo, había decidido finalmente aceptar la invitación de asilo del Presidente Echeverría de México. Previo a emprender el viaje, envió a su esposa con su chofer a Isla Negra a buscar unos libros y ropa que necesitaría. En ese lapso, entró un médico y le inyectó en el abdomen un supuesto medicamento. El poeta, al sentirse mal, llamó a su mujer y le pidió que regresara de urgencia porque le habían puesto “una inyección en la guata mientras dormía”. Al regresar, cuenta Araya, le vio el rostro enrojecido y un pinchazo en el abdomen con una mancha. Comentó que posteriormente entró un médico y le dijo que debía comprar un medicamento en la calle Vivaceta. A la llegada a la farmacia dos automóviles lo emboscaron, lo golpearon y trasladaron a una comisaría, y luego lo enviaron al Estadio Nacional, el más grande de los campos de concentración de Chile. Allí permaneció detenido 45 días. El 23 de septiembre había muerto Neruda.
El certificado médico de defunción de Neruda dice que el paciente estaba en estado de caquexia, es decir, desnutrido y débil, cuando el poeta pesaba 92 kilos según el mismo parte médico, dato que corroboró el embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Combarlá, quien visitaba al poeta en la clínica. Poco después se sabría que el secretario de toda la vida de Neruda, el poeta Homero Arce, habría muerto de una golpiza a mano de sus captores.
Esta historia rocambolesca real alrededor de la figura del autor del Canto General, Las Residencias en la tierra, Tentativa del hombre infinito, las Odas elementales y 20 poema de amor y una canción desesperada, reunió los elementos más que suficientes para que se iniciara el caso Neruda, una investigación producto de la insistencia de su chofer habida cuenta una serie de hechos que la ameritaban. Todos estos antecedentes llevaron a realizar peritajes de las osamentas de Neruda, que permiten concluir que hay presunciones fundadas que hubo intervención de terceros en su muerte. Los informes emanados de los laboratorios de Dinamarca y Canadá y peritajes locales, dan cuenta de la mortal cepa ALASKAE43 del Clostridium botulinum, cuyo ADN fue encontrado en un molar de Pablo Neruda.
Ha transcurrido un año de los últimos análisis arrojados de la investigación y un tribunal de apelaciones de Chile ordenó finalmente reabrir el caso, archivado por la jueza Paola Plaza. Hace siete años los expertos de Dinamarca y Canadá ya habían revelado la existencia en el cuerpo del poeta de la bacteria 'Clostridium botulinum'.
Lo que se sabe es que Neruda no murió de cáncer.
Háblenme de la vida que es el vivir,
no del espanto que reduce al silencio
a una indiferente mueca de horror.
No hay una luz más ciega que la oscuridad
que nos hace ver la realidad tal cual es,
aún en las sombras ocultas que siempre
son más que recurrentes, ocasionales,
imperturbables fantasmas que ya nos habitan.
Los sueños no solo marcan las noches
vagabundas sin paradero conocido,
sino aventuran algo que nos deslumbra
sin alcanzar a ver ni imaginar.
Rolando Gabrielli2024
Las sombras de los poetas
acuden en cuerpo y alma,
los recuerdo como mi infancia,
luminosos, oscuros, ausentes.
Nunca me abandonaron,
como los fantasmas vivos
que siguen siendo
y mientras viva,
atiendo a sus plegarias.
Sé por ellos,
de los nuevos caminos
de la la poesía.
Rolando Gabrielli2024