¿La poesía nace en primavera? ¿Tiene una estación favorita?
¿Un día, un año, un tiempo, un lugar, un instante? ¿Es una enfermedad infantil de la humanidad, del ser humano? ¿Una etapa romántica de la vida de un hombre o de una mujer? ¿Un lenguaje para iniciados, obsoleto o la voz de la tribu apagada por el mercado? ¿Un acto de fe ciega en la palabra? ¿Qué es, para qué sirve, como se utiliza la poesía en tiempos del dios mercado? Lo cierto es que la poesía no es un negocio, siempre ha sido, y hoy más que nunca, la cenicienta del mercado. Pariente pobre, allegada, un accesorio subalterno de la novela. No alcanza más que para sustrato de la prosa, le aligera, otorga un valor agregado y se le premia en algunos juegos florales o círculos que quieren prestigiar de alguna manera indirecta el idioma, aparentar que sostienen un mundo banal poéticamente.
La poesía nos avergüenza a casi todos, porque carece de importancia. Su traje se usa en contadas ocasiones, porque no está invitada a la fiesta de la farándula global. No hay tiempo para la poesía. No es arte ni parte, en este entierro global, la poesía atiende en una funeraria algunos pedidos de ocasión. En primavera se le ha dado rango, categoría universal a su menoscabada palabra sepultada por imágenes frívolas, expresiones de un arte que no alcanza para decadente, porque la estupidez se registra así misma. La poesía ya no es siquiera la loca de la casa, porque el mundo está lleno de locos rematados, que son garantes y patrocinadores del establecimiento.
Todo está contra la poesía, hasta lo que algunos llaman poesía, le ponen su nombre, camaleonean su palabra, reparten sus cenizas en antologías. Son estos profetas modernos, dueños de la verdad, pertenecen a esta y otras generaciones, nuevos, novísimos, emergentes, lúcidos en medio de la lucidez. Le arrancan un ojo al búho de la noche y son malditos, plagian la letra hormiga y no cruzan un puente por miedo a los testigos. Poetas del vértigo, de la ilusión perdida, de dónde vienen, adónde van y qué historias traen.
Todo está contra la poesía, hasta lo que algunos llaman poesía, le ponen su nombre, camaleonean su palabra, reparten sus cenizas en antologías. Son estos profetas modernos, dueños de la verdad, pertenecen a esta y otras generaciones, nuevos, novísimos, emergentes, lúcidos en medio de la lucidez. Le arrancan un ojo al búho de la noche y son malditos, plagian la letra hormiga y no cruzan un puente por miedo a los testigos. Poetas del vértigo, de la ilusión perdida, de dónde vienen, adónde van y qué historias traen.
Poetas no estorben/ la poesía se abre paso/ con su propio impulso/oxígeno de boca en boca/ La poesía tiene inviernos, primaveras/todas las estaciones /el as del otoño/cae en el tiempo una hoja/ se abre una ventana, dos, tres/la palabra es el paisaje/su abecedario no tiene calendario/puntos ni comas/el poema es la risa/el aroma/el viaje de tu sombra.
La poesía está en todas partes, dijeron lo futuristas rusos, o en ninguna, pudiera ser o donde el tiempo no llega y nos obliga a describir con palabras lo desconocido. La poesía es sombra y espejo de sus propias palabras. Todo lo que no se dice, también es poesía, y por supuesto, lo que algún día se va a decir. En poesía se vive y se muere, todos los instantes caben en un himno o epitafio, la suma de las horas y sus circunstancias, son el poema. Poesía de la tierra, del hombre, de la vida, de las cosas, del amor, poesía de la poesía, de tiempos ancestrales, de la memoria, de lo que se nombra por primera vez, poesía urbana, del lar, poesía que te nombra, convoca y bautiza... La poesía se mueve con las palabras, aparentemente. Cada cosa tiene su lugar, aparentemente. Todo poema es una memoria. La poesía tiene pasado, presente y futuro.
Siento que la poesía no se irá de aquí, ni de ningún lado. Es una raíz de muchas raíces. La poesía es la nada, lo nuevo es la poesía.
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Qué descuido, el dibujo es de Isabella Gabrielli
La poesía está en todas partes, dijeron lo futuristas rusos, o en ninguna, pudiera ser o donde el tiempo no llega y nos obliga a describir con palabras lo desconocido. La poesía es sombra y espejo de sus propias palabras. Todo lo que no se dice, también es poesía, y por supuesto, lo que algún día se va a decir. En poesía se vive y se muere, todos los instantes caben en un himno o epitafio, la suma de las horas y sus circunstancias, son el poema. Poesía de la tierra, del hombre, de la vida, de las cosas, del amor, poesía de la poesía, de tiempos ancestrales, de la memoria, de lo que se nombra por primera vez, poesía urbana, del lar, poesía que te nombra, convoca y bautiza... La poesía se mueve con las palabras, aparentemente. Cada cosa tiene su lugar, aparentemente. Todo poema es una memoria. La poesía tiene pasado, presente y futuro.
Siento que la poesía no se irá de aquí, ni de ningún lado. Es una raíz de muchas raíces. La poesía es la nada, lo nuevo es la poesía.
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Qué descuido, el dibujo es de Isabella Gabrielli