Breve Historia de un libro de arquitectura (Palabras de presentación del Escritor y Periodista, Rolando Gabrielli, del libro Mallol Arquitectos, en la librería El Hombre de la Mancha, en el Centro comercial MULTIPLAZA de Panamá, el viernes 20 de julio del 2007. En la fotografía en su orden: el arquitecto Juan Carlos Sáenz; el arquitecto Ignacio Mallol; Rolando Gabrielli; el diseñador Hernán Santos. El Estudio Mallo&Mallol arquitectos está integrado por un centenar de profesionales, tiene representaciones en Barcelona, Miami, Roma, Costa Rica y está considerado como el más grande de la región centroamericana. Panamá vive un auge inmobiliario sin precedentes en su historia. Mallol Arquitectos fue editado por GAMMA de Colombia. Esa noche cantaba Norah Jones...)
La palabra Libro viene del latín liber, libri, que significa membrana, corteza. El libro nació hace poco más de 11 siglos como una piel delgada, un pergamino, pero se ha transformado en un fruto, en una obra esencial para el espíritu humano. A las palabras LIBRO y LIBRE, sólo las diferencia una consonante de una vocal, pero significan un mismo sueño en la imaginación e historia del hombre: LIBERTAD. Los libros producen esa extraña magia de ponernos a soñar, a vivir una aventura a través del conocimiento, exploración, de la experiencia que alguien nos comparte por medio de sus páginas y nos hace más libres.
Hoy nos reunimos en medio de muchos libros en un sitio llamado librería, cuyo nombre rinde homenaje a un hombre universal que enloqueció por leer libros hace más de cuatro siglos, para hablar de un libro escrito y editado en el siglo XXI, una época que privilegia la imagen, el mundo digital, los games solitarios en un ordenador, la deslumbrante pantalla de lo instantáneo y fugaz. Parodiando al viejo y socorrido Heráclito no nos podemos bañar un segundo en la misma imagen porque ha sido reemplazada por la siguiente. Los libros, sin embargo, tienen esa otra cara, la permanencia en el tiempo, porque almacenan vida, los sentimientos que van más allá de las palabras y de la imagen.
Un libro es una idea, un proyecto, un sueño, como un diseño. Las palabras se construyen en la memoria, imaginación y se llevan a un papel u ordenador. El arquitecto, que es un transformador del espacio, trabaja con el papel sketch, donde pone en blanco y negro lo que se construirá. El procedimiento es muy parecido y un libro como un edificio puede durar años en su elaboración y materialización
Cada vez que llega a mis manos un libro o lo escojo, cuando toco su portada, abro sus páginas y comienzo a leer, a ver sus imágenes, sé que detrás de lo que me presenta su forma y contenido, existe una historia de quien o quienes pusieron a rodar el carrete de sus sueños. En este privilegiado sitio quijotesco, presidido por la palabra de Cervantes, el eterno Manco de Lepanto, y con nuestro abecedario de 28 letras, conversaremos algunas cosas sobre el libro intitulado Mallol Arquitectos.
La historia del deseo no es tan reciente, comienza hace más de 25 años, cuando se iniciaba profesionalmente el joven arquitecto Ignacio Mallol y contemplaba el desafío de reunir su obra en un libro. Pero la historia real, adquiere forma y contenido en un Sótano de esta ciudad, transformado en el Estudio de Mallol & Mallol Arquitectos, donde Ignacio Mallol Tamayo con sus colaboradores han diseñado más de un millar de proyectos, algunos de los cuales están transformando la Silueta de ciudad de Panamá, que es uno de los desafíos más grande tal vez atesorado por un arquitecto. Recuerdo una nota que escribí en medio del largo proceso editorial y que define esta atmósfera: “desde mi mesa flotante, rodeado de planos y del insípido y desafiante papel sketch, escribo sobre proyectos que cambiarán la silueta arquitectónica de Panamá. Los planos, largos conos sin principio ni fin, inanimados, inocentes, flanquean este entorno y son el mapa trazado del diseño de una futura construcción”.
Habían transcurrido tres años y no se daba con la cara del libro, su perfil definitivo, al tiempo que Panamá iniciaba un período de auge inmobiliario sin precedentes y la Firma experimentaba un crecimiento no sólo en proyectos demandados, sino que evolucionaba en la calidad de sus diseños y asumía retos de mayor envergadura cada día.
Fue cuando se tomó la decisión de viajar a Bogotá y ver en el terreno el desarrollo, la evolución, dar con el rostro del inefable, enigmático libro. En el Corredor Sur, primero, y después cuando el avión comenzaba a decolar, intercambiaríamos ideas que no terminarían ni cuando abandonamos el aeropuerto El Dorado de Colombia. Teníamos claro que preparar un libro de arquitectura requiere no sólo de tiempo, dedicación, paciencia, voluntad, visión, sino de un conocimiento exhaustivo de los materiales con que se está trabajando, armando los perfiles, notas sobre los proyectos para trazar una secuencia dentro de un contexto, donde se destacan diversos períodos, momentos y peculiaridades que tiene todo proceso arquitectónico. El proceso gráfico, de armada, los contenidos, para reflejar un período de 25 años requiere de un equipo y es un trabajo para un corredor de fondo. Los preparativos para concluir un plano, son un buen ejercicio para trabajar un libro, porque todo parte y gira alrededor de ideas, bocetos, imaginación y mucho trabajo para que la idea se haga y convierta en realidad. Una nueva fotografía reemplaza la que ya no satisface el ojo y así sucesivamente. Cada libro tiene su única cara y es el lector el que recrea los múltiples rostros que encuentra en sus páginas.
Habíamos partido con la idea peregrina de conocer los más recientes diseños de Bogotá y ya contábamos con el cicerone, el arquitecto Juan Carlos Sáenz, pero fue inútil, terminamos entre tres paredes pegando páginas frente a un muro, armando un posible libro, que en verdad a nadie terminó por convencer, pero era lo más próximo a retomar nuevos rumbos, aunque de hecho el material estaba allí. En el diseño final había que seguir aplicando la máxima de la filosofía arquitectónica de la empresa: “Serenidad, fuerza, trazos audaces”. La conclusión final del viaje fue que la primera armada exigía repensar el libro, porque además el futuro estaba cargado de nuevos proyectos innovadores que cambiarían radicalmente la dimensión de la obra y la evolución arquitectónica del Estudio. Marcar los diferentes momentos, etapas, y tendencias, hasta encontrar una identidad por la cual la Firma es reconocida en la actualidad como una de las más importantes de la región por la calidad de sus proyectos. Había surgido un nuevo libro, otra concepción temática y de diseño. Pasaron unos meses y se integró el diseñador colombiano Hernán Santos, con una vasta experiencia y conocimiento en la edición de libros y fotografía. El libro buscaba un aire propio, había que recorrer otro camino, dejar las viejas y tradicionales paralelas que nunca terminan por unirse. Se entró en una nueva etapa para revisar lo andado, incorporar nuevos proyectos, enfocar de otra manera y definitivamente ganó el color, el libro incorporó nuevas páginas, fotografías, privilegió una dimensión diferente, adquirió su cuerpo definitivo, el temple que debe tener toda obra, antesala a una invitación de su lectura y revisión visual.
El libro Mallol arquitectos, no es un muestrario de proyectos y realizaciones, sus 303 páginas indagan sobre el espacio de un país del Caribe, tropical, luminoso, de exuberante vegetación, allí resuelven los proyectos una arquitectura puntual, sustentada en los cánones internacionales, diseños vanguardistas, que exploran las nuevas tendencias. Un libro es la memoria de un tiempo, una época, suscribe con sus imágenes y palabras la historia que relata y describe. Las páginas perduran por lo que aún dice la obra y nos refleja su contenido.
En el telón de fondo de estas palabras está ciudad de Panamá. A un par de kilómetros de este sitio fue fundada hace casi 5 siglos. Las ruinas de su arquitectura nos permiten reconstruir esa ciudad, imaginarla. El Casco Antiguo es la segunda ciudad, y permanece ante nuestros ojos. La ciudad ha seguido expandiéndose desde la construcción del Canal. Hoy, cualquier turista desprevenido al llegar al aeropuerto de Tocumen puede divisar las sorprendentes torres frente al mar. La condición portuaria, transitista, le ha permitido a Panamá mirar distintos mundos, país cosmopolita, lugar de encuentro, sitio de convenciones, un país estratégico e históricamente visitado. Un país abierto, de encrucijada. Influencias de norte y sur. La arquitectura es un reflejo de la historia. Los hechos son arquitectos permanentes de la historia. Se erige una nueva ciudad ante nosotros. El más formidable período de construcción de lo nuevo, grandes rascacielos, complejos turísticos, sitios residenciales, edificios loft, la ciudad es un nuevo desafío y reclama un mejor destino.
Dedico estas palabras a mis amigos Ignacio Mallol y Sandra Azcárraga, Juan Carlos Sáenz Pérez, Ignacio Luis Mallol Azcárraga, Hernán Darío Santos Saavedra, José Manuel González Borace, a Rodolfo Aragundi, Elizabeth Pinzón, a los amigos de Gamma, a quienes hicieron posible la realización y la impresión de un sueño. Gracias.