En tu nombre, Poesìa, tan poca poesìa. /¿Se hace màs pobre o màs rico el silencio?/¿ con o sin tu palabra?/ Es una vieja geometrìa/una rara matemàtica el verbo/la recta o la curva/el camino que hemos seguido/no es un dilema/ ni un orden establecido/numerosas son las palabras/Un puente me basta para atravesar el poema/saber que he superado el abismo/entre mi memoria y el mundo/que los sordos ciegos mudos/construyen al revès/como una camisa de fuerza.
Rolando Gabrielli©2010
La Convidada de Piedra y el Aedo de Isla Negra
Rolando Gabrielli
Hay artìculos que pecan de inexactos, son conformistas con la tradiciòn del chisme, no proponen, ni argumentan, son vagos, se hacen eco, pero no producen ruido, se dejan llevar por una improvisaciòn envidiable, a todas luces, no iluminan sobre lo que presentan como una novedad y cuyo alcance no supera la cuarta humana, ni una pulgada màs. De eso y algo màs, tiene el texto intitulado : Una deuda con la poesìa de Chile, que hace techo del diario El Paìs de España.
El inicio es màs sorprendente que un rayo. "Hay deudas que tardan en zanjarse. Gabriela Mistral (1889-1957) murió hace más de medio siglo y, hasta ayer, pocos la habían puesto en su sitio.", suscribe Tereixa Constenla. Ni lo uno ni lo otro, porque hace ya unos cuantos años la Mistral entrò por la puerta ancha de la poesìa, aunque el ninguneo viniera de muy distintas partes, desde el interior de Chile hasta otros con-fines y propòsitos mùltiples. Neruda, Enrique Lihn, Parra, Gonzalo Rojas, Barquero, Jorge Teillier, todos poetas de renombre, distinguieron siempre el nombre de la poeta dentro de la gran poesìa chilena y con ello del habla castellana (hispana). Algunos profesores y acadèmicos chilenos como Roque Esteban Scarpa, en primer lugar, y posteriormente Jaime Concha, Cedomil Goic, Grinor Rojo, etc., dedicaron no poco tiempo, ni pocas pàginas, mucha investigaciòn y reflexiòn para desentrañar la obra de una poeta vanguardista y postmodernista, muy avara, conservadora, tìmida, exigente, altamente crìtica con la ediciòn de su propia obra en vida. Ya en 1987, el crìtico Jaime Concha, en su libro Gabriela Mistral, examinò exhaustiva y crìticamente su obra. Concluyò con una afirmaciòn dura, insòlita para muchos y que refleja que en Chile se dicen tambièn las cosas sin tapujos a veces: "La Mistral no amaba ni amò nunca a Chile" (No voy a discutir una aseveraciòn tan rotunda y que tiene mùltiples cabezas, porque la poeta que saliò por la puerta de atràs, siempre se manejó en la contradicciòn y quienes viven el autodestierro tienen derecho al amor y desamor). El profesor Grinor Rojo, en su libro Diràn que està en la gloria (Mistral), (1997), estudia en profundidad a la poeta y su obra, màs compleja de lo que suponìan los crìticos de pacotilla, detractores de turno y sexistas. Es uno de los textos màs completos, lúcido y valiente sobre la autora de Tala, Desolaciòn, Lagar, Ternura.
La Mistral, todos sabemos, saliò olìmpicamente ninguneada de Chile por la crìtica a su autodestierro en Mèxico que le llevò a vagar por el mundo como Cònsul de Chile, Premio Nobel de Literatura y cronista de las causas justas de la Humanidad y morir finalmente en Nueva York. No fue suficiente para su reconocimiento en Chile, que tardìamente le concediò el Premio Nacional de Literatura y no superò por dècadas la difusiòn de su obra enmarcada en sus Rondas y algunos poemas que se hicieron himnos en las escuelas de Chile. La Mistral fue por dècadas como una Convidada de Piedra en la gran poesìa chilena del siglo XX y aplaudida en algunas islas poèticas del continente, pero siempre como una "ousider". Ella no hizo nada por facilitar las cosas, escribìa y guardaba. Ya en Punta Arenas, en la zona austral de Chile, habìa lanzado al mar un puñado de poemas desgarradores y atormentados, sin duda, un dìa que le acompañaba la pintora y escultora Laura Rodig.
Constenla identifica al inefable Borges como uno de los detractores de la poesìa de la Mistral, lo cual es cierto, pero la lista de olvido es màs larga y el enfoque que se le dio a la maestra rural del Valle de Elqui, fue màs bien dirigido a su mito como persona, a su vida personal y al supuesto lesbianismo con que algunos le identificaban. La Mistral no era leída, como su compatriota y amigo Pablo Neruda, a quien admiraba, o màs bien, mal leìda, menos interpretaba, porque despuès que se abriò su baúl con nuevos poemas y cartas, otra Mistral comenzó a tomar su lugar donde debía estar. Sin embargo, debemos reconocer que es la ùnica poeta que tenga alguna referencia, que tuvo estatuas en vida en Mèxico. Afortunadamente, en vida ese país le dio el lugar que se merecía como educadora e intelectual.
El presdente de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, sostiene, citado por Constela, que la Mistral padeciò una suerte de leyenda negra y blanca, y que la edición recientemente lanzada por la editorial Alfaguara, con el apoyo de la RAE y de la asociaciòn de academias de la lengua española, "la pone en el pedestal que merece." La Mistral sólo querìa que la bajaran a la tierra humilde y soleada, y la verdad es que previo a este reconocimiento de las academias de la lengua y del gobierno de Chile, ya contaba con un museo en su tierra natal de primer mundo, una crìtica inteligente a su obra, una recuperaciòn creciente y revalorizaciòn del notable personaje que fue esta mujer adelantada de Chile y Amèrica.
La nota de El País informa que las academias de la lengua, incluida la española, eran partidarios de editar a Neruda y no a la Mistral, con motivo de la celebraciòn del bicentenario de Chile, cuyo acto no fue posible debido al terremoto que azotò a esa naciòn del Cono Sur. El gobierno de Chile y su academia habían presentado la obra de la Mistral para la ediciòn, y finalmente se acordò editar a ambos premios nobeles. La obra de Neruda tuvo un extraordinario èxito desde joven y actualmente es el poeta màs leìdo en Google, y se le conoce como un "long bestseller", un clásico verdaderamente ante el lector que le sigue leyendo.
Donde Tereixa Constenla se va de perlas, es cuando afirma que "la edición de Neruda fue preparada por el académico cubano Hernán Loyola" Ciertamente, Loyola es el principal crítico chileno y mundial de la obra de Neruda, desde hace màs de 50 años. Una vez le conocì y hablé con él brevemente en los pasillos de la Casa Central de la Universidad de Chile. En ese entonces estaba trabajando en el traspaso de parte de la biblioteca de Neruda a la Universidad de Chile y la clasificación de sus libros. Yo era un poeta a la deriva, no tanto como ahora, y poco me llevò de apunte. La obra de la Mistral fue preparada también por el acadèmico chileno Cedomil Goic, quien daba clases en el Pedagógico de la Universidad de Chile, donde estudié.
La otra deuda que tiene España es con Nicanor Parra, quien es el nuevo Flautista de Hamelìn, hace años, de la renovada poesía en idioma español, quien le dio otra vuelta al lenguaje, idioma, como lo hizo el nicaraguense Rubén Darío y posteriormente Pablo Neruda. El extraordinario olfato de la editora catalana Carmen Balcells, la llevó a viajar a Chile para recoger la obra de Neruda y digitalizarla, y de paso le prometiò una Antología a Parra, quien cumple pronto 96 años, y que ya editò en Barcelona. La deuda es con el Cervantes, para el Manco del Cono Sur.
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El artìculo de marras:
Una deuda con la poesía de Chile
Las Academias celebran a Neruda y Mistral con dos ediciones conmemorativas
TEREIXA CONSTENLA - Madrid - 02/06/2010
Hay deudas que tardan en zanjarse. Gabriela Mistral (1889-1957) murió hace más de medio siglo y, hasta ayer, pocos la habían puesto en su sitio. Ni siquiera el nobel de Literatura (1945) la coronó entre el Olimpo poético. Ninguneada por algunos grandes como Borges, como si la poesía de una maestra fuese un género menor, tampoco le han hecho justicia quienes la han venerado en miles de homenajes sensibleros. Secuestrada "entre la leyenda negra y la leyenda blanca", en palabras del director de la Real Academia Española (RAE), Víctor García de la Concha, la poetisa chilena cuenta con una edición conmemorativa, publicada por la editorial Alfaguara , la asociación de academias de la lengua española y la RAE, que la sienta en el pedestal que merece. "Padeció de cierto ternurismo y un halo de poetisa cuando en realidad es una voz desgarrada", planteó García de la Concha.
El terremoto impidió presentar los libros en el Congreso de la Lengua
La elección de Gabriela Mistral tuvo como grandes valedores al Gobierno y a la Academia chilenos. La RAE y el resto de academias se inclinaban por dedicar la obra especial a Pablo Neruda, también chileno, también poeta, también Nobel de Literatura. Así que la decisión fue salomónica: dos ediciones conmemorativas que deberían haberse presentado en Chile en el marco del congreso de la lengua que frustró un demoledor terremoto. "Queríamos homenajear toda la deuda con América", dijo García de la Concha ante el auditorio lleno de Casa de América.
En esa tarde de deudas pendientes, también sonó a ajuste con su propia infancia el reconocimiento del filósofo y académico Emilio Lledó hacia la poesía nerudiana. Confesó que había sido un "niño de la guerra" que había buscado "cobijo" en Pablo Neruda. A diferencia de Mistral, el poeta goza de un reconocimiento universal que ha sido editado infinitas ocasiones. Aun así, la Antología general presentada ayer incluye un texto inédito: San Pancho, el nombre de la chabola en la que se refugió Neruda cuando fue perseguido por la dictadura. La edición de Neruda, preparada por el académico cubano Hernán Loyola, incluye un recorrido por su biografía y textos en prosa que dan pistas sobre el contexto vital que alimentan sus versos. La obra de Mistral fue preparada por el académico chileno Cedomil Goic.
No hay grandes encuentros entre la poesía de Neruda y Mistral -recitada ayer por los actores Juan Diego Botto y Aitana Sánchez-Gijón-, pero sí entre algunas peripecias biográficas y políticas, como el compromiso social o sus estancias europeas. Lledó se detuvo en otra coincidencia: el "fenómeno de ocultación" que delatan sus nombres artísticos. Ella nació como Lucila Godoy Alcayaga y él, Neftalí Ricardo Reyes. Clara Janés recordó el momento en que se cruzan Neruda y Mistral por primera vez. Él tenía 16 años y la poetisa, 31. El gran consejo que le da al joven Ricardo Reyes es que lea a los rusos