Un poema no se construye como una jaula. Tiene alas, vuela
hasta donde tù quieres volar. Puedes imaginar que es un arca, pero no lo es. El
poema no te salvarà. Es un puente. Rolando Gabrielli
La poesìa no solo corta las
palabras para ser poesía. Ni es poeta
quien posee una tijera. Despuès de vagabundear por el oficio algún tiempo, leer
a mis compañeros de juego, mayores y menores, se puede afirmar irresponsablemente que la poesía “està en todas partes”. No es
propiedad privada como poseer un pedazo de playa, un penthouse o alguna
baratija heredada de algún ancestro rico y poderoso. La poesía se huele, ve,
respira està ahì viva, no importa el tiempo siempre habrá una página en blanco.
Son tan viejas las frases como la
poesía y las pasiones, sueño, emociones que rememoran las palabras porque están
vivas. “Esto tiene poesía”, “es poético”, “pònle poesìa”, “le falta poesía”, se
apela una y otra vez a esta manera ”
superior “ de entender, interpretar, comprender, vivir el mundo. Asì la poesía toma
el carácter de lo cotidiano, popular, natural, està, aparece o se convoca en
cualquier circunstancia. No se necesita el solemne recogimiento o silencio,
para estar en gracia con la poesía, ni sòlo contar con las palabras.
¿La poesía es ceniza?
La poesía escrita, como la
conocemos de los tiempos de la escuela o desde la màs antigua antiguedad humana,
esa poesía tiene unos cuantos tenaces seguidores, cultores, lectores, seguidores,
que contrarios a la golondrina, aùn
hacen verano. El gènero como tal, sigue castigado por comerciantes y editores,
ayer y hoy, no convence al mercado, dios de dioses, guía material del espíritu.
Siempre, habemus mercado, los bestseller no necesitan humo blanco, la poesía,
para muchos ya es ceniza.
El poema no solo està en el
poema, aunque es el lugar màs conocido para quienes trabajan en èl o acuden a algún
libro. Se distingue por su corte vertical, por decir, eso espera el lector, lo no dicho, o lo dicho de una
manera nueva y su materia prima son las palabras.
Aunque la poesìa refleja muchas
veces su tiempo, los poetas pertenecen a una época-algunos suelen ser “inclasificables”-
otros renovadores de la lengua, un “buen
poema” es atemporal, no tiene tiempo, sus palabras siempre son nuevas y
convocan.
No toda la poesía está escrita, existe en la naturaleza, en el hombre, en todas las artes, en la vida cotidiana porque es vida, en cada niño, y en las construcciones humanas, como en las obras de arquitectura.
La arquitectura es una poètica de la vida, no sólo
vida dentro de unas paredes, espacio, algunos vidrios y si es posible un pedazo
de jardín zen. La fòrmula internacional
se ha diseminado como el plástico en las aguas saladas contaminándolas,
matando peces y afeando el paisaje, hacièndolo menos respirable y vivible. Esta
no es la filosofía del jurado del Premio Pritzker, al otorgárselo a un declarado poeta de las formas, de los espacios, un artista del lenguaje, un innovador, al diseñador de La Mediateca de Sanday, (Museo y Biblioteca digital) Tanatorio en Gifu, la Biblioteca para la Universidad de Arte Tama en Tokio (2007) y el Pabellón de verano de la Serpentine Gallery en Londres, La Torre de los vientos, el japonés
Toyo Yto.
El jurado ha calificado su obra de 40 años, de atemporal, espiritualista, poética, innovadora, arquitectura sin límites, excepcional, proyecta optimismo, luminosidad, alegría, y sus diseños, respetuosos del entorno, provienen de un creador de edificios que durarán para siempre y, al mismo tiempo, se ha atrevido a ir por caminos valientes”.
No es poco lo que se ha dicho de Toyo Yto en tiempos de voràgine global, pleitesìa al mercado, època del ladrillo que endulsò algunas economìas pràcticamente terremoteadas por estos mercaderes y prìncipes de la corrupciòn, banqueros de la utopìa de casino. En verdad, de la ruleta rusa.
El premio es humilde, 100 mil dòlares y una medalla de bronce, Yto ya tiene 71 años, lo que importa es la vigencia de su obra realizada en cuatro largas dècadas, su visiòn de bùsqueda permanente y màs allà de todas las posibilidades que le brinda el propio espacio. Al recibir el lauro ha dicho simplemente lo que hace: «La arquitectura está limitada por diversas restricciones sociales. He diseñado arquitectura pensando en conseguir espacios más cómodos más allá de esas restricciones. Sin embargo, cuando se acaba un edificio, me doy dolorosamente cuenta de mi propia insuficiencia, lo que se convierte en energía para el desafío del siguiente proyecto». El arquitecto japonès ha reiterado su manera de ver y hacer arquitectura, de pensarla, y saber por què es arquitecto, cuando puntualiza enfàticamente: «nunca fijaré mi estilo arquitectónico y nunca estaré totalmente satisfecho de mi trabajo». Por eso le han llamado quizàs arquitecto mutante, un hacedor para enfrentar realidades sociales aceptables.
- Arquitectura para la gente
Si a mì me preguntaran que pienso de esto despuès de malgastar mis ojos en algunas ciudades, dirìa que Toyo Yto viene de vuelta al lar, al lugar de lo verdadero, a servir al hombre, al ciudadano en aquello esencial, a resolver sus necesidades de la mejor manera posible, ha retornado a la casa. Toyo Yto siempre està en movimiento, como su arquitectura, no privilegia materiales ni tecnologìas, y pareciera flotar, fluir, como las formas que diseña y crea, pero funcionan sin que èl requiera imponerlas. Se sabe que està detrás de esa arquitectura transparente, sin que veamos su firma.
La historia de un hombre es la que trasciende en su arquitectura, su sensibilidad para ver y cambiar el mundo, como se lo ha planteado Yto desde las perspectivas de sus diseños, propuestas, desde el sueño inacabado de las formas. Naciò en la Corea ocupada por Japòn, a los 12 años perdiò a su padre y su familia vivìa de hacer miso para las sopas, que es fuente de sabor y quizàs por eso su arquitectura tiene un sabor ùnico, especial, y es curativa, como las propiedades del miso, segùn los chinos y japoneses.
Este notable arquitecto japonès, consagrado mucho antes del Pritzker, desde la perspectiva de sus trabajos, éxitos, protagonismo indudable en el mundo de la arquitectura actual, tiene la virtud de no ir a favor ni en contra de la corriente, sino ser y propiciar el cambio. El mundo cambia por segundos y los metros cuadrados van y vienen, por eso un arquitecto como cualquier otro artista debe estar atento, estudiar, reflexionar sobre su entorno, vivir el escenario en el cual estamos, y trabajar sobre estas nuevas realidades con las mejores ideas, proyectos, de acuerdo a las necesidades de las personas, ciudades, paìses.
Su arquitectura ha sido un tsunami trasgresor del espacio, creatividad, en la paradoja del respeto por la obra y su entorno. Y despuès del tsunami fìsico que conmoviò al mundo y arrasò en sus cimientos a Japòn, Toyo Yto se decidiò por una nueva propuesta para estos tiempos. Curiosamente, su Mediateca de Sendai, (1995), proyecto iniciàtico y emblemàtico de su extraordinaria carrera, sobreviviò el tsunami, a pesar de ser un espacio de apariencias fràgiles propias del fluir en el tiempo.
Vuelve al centro de las neecsidades humanas y la relaciòn del hombre con la naturaleza. El arquitecto, conocedor de sus proyectos y obras, lo explica en su profundidad con sus propias palabras: “El cuerpo del ser humano fue parte de la naturaleza, pero con el correr del tiempo se convirtió en algo muy independiente, como otra entidad que se excluyó a sí misma. Con la aparición de la tecnología conseguimos conectarnos nuevamente con nuestro cuerpo y con el mundo exterior para volver a ser parte de él. Probablemente, el desafío de la arquitectura sea como unir nuestro cuerpo nuevamente a la naturaleza”.
PD, la obra de Toyo Yto
Es absolutamente justa. Cada uno de sus proyecto es diametralmente distinto al anterior, al revés de esos arquitectos que encuentran una fórmula, un estilo, y lo repiten. Eso habla muy bien de él porque significa que siempre se vuelve a arriesgar, es capaz de preguntarse cada vez cuál es la forma adecuada de abordar un proyecto. Además, si bien sus obras son complejas en lo formal y tecnológico, quiero decir que no son para nada minimalistas, al mismo tiempo irradian calma y naturalidad. No son auto celebratorias, no exhiben lo difícil de su resolución como un mérito, no compiten en cantidad de tirabuzones como si fuera una competencia de saltos ornamentales, sino que hacen fácil lo difícil, como los golpes de Roger Federer. Pero tampoco se esfuerzan en ser asépticas, ni en mostrar una neutralidad artificial. Sus obras permiten que la vida ocupe el centro, y no el edificio. Arquitecto Alejandro Aravena