sábado, enero 20, 2024

Mala memoria


Qué fracaso y luce tan bien

como una corona de laureles

en tiempos de Roma o de juegos florales.

Mi historia es breve,

unos cuantos pasos, vueltas

a un reloj de arena,

palabras, palabras.

Casi nada en la nada

y en el tiempo: así de rotundo, es.

No hay hazañas, logros portentosos

que acreditar ante ningún tribunal.

No escalé montañas, ni crucé ríos,

ni rompí récords en nada memorable,

no formé parte  de ningún club de estrellas,

dejé mi silencio en los jardines

 en mis años más dóciles,

preferí caminar en un parque

los mismos pasos y distancias

cada día, una sola dirección,

que intentar viajar a Marte.

Me especialicé en barrer las hojas,

en la cocina, en cambio, fui una nulidad,

en mi calidad de escritor fantasma,

abracé el anonimato en toda su intensidad

y más de alguna vez tararee la letra

de una canción de moda en tu nombre.

Fui un poco excéntrico, tal vez, al recurrir,

a la magia de una musa siempre a punto de partir.

Aún sabiendo de su existencia fugaz,

aposté a un futuro inexistente,

por disolverse junto a mi mala memoria.

Rolando Gabrielli2023

El bufón sueña

 El bufón sueña

algún día ser rey

y mandar a buscar

a alguien 

que le haga reír

y enviar a otro

a cobrar los impuestos

y vivir felizmente

para siempre,

como en los cuentos

de Hadas.

Rolando Gabrielli2024

viernes, enero 19, 2024

Hay preguntas


 Hay preguntas que siguen
siendo preguntas,
son interrogantes que no dejan
de repetir la historia,
están presentes cuando debieran
estar sepultadas, por ser fieles
representantes de la banalidad del mal
y vuelven a crecer sus espinas
entre los  sombríos escombros,
porque el genocidio no es una práctica
del pasado, lo estamos viendo cada día
y no se condena, ni castiga, como debiera.
Rolando Gabrielli2024

El poema no sabe

El poema no sabe

que va a ser poema,

prácticamente atrapado

como una mariposa que vuela,

en unas cuantas palabras.

Rolando Gabrielli2024

Hay quienes se preguntan

 Hay quienes se preguntan,

si la muerte presentará

un certificado de defunción

ante la Corte de La Haya.

Rolando Gabrielli2024

jueves, enero 18, 2024

La ventana mira el paisaje

La ventana mira el paisaje
lo crea a imagen y semejanza
del terror que lo habita.
Alguna vez allí existió la vida,
gente que se  amaba en silencio
y alguna vez salió al balcón
a no hacer nada y ver pasar el día
con su belleza y miserias cotidianas,
como en cualquier parte del mundo,
donde los días pasan sin malestar.
Así debiera ocurrir normalmente.
Rolando Gabrielli2024

Poder de la palabra.


La palabra es tan  poderosa

como quieras usarla,

y más,

ante un gran enemigo,

no debieras escatimar,

verbos ni adjetivos. 

Rolando Gabrielli2024

La muerte se tropieza

 La muerte

se tropieza

con la muerte,

donde solo

hay muerte

bajo los escombros

y se siente inútil,

muerta en vida,

esperando su turno

al amanecer.

Rolando Gabrielli2024

miércoles, enero 17, 2024

A la poesía se la lleva el viento


Le llaman poeta, quizás le han visto escribir verticalmente unas cuantas líneas breves, cortas, que van uniéndose como eslabones perdidos en una gran cadena. La mayoría prefiere ignorarlo, están atrapados en la Redes del mundo digital, y la poesía, lo que se entiende aún por poesía, no forma parte del tiktokeo de la realidad. Viajeros dl universo virtual, navegan en un bosque de imágenes, en un mundo que va perdiendo la flora y la fauna como si fueran los dientes de leche  de la infancia.

Las palabras del poeta son sonidos guturales menos trascendentes que los gruñidos de urgencia del hombre de las cavernas, más que signos rudimentarios, palabras sordas. La poesía es ese pez muerto en la pecera que soñaba con el mar.

Un poema en verdad puede significar tantas cosas o solo reconocerse en el placer de sus palabras. Poema espejo el que te mira al rostro y te enrostra las palabras. Poema ciego, el que no vez. Poema sordo, el que sientes como un zumbido que no logras descifrar. Poema escrito para todos los sentidos, el que volverás a leer y no olvidarás, como un mantra.

Un poema puede entrar y salir, y seguir abriéndote puertas.

Su atmósfera puede traernos libertad, paz, amor, ilusión, esperanza, un punto de vista sobre la condición humana, vida, en una palabra, pero no debe dejarnos indiferentes, ausentes o distraídos,

Por alguna razón, a veces misteriosa, en un mundo prosaico, banal, digital, se suele repetir como un mantra, esto no tiene poesía o ponle poesía, le falta poesía. De la nada pareciera surgir la necesidad, presencia de la poesía, en tiempos brutalmente prosaicos, realmente  con presencia y un futuro distópicos.

No se explica, a primera vista, esta necesidad, urgencia del toque poético diferenciador. Quizás la poesía forme parte de la condición humana, está anclada en el subconsciente, cuenta con su propia autonomía y diván.

Nuestros antepasados, observaban la luna, las estrellas, los ríos, consideraban a la naturaleza como un dios visible y se encomendaban al sol, la lluvia, a la tierra. La fertilidad era la razón de ser de la vida y todo ser vivo era un hermano.

Rolando Gabrielli2024

Si te llaman gusano

Si te llaman gusano,

al menos finge,

que eres de seda.

Rolando Gabrielli2023

Ni más, ni menos


 Que ninguna palabra,
sea más, ni menos,
que el silencio.
Rolando Gabrielli2024

martes, enero 16, 2024

La otra voz

Las palabras,

a veces, 

hacen más grande

el silencio.

Rolando Gabrielli2024

lunes, enero 15, 2024

Adonde me trajo el viento voy

 Adonde me trajo el viento voy

y a tu voz me lleva el silencio.

A la espera quedo

del camino que dejas

y en las invisibles formas

busco lo que alguna vez

fuimos.

Rolando Gabrielli2024

domingo, enero 14, 2024

El día 100


                                        No dejen con vida a la muerte 

Borrar de la faz de la tierra

 una pequeña franja

 secuestrada, humillada,

frente a un pedazo de mar,

cercado, prohibido,

y a su gente arrebatarle

la vida, sus casas, iglesias,

en solo 100 días,

es  todo un récord.
Rolando Gabrielli2024

Fulgencio Atacama en concierto


Fulgencio Atacama, no tenía nada de excéntrico y si no era admirado por su arte rutinario, casi un mantra en el mar de la tranquilidad, pasaría desapercibido como una ola en altamar. Disfrutaba  de su soltería, sin la humildad de un cura franciscano, precisamente, y si bien tenía una cierta malacrianza con los poetas modernos, su expresión a primera vista, reflejaba la mirada inexacta de Quevedo, donde una indescifrable picardía podría llevarnos a uno de los sonetos de su ruinoso verbo desesperado.

Don Fulge, como le llamaban por cierto, en ocasiones íntimas, había abandonado casi todas las prácticas sociales, vagabundeaba por los meandros de sus propias aguas, era en realidad una brújula sin puerto donde lanzar un ancla. En su juventud, tiempo de metáforas, leía a poetas de la Edad Media como un monje que disfrutaba los secretos silencios de las páginas prohibidas en una discreta abadía. De ese tiempo, que guardó en la memoria, se resistía a convertirse en un chip y aún prefería las páginas de un escritor anónimo, sin ninguna pretensión más que el entretenimiento.

Para algunos visionarios del presente, apóstatas de la palabra en cualquiera de sus usos y formas, fanáticos de la imagen como  único lenguaje de curso legal, Fulgencio era un imperdible de épocas ya superadas, vieja pieza de museo mal estacionada en el olvido. Siento que les intimidaba su silencio inefable, una marcada, invisible presencia, esa que solo aspira a ser ignorada ante cualquier historia Best seller.

El humor, decía, y lo practicaba, es la mejor carta de presentación, y antes de recurrir a él, recitaba las notas del pentagrama como si fuera a entrar a la Scala de Milán, y no existiera más que la musa que solía soplarle poemas al oído que memorizaba para cuando vinieran mejores tiempos, porque siempre es posible ver  lo que el horizonte suele ocultar a primera vista. Si un biógrafo quisiera describir a Fulgencio, llegaría a la conclusión que nunca quiso ser alguien diferente de lo que era y podría llegar a ser.

Yo lo recuerdo con un aire distraído, sin caer en la nebulosa, mantenía su mirada extranjera, sin patria reconocida, ni adulterada, un artista singular de la cuerda floja, pero con los ojos bien abiertos sobre todos los abismos que nos rodean en épocas que se abren paso con el cuchillo entre los dientes. Para mí, es difícil olvidar un personaje de este talante, por eso me he permitido dar un vistazo , casi de reojo, a una historia a la cual no pongo las manos en el fuego.

(Para no equivocarme que he hecho lo correcto, mientras escribo, escucho Las cuatro estaciones de Vivaldi, y me entrego a sus movimientos rápido, lento, rápido, como suele ocurrir con la vida.)

Rolando Gabrielli2023