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La poesía, Neruda, Chile, Latinoamérica y el idioma castellano serían honrados si el flamante jurado le otorgara a Ernesto Cardenal el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en su versión 2008. El lauro en homenaje al vate chileno ya está prestigiado con los premios al mexicano José Emilio Pacheco (2004), el argentino Juan Gelman (2005), el peruano Carlos Germán Belli (2006) y la cubana Fina García Marruez (2007). Cardenal es un clásico vivo, uno de los cinco poetas vivos más importantes del idioma castellano, latinoamericanista de vieja data, y sobre todo un poeta excepcionalmente moderno, vigente, con una singular y profunda tradición en la poética universal.
La filosofía del lauro es premiar a un poeta de reconocida trayectoria con 30 mil dólares cada año y en sus cuatro versiones se ha escogido a bardos de Norte a Sur de nuestra América y de una isla. Curiosamente, Ernesto Cardenal, quien reúne esas características, vive en Nicaragua, Centroamérica, país de poetas: Rubén Darío, el primero.
La responsabilidad de la designación recaerá en el jurado que integran el ensayista mexicano Carlos Mosiváis, el nerudólogo traductor francés, Alain Sicard y las chilenas Soledad Bianchi y Paulina Urrutia, Ministra de Cultura de Chile. En lo que respecta a trayectoria, también debe figurar el poeta y narrAdor uruguayo, Mario Benedetti.
Hace un tiempo edité en estas mismas páginas un texto intitulado: Cardenal en Chile, que con la venía de mis lectores, volveré a hacer. A los poetas jóvenes de América les recomiendo la obra de Cardenal no sólo por su calidad poética, sino por su valor histórico, y en especial Canto Cósmico, una obra mayor, diferente, auténticamente latinoamericana y universal.
Cardenal no ha dejado de cantarle al amor, la vida, a Nicaragua, a nuestra América, la mujer, a los que somos: un punto en la esperanza de una rueda sin fin, tal vez el rayo de una bicicleta anclada en el desierto, polvo, trigo, raíz, un huracán de amor.
En la contraportada de Canto Cósmico, el desaparecido poeta nicaraguense, Coronel Urtecho, sostiene que como la Divina Comedia de Dante, Canto Còsmico, de Cardenal, es un canto de amor. Es el único poema de la Evolución en nuestra lengua, agrega Urtecho. "Creo, remata, que la ciencia y la poesía no se habían encontrado hasta hoy para formar un todo científico-poético."
Cardenal en Chile
El 68, año emblemático, corría la primavera chilena bajo los aromos, cuando conocimos la obra de Ernesto Cardenal, un sacerdote revolucionario que editaba sus legendarios Epigramas, textos de amor y contra la dinastía de los Somoza en Nicaragua. Lo leíamos con devoción de jóvenes poetas en los prados del Pedagógico de la Universidad de Chile y nos pasábamos de mano en mano una edición que aún conservo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (la edición es de 1961). Si tú estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie más / y si no estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie. Así de rotundo nos hablaba Cardenal con versos epigramáticos, profundamente originales y que revolucionaban nuestros sentidos en distintas direcciones o tal vez una sola. Cardenal, de 82 años, con una vasta obra, autor del mítico poema Oración por Marilyn Monroe y del célebre poemario Cántico cósmico, entre otros libros, fue la estrella invitada en la 26ª Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile, que se celebró del 24 al 5 de noviembre de 2006.
Cardenal es un escritor polémico, activo, comprometido como pocos a nivel mundial, combatió con las armas en la mano en 1954 la dictadura del viejo Tacho Somoza y tras su fracaso, se retira al severo monasterio de Gethsemani, Kentucky, Estados Unidos, donde conoce a Thomas Merton, poeta, y su mentor espiritual y amigo. Por razones de salud se retiraría y fundaría, en el Archipiélago de Solentiname, en el lago Cocibolca, Nicaragua, una comunidad cristiana con características similares a su antiguo monasterio. Ya había sido ordenado sacerdote en Nicaragua, y colaboraba estrechamente con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que ascendería al poder en 1979, tras derrocar en una cruenta guerra al régimen de Anastasio Tachito Somoza y poner fin a la dinastía de 50 años. Cardenal no dejaría de escribir, ni de polemizar, aunque fue designado ministro de Cultura del gobierno sandinista. Fue mundialmente célebre la imagen del día en que el Papa Juan Pablo II lo regañó en el aeropuerto Sandino de Nicaragua, durante una visita a ese país. Cardenal, inclinado y de rodillas, no pronunció palabra alguna en obediencia a la máxima autoridad eclesiástica. En Panamá vi la imagen, y un canal de televisión aprovechó la oportunidad para pasarla tantas veces, como ocurrió con el desplome de las Torres Gemelas.
El tiempo pasa, sucede, Cardenal renunció al sandinismo, fue candidato al Premio Nobel de Literatura en 2005 y hoy es considerado, junto con Nicanor Parra, dos de los poetas vivos más importantes del habla castellana. Tuve la oportunidad de escucharlo y hablar unas palabras con él cuando fue invitado en Chile por Salvador Allende y llegó al Taller Literario de la Vicerrectoría de la Universidad Católica de Chile, dirigido por Enrique Lihn, en el cual yo participaba. Después lo entrevistaría en Panamá en 1976, y guardo por ahí una fotografía. Cardenal no cambiaría su compromiso con el hombre y la humanidad, y menos con su poesía. La Guardia Nacional anda buscando a un hombre / Un hombre espera esta noche llegar a la frontera / el nombre de ese hombre no se sabe / Hay muchos hombres más enterrados en una zanja / El número y el nombre de esos hombres no se sabe / Ni se sabe el lugar ni el número de las zanjas / La Guardia Nacional anda buscando a un hombre / Un hombre espera esta noche salir de Nicaragua. Son versos aún vigentes y no tienen frontera.
Cardenal está presente, ha vuelto a Chile, expresó su amor por ese país desde su época nerudiana, y en unas declaraciones exclusivas al diario La Nación, suscritas por el periodista Javier García, dijo, entre otras cosas de palpitante actualidad, que “el Vaticano se acuesta con la CIA”. Interrogado por García sobre la invasión norteamericana a Irak, dijo: “Bush es el mayor terrorista del mundo. Eso no sólo lo digo yo, lo dice el norteamericano Noam Chomsky, y muchos otros norteamericanos. La guerra de Irak fue que Bush usó armas de destrucción masiva, para combatir unas armas de destrucción masiva... que no existían. ¿Y qué decir de los horrores de Guantánamo, un lugar de Cuba donde Estados Unidos no tiene derecho de estar? Y los otros gulags de Estados Unidos. Y la Gestapo que ahora hay. En cuanto a vulnerables, nada más vulnerable que un rascacielos. Y ahora por cualquier cosa están amenazados: aun un dentífrico, un champú, un desodorante”.
Cardenal recordó su visita a Chile, al Salón Rojo, donde estuvo con Allende en los momentos en que Neruda obtenía el Premio Nobel de Literatura, y dijo que allí moriría coincidentemente el presidente de Chile durante el golpe militar de Pinochet. El poeta nicaragüense visitó la Sociedad de Escritores de Chile en conmemoración de su 75º aniversario, entidad ubicada en la calle Simpson 7, en Santiago. No sólo habló de política, religión, aquellos temas del escalofrío mundial, sino que también de poesía, él, un heredero de la tradición anglosajona, griega, nerudiana.
Interrogado sobre Parra, los cuestionamientos del antipoeta sobre Cuba y otros temas religiosos, contestó: “La poesía de Parra siempre me ha gustado, y tiene mucha coincidencia con la mía, pero su poesía es nihilista, de un descreído, y la mía es de uno con fe, y sobre todo de uno con esperanza. Sus cuestionamientos a la Iglesia no los conozco, pero no serán tan fuertes como los míos, y yo tengo más derecho a hacerlos porque es mi Iglesia, y es mi Madre, y debo echarle en cara cuando se prostituye”. De Parra, dijo, sólo conozco aquel que dice: “Cuba sí - Yanquis también”, que en realidad no es ataque a Cuba, sino que siempre tratan de conseguir la solidaridad gringa y la consiguen mucho. En todo caso su poesía me gusta y su persona me divierte. Vea si no esta cita de él que yo hago en mi último libro:
Y yo iba con Nicanor Parra en bus en la India al Taj Mahal, y me habló del físico que calculóel número exacto deátomos del universoy dijo: el que no crea que los cuente.
Cardenal, antes de ser sacerdote, fue un hombre que combatió la tiranía somocista como tantos otros. Después del fracaso por derrocarlo, vino, como hemos señalado, el claustro, y más adelante la ordenación como sacerdote. No nos sorprende su lenguaje coloquial con la amada y el desamor, y el contrapunto antisomocista, la realidad descarnada de Nicaragua bajo un tiempo herido por el plomo y enfrentado por el pueblo. Tal vez nos casemos este año / amor mío, y tengamos una casita. / Y tal vez se publique mi libro / o nos vayamos los dos al extranjero / Tal vez caiga Somoza, amor mío.
Esta será mi venganza / Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta / famoso / y leas estas líneas que el autor escribió para ti / y tú no lo sepas. Irónico, comprometido, dentro del claustro en tiempos de Merton y después en Solentiname, haya continuado con su poesía “exteriorista”, “objetiva”, urbana, en la superficie de la profunda piel del hombre y de Nicaragua volcánica, dulce, avasallada. Ningún espejo ciego se aleja del ojo de Cardenal, quien ordena el tiempo por épocas y continúa su aprendizaje con la nueva realidad. Epigramático hasta aquí, Cardenal ha escrito más poesía y se ha pronunciado siempre sobre el papel del lenguaje. Hombre de historia en la Historia, la humanidad del poeta tiene un solo camino: la verdad en la palabra. Así lo reconoció Cardenal en una entrevista reciente.
Volvió a Chile y dijo que era un país de poetas. Coincidimos, en eso. Bajo cada piedra de Chile, un poeta. Eso lo he escrito y reafirmo. Denunció las altas tasas impositivas para el libro en Chile. Vengo de un país salvaje y el segundo más pobre de América Latina, pero los libros no tienen impuestos en Nicaragua. Dijo más y también sobre Marilyn Monroe acotó que todos formamos parte de la Colosal Producción de la Metro Goldwyn Mayer. Sus palabras no son siempre bien recibidas por moros y cristianos. Cardenal no se ha detenido en su marcha por y con la poesía. Es un ejemplo vivo del poeta militante, no diletante, ni panfletario. Su Cántico cósmico es un texto ambicioso, no sólo por su extensión, sino porque ha sido comparado con la Divina comedia en castellano. Es un canto de amor, reconoce el poeta y prologuista José Coronel Urtecho. Visión poética de la evolución del mundo, con base científica. Cardenal incursiona en búsqueda de luz en el agujero negro del planeta. Poesía de amor, cosmovisión de la poesía en el mundo y su evolución, poesía erótica, confesional, poesía de la vida, de las cosas terrenales y de más allá. Poesía de grandes interrogantes, poesía materialista, espiritualista, exteriorista, historicista, poesía soleada, nocturna, del día a día, poesía galáctica, poesía de la luz oscura, poesía del ojo de Dios, podría decirnos Cardenal. Poesía de la naturaleza, del principio, poesía de la vida y de la muerte. Poesía de la vértebra común, del Paraíso perdido, de los abismos, de la física, de la chispa del Big Bang. El poeta no quiere desentenderse, pareciera, de nada. Todo está a su alcance de alguna manera, la especie que somos y quienes comparten en otro grado con nosotros o viceversa, el planeta Tierra. Cántico cósmico es una especie de Canto general del Cosmos y la Tierra, su evolución. En alrededor de 600 páginas, Cardenal sopla el mundo como si fuera un polvo de estrellas errantes y se adentra en el hombre, vida y muerte. Es más, mucho más. Somos palabra / en un mundo nacido de la palabra / y que existe sólo como hablado / Un secreto de dos amantes en la noche / El firmamento lo anuncia como con letras de neón / Cada noche secreteándose con otra noche / Las personas son palabras / Y así uno no es si no es diálogo / Y así pues todo uno es dos / o no es / Toda persona es para otra persona / ¡Yo no soy yo sino tú eres yo! / Uno es el yo de un tú / o no es nada. / ¡Yo no soy sino tú o si no no soy! / Soy sí. Soy sí a un tú, a un tú para mí / a un tú para mí.
Cardenal hace referencia en su Cántico cósmico a Huidobro, Borges y en especial a Neruda. Y referencias a poetas como Bécquer, Homero, Roque Dalton. “Pío XII fue para mí lo que Stalin para Neruda”, dice en Cántiga 15, bajo el título: Nostalgia del paraíso. Es un libro mucho más complejo, rico, variado, con hallazgos. (Rolando Gabrielli)