Canción del muerto
Huele a podrido,
no es la voz
del príncipe,
ni de su antiguo
centinela,
esto no es
Dinamarca
y hiede
fatal, a tufo,
cadáveres muertos,
ruinas sin
firmamento,
se llenan de mutilados
las plazas y los mercados,
miles enrumban por
valles desconocidos,
ahí van los
muertos,
con los ojos
cerrados,
con los ojos abiertos,
por el
Mediterràneo y nadie quiere verlos.
Este es el paisaje,
vieja Europa,
a nadie le sobra
un hijo, ni una madre,
malditos los
cielos, las tierras, los enemigos,
polvos y pajas
ardiendo,
no crecerá pasto
ni trigo,
en primavera
ni en invierno.
Cortan cabezas, se
desploman cuerpos,
¿la vida es un hilo en un cuchillo?,
la muerte se orina
al pasar.
El video,
luce cabezas
muertas,
trofeos de un
verdugo,
la imagen de la
vida es negra.
Vieja zorra,
conoces tu oficio,
de poner silencio.
Sí, sabían, criaban
cuervos,
negros, ciegos,
rapaces, asesinos siniestros.
No es poco lo que
aún estamos por ver,
si pudiera
decirse sin invocar las estrellas
o el Tarot de
alguna madame vidente,
la suerte del
mundo,
en un cuarto de
París.
Todo es
perversamente relativo
y proporcional
a la estupidez de esta época,
no se trata de la
misma piedra,
ni de los
clásicos dos pies
del bípedo
que la tropieza,
con su magistral
torpeza,
de ángel y demonio.
No vuelves solo
a Roma una y otra vez
por el mismo camino de la historia,
sino
desciendes en la Luna,
alguna roca
imaginaria perdida,
pisas ingrávido un
espacio desconocido.
Fin de la
conquista y regresas al planeta
a respirar oxígeno,
pisar la realidad
de la tierra en brazos de la familia,
sin escafandra
frente a un televisor
Algún
fantasma agita tu cuerpo
y recorre un
mundo algo sombrío,
es el espejo
que el sol alumbra,
en la oscura
realidad,
que no deja de
asombrarnos.
Rolando
Gabrielli©2016