La novela en Amèrica latina ha sido una gran protagonista, por su ausencia y continuas lamentaciones sobre el boom y el anuncio de lo que no llega: una gran novela. "Realista, ficcional, urbana, un texto hìbirido con algo de aquì y allà", no importa su definiciòn, sino que se escriba.
Màs viajados que la imaginaciòn de Julio Verne, pontificadores a destajo de lo que fue y viene, es y no es la novela, "los nuevos", le asignan un reloj especial al tiempo que le queda y un espacio donde debiera ocurrir. La novela latinoamericana no tiene, en opiniòn de quienes dicen representarla o al menos encuentran el espacio para ser su vocero, una geografìa propia, un lugar de origen, un punto de partida dentro de los lìmites del subcontinente, porque las fronteras se desmoronaron y quienes realizan este oficio, sòlo nacieron y residenciaron por estos lados, pero ya no pertenecen, son ciudadanos del mundo. La novela, un gènero fantàstico y realista, se presta para todo tipo de especulaciòn. Sobre todo, las que dicta el mercado de manera autoritaria, discrecional y cìnica, desde luego, que dice proteger en los bestseller como colchòn a la verdadera literatura cada dìa màs arrinconada. Ha sido un año de diversas y reiteradas declaraciones sobre el abandono del realismo màgico, del distanciamiento del boom, el surgimiento de una novela escrita por "escritores cosmopolitas". Me pregunto què dirìa JLB, Borges, quien ignorò la novela como gènero. Juan Rulfo que no hablaba, porque lo habìa dicho todo en Pedro Pàramo. Juan Carlos Onetti, ignorado pràcticamente en el boom y ahora podrìamos hablar del año de Onetti, a 15 años de su muerte. Todos los escritores del boom o no reconocidos en èl, como Augusto Roa Bastos, Alejo Carpentier, Julio Cortàzar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Màrquez, Carlos Fuentes, Josè Donoso y Cabrera Infante, Ernesto Sàbato, escribieron grandes novelas y dijeron cosas importantes relacionadas con la vida, la literatura y algunos, la polìtica. ¿Otra època? Sin duda. ¿El mundo ha cambiado? Sì y mucho, pero los problemas esenciales del hombre permanecen intactos, sòlo varìan de color. Mientras algunos novelistas continùen con su òptica del reduccionismo de la gran novelìstica latinoamericana, como Cien años de Soledad, Rayuela, Pedro Páramo, La Vida Breve, Los Pasos perdidos, Los Jefes, Tres Tristes Tigres, entre otros, continuarà este especie de limbo de la novela, que encuentra un gran momento renovador en Roberto Bolaño. Y èste tambièn fue un año para Bolaño y hablamos de dos escritores desaparecidos que ocupan la atenciòn de los verdaderos lectores. Hay quien cree que Onetti pasò toda su vida en cama con una botella de whisky y olvidan que llegò exiliado a España y que ya contaba con una obra sòlida construida entre Montevideo y Buenos Aires. Y estas pendejadas, como dirìa un personaje caribeño de cualquier novelista de este lado del mar caliente y transparente, tienen grandes tribunas y se asolean por sobre la realidad y la historia.
En èpocas de faràndula literaria ocurren y se diseminan todo tipo de anècdotas. El escritor està màs preocupado de la imagen, el mercado, ni siquiera del lector, que de realizar una obra contundente sin concesiones. Los "clàsicos" escribieron algunas de sus grandes novelas no precisamente en sus paìses de origen y no tenìan el olor a pòlvora en sus narices para retratar aquellos dìas, porque, en buenas cuentas, toda literatura verdadera se nutre de la convicciòn y fuerza de sus personajes, del lenguaje, de las lecturas y memoria del autor, sus visiones, emociones, verdades y mentiras, de lo que la ficciòn es capaz de rescatar de un mundo a veces borrado, perdido o por nacer para ser construido.
Cuando divisè Aracataca y vi sus calles polvorientas, como cualquier pueblo bananero perdido en el Caribe, me preguntè còmo Gabriel García Màrquèz habìa construido tamaña historia y novela con sòlo la memoria familiar, historia del pueblo, de la Casa de sus abuelos y de una Colombia siempre en guerra, desgarrada por las sombras humanas que la habitan como fantasmas hace dos siglos. Por eso me regalè para Navidad la biografìa del inglès Gerald Martin: Gabriel García Màrquez, Una vida, aunque he leìdo mucho acerca del nieto del Coronel Màrquez, quien le llevò a conocer el hielo, esa magia que sòlo disfrutan a plenitud quienes vivimos en tierra caliente. Una novela nace del lugar menos pensado, arranca de una mirada desde el corazòn, las vìsceras, el olfato, del tacto de los cinco sentidos, porque es toda la piel que poseemos en ese instante la que se transforma en palabras, diàlogos, situaciones, dìas clavados como en un insectario. La novela se vive asimisma, todo intento por diseccionarla es inùtil, porque ella naciò de las entrañas y es irrepetible intentar rehacerla, a no ser que la leamos como un viaje personal. La novela se alimenta asimisma, su escenario es tambièn su propio cuerpo.
Los entendidos siguen explicando el "nuevo panorama, escenario, manera de hacer novela", como si no vastarà desarmar y armar un gran sueño, correr el velo y seguir mirando adentro de la ventana de uno mismo. "Realidad postradicional", dice el venezolano Gustavo Guerrero, y de algo se tiene que vivir y ganar la vida, imagino. Los crìticos de prestigio obtienen los premios de las casas editoriales que venden el producto ya prestigiado. En este solemne mundo, donde la idiotez cava su propia fosa comùn y sonrìe al despertar desnuda y en huesos, luego se arrepiente de anunciar su propia defunciòn. Asì sucediò con quien dijo lo que no dijo, que la literatura latinoamericana yacìa amortajada, ya no amordazada como en tiempos de las tiranìas.
Se habla de un boom de los años 60, si entendemos bien la fecha, ha transcurrido medio siglo, y uno piensa que en ese lapso debiò haber sucedido algo. Se sitùa La Habana como "capital del boom", como si la literatura respirara por una sòla agua y tuviera una sòla cabeza. Los padres del boom, son hijos de Faulkner, Joyce, de lo mejor de la novela y ficciòn norteamericana e inglesa, como tècnica, y sobre todo de su propia, rica y compleja imaginaciòn. Proust, Flaubert, dieron pasos de animal grande con la novela latinoamericana, que tambièn tuvo la influencia de la poesìa de Pablo Neruda.
Nada queda màs atràs que el tiempo. Durante una època la narrativa girò entorno a no màs de cinco escogidos, es cierto, a pesar que aùn no vivìamos la furia del marketing y la globalizaciòn no se manifestaba como la varita màgica del mercado y progreso. Los novelistas tenìan presencia y palabra, voz, opinaban, viajaban, y hacìan opiniòn pùblica porque se pronunciaban frente a la realidad y escenario internacional. No dejaban de escribir buenas novelas. Borges, fue siempre la excepciòn, distante de la novela, era el maestro y ficcionador por naturaleza. Su narrativa y y ensayìstica, como su poesìa, contaba con otros apoyos para trazar su propio laberinto. JLB descendìa de otros autores, aunque era un lector universal: Stevenson, Kiplin, Shopenhauer, Spinoza, Berkeley, las sagas nòrdicas, y desde Macedonio Fernàndez a Las Mil una noche(s). Aunque Borges, hacìa su propia excepciòn, cuando se reescribìa y leìa asimismo. Y en el plano de las ideas, Borges no dejò de disparar, con su clàsica ironìa, desde la derecha conservadora. A pesar de su ceguera, no escondìa la cabeza como las avestruces actuales de una literatura que pretende ser màs avanzada que El Quijote de la Mancha. Las èpocas cambian, el hombre, los gèneros literarios se enriquecen, mezclan, sucumben a un nuevo asombro, la palabra puede llegar a ser nueva (es una condiciòn del cambio), el tratamiento de las obras se renueva, puede un libro tener otro espìritu y forma, sin duda, porque es la esencia de lo nuevo y la literatura tambièn "progresa", la novela se camalonea. La literatura es todo el pasado, un presente perpetuo, pero tambièn lo nuevo, lo que viene y de lo que sospechamos que alguien escribirà. Es la confirmaciòn de una vieja huella que siempre exploraremos. La novela es la invenciòn de todo y nada, y de nada servirà expulsarla de Amèrica latina, ambientarla en otros lugares, porque novelar es un bumeran en nuestras propias vidas. A veces pienso que la novela es virgen, siempre nos espera para inaugurarla. Esa es su gracia oculta, no ser lo que parece y tener un destino errante de estrella con brillo propio. Què puedo decir, los grandes novelistas me han puesto a soñar sin lìmites, a amar la aventura y a creer que todo es posible mientras vivimos sin lìmites. La literatura es libertad, ¿por què debièramos de preocuparnos, entonces, por las fronteras, o el lugar donde se escribe y recrean los personajes? Màs bien agradezcamos que ningùn camino es seguro y que continuaremos tanteando como si estuvièramos dentro de un pozo oscuro, porque la luz nunca desaparece del todo. Rolando Gabrielli©2010