Caminaba por
la ciudad
y me encontrè con un Museo,
ahí todo parece inmóvil,
detenido en algún tiempo.
Los museos, en mi infancia,
recogían momias,
animales embalsamados,
`polvo, silencio, algún dato,
nada en estado natural.
Al detenerme frente a su puerta principal,
una cosigna me llamó la atención,
dirigida a quien entrara:
¿Què donarías al Museo,
algo tuyo, personal?
Me invitaba el letrero a pensar
en el valor de los objetos,
en lo doméstico que es de todos,
y por serlo se diluye al no sentirse
como algo propio totalmente.
El Museo,
retrotrae a mi memoria,
lo que fue y sus paredes
nos descubren,
un espacio que es único,
y crea nuevos espacios.
Rolando Gabrielli2017