A Nicanor Parra lo prefiero al dente en el menú de la antipoesía ante su negación reiterada de una perfomance anunciada. Definitivamente lo único que queda de un poeta es su lectura y bajarse a tiempo ante el abismo de la montaña rusa. Las vanguardias de tanto repetirse terminan en retaguardia. Las noticias que nos llegan son de un pobre libreto costumbrista de un mismo libreto. Se abusa del lugar común y la poesía ni la antipoesía, estàn para estos descuidos.
Un poeta que se usa como el espacio público, termina contra la pared. De tanta irreverencia se convierte en un sacerdote de provincia.
Parra coqueteò con la cámara cinematográfica 11 años. Se dejaba y no, aparecía y desaparecía. Que sí, que no, ecos de una Cueca Larga. Es lo que cuenta el realizador chileno Víctor Jiménez Atkin, quien tuvo el coraje de hacer un cortometraje sobre un poeta cuya obra desconocía y que confiesa "no tenía idea que Parra era tan importante". Dice el cineasta que demorò tanto en el cortometraje de 71 minutos que terminó titulando Retrato de un antipoeta, porque al final no sabía por qué lo estaba haciendo. Hasta que hace dos años, cuenta, conoció a la Jefa del Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Bristol, quien es una fanática de Parra y le informó acerca de la importancia internacional que tiene la antipoesía y el rol que él asume en la evolución del lenguaje. "No me cabe duda que la película fuera de Chile, va a tener un impacto súper importante", redondea su historia Jiménez.
Recuerdo a Parra a principio a finales de los sesenta, principio de los setenta, paseándose por el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, una mañana soleada, hablando como un viejo socrático con su cabellera blanca y a su lado un joven alemàn que se aproximaba a las nubes, escuchando la materia viva para su doctorado sobre la antipoesía. Ya el antipotea de los Versos de Salón, volaba con viento propio y había creado y ascendido a su propio Olimpo.
Lo màs entretenido de los entretelones de esta filmación, me parece, fue la salida del antipoeta, quien interpuso una demanda con abogado y todo, tres semanas antes del estreno de la filmación. La película duraba 72 minutos y medio, relata Jiménez, y Nicanor le amputó minuto y medio. Literalmente puso censura. Hubo que usar las poco (anti) poéticas tijeras y el antipoeta irreverente, se bajò de algunas tomas, donde hablaba de sus mujeres y otros detalles, que a pesar de sus 95 años, no dejó escapar para la historia. Parra con sus cinco sentidos aún, no practica la política del tejo pasado, quizás en la poesía, pero no referida a sus actos más íntimos y personales. Con la carne, pareciera decirnos, no se juega. Cuando ya no esté, dirá, podrán decir lo que quieran, pero ahora mando yo, sigo siendo el Rey. Además aprendió de lo que han hecho con la vida de Neruda después de muerto. Los novelistas, cronistas y quienes desean ascender en los hombros del poeta, cuentan su historia, ficción, realidad y todo lo que aguante el papel.
El poeta, cuenta el realizador, se entregó a la imagen y al celuloide en un principio, tenía alrededor de 84 años, pero en los últimos años de la filmación, se escondía de las cámaras, y convirtió en un clásico esa fotografía cuyo rostro cubre con sus manos de otro siglo. ¿Parra detrás de sí mismo? ¿Algo imposible? Parra, que es un viejo zorro al cubo de la n potencia, se camuflageaba en el futuro, la historia ya era para él un calcetín viejo. ¿Para qué seguir posando? Jiménez tiene una extraña teoría sobre esta actitud parriana. Sostiene que el antipoeta de Las cruces, hijo de San Fabián de Alico y de la Reina por adopción literaria, se ocultaba para asemejar a Shakespeare, cuyo rostro aún se discute. Es una teoría como encontrar la aguja en el pajar que no buscamos. Parra es más conocido que la chuchoca que se usa en las cazuelas de Chile, aunque recién la señora Balcells va a editar una antología de su obra a principio del 2010.
Parra sí se fotografió con Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, quien lanzó su antología global editaba por editorial Gutemberg el 2006. Y recientemente apareció tomado de la mano, con una cierta distancia en el lente, aparentemente, con la señora Balcells, quien descubrió y se enamoró del antipoeta a primera vista. ¿Todos los derechos reservados para sus perfomances? No en vano el antipoeta ha "bajado del Olimpo" a los poetas. Su terreno son sus propias pisadas.
Retrato de un antipoeta, el filme ya estrenado, oleado y sacramentado por Nicanor, comienza con una escena del 2004, relata Jiménez, donde Parra le llama cogotero, que en chileno es el asaltante más traicionero, ese que actúa con sigilo, sorpresa, por la espalda, y el antipoeta huye enojado de la escena. Un Parra kafkiano, en verdad, fiel discípulo de Franz y el hombre invisible se hacía visible sólo para espantar al cineasta de su casa con algunos desplantes y arrebatos de anonimato, olvido de sí mismo. No en vano ha traducido a Shakespeare, maestro del teatro. El personaje debe desaparecer, riposta Parra, él no puede hablar por él. Jiménez en medio de la filmación descubrió que Parra había influido la poesía inglesa y norteamericana. Nadie mejor que el poema habla del Poeta o Antipoeta, en este caso.
El Hombre Imaginario/Nicanor Parra
El hombre imaginario vive en una mansión imaginaria rodeada de árboles imaginarios a la orilla de un río imaginario De los muros que son imaginarios penden antiguos cuadros imaginarios irreparables grietas imaginarias que representan hechos imaginarios ocurridos en mundos imaginarios en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias sube las escaleras imaginarias y se asoma al balcón imaginario a mirar el paisaje imaginario que consiste en un valle imaginario circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias vienen por el camino imaginario entonando canciones imaginarias a la muerte del sol imaginario Y en las noches de luna imaginaria sueña con la mujer imaginaria que le brindó su amor imaginario vuelve a sentir ese mismo dolor ese mismo placer imaginario y vuelve a palpitar el corazón del hombre imaginario