Leer al filo de la medianoche y al alba insistir, es un buen paso para entrar en un libro de poesía. Es, un ejercicio improvisado y corresponde a la letra y espíritu de ese acto, que es la poesía inconclusa de Roberto Bolaño.
Cerraba la IV feria Internacional del libro en Panamá, un mar de personas atiborradas sobre los mesones que remataban algunos textos, y de pronto uno de los organizadores me dice que revise un stand donde está Bolaño. Me sorprendió la familiaridad de él con el autor de marras y fui. Encontré esta recopilación, la cual estoy leyendo y sin duda está el autor que conocemos en prosa con su poesía acumulada en las horas de la vida.
Para Bolaño existe en todo escritor una universidad desconocida que guía sus pasos, universidad móvil, que es común a todos, argumenta. La portada retrata esa observación de la Musa desnuda descendiendo los escalones de esa universidad de los libros que forma a poetas, narradores, escritores y artistas e intelectuales.
Amanecer
Créeme, estoy en el centro de mi habitación
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa
terminar o no mi poema. Espero la lluvia,
tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje
de patios interiores, con ropas colgadas y quietas,
silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido
de una televisión en colores, observada por una familia
que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo
se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre
ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho
juega con ideas. Con ideas y con escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura
que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.
Roberto Bolaño