Esta historia de Frida y Diego: los objetos hablan
"Mi casa no es muy cómoda, pero tiene un lindo color... azul”, Frida
Cuando Frida Kahlo y Diego Rivera decidieron guardar su pasado, congelarlo por un tiempo en baúles, paredes y muebles en la Casa Azul,- sitio de pasiones, amores, encuentros y desencuentros,- sabían que algún día esa caja de Pandora hablaría de sus vidas mellizas. Que el tiempo volvería su historia como una hoja de un suave otoño cruzando el corazón de una época marcada por otros signos en la ausencia física de sus cuerpos, pero en la viva memoria de quienes marcaron y trazaron una manera de vivir y sentir México. Desde sus visiones y pasiones, sobre su piel, impusieron un ritmo sin concesiones a la sociedad mexicana de su época. Frida y Diego, pareciera que no tuvieron tiempo para el pasado ni el futuro, vivieron en presente, como si la cuerda del reloj se fuera a cortar. Un día se cerró la Casa Azul con el pasado de ambos artistas y llegó la última muerte. Los secretos de pareja, su intimidad, pertenencias, cotidianeidad de las cosas amadas, cartas, dibujos, fotos, libros, ropas y el dolor y gozo de Frida y Diego, empujan detrás de las puertas para seguir respirando y viviendo ante los ojos de los ávidos visitantes. Ha sido en el centenario de Frida y en el marco de sus múltiples homenajes en México y a nivel internacional, que se va descubriendo su intimidad o lo que ha significado para el arte, México, las luchas femeninas. Un personaje que sigue despertando pasión, en uno u otro sentido. No pasa desapercibida y arrastra las contradicciones de su "dolor vital". Pudo encerrarse en sus llagas, dejar que el azar le truncara su vida, esconderse en el vacío, llorar su frágil destino, pero optó por vivir la vida a lo Frida.
Detrás de estas fotos y algún documento recuperado de los baúles secretos del Tesoro de la Casa Azul, se esconde o revela una historia que lentamente va surgiendo relacionada con ambos pintores y que se desprende de la documentación encontrada y de todo lo que se vincula a la vida de Frida Kahlo y Diego Rivera, como a lo que nos cuentan algunas personas que los conocieron en la intimidad. Los objetos hablan de la intimidad y por las personas.
Frida supo que dolor y pasión se complementaban con su arte de vida y encontró en Diego Rivera la unión perfecta sin límites. Todo lo demás formó parte de la escenografía de sus vidas, las que aún algunos manejan al ritmo de la pobre magia de la publicidad, del sesgo inútil de la política o de la pequeña voz mediática.
Frida está en la calle y en todas partes, es su hora cien años después de haber nacido, sale de su Casa Azul a caminar por Coyoacán, el DF, el mundo, porque su obra se expondrá nuevamente en Estados Unidos (Filadelfia, San Francisco, Japón, España) países del primer mundo, y nosotros preguntamos ¿cuándo visitará Frida el Sur, este cuarto mundo que ella amaría sin duda ahora en esta hora? Otro paréntesis: La Embajada de México en Panamá ha anunciado que se presentará en agosto de manera exclusiva, una serie de fotografías de Frida Kahlo y Diego Rivera, en el Museo del Canal Interoceánico de Panamá, ubicado en el Casco Antiguo de la ciudad, del 2 al 22 de agosto).
Sigue rodando la rueda de Frida Kahlo y avivándose su polémica entorno a la originalidad de alguna de sus cartas y un par de cuadros. Todos, críticos, amigos, parientes, se disputan el icono, lo interpretan, manejan sus claves y convocan sus verdades, conocimientos eruditos y creen conocer que hay detrás del lienzo "oscuro" de Frida. Pareciera que a Frida la atravesó el dolor una y otras vez, pero no el tiempo que la viaja por la interioridad de sus entrañas en estas fechas muy fridomaniacas.
Las Cartas apócrifas, un lenguaje prostibulario
La reconocida crítica de arte de origen argentino, Raquel Tibol, quien vivió en casa de Frida y fue su amiga, hizo dos denuncias hace un tiempo atrás en medio de la conmemoración del centenario de la Kahlo. La primera se trata de una colección de cartas en poder del matrimonio norteamericano, Joanne y Graeme Howard, quienes han tratado de legitimar en México y que Raquel Tibol las califica de apócrifas porque el lenguaje utilizado en esas misivas es prostibulario, muy ajeno al que empleaba Frida. No es la caligrafía de Frida, ni cosa que se parezca”, denunció. “Están hechas en bloc tamaño carta, de papel amarillo rayado. Frida era muy cuidadosa en el tipo de papel que utilizaba para escribir, incluso así lo dice en varias cartas, cuando se refiere a la mala calidad del papel en que está escribiendo. Jamás he encontrado una carta escrita en un papel de esas características”, como en la citada colección, advirtió Tibol. La prensa mexicana se ha hecho eco de las palabras de Raquel Tibol, quien ahonda y detalla más sobre el tema: Además, agrega, están escritas en un lenguaje prostibulario, soez y burdo, que no hay que confundir con el lenguaje popular y pícaro de Frida, un lenguaje con gracia y conveniencia” que que contienen “sus cartas auténticas”. Frida tenía humor, escribió este poema a las mujeres delgadas: no vale ser ni espárrago ni oblea/ de carne hay que ser lo regular/ pero hay que conservar las cosas esas/ que tienen la misión de alimentar.
La colección propiedad de los Howard se títula El águila inválida: el coraje y la creatividad de Frida Kahlo. El matrimonio norteamericano vive en San Miguel de Allende y compró la colección en septiembre de 2005, al parecer al anticuario Carlos Noyola Fuentes, de Monterrey, Nuevo León. El acervo consta de 43 documentos, según el certificado expedido por el pintor Arturo García Bustos, quien refrendó ese documento y acto con estas palabras: "Los señores Howard me enseñaron los originales de estas cartas y los dibujos que traían doblados y guardados en una preciosa cajita de artesanía mexicana, que en su interior se lee la firma de Frida Kahlo, y que contiene 37 importantes documentos, de los cuales ocho son cartas escritas por Frida Kahlo en sobres destinados a ella misma, 27 son notas casi todas firmadas y dos son postales de la ciudad de París, una escrita por ella, firmada FK, que nunca fueron enviadas.
“Además, me mostraron seis dibujos sobre papel de diferentes tamaños, realizados en tinta, acuarela y carbón, firmados por Frida Kahlo. Tengo el gusto de poder afirmar y dar fe de que se trata de 43 piezas auténticas de tan importante artista del siglo XX, Frida Kahlo, por lo cual extiendo esta carta de autenticidad que ampara la originalidad de esas obras pictóricas, notas, cartas y manuscritos.”
Los dibujos de Frida
La segunda denuncia que hizo Raquel Tibol a la prensa es que dos cuadros, un óleo y un dibujo, que se exhiben en el Museo de Bellas Artes son presuntamente falsos. El dibujo forma parte de la galería de imágenes con las que ilustramos nuestra nota y es el rostro de grandes y vivaces ojos. (Cabeza de Isolda). Se trataría de un dibujo sobre Isolda Kahlo. El especialista en la obra de FK, Luis Martín Lozano, negó que las dos obras fueran falsas, incluido un retrato a Gómez Arias, y argumentó: "Frida "no era una gran dibujante" y algunas de sus bosquejos fueron realizados incluso con "torpeza". El Retrato de Gómez Arias,"es una pieza típica, muy temprana en la carrera de Frida, que para el simple espectador, la pieza parece distinta y difiere de la calidad de sus obras de madurez, pero esto no la hace una obra falsa, sino que hay que entender que Frida es una artista que evoluciona".
En la década de los 20 (del siglo pasado), - argumenta Lozano-cuando pintó el cuadro, Frida "no es una artista realmente entrenada, a diferencia de Rivera (Diego) no fue a una academia, hay que entender todos los cuadros de los años 20, yo diría que hasta los del 29, cuando hace su primer autorretrato, con una personalidad propia". Frida pintó como muchas otras de sus obras, el retrato, a partir de una fotografía tamaño diploma que le pide al propio Gómez Arias (su novio de juventud) y que aún conserva la familia Kahlo. Como en otras obras de su primera etapa, "ello nos demuestra que efectivamente en su primer momento, el parámetro estético es la fotografía y eso no es extraño, porque el papá era fotógrafo (Guillermo Kahlo), ella le ayudaba en el taller, retocaba a color las fotografías, hay una enseñanza desde esta actividad".
Para Luis Martín Lozano, que Raquel Tibol, la crítica argentina, sabe mucho, es muy radical y polémica.
Trotsky en la Casa Azul sigue revelando su historia
La Casa Azul revela entre sus tesoros culturales y patrimoniales de México y la humanidad, correspondencia desconocida entre el líder político ruso, León Trotsky, exiliado en México, y Diego Rivera, quien intervino para su ingreso al país cuando se encontraba uno de los artífices de la Revolución rusa en Constantinopla. Francia, Alemania e Inglaterra le habían negado asilo. Llegaría a Tampico, Tamaulipas, con su esposa, Natacha Sedoff, y su nieto Esteban un 9 de enero de 1937. En esa època, bajo la presidencia del General Lázaro Cardenas, los muralistas y grandes intelectuales mexicanos caminaban por la acera izquierda de la historia: José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, como Diego Rivera, y F.K.
Trotsky mandó esta carta a Rivera: “Querido amigo, está usted enfermo y, desgraciadamente, no puedo hablarle hoy. Excúseme si lo inquieto por esta carta urgente (…). “Se me ha informado de artículos odiosos dirigidos contra mí por el periódico ‘comunista’ El Machete –en cuanto a mí, desde hace mucho tiempo no leo ese género de literatura, pues prefiero seguir las actividades de la GEPEU (antecesora de la KGB, policía secreta de la URSS) sobre la base de los originales y no sobre las débiles copias.
“No dudo que los miembros del P. Comunista sean en su mayoría gente honrada, pero engañada; tampoco dudo que el aparato del engaño se encuentre entre las manos de agentes directos de la GEPEU: esta es la regla internacional. ¿Puedo permitir pasivamente que se me ensucie impunemente a los ojos de la opinión pública mexicana, de la que yo aprecio tan altamente la confianza? (…) Yo esperaré sus consejos amigables y competentes”.
Distintos enfoques dan cuenta de una furtiva relación sostenida entre Frida y el creador de la revolución permanente, León Trotsky. Nada de ello aún se ha revelado de la documentación de la Casa Azul y no sabemos si existe alguna huella de ello. Frida son tantas sorpresas y ninguna, porque sus actos hablan por ella, mujer de hechos, palabra y color, se jugó en vida.
Dentro de las paredes
La sorprendente Frida, fotógrafa, escritora, amante del amor, la Kahlo sigue develándose desde las entrañas de sus objetos, la intimidad de sus paredes, los itinerarios trazados por sus manos. Los mapas, dibujos que ilustran también esta nota, fueron descubiertos en sus baúles secretos. Detalle del croquis de la Casa Azul hecho por Frida, donde plasmó las figuras de sus amigos inseparables: tres perros, algunos gatos, varias aves, un mono, una tortuga, y a modo de broma, un pez y una jirafa. Luego, la hoz y el martillo, que Diego Rivera dibujó en uno de los techos del inmueble, debajo del estudio de Frida. Otra fotografía, en un detalle del patio según el plano hecho por la pintora, en el cual se pueden observar el tendedero para la ropa, el lavadero, el taller de Diego, el baño para la servidumbre y las plantas del jardín (cactus, membrillo, granada). “quí nací”, escribió Frida en inglés, para indicar el lugar exacto donde vino al mundo hace un siglo.
En el jardín, pinta a los árboles de naranja, pino, chabacano y granada, las 35 macetas, los cactus, e irónica afirma: “¡No hay animales!”, y dibuja una fila de sus amigos: los perros El Nahual, La Sombra y La Burguesa; un par de patos llamados Tu y Yo; el gato Monroy, el perico Cartucho, una gallina poniendo un huevo, un mono, una tortuga, un pez y una jirafa.
Describe el patio donde tendía la ropa: en un mecate hay una sábana rosa ( pone los nombres del color), unos calzones largos verdes, un corpiño amarillo y una camiseta sin mangas violeta. Más calzones, de esos con olanes, uno blanco y otro rojo, una falda rosa, un pantalón negro y unas sábanas café y naranja. Un ojo observa una blusa azul.
“Ese color era para Diego y Frida el de la mexicanidad. La casa probablemente fue blanca en un principio, pero durante la estancia de Trotsky, entre 1937 y 1939, se pintó de azul." Son detalles que van saliendo y la prensa mexicana se ha hecho eco. Diego Rivera salvó el inmueble de 800 metros cuadrados, de una hipoteca adeudada por la familia Kahlo, compró los 1.040 metros colindantes y puso las escrituras a nombre de Frida. El jardín evoca la fertilidad, “hace alusión a la lluvia, al maíz, a elementos de la cosmogonía prehispánica," a México, México.
Ahí, en cada objeto, centímetro de la Casa Azul, cuentan los visitantes, está el espíritu, los sueños, la obra, la vida de Diego y Frida, inseparables compañeros de ruta. Son miles de miles de personas las que se han dado cita en este centenario, desde escolares, a turistas, pintores, campesinos, gente común y corriente que sabe que Rivera y la Kahlo son dos artistas que pertenecen al pueblo.
Rolando Gabrielli©2007
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Pie de página: Esta nota fue escrita con apoyo de información de la prensa mexicana e internacional, y revelaciones de la historiadora Beatriz Scharrer, al diario La Jornada de México