dos mil veinte y uno,
han pasado más de veinte siglos,
(no estoy mirando hacia atrás,
ni tomando el tiempo al tiempo
pasado),
sin saber como,
simplemente tomo nota
del tiempo transcurrido,
me pregunto dónde estábamos
cuando todo comenzó,
el futuro, en cambio,
es un tiempo desconocido,
siempre nuevo, un enigma
hasta cierto punto, por pasar.
Este es nuestro presente,
con sus pequeñas cosas, desafíos,
lo respiramos hoy, imaginemos,
estamos atravesando un puente,
suspendidos en nuestras dudas,
bajo nuestros propios pies y sentidos,
es aquí, ahora, nada más,
casi todo está en nuestras manos,
lo que de alguna manera estamos viviendo,
es un simple vuelo de pájaro en el peso de sus alas,
un recorrido más o menos conocido,
al alcance del día, de lo que duran
sus 24 horas formales en dar vuelta
las manecillas de cualquier reloj
en cualquier parte del mundo,
una convención que hemos aceptado,
un ciclo, una rutina, si se quiere,
una cierta urgencia,
un tiempo exacto que exige
algunas sucesivas respuestas,
que funcionan o se agotan en sí mismas.
Para el día siguiente viene
un tiempo nuevo
y queda todo a la deriva,
porque nada es como la punta del hilo
de una madeja que por fin encontramos,
el origen quizás,
porque el principio
no tiene fin.
El futuro pareciera más que desconocido,
una narrativa entre la ficción,
el suspenso, la incertidumbre de lo probable,
una posibilidad, aunque este presente,
es ya verdaderamente incierto.
Cada día con su propio afán,
plagio a la Biblia y no estoy
tan alejado de la realidad,
unos pajarillos picotean
sobre el jardín de la ventana
unas cuantas semillas
antes de volar.
Sin presente,
no hay futuro
y diría, ni pasado.
Rolando Gabrielli 2021